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TRAYECTORIAS

Doctorarse en la madurez

Los retos, los obstáculos y las ventajas de quienes deciden hacer un posgrado después de los 40 años

Mariana Zanetti

Los caminos que deben transitarse hacia un posgrado pueden deparar muchos obstáculos: la necesidad de un empleo fijo para poder pagar las cuentas, las tareas domésticas, las demandas familiares o la escasez de tiempo y, a menudo, todo esto junto. Así, las investigaciones soñadas durante la carrera de grado se van aplazando. Eliane de Souza Almeida, por ejemplo, tendrá 53 años cuando defienda su doctorado, en 2024. Marlene Inácio se doctoró a los 61, mientras que Solange Regina Schaffer lo hizo a los 55. Las tres forman parte de un grupo que, entre 1996 y 2017, representó el 34,4 % de los doctores graduados en Brasil habiendo superado los 40 años, según el estudio “Magísteres y doctores 2019”, del Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE).

“Como siempre he trabajado mucho, tenía miedo de no poder afrontar un doctorado”, dice Inácio. Tras graduarse como psicóloga en 1979, se especializó en psicología clínica y hospitalaria y luego la absorbieron sus actividades en el Servicio de Endocrinología del Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de São Paulo (HC-FM-USP). Cuando atendía a pacientes con trastornos del desarrollo sexual, me surgió una invitación a participar en una investigación internacional. “Todos los miembros poseían el grado de doctores, menos yo. Entonces la profesora Berenice Bilharino me animó a que trabajara con el grupo de 150 pacientes que atendía en mi investigación doctoral”, relata. Así fue que produjo su tesis “Aspectos psicosociales y sexuales a largo plazo en pacientes con trastornos del desarrollo sexual”, defendida en 2011 en la FM-USP.

“Una vez que obtuve el doctorado, tuve la oportunidad de dar clases en la facultad, algo que nunca había imaginado”, celebra Inácio, pese a reconocer que su historia personal tiene más que ver con la psicología clínica y hospitalaria que con las actividades académicas. “A partir de las contribuciones que implicaron los datos de mi tesis han surgido otras 10, dos en el campo de la psicología”.

Solange Regina Schaffer se graduó como pedagoga en 1987 y enseguida entró a trabajar como empleada en la Fundación Jorge Duprat Figueiredo de Seguridad y Medicina Laboral (Fundacentro). En 2004, 10 años después de haber realizado una especialización en higiene laboral –un campo científico que estudia los procesos del trabajo, los accidentes y las enfermedades de los trabajadores en las empresas–, sintió la necesidad de sistematizar lo que había aprendido hasta entonces, y se sorprendió con el resultado: “La maestría me permitió alcanzar un rigor científico que extrapoló todo lo que había aprendido en casi 20 años en la institución”.

Pasó otra década y llegó al doctorado. “Cuando comencé el máster tenía 40 años y mi hija 3. La conciliación de las responsabilidades profesionales, familiares y la gestión del hogar había sido sumamente desgastante durante la maestría”, relata. “Decidí aguardar a que mi hija adquiriera cierta independencia para proseguir con mis estudios”.

Su hija creció y Schaffer empezó a buscar un programa de doctorado que permitiera la interlocución entre diversas disciplinas científicas. Terminó recalando en la Universidad Federal del ABC (UFABC), donde en 2020 defendió su tesis intitulada “Política pública ‘Experiencia práctica del aprendiz’. La inserción social, la formación laboral y los accidentes de trabajo en las plantas fabriles”. “El tema surgió de una laguna científica al investigar, analizar y sistematizar cómo los adolescentes y jóvenes aprendices contratados por las empresas atribuyen un significado a sus vivencias laborales en esos lugares de trabajo”, explica. La experiencia fue un éxito. “Disponía de un tema bien estudiado previamente y, gracias a la pericia de mis directoras de tesis, pude profundizar los conocimientos científicos en ciencias humanas y sociales”.

“Los doctorados tardíos suelen darse entre personas que ya tiene un empleo, y están especialmente interesadas en el título, no en iniciar una carrera como investigadores. Esto es frecuente en las ciencias humanas y sociales y no tan así en las ciencias naturales”, explica Simon Schwartzman, sociólogo que fue presidente del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) entre 1994 y 1998. “Es probable que a las mujeres les lleve más tiempo retomar el posgrado a causa de la maternidad. Si ellas son madres cuando tiene alrededor de 20 años, puede que deban esperar cierto tiempo antes de reanudar sus estudios e investigaciones, sobre todo si la atención de los hijos corre más por cuenta suya que la de sus maridos”, añade.

