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Arqueología

El rompecabezas de koriabo

Reúnen en un libro evidencias de un estilo cerámico precolombino presente en pueblos indígenas que se extendían desde el Caribe hasta el Bajo Amazonas

Bordes con forma de flor: una de las características distintivas del estilo cerámico koriabo

Stéphen Rostain

Con la certeza de que aquellos trozos de cerámica esparcidos por la mesa del laboratorio no correspondían a las principales tradiciones cerámicas de la región, la marajoara −o marayó− y la tapajónica, y sin siquiera una pista sobre el origen de los fragmentos, un día cualquiera de 2016, la arqueóloga Cristiana Barreto decidió, resignada, guardarlos en un armario. “Pensé: ‘¡Basta! Ya resolveré este misterio algún día’”, recuerda la investigadora del Museo Paraense Emílio Goeldi, en Belém (estado de Pará). Sin embargo, al abrir el compartimiento donde pensaba ubicarlos, se topó con un conjunto de vasijas restauradas recientemente. “Mis colegas tampoco habían logrado identificar el estilo de aquellos objetos”. El misterio comenzó a resolverse cuando Barreto notó similitudes entre ambos hallazