El primer trimestre de 2018 marcó un hito para el segmento tecnológico brasileño: en poco menos de dos meses, dos startups ingresaron al selecto Club de los Unicornios, el nombre con el cual la inversora estadounidense Aileen Lee bautizó al grupo de empresas de base tecnológica que alcanzan un valor de mercado de 1.000 millones de dólares. En un artículo escrito en 2013, la inversora estimaba que solamente el 0,07% de las startups lograban concretar esa proeza, casi tan “rara y mágica” como el animal mitológico.
La primera startup que lo logró fue 99 Tecnologia, que surgió en 2012 ofreciendo una aplicación (App) para solicitar taxis. En enero de este año, 99 fue tasada en 1.000 millones de dólares y la adquirió la empresa china Didi Chuxing, que ya poseía una participación en la startup desde enero de 2017, cuando invirtió más de 100 millones de dólares.
En marzo, otra startup, Nubank, alcanzó ese valor, luego de conseguir inversiones por 150 millones de dólares. Nubank es una fintech –una startup financiera– creada en 2013 para ofrecer tarjetas de crédito sin costo de renovación anual y tasas de interés por debajo del promedio del mercado. El emprendimiento surgió a partir de una idea conjunta del colombiano David Vélez, de 36 años, graduado en ingeniería en la Universidad Stanford de Estados Unidos; del estadounidense Edward Wible, de 34 años, quien estudió ciencias de la computación en la Universidad de Princeton, también en Estados Unidos; y de la brasileña Cristina Junqueira, de 35 años, ingeniera de producción graduada en la Escuela Politécnica de la Universidad de São Paulo (Poli-USP). Los tres realizaron un MBA (Maestría en Administración de Negocios).
Vélez llegó a São Paulo en 2011 como empleado de Sequoia –fondo de capital de riesgo estadounidense– para explorar oportunidades de inversiones en empresas de base tecnológica, pero no halló nada interesante. En 2013 renunció y concibió la idea de crear una tarjeta de crédito diferente, administrada solamente por una aplicación. Cuando consiguió la primera inversión, los invitó a asociarse a Junqueira, quien aportó la experiencia adquirida en Itaucard, y a Wible, que se hallaba en Argentina y es experto en inteligencia de datos. Luego de alcanzar una cifra de 3 millones de usuarios de la tarjeta que crearon, en marzo de este año, Vélez anunció que Nubank se había convertido en un unicornio. Se especula que el próximo podría ser Movile, empresa que administra aplicaciones populares tales como iFood y PlayKids.
Vélez suele decir que Nubank nació y prosperó durante la crisis económica. El escenario adverso de los últimos años tampoco asusta a Renato Freitas, ingeniero en mecatrónica graduado en la Poli-USP y uno de los fundadores de 99 Táxis. “La parte interesante de trabajar con proyectos innovadores es que los mismos sufren muy poco con las fluctuaciones macroeconómicas. Siempre hay espacio para nuevas tecnologías. Luego de que 99 se convirtiera en unicornio y otras empresas están siguiendo el mismo camino, creo que Brasil atraerá la mirada de otros inversores extranjeros, y se caldeará el mercado de las startups”, dice.
Un modelo de negocios comprobado, que genere valor; progresivo, es decir, con capacidad para crecer rápidamente; y competencias que aporten un diferencial competitivo a las empresas, constituyen los factores que pueden conducir a una startup a transformarse en unicornio, a juicio Marcelo Caldeira Pedroso, con título de libredocencia otorgado por la Facultad de Economía, Administración y Contabilidad de la USP (FEA-USP) y coordinador de la Maestría Profesional en Emprendimiento de la FEA-USP. El caso de 99 es un ejemplo de las empresas que cumplen con esos criterios.
Para arrancar, los fundadores de 99 se inspiraron en un negocio que ya había sido testeado con éxito en el exterior. Según Freitas, la idea de la empresa surgió cuando Arile Lambrecht, un colega de mecatrónica de la Poli, viajó a Alemania y usó la primera aplicación de taxis del mundo, MyTaxi. “Pensamos que era una buena idea implementar eso en Brasil en función de los retos que plantea el transporte existente aquí: un transporte público caro, tránsito congestionado, entre otros”, relata Freitas. La inversión inicial fue de 50 mil reales.