Eso fue lo que le sucedió a Eliane de Souza Almeida, quien realiza un doctorado en la Escuela de Artes, Ciencias y Humanidades de la Universidad de São Paulo (EACH-USP). Ingresó a la educación superior con 27 años, cuando su hija mayor, Isabella, tenía 3, y al no tener con quien dejarla, la llevaba consigo a clases. “Me recibí como periodista en 2001”, recuerda. Nunca olvidó las palabras de su director de tesina, Joseph Luyten, en el trabajo de conclusión, sobre la importancia de que haya más mujeres negras en la academia. De Souza Almeida defendió su maestría en 2005, pero no comenzó su doctorado hasta más de 10 años después.

En ese lapso, conoció el núcleo de investigaciones sobre Libertad de Expresión y Censura de la Escuela de Comunicación y Artes de la USP, el Teatro Experimental del Negro y a su creador, Abdias do Nascimento (1914-2011). “En la actualidad, estudio el Teatro Experimental del Negro desde la perspectiva de la construcción de un discurso político emancipador. Estoy investigando cómo elaboró Abdias un discurso antirracista y utilizó el teatro como instrumento para la creación de una intelectualidad negra”, explica De Souza Almeida. “Es un gran desafío ser una doctoranda a los 51 años, pero también me siento más madura intelectualmente como para poder extraer lo mejor de este proceso”.

Los casos de doctorados tardíos como los que se describen aquí son significativos en instituciones como la Universidad Federal de Paraná (UFPR). “Los estudiantes de 40 años o más representan alrededor de un 25 % del total de nuestro cuerpo discente en el doctorado. Esta cifra se ha mantenido estable en los últimos cinco años, con una participación mayoritariamente femenina”, informa Francisco Mendonça, prorrector de Investigación y Posgrado de la UFPR. “Entre 2018 y 2022, las carreras de medicina han tenido más de un 60 % de los estudiantes de doctorado por encima de esa edad, seguidos por los de antropología, educación e ingeniería civil”.

En la Universidad de São Paulo (USP), ese rango de edades es una porción menor. “Representa el 16,5 % del total de ingresantes entre 2000 y 2022. En el área de las humanidades predominan las mujeres, mientras que los varones mayores de 40 años son mayoría entre los doctorandos de esa franja etaria en disciplinas como las ciencias exactas y la salud”, dice Niels Olsen Saraiva Câmara, prorrector adjunto de Posgrado de la USP.

En la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE) la participación también ha crecido. “La cantidad de doctorandos mayores de 40 ha aumentado en los últimos cuatro años. En 2019 teníamos en la universidad un total de 696 alumnos en esa condición, el 17 % del total, y ahora, en 2022, son 851, el 20 % del total. Las áreas que concentran más estudiantes con esas edades son bioquímica, farmacia, biología, oceanografía, física y química”, informa Carol Leandro, prorrectora de Posgrado de la UFPE.

Pese al interés de las personas de alrededor de 40 años por el posgrado, el estudio “Magísteres y doctores 2019”, del CGEE, apunta una disminución en la edad de los estudiantes de maestría y doctorado en Brasil en las últimas décadas. “Los datos muestran un descenso del promedio de edad. En 1996, los doctores obtenían ese grado, por término medio a los 39,4 años. En 2017, este logro lo alcanzaban, en promedio, a los 37 años. En el caso de las mujeres, la baja de edad fue mayor. El promedio de edad de ellas al titularse en el comienzo de esta serie era de 40 años, uno más que los varones. En 2017, el promedio fue prácticamente el mismo, en el caso de las mujeres, 36,9 años”, dice Sofia Daher, coordinadora del estudio.

Sin embargo, lo que se considera bueno para el país –tener docentes e investigadores calificados más pronto– es una señal de alarma para quienes pretenden cursar estudios de posgrado después de los 40. “Algunas instituciones que conceden becas han dispuesto limitaciones de edad. La edad no debería ser un impedimento para acceder a la concesión de fondos de investigación”, dice De Souza Almeida, quien se propone defender su doctorado dentro de dos años y ya tiene planes para una investigación posdoctoral sobre las hermanas martiniquesas Paulette Nardal (1896-1985) y Jeanne Nardal (1902-1993). “Ellas fueron las primeras negras que pisaron La Sorbona. Mi investigación versará sobre estas mujeres”.

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