Menos de cuatro meses después de que China le informara a la OMS que había identificado un clúster de casos de una “neumonía de causa desconocida”, comenzaron a realizarse ensayos en seres humanos de probables vacunas contra el nuevo coronavirus.
La compañía farmacéutica china Sinovac Biotech, una de las primeras empresas que iniciaron los ensayos clínicos (en seres humanos) de lo que se denomina Fase I, firmó un convenio con el Instituto Butantan para participar en la Fase III de su agente inmunizante. Otra competidora en prometedora, la fórmula desarrollada por científicos de la Universidad de Oxford y la compañía farmacéutica AstraZeneca se probará en voluntarios brasileños, sudafricanos y británicos. Hacia el final de junio, hay 17 vacunas alternativas que se están ensayando en humanos.
La elección de Brasil no obedece a una extensa trayectoria en inmunología y producción de vacunas, sino fundamentalmente a que es el país que registró la mayor cantidad de casos durante el último mes, acumulando más de 1,4 millones de contagios confirmados y 60 mil muertes. El acceso a un territorio con gran cantidad de casos resulta esencial para comprobar (o no) la eficacia y eficiencia de un agente inmunizante, entre otros parámetros de relevancia en su proceso de desarrollo.
Nunca en la historia se comprometieron tantos recursos y esfuerzos para la obtención de una vacuna, una empresa cuyo éxito es incierto. No se sabe si un agente inmunizante contra el Sars-CoV-2 es viable ni por cuánto tiempo sería capaz de proteger a la población. Y lo que es aún más complejo: ese objetivo ambicioso se está planteando en un tiempo récord, cuyas estimaciones más optimistas estipulan como horizonte mediados de 2021. El éxito de alguna de las candidatas a vacuna, incluso ofreciendo una cobertura menor que la ideal, configuraría un hito para la ciencia.
Desde la última edición de esta revista, las cifras de la pandemia sobrepasaron dos marcas casi inimaginables: más de 10 millones de personas fueron diagnosticadas con el covid-19, lo que les costó la vida a 500 mil seres humanos. Pesquisa FAPESP aborda el reto que supone la inmunización en un conjunto de reportajes que comienzan en la página 18 y que tratan sobre las principales candidatas, las iniciativas brasileñas para una vacuna de segunda generación y las diferentes técnicas que se están aplicando.
Los esfuerzos de inversión en investigación contra el nuevo coronavirus en otros países, en Brasil y en São Paulo son objeto de reportajes que comienzan en las páginas 38, 32 y 35 respectivamente. La cobertura también incluye un artículo sobre un problema preocupante: el aumento de la violencia contra las mujeres en tiempos de aislamiento social. Las dificultades para programar el recomienzo de las actividades educativas se aborda en un texto que arranca en la página 48.
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El periodista Carlos Fioravanti acumulaba más de 10 años de experiencia en reportes sobre ciencia, tecnología y medio ambiente cuando en 1997 fue invitado a contribuir con el boletín Notícias FAPESP, que la Fundación producía desde 1995. En 1999, el periódico se transformó en la revista Pesquisa FAPESP, con metas y un público aún mayor, y Fioravanti asumió el cargo de editor de ciencia. A partir de 2007, ya como editor especial, publica reportajes en todas las secciones de la revista, por los cuales recibió premios en diversas oportunidades. En el mes de junio, se hizo acreedor al reconocimiento más importante que se les concede a los profesionales que cubren la ciencia en Brasil, el Premio José Reis de Divulgación Científica y Tecnológica, otorgado por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, el CNPq. El comité de jurados de la 40ª edición del premio puso de relieve “la calidad creativa y literaria de los relatos periodísticos que ha puesto en juego en su trayectoria” y reconoció “su aporte al fortalecimiento del área del periodismo científico en Brasil”. En el año 2000, la FAPESP fue distinguida con el José Reis en la categoría Institución y Medio de Comunicación.
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