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Arqueología

El pueblo de las aguas

Grupos autóctonos de América del Sur vivieron durante alrededor de mil años en aldeas de palafitos situadas en las tierras bajas del actual estado brasileño de Maranhão

Puntales del sitio arqueológico de palafitos en el lago Coqueiro, municipio de Olinda Nova do Maranhão, que quedaron a la vista durante la sequía del año 2012

Alexandre Guida Navarro/ UFMA

Las tierras planas y levemente onduladas del oeste del estado de Maranhão, en Brasil, albergaron durante casi mil años a un pueblo nativo sudamericano que vivía sobre las aguas. Sus integrantes, de identidad aún desconocida, construían las viviendas sobre palafitos en el lecho de los ríos o el interior de los lagos, donde podían disponer de tortugas, pescados y frutos de la palma babasú, además de protegerse de los enemigos. Vestigios preservados de sus asentamientos se esparcen por alrededor de 40 mil kilómetros cuadrados (casi el área del estado de Río de Janeiro) en los tramos donde los ríos Pindaré, Pericumã y Turiaçu, antes de desembocar en el océano, se ensanchan e inundan las llanuras aledañas durante el período lluvioso, que va de enero a junio. Los rastros que han restado de ese pueblo, desaparecido antes de la llegada de los europeos a América, indican que eran hábiles ceramistas y probablemente intercambiaban mercaderías y conocimientos con otros grupos de la Amazonia y de regiones del Caribe. Llamadas estearias [n. de la t.: se pronuncia estearías, y hacen referencia a conjuntos esteios, que en portugués son puntales, pero hacen alusión a apoyo y protección], las aldeas de palafitos de Maranhão se conocen desde hace casi 150 años, pero solo recientemente se han vuelto a estudiar con atención.

Los arqueólogos que trabajan en la región divergen en cuanto al tamaño de los grupos que vivían en esos asentamientos y a la forma de organización social que adoptaban. Para Alexandre Guida Navarro, coordinador del Laboratorio de Arqueología de la Universidad Federal de Maranhão (Larq-UFMA), las estearias más grandes pueden haber albergado en su auge a miles de personas bajo la autoridad de un líder. Otros, en cambio, como Deusdédit Carneiro Leite Filho, director del Centro de Investigaciones de Historia Natural y Arqueología de Maranhão (CPHNAMA), vinculado a la Secretaría de Estado de Cultura y Turismo, creen que faltan datos como para saber si las estearias estuvieron ocupadas en toda su extensión al mismo tiempo o si sus habitantes formaban comunidades más pequeñas que, periódicamente, se desplazaban hacia áreas vecinas.

Un mapeo detallado de cuatro de las casi 20 estearias de la zona conocida como Baixada Maranhense, una región de pastizales húmedos situada en el borde oriental de la llamada Amazonia Legal de Brasil, se publicó en día diciembre de 2018 en la revista Antiquity. En ese trabajo, Guida Navarro describe la organización espacial y las fechas probables de ocupación de las estearias llamadas Boca do Rio, Cabeludo, Caboclo y Armíndio, situadas en un tramo del río Turiaçu cercano al municipio de Santa Helena, a 200 kilómetros (km) al oeste de São Luís, la capital del estado.

Entre los años 2013 y 2017, Guida Navarro visitó las cuatro estearias durante la estación de sequía, cuando es posible caminar en los lagos y en el lecho del río con el agua por debajo de las rodillas. Con la ayuda de un GPS y de una estación total (un aparato que mide ángulos y distancias), el investigador registró la distribución de los puntales sobre los cuales se habrían erigido las viviendas. Marcó asimismo la posición exacta en la que recolectó alrededor de 8.500 fragmentos de cerámica, además de objetos de piedra y madera, en los cuatro sitios.

Varios pueblos viven hoy en día en palafitos en África, en Asia y en algunos puntos del continente americano, pero en la prehistoria, esa forma de vivienda era rara fuera de Europa. “En Brasil, Baixada Maranhense es la única región en la que actualmente se conocen vestigios arqueológicos de este tipo de construcción”, afirma Guida Navarro. “Pese a que las estearias se conocen desde hace mucho tiempo, poco se sabe aún sobre la cultura del pueblo que allí vivió”, subraya Leite Filho.

