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ECOLOGÍA

El efecto protector de la biodiversidad

Un experimento indica que una mayor cantidad de especies de anfibios ayuda a detener la transmisión de una enfermedad fatal causada por hongos

Algunas de las especies de sapos empleadas en el experimento: la diversidad evita el contagio

C.G. BeckerAlgunas de las especies de sapos empleadas en el experimento: la diversidad evita el contagioC.G. Becker

La intuición, los modelos matemáticos y las observaciones de campo sugerían que la pérdida de vegetación nativa junto a todos sus organismos podría favorecer la transmisión de virus, bacterias y otros agentes causantes de enfermedades. El problema radica en que también había estudios científicos que sostenían lo contrario. Pero ahora, un experimento abonó la primera posibilidad ‒cuanto mayor es el número de especies, menor es el índice de transmisión de una enfermedad‒, al indicar que la transmisión de un hongo que ha causado la extinción de anfibios en varios países fue un 66% menor entre grupos de sapos con mayor diversidad de especies en comparación con los grupos formados por una especie única.

“Solamente la diversidad, independientemente de la composición de las especies que intervengan, detiene la transmisión de enfermedades”. Ésta es la conclusión a la que arriba el biólogo Carlos Guilherme Becker, investigador de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) de Rio Claro y principal responsable de ese estudio. De esa manera, la riqueza biológica, medida según la cantidad de especies de plantas y animales, tendría un efecto protector, obstaculizando la transmisión de agentes causantes de enfermedades.

A partir de ese razonamiento, podrían asociarse la pérdida de vegetación autóctona, con los organismos que la habitan, y el surgimiento de enfermedades transmitidas por virus, tales como los responsables de la epidemia de Sida en la década de 1990 y, en la actualidad, por los brotes de Ébola, habida cuenta que los virus causantes de esas enfermedades se identificaron inicialmente en reservorios naturales, los animales silvestres, que las poblaciones más pobres de África abaten para alimentarse. “En los países donde ahora se registra un mayor número de casos de Ébola”, dice Becker, “el desmonte y la caza han sido intensos en los últimos años”.

En el trabajo que condujo a esas conclusiones, Becker empleó alrededor de 200 sapos de siete especies con hábitos diferentes, donde dos especies vivían en el agua, tres eran arborícolas y dos se reproducían exclusivamente en ambientes terrestres. Todos los ejemplares fueron transportados, en octubre de 2012, con las debidas autorizaciones de los organismos ambientales, desde distintas áreas del Parque Estadual de Serra do Mar, donde abundan. Becker acondicionó 53 cajas plásticas cubriendo la mitad del fondo con tierra y la otra mitad con agua. En cada una de las cajas colocó cuatro animales, en dos grupos diferentes: 28 cajas albergaban animales de una misma especie y 25, ejemplares de especies diferentes, combinadas aleatoriamente, sin repetirse.

Mientras los batracios se adaptaban al nuevo espacio, Becker cultivó una muestra del hongo Batrachochytrium dendrobatidis ‒o Bd‒, responsable del exterminio de poblaciones de anfibios en todo el mundo. Preparó 53 soluciones, cada una con alrededor de 1 millón de zoosporas, la fase infecciosa del hongo, y, durante el séptimo día posterior al inicio del experimento, las liberó en el agua de cada caja, frecuentemente visitada por los animales. Luego de 18 días, recogió muestras de la secreción de la piel de éstos mediante un hisopo, clasificó las 212 muestras y determinó la carga de infección por el hongo por medio de análisis de laboratorio en la Universidad Cornell, en Estados Unidos, donde realizaba su doctorado.

Cuanto más lejos, mejor
Los análisis moleculares y estadísticos, descriptos en un artículo publicado en noviembre en la revista Proceedings of the Royal Society of London B: Biological Sciences, indicaron que la contaminación, en la mayoría de las especies, era menor cuando los animales estaban mezclados con ejemplares de otras especies. Los animales de hábitos acuáticos presentaron un índice más alto de contaminación que los terrestres, que evitaron el agua, pero también se infectaron. En promedio, los animales de las cajas mixtas, con ejemplares de cuatro especies cada una, presentaron una cantidad de hongo un 66% menor en la piel que los de las cajas con ejemplares de una misma especie.

“Las especies con hábitos diferentes se evitan y ocupan el espacio en forma más eficiente, lo cual habría minimizado la transmisión del hongo”, acotó Becker. A su juicio, la composición de especies, a veces, suele influir en la transmisión del hongo. En 14 de las cajas había ejemplares de Brachycephalus pitanga, una especie terrestre que los otros congéneres evitaban, quizá a causa de su color anaranjado y sus secreciones tóxicas. Como resultado de ello, sus compañeros iban más asiduamente al agua y se infectaron más que ellos con el hongo.

“La diversidad de especies, de por sí, es una causa de disminución de la transmisión del hongo, independientemente de la composición de las mismas”, concluyó Becker, instalado desde el mes de octubre en el laboratorio de Célio Haddad en la Unesp de Rio Claro. El investigador opina que esa conclusión puede ampliarse: “Cuanto mayor sea la diversidad de especies habitando en sus propios espacios, menor será el riesgo de transmisión de una enfermedad”.

Su argumento se basa en que, en una selva, los especímenes como los sapos viven relativamente aislados en espacios distintos, árboles y otras plantas, cerca del agua o en madrigueras en tierra firme. “En los ecosistemas con alto nivel de desmonte, generalmente quedan algunas pocas especies arborícolas, otras pocas terrestres y otras pocas acuáticas, con alta densidad poblacional”. Y esa confluencia facilita la propagación de los microorganismos causantes de enfermedades.

La conclusión ahora reforzada por los experimentos indica que la preservación de los ambientes naturales ayudaría a reducir la transmisión de enfermedades infecciosas, tal como ya habían advertido científicos de Estados Unidos en un estudio publicado en la revista Nature en 2010. Según ese trabajo, la pérdida de biodiversidad puede modificar la abundancia o el comportamiento del huésped o del vector. De hecho, el número de casos de la enfermedad de Lyme, causada por bacterias y transmitida por una especie de garrapata, ha aumentado en Estados Unidos, posiblemente como consecuencia del aniquilamiento de especies silvestres, como en el caso de ciertas aves, que servían como reservorios naturales de algunos virus, conteniendo de tal modo la transmisión, y del aumento de las poblaciones de roedores, transmisores de las bacterias causantes de la enfermedad. “Si conservamos la biodiversidad”, concluye Becker, “el riesgo de problemas para los animales silvestres y para nosotros es menor”.

Proyecto
Especiación de anfibios anuros en ambientes de altitud (nº 08/ 50928-1); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Célio Fernando Baptista Haddad (Unesp); Inversión R$ 1.407.985,13 (FAPESP).

Artículos científicos
BECKER, C. G. et al. Partitioning the net effect of host diversity on an emerging amphibian pathogen. Proceedings of the Royal Society of London B: Biological Sciences v. 281, n. 1.795. 2014.
KEESING, F. et al. Impacts of biodiversity on the emergence and transmission of infectious diseases. Nature v. 468, n. 7.324, p. 647-52. 2010.

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