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Tapa

El instituto se destaca por su espíritu pionero

A lo largo de su historia, el Inpe ha descollado por sus importantes contribuciones en diversos campos del conocimiento científico

Léo Ramos Chaves

“La Tierra es azul.” No habían transcurrido cuatro meses desde que el cosmonauta ruso Yuri Gagarin se convirtiera en el primer hombre en ir al espacio, el 12 de abril de 1961, y pronunciado esa mítica frase, cuando el entonces presidente brasileño Jânio Quadros (1917-1992) firmó un decreto por el cual se creaba el Grupo de Organización de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (GOCNAE), el embrión de lo que luego sería el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe).

Los primeros años de esta institución, constituida como un organismo civil para diseñar la política espacial brasileña y coordinar el programa espacial, estuvieron dedicados a las investigaciones en ciencias espaciales y atmosféricas. Surgieron grupos de investigación en áreas científicas inéditas en Brasil, tales como geofísica espacial (1962), meteorología por satélite (1966) y teledetección (1969).

De esa misma época también datan la implementación de las carreras de posgrado del instituto, creadas para la capacitación de profesionales en el sector espacial. “Como en Brasil no había especialistas en la materia, Fernando de Mendonça [el primer director del instituto] trajo investigadores extranjeros, especialmente de la India, para formar a los jóvenes brasileños. Reclutó talentos entre las mejores universidades brasileñas para que hicieran maestrías en el Inpe, tomando clases con los extranjeros, y después los envió a realizar doctorados en el exterior”, resaltó Gilberto Câmara, exdirector del Inpe, en un artículo sobre los 50 años del instituto.

En 1971, tras la creación de la Comisión Brasileña de Actividades Espaciales (Cobae), vinculada al Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el Inpe perdió su estatus inicial y se convirtió en ejecutor de las actividades definidas por la comisión. “Esto generó una polarización civil-militar con efectos duraderos”, señala Câmara. Con la aprobación de la Misión Espacial Completa Brasileña (MECB), en 1979, el Inpe quedó a cargo de la fabricación de los satélites, y la Aeronáutica, del vehículo de lanzamiento.

“Con un origen eminentemente académico, el Inpe evolucionó para desarrollar tecnologías y productos. Hacia finales de la década de 1980, al adoptar una política industrial audaz e innovadora, generó una base industrial en el área de los satélites”, destaca Jadir Gonçalves, vicepresidente de la Asociación de Industrias Aeroespaciales de Brasil (Aiab).

En las décadas posteriores, el organismo se destacó por su espíritu pionero en diversos campos del conocimiento, entre ellos, el pronóstico del tiempo, la astrofísica, el monitoreo ambiental y el clima espacial. En las páginas siguientes, ponemos de relieve los logros principales del instituto, que hicieron del mismo uno de los centros de investigación más importantes de Brasil.

Fábrica de satélites
En febrero de este año fue lanzado al espacio el Amazonia-1, el primer satélite de observación de la Tierra proyectado, ensamblado, testeado y operado totalmente por Brasil. Fue la culminación de una trayectoria que comenzó en el siglo pasado. Con la aprobación de la Misión Espacial Completa Brasileña (MECB), el Inpe quedó a cargo del desarrollo de los satélites de recolección de datos y otros dos de teledetección. Los dos primeros, denominados SCD 1 y 2, más sencillos de construir y con una tecnología menos sofisticada, fueron lanzados en la década de 1990. Para la construcción de los satélites de teledetección, destinados a la observación del planeta, el país firmó un acuerdo con China que se tradujo en la construcción de seis satélites (lea el apartado al lado). El Amazonia-1 fue el primer satélite desarrollado completamente aquí. “Fue una de los mayores logros del área de ingeniería en toda la historia del Inpe”, sostiene Adenilson Roberto da Silva, jefe del proyecto. “A partir de entonces, pasamos a dominar el ciclo completo de desarrollo de satélites de ese tamaño y complejidad”.

Cooperación con China
Los CBERS son fruto de la más extensa y exitosa colaboración internacional de Brasil en el ámbito del programa espacial. El convenio con los chinos se firmó en 1988 y, once años después, fue lanzado al espacio el primer artefacto, el CBERS-1. En aquel entonces, los chinos eran responsables del 70 % del proyecto y Brasil, del 30 % restante. En el CBERS-3, que fue puesto en órbita en 2013, el reparto se equilibró: 50 % para cada lado. “La cooperación con China, que ya dominaba esa tecnología, fue un atajo que nos permitió ganar terreno en el conocimiento y uso de este tipo de tecnología”, analiza Carlos Moura, presidente de la Agencia Espacial Brasileña (AEB). Para Antonio Carlos Pereira Jr., coordinador del Programa CBERS, además de darle acceso a Brasil a sus propias imágenes satelitales, el convenio tuvo otro efecto importante. “El programa fue esencial para establecer una industria nacional de componentes y equipos espaciales en el país”, valora.