Otros desarrollaron una App similar y no tuvieron éxito. Lo que hizo la diferencia en 99 fue el equipo, dice Renato Freitas, uno de los fundadores de la empresa
El reto de la expansión pudo salvarse mediante la profundización del conocimiento de las características y necesidades del público apuntado. “Los taxistas, en esa época, aún utilizaban lo que denominamos feature phones, es decir, aquéllos que no son smartphone. Desarrollamos un trabajo bastante intenso para enseñarles cuáles smartphones debían comprar, cómo utilizarlos y cuáles aplicaciones podrían ayudarlos en el día a día”, relata. Freitas comenta que, junto con Lambrecht, estudiaba la ubicación de paradas de taxis mediante Google Maps y salía a repartir panfletos prácticamente todos los días, durante los primeros meses de la empresa, en 2012. “Ya era la aplicación final, las únicas personas que lo utilizaron durante el período de desarrollo fuimos Ariel Lambrecht y yo. Pero el desarrollo no paró nunca, siempre añadimos cosas nuevas. Esa proximidad nos permitió entender mejor el perfil del público apuntado y logramos trasladar los análisis a nuestra aplicación. Las investigaciones nos indicaron, más tarde, que los taxistas preferían nuestra App, porque la consideraban más intuitiva y fácil de usar”.
Con todo, según Freitas, no fue ni la aplicación ni la oportunidad de negocio la razón preponderante para el éxito de 99, sino un tercer factor apuntado por Pedroso, de la FEA: las competencias del equipo. “Muchas empresas desarrollaron una aplicación con el mismo servicio, tuvieron las mismas oportunidades de negocio y no lograron tanto éxito. Lo que hizo la diferencia para 99 fue el equipo. Siempre buscamos contratar gente apasionada por el desafío de la empresa”, dice. El grupo inicial estaba compuesto por Lambrecht y Freitas, enfocados en el desarrollo del producto, y Paulo Veras, también exalumno de la Poli-USP, quien ya poseía experiencia en la creación de startups como Tesla, una de las primeras empresas especializadas en el desarrollo de sitios web e e-commerce.
“Nosotros tres tenemos perfiles bastante distintos, pese a contar con la misma formación. Yo siempre me ocupé más del área de tecnología y el modo en que la misma se relaciona con el producto. Veras se dedicaba a los negocios, de las finanzas, el marketing y los recursos humanos. Y Lambrecht fue responsable principalmente del producto, él era el ‘pegamento’ que ensamblaba varias áreas, enfocado más que nada en cómo ellas impactan en nuestros clientes”, dice Freitas. En 2017, la empresa amplió sus servicios: también comenzó a aceptar choferes particulares, convirtiéndose en competidora de la estadounidense Uber, que ya operaba en Brasil desde 2014. Así creció aún más y llamó la atención de la compañía china Didi Chuxing, que se propone superar a Uber en el mercado global, expandiéndose por América Latina.
Hoy en día, ya bajo control de Didi Chuxing, 99 conecta a más de 300 mil choferes con 14 millones de usuarios en más de 400 ciudades en Brasil. En febrero de 2018 lanzó una nueva aplicación, desarrollada en forma conjunta por brasileños y chinos. “El nuevo concepto involucró a 250 profesionales de los equipos de ingeniería y producto en Brasil y en China”, dice João Costa, líder del área de productos de 99. “La App posee un algoritmo que se basa en inteligencia artificial para acelerar la distribución de recorridos, reduciendo hasta en un 20% el tiempo en que un pasajero espera por un chofer”, afirma.
Luego de la venta de 99, Freitas y Lambrecht se embarcaron en un nuevo emprendimiento, en esta ocasión asociados con Eduardo Musa, exCEO de Caloi: un servicio de intercambio de bicicletas con sistema de redistribución libre, mediante el cual, las bicicletas son liberadas por medio de una aplicación en el celular. Este modelo, denominado dockless, prescinde de las estaciones obligatorias de parada: las bicicletas están equipadas con GPS y se las puede dejar en cualquier lugar luego de utilizarlas. El próximo usuario debe desbloquearla utilizando el celular para leer el QRCode, que está estampado en la bici.