Áurea Costa  Hacha con lámina de piedra y cabo de madera, encontrada en el sitio de Cabeludo, y amuleto muiraquitã de jade recuperado en el sitio de Boca do RioÁurea Costa 

¿Cacicazgos o simples aldeas?
En la región del río Turiaçu, los sitios arqueológicos que más despertaron el interés fueron los dos más grandes y de estructura más compleja: Cabeludo y Boca do Rio. En el primero, Guida Navarro registró 1.150 estacas distribuidas por una aldea de 7.400 metros cuadrados (m2) –un poco menor que una manzana de una ciudad actual– en el lecho del río Paruá, afluente del Turiaçu. Una proporción grande de los puntales se reunía en un núcleo mayor y de formato rectangular, con 15 metros (m) de ancho por 55 m de largo, que posiblemente se conectaba mediante puentes a siete agrupamientos menores. Unos 10 km al sur, las 1.071 estacas del sitio de Boca do Rio ocupaban un área de 6 mil m2 en el canal del Turiaçu, donde un núcleo mayor de puntales se encuentra rodeado por cuatro agrupamientos menores. En la fundación de los palafitos se usaban maderas resistentes como el lapacho, identificado por la ingeniera forestal Thaís Gonçalves durante su pasantía posdoctoral en la UFMA, bajo la supervisión de Guida Navarro. La datación de las estacas sugiere que ambos asentamientos habrían sido contemporáneos y ya habrían existido mucho antes de la colonización europea.

“En esos dos sitios, los puntales no se clavaban de modo aleatorio”, interpreta Guida Navarro. “Están dispuestos de modo tal de formar aldeas que solo podrían ser construidas por una gran cantidad de gente que recolectara los troncos largos de los árboles bajo el comando de un jefe”, estima.

Deusdédit Leite Filho/ CPHNAMA Adorno cerámico con forma de cabeza de murciélago…Deusdédit Leite Filho/ CPHNAMA

Con una cantidad bastante menor de estacas (entre 140 y 160), los sitios de Armíndio y Caboclo tienen una organización más sencilla, sin un núcleo principal evidente. Esas dos estearias se asemejan más a las aldeas de palafitos ocupadas desde antes de la era de los descubrimientos marítimos por el pueblo de la etnia warao en Guyana, en Surinam y en Venezuela. Están formadas por un conjunto pequeño de casas menores y sencillas.“Sobre lo que es el actual Brasil, había una diversidad grande de etnias antes de la colonización, y las estearias de Maranhão constituyen un ejemplo más de las distintas formas de ocupación del territorio que coexistieron”, comenta el arqueólogo Pedro Paulo Funari, docente de la Universidad de Campinas (Unicamp).

Guida Navarro interpreta que los núcleos mayores de las estearias de Boca do Rio y Cabeludo tendrían la función de plazas, espacios de convivencia colectivos en los cuales los habitantes realizaban ceremonias y celebraciones. Alejadas de las plazas se ubicarían las malocas, construcciones menores y más sencillas que servían de viviendas.

La distribución de la cerámica en las aldeas mayores refuerza esa visión. Las piezas más elaboradas –estatuillas y objetos con apliques, incisiones y, a veces, pinturas en negro, blanco y rojo– suelen acumularse en lo que correspondería a las plazas. También allí se encuentran figuras de cerámica con forma de animales (lechuzas, monos, tortugas y sapos) y estatuillas femeninas, algunas con los genitales y los senos a la vista. Muchas de las figuras humanas tenían la cabeza arrancada, lo que, para Guida Navarro, indicaría la existencia de rituales de terminación. “Con la rotura de la cabeza de las estatuillas, una forma común de ese ritual, la vida del objeto culminaba, al igual que la ceremonia de la cual había formado parte”, explica el arqueólogo, cuyo trabajo está financiado por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Brasil (CNPq) y por la Fundación de Apoyo a la Investigación y al Desarrollo Científico y Tecnológico de Maranhão (Fapema). Por su parte, en los agrupamientos menores, las piezas eran más sencillas, posiblemente utilizadas para almacenar y preparar alimentos.

La cerámica de las estearias exhibe originales patrones decorativos y una peculiar técnica de aplicación de pinturas

“Las culturas de los lagos estudiados ahora muestran tanto conexiones como distinciones con otras culturas amazónicas”, le comentó la arqueóloga estadounidense Anna Roosevelt, profesora de antropología en la Universidad de Illinois, Estados Unidos, por correo electrónico a Pesquisa FAPESP. “Algunos de esos grupos parecen haber desarrollado culturas regionales coherentes con evidencias de complejidad”. Para la antropología, la complejidad de una sociedad aumenta a medida que aumenta la cantidad de sus integrantes y surgen formas jerarquizadas de poder.