Bosque vigilado
El Inpe es un actor clave en la preservación de la selva amazónica. Desde hace más de 30 años, los sistemas Prodes (Proyecto de Monitoreo por Satélite de la Selva Amazónica Brasileña) y Deter (Detección de la Deforestación en la Amazonia en Tiempo Real) monitorean el bioma con base en las imágenes provistas por satélites. El Prodes, en funcionamiento desde 1988, detecta las talas de bosques autóctonos a partir de un tamaño de 6,25 hectáreas (ha). Está a cargo del cálculo oficial del área deforestada anualmente (véase el gráfico al lado). En tanto, el Deter, que comenzó a operar en 2004, emite alertas diarios de desmonte en zonas de hasta 3 ha. “No obstante, las investigaciones sobre la Amazonia habían comenzado mucho antes. El primer trabajo, que data de 1977, abordaba el uso de datos del satélite Landsat en el estudio del impacto de la implementación de proyectos agropecuarios en la Amazonia”, relata Gilvan Sampaio, coordinador general del área de Ciencias de la Tierra del Inpe. Con la experiencia acumulada, el instituto entrenó a organismos de diversos países que poseen selvas tropicales en su territorio en el uso de las imágenes satelitales para vigilar el medio ambiente. Recientemente, el Prodes también comenzó a generar imágenes de la ecorregión del Cerrado (la sabana tropical brasileña). El Inpe tiene previsto expandir el programa a los otros cuatro biomas nacionales: la Caatinga, la Pampa, el Bosque Atlántico y el Pantanal.

Predicciones más precisas
La inauguración en 1994 de las instalaciones del Centro de Pronósticos Meteorológicos y Estudios Climáticos (CPTEC), en Cachoeira Paulista (São Paulo), condujo a la implementación de un modelo numérico de predicción meteorológica en Brasil, basado en complejos modelos informáticos. “No debe confundírselo con el pronóstico meteorológico convencional, que el Inmet [Instituto Nacional de Meteorología], ya venía haciendo en Brasil con gran idoneidad. El modelo numérico representó un gran avance, ya que también abarca a la climatología”, explica el director del Inpe, Clezio De Nardin. Anteriormente, los pronósticos eran sumamente subjetivos y su calidad dependía de la experiencia del meteorólogo. En 2010, la compra de la supercomputadora Cray XE-6 por 50 millones de reales –15 millones aportados por la FAPESP y 35 millones por el gobierno federal–, marcó otro hito en la historia del Inpe y de la meteorología nacional. Este superordenador, al que se lo llamó Tupã, era 50 veces más potente que su antecesor y capaz de realizar 244 billones de cálculos por segundo. Al integrar informaciones atmosféricas, oceánicas y de la superficie terrestre, el CPTEC comenzó a realizar pronósticos más certeros, confiables y con mayor anticipación no solo para Brasil, sino para toda Sudamérica. Hoy en día es un referente internacional en el campo de la meteorología.

Burbujas sobre Brasil
En la década de 1970, un grupo dirigido por el científico José Humberto Andrade Sobral realizó un descubrimiento por medio de observaciones ópticas que contribuyó para incrementar el conocimiento científico sobre el clima espacial. Los investigadores detectaron la existencia de burbujas de plasma en la ionósfera, la capa de la atmósfera comprendida entre los 60 y los 1.000 kilómetros (km) de altura (véase la infografía superior). Estas formaciones, que se caracterizan por el enrarecimiento del plasma ionosférico, causan interferencias en las señales satelitales, perjudicando las telecomunicaciones y las actividades que dependen de los sistemas globales de navegación por satélite, tales como el transporte aéreo y la agricultura de precisión. “Este hallazgo nos produjo una gran satisfacción”, recuerda Andrade Sobral. “Presentamos el resultado de nuestras investigaciones en simposios realizados en Brasil y en el exterior, y nadie conocía el origen del fenómeno”. Para ayudar en el estudio de las burbujas, el Inpe creó en la década de 1990, con financiación de la FAPESP, el Observatorio Espacial de São Luís, en el estado de Maranhão, dotado de radares ionosféricos. El satélite científico Equars, que se encuentra en etapa de desarrollo, ayudará a lograr una mejor comprensión de este fenómeno, que sigue afectando el funcionamiento de los satélites.

Para descifrar el clima global
Desde el estudio pionero del climatólogo Carlos Nobre, en 1991, que evaluó el impacto de la deforestación de la Amazonia sobre el clima de América del Sur, hasta la investigación coordinada por la química Luciana Gatti, publicada en la edición del pasado mes de julio de la revista Nature, demostrando que, como producto del desmonte, la selva está perdiendo su capacidad de absorción de dióxido de carbono (lea el artículo de la página 54), el Inpe ha hecho aportes decisivos a la comprensión del clima del planeta. Además de cientos de estudios sobre el tema, los investigadores de la institución han liderado el comité científico del Programa Internacional Geósfera-Biósfera (IGBP), una red mundial de investigaciones sobre el cambio climático y el sistema terrestre, han dirigido el Experimento a Gran Escala de la Biósfera-Atmósfera en la Amazonia (LBA), una colaboración entre 12 países, y han contribuido en los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), del cual la matemática Thelma Krug, investigadora del Inpe desde hace 37 años es actualmente una de sus vicepresidentes. Desde 2009, el instituto cuenta con un área, el Centro de Ciencia del Sistema Terrestre, dedicada a esta agenda.

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