La startup, bautizada Yellow, se propone ofrecer a partir del mes de julio 20 mil bicicletas para trayectos breves en la ciudad de São Paulo, con la meta de llegar a 100 mil. “La idea de Yellow surgió en China, cuando viajamos allá y utilizamos un servicio similar. Nos gusta mucho hacer benchmark, que consiste en entender cómo otras empresas solucionaron los problemas en otros países. Pero no nos agrada copiar. Nosotros desarrollamos la solución partiendo de cero, teniendo en cuenta los aprendizajes de otras empresas y también nuestros propios valores”, dice Freitas.
El ecosistema evolucionó, pero las startups siguen orientándose tan sólo hacia el mercado interno, sostiene Pinho, de la UFSCar
El éxito de estas nuevas empresas innovadoras no fue una sorpresa para algunos de los estudiosos del mundo corporativo. En Brasil finalmente se estaría asistiendo a un momento de “maduración del ecosistema de innovación”, tal como lo define Moacir de Miranda, jefe del Departamento de la FEA-USP. “Ahora estamos entrando en el siglo XXI”, afirma. Para el investigador, el mercado ha percibido que la gestión estratégica del conocimiento es una cuestión de supervivencia. “Las empresas están invirtiendo en el conocimiento como distintivo competitivo. Lo que se debatía hace 20 años ahora está empezando a suceder a gran escala”.
Para Miranda, el ingreso del sector privado al campo de la innovación sería uno de los factores principales para la creación de un hábitat propicio para las startups. “Hace 10 años, las incubadoras de empresas eran, casi exclusivamente, iniciativas universitarias. Hoy en día, grandes corporaciones financian incubadoras y coworkings, generando unidades de negocios que intentan hacer innovación disruptiva. Al asumir el protagonismo, el sector empresario le imprimió una nueva dinámica al sector”, dice. El aumento del interés privado por la innovación surgió a la par de la merma de la inversión pública, como resultado de la crisis económica.
“La inversión en innovación disminuyó dramáticamente a partir de 2014. Hoy se encuentra en el escalón más bajo de los últimos 10 años”, dice Miranda, refiriéndose a los datos que informa la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep). Según el informe Indicadores nacionais de ciência, tecnologia e inovação 2017, del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Comunicaciones (MCTIC), las inversiones del sector privado del país en I&D, entre 2014 y 2015, crecieron de 37.400 millones a 38.100 millones de reales, pese a la crisis económica. La publicación, que reúne datos de la Investigación de la Innovación del IBGE (Pintec) y estudios efectuados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), esbozan un retrato sobre la innovación en Brasil.
Para el economista Marcelo Pinho, del Centro de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) e investigador en las áreas de economía industrial y economía de la tecnología, la universidad cumple un rol destacado en la capacitación de los futuros emprendedores, pero la estrategia tecnológica parte de la experiencia empresarial. Es en este punto que la mayoría de las startups brasileñas cometería su “pecado original”. “Las empresas de base tecnológica brasileñas no suelen desarrollar innovaciones a escala global ni explorar mercados fuera del país”, dice.
A juicio Pinho, las empresas brasileñas generalmente operan en nichos, lo cual limita su crecimiento horizontal, es decir, la expansión en sus mercados de origen. La restricción en su posicionamiento de mercado generalmente está asociada a una estrategia tecnológica que no conduce a la innovación primaria. “Esas empresas suelen adoptar la reproducción de un negocio que ya fue desarrollado en el exterior”. Por eso, él no es tan optimista en lo que tiene que ver con el nivel actual de desarrollo de las startups en el país.
Según el investigador, como otros obstáculos para el crecimiento de las empresas se atenuaron en los últimos años –con la multiplicación de los esquemas privados de financiación y una legislación más favorable a la interfaz universidad-empresa mediante la creación del Marco Legal de la Ciencia, Tecnología e Innovación–, se entiende que hubo una evolución en el ecosistema. Sin embargo, las empresas de base tecnológica aún están enfocadas esencialmente en el mercado interno, un problema compartido con otras economías periféricas.
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