Bisnieta del presidente estadounidense Theodore Roosevelt (1858-1919), Anna Roosevelt realizó expediciones en la Amazonia brasileña durante las décadas de 1980 y 1990 e identificó una de las ocupaciones más antiguas da la zona: la caverna de Pedra Pintada, en el estado de Pará, donde habrían vivido pueblos autóctonos de América hace 11 mil años. Al estudiar los asentamientos y la cerámica rebuscada y policromada (pintada de rojo, blanco y negro) de la isla de Marajó, ella propuso que la Amazonia podría haber albergado grandes agrupamientos humanos de complejidad intermedia, los cacicazgos, en los cuales miles de personas vivirían bajo la influencia de un jefe indígena. Con esa propuesta, la investigadora se contrapuso a la idea predominante hasta entonces, postulada por otra arqueóloga estadounidense, Betty Meggers (1921-2012), para quien la Amazonia habría sido un gran vacío demográfico y culturalmente pobre.

Las dataciones que figuran en el artículo de Antiquity sugieren que las estearias del río Turiaçu fueron ocupadas entre los años 770 y 1.100 después de Cristo (d. C.), cerca del auge de la cultura marajoara, que habría surgido alrededor del año 400 d. C. en la isla de Marajó, estado de Pará. Empero, Guido Navarro relata que algunas dataciones de puntales, cerámicas y carbones, más recientes y aún no publicadas, hacen retroceder los orígenes de esos asentamientos hasta el primer siglo de la era cristiana.

Fábio Matta …y vasija con dibujos que evocan los del caparazón de una tortugaFábio Matta

“La bella cerámica de la cuenca del Turiaçu exhibe claras semejanzas con las de Marajó”, asevera Anna Roosevelt, quien en enero y en diciembre de 2018 visitó las estearias del río Turiaçu junto a Guida Navarro. “Como sabemos muy poco sobre las fases iniciales de la cultura polícroma de Marajó, es posible que ese tipo de pintura haya surgido en Maranhão antes de llegar al estado de Pará”, sugiere la arqueóloga.

Además de producir cerámicas elaboradas y variadas –se identificaron 74 tipos de vasijas en los yacimientos del río Turiaçu–, el pueblo de las estearias de Maranhão posiblemente integraba una red de interacción cultural y de intercambio de materiales con grupos de áreas lejanas. Una evidencia de esas interacciones es un muiraquitã de jade recuperado en 2014 en el núcleo central del sitio de Boca do Rio. Ese amuleto verde encontrado entre fragmentos de cerámica y objetos de piedra tales como láminas de hachas, y con forma de rana, fue esculpido en nefrita, un tipo de jade encontrado en Costa Rica, de acuerdo con un artículo publicado por Guida Navarro y colaboradores en 2017 en el Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi. Símbolo de poder u objeto mágico y curativo, el muiraquitã de Boca do Rio tiene unos ojos que evocan los de los seres humanos y una especie de corona bipartita o antenas en la cabeza. Esas facciones, según Guida Navarro, no son comunes en la Amazonia, sino que son características de los amuletos de la cultura nicoya de Costa Rica, y de otros pueblos del Caribe.

El muiraquitã de Boca do Rio no es el primero encontrado en los palafitos de Maranhão. Casi un siglo antes, el geógrafo oriundo de ese estado Raimundo Lopes (1894-1941) se había deparado con tres otros ejemplares de ellos en los sitios arqueológicos de los lagos cercanos al municipio de Penalva, unos 110 km al sur de las estearias de Santa Helena. Nacido en Viana, ciudad vecina a Penalva, Lopes sabía acerca de la existencia de las estearias desde la adolescencia. En 1872, el ingeniero Antônio Bernardino Pereira do Lago, encargado de elaborar la carta topográfica de Maranhão, había identificado señales de una de ellas cerca de Viana, en una parte seca del lago Cajari. Lopes solo se convenció de la importancia de las estearias cuando la sequía de 1919 expuso nuevamente las estacas del lago Cajari. Ese mismo año, midió la estearia de Cacaria, en Penalva, y empezó a recolectar material arqueológico que posteriormente quedó depositado en el Museo Nacional de Río de Janeiro (y posiblemente se perdió en el incendio de 2018). Los muiraquitãs de Penalva lo habrían conducido a Lopes a postular, ya en aquella época, que el pueblo de los palafitos tendría conexiones con la comunidad marajoara y con pueblos de la región del Caribe.

