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GENÉTICA

El origen del pueblo de los lagos

Un estudio revela que los actuales uros pueden ser descendientes de los primeros habitantes del altiplano andino

La vida en el Titicaca: mujer de una comunidad Uro utiliza una canoa para desplazarse entre las matas del junco totora

Fabrício Santos/ UFMGLa vida en el Titicaca: mujer de una comunidad Uro utiliza una canoa para desplazarse entre las matas del junco totoraFabrício Santos/ UFMG

Una curiosa forma de agrupamiento humano llama la atención en el sector peruano del lago Titicaca. Se trata de las aldeas del pueblo Uro, construidas con paja de los juncos denominados totora que crecen en aquellas aguas. Se erigen como islas flotantes con casas y balsas amarradas, todo construido con ese material. “Utilizan las totoras para todo, e incluso se alimentan con ciertas partes de ellas”, relata el genetista Fabrício Santos, de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). Santos coordina el Proyecto Genográfico en América del Sur, parte de un consorcio internacional que se vale de la genética para narrar la historia de las migraciones humanas desde su origen, en África, y arribó a una importante conclusión en su estudio sobre los uros: “Desde el punto de vista genealógico, conservan una huella de sus ancestros que es muy distinta a la de otras etnias andinas”. Esto significa que los habitantes de las aldeas flotantes ‒como así también los uros bolivianos, que habitan en lagos menores y no construyen islas de juncos‒ son descendientes de aquéllos que probablemente fueron los primeros habitantes del altiplano andino.

Esta conclusión, que salió publicada en el mes de septiembre en la revista PLOS ONE, refuta la sospecha de que los pueblos que atraen a los turistas en las islas flotantes serían descendientes de los aimaras disfrazados de uros para atraer a los visitantes y lucrar con el turismo. La sospecha de que estos pueblos no fueran uros originarios surgió años atrás, cuando un estudio antropológico reveló que el último individuo que hablaba uruquilla la lengua original de los uros, habría muerto en la década de 1950. Las actuales comunidades de los uros, separadas por más de 400 kilómetros y asentadas en el lago Titicaca, en Perú, y en los lagos Poopó y Coipasa, en Bolivia, generalmente hablan aimara y castellano. “Al ser descendientes de pueblos pescadores y recolectores, probablemente los primeros habitantes del altiplano andino, los uros nunca fundaron grandes ciudades y permanecieron en grupos aislados, viviendo siempre junto al agua”, comenta Santos.

Reconstrucción genealógica
La muestra elaborada en el marco del Proyecto Genográfico, donde se intenta determinar la trayectoria de los ancestros humanos, ayuda a dilucidar los orígenes de grupos de etnias distintas. Antes de recolectar el material genético, los investigadores realizan cuestionarios que aseguran solamente la participación de voluntarios cuyos padres y abuelos pertenezcan a la misma comunidad y hablen la lengua indígena tradicional. “En ocasiones, encontramos 200 individuos que desean participar en el estudio, pero casi todos pertenecen a la misma familia”, dice Santos. “Como buscamos una representatividad de las diferentes familias, solicitamos la participación de tan sólo un integrante de cada una de ellas”. Esta estrategia reduce la probabilidad de desvío en la muestra y aumenta la información genealógica disponible de cada comunidad. El grupo de la UFMG trabajó en conjunto con el equipo de Ricardo Fujita, de la Universidad San Martín de Porres, en Perú, y con el de Susana Revollo, de la Universidad Mayor de San Andrés, en Bolivia, y fue evaluado por integrantes del Proyecto Genográfico mundial antes de su publicación.

El estudio analizó el ADN de 388 uros del altiplano andino, una región árida, con una altura promedio de 3.750 metros, ubicada entre los sectores occidental y oriental de la cordillera de los Andes. Esa muestra incluyó a poblaciones de las orillas peruanas del Titicaca, donde habitan unas 2 mil personas, y de los lagos bolivianos, donde viven alrededor de 2.600 integrantes del pueblo Uro. Los datos de las variaciones genéticas del cromosoma Y, así como de las mitocondrias, permiten reconstruir respectivamente la genealogía paterna y materna y revelan una gran heterogeneidad entre los diferentes grupos de los uros.

Eso incluso era de esperárselo. Las comunidades de los uros de Perú y de Bolivia se encuentran aisladas desde el punto de vista genético ‒no se registran casamientos entre integrantes de comunidades distintas‒ y actualmente se encuentran separadas por una gran distancia geográfica. De todos modos, se pudo observar que poseen raíces diferentes a las de otras etnias. “Los uros son, generalmente, muy diferentes a los quechuas, a los aimaras y a los arahuacos, que hablan lenguas amazónicas y habitan al pie de los Andes”, dice Santos.

Los datos genéticos no permiten determinar una fecha para la colonización del altiplano, pero son compatibles con los indicios históricos y arqueológicos de que el pueblo Uro arribó a aquella región antes que los otros pueblos que actualmente se encuentran allí, tales como los de los quechuas y los aimaras, descendientes de los incas. “Los arqueólogos estiman que la colonización del Titicaca por no agricultores, como eran los uros ancestrales, ocurrió hace alrededor de 3.700 años”, comenta Santos. Desde el punto de vista genético, los análisis revelan rastros de expansión poblacional tan sólo para los grupos agricultores, que hace unos 3 mil años difundieron sus plantaciones de maíz y papa por los Andes. Los pescadores permanecieron donde estaban, en grupos pequeños o dispersos.

Las conclusiones fueron bien recibidas por las comunidades estudiadas, a quienes los investigadores les presentaron los resultados en mayo de 2013, antes de la publicación del artículo científico, cuyo primer autor es el peruano José Sandoval, un aimara. Para dejar en claro el significado de los hallazgos genéticos ante sus anfitriones, Santos afirmó: “La genética tan sólo determina una información sobre los ancestros de los uros, que, según el criterio de la comunidad, puede servir como sostén de su identidad cultural, que se encuentra bien documentada”. Para el genetista de Minas Gerais, el modo de vida de una comunidad es lo más importante para determinar su identidad cultural y, en el caso de los uros, parte de eso es lo que finalmente se reconoció: a comienzos de 2013, el gobierno peruano calificó a las costumbres de los uros como patrimonio cultural de la nación, por el empleo de prácticas ancestrales en la utilización de los juncos totoras. “La genética puede revelar datos significativos del pasado desconocido de un pueblo”, dice Santos. “Con la ayuda de la ciencia, debemos reconstruir la historia de los pueblos originarios de América para presentársela a la sociedad”.

Artículo científico
SANDOVAL, J. R. et al. The genetic history of indigenous populations of the Peruvian and Bolivian Altiplano: the legacy of the Uros. PLOS ONE. v. 8, n. 9, e73006. sept. 2013.

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