Fábio Matta Una imagen aérea muestra hileras de estacas de la estearia Casca de Coco, en el lago CoqueiroFábio Matta

Visiones divergentes
En la década de 1970, arqueólogos del Museo Goeldi liderados por Mário Simões (1914-1985) visitaron las estearias del lago Cajari para resolver “las controversias sobre el origen y la antigüedad de los remanentes culturales encontrados por Raimundo Lopes, en 1919”, tal como relató el investigador en 1981 en Acta Amazonica. El equipo del Goeldi recolectó fragmentos de cerámica, artefactos líticos y trozos de carbón. Una única datación indicó que ese material sería aproximadamente del año 570. En la conclusión, Simões y su grupo afirmaron que, aunque la cultura cajari fuera contemporánea a algunas de la isla de Marajó, no habría conexión entre ellas, en contrapunto con lo que sostienen actualmente Guida Navarro y Roosevelt.

Otro estudioso que no ve tantas afinidades entre la cerámica marajoara y la del antiguo pueblo de los palafitos es el arqueólogo Deusdédit Leite Filho. Nacido en Baixada Maranhense, él estudia desde hace casi 20 años las estearias de los ríos Pindaré, Pericumã y Turiaçu. De todo lo que ha visto hasta ahora, arriba a la conclusión de que la cerámica de allí tiene características muy propias, algo similar a lo que pensaba Simões. También el arqueólogo francés André Prous, docente de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y uno de los mayores especialistas en la prehistoria de Brasil, ve en esa cerámica patrones decorativos y técnicas de aplicación de pintura originales, aunque algunas las piezas parecen haber recibido el influjo de la cultura tupí-guaraní.

“Hay una gran variedad de tipologías, formas, colores y dibujos. Algunas tienen una parte con la forma de la cabeza de un pez cuya boca permite el paso de líquido”, describe Leite Filho. “Los ceramistas de las estearías eran artesanos hábiles, pero no tenían el primor estético de las cerámicas de Santarém”, observa.

Aparte de las opiniones divergentes con respecto a las de Navarro sobre la cerámica, Leite también tiene una visión distinta acerca de la organización y la ocupación de los sitios. En la sequía intensa ocurrida entre 2012 y 2013, el investigador mapeó el sitio de Casca de Coco, en el lago Coqueiro, entre los municipios de Olinda Nova do Maranhão y São João Batista. Las casi 8 mil estacas expuestas seguían un patrón de distribución distinto al encontrado en las estearias del río Turiaçu, al norte. En el sitio de Casca de Coco, las estacas aparecen ordenadas en filas casi paralelas que serpentean suavemente. En un artículo publicado en 2016 en Arquivos do Museu de História Natural e Jardim Botânico da UFMG, Leite afirma que la concentración de los puntales permite proyectar casas que tendrían 50 m de largo por 8 m de ancho, posiblemente de uso común, tal como ocurre en otras regiones de la Amazonia.

A juicio de Leite Filho, aún no es posible establecer conclusiones acerca de cómo vivía el pueblo de los palafitos. “Hay poco material datado y los objetos recolectados en el lecho de los ríos y de las lagunas pueden haber sido desplazados por los movimientos de los búfalos existentes en la región”, sostiene. Y añade además que el hecho de que los sitios se distribuyan por un vasto territorio no significa que este haya sido ocupado completamente al mismo tiempo, formando cacicazgos. Navarro disiente. “Los cacicazgos no se caracterizaban por la ocupación simultánea de los sitios”, explica, “sino por una forma de gobierno en la que el líder ejercía cierto control político sobre las aldeas de una amplia región”.

Artículos científicos
NAVARRO, A. G. New evidence for late first-millennium AD stilt-house settlements in Eastern Amazonia. Antiquity. v. 92, n. 366, p. 1586-603. 11 dic. 2018.
LEITE FILHO, D. C. Arqueologia dos ambientes lacustres: Cultura material, dinâmica sociocultural e sistema construtivo nas estearias da Baixada Maranhense. Archivos do Museu de História Natural e Jardim Botânico da UFMG. v. 25, n. 1, p. 54-99. 2016.
NAVARRO, A. G. et al. O muiraquitã da estearia da Boca do Rio, Santa Helena, Maranhão: Estudo arqueológico, mineralógico e simbólico. Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi – Ciências Humanas. v. 12, n. 3, p. 869-94. sep.-dic. 2017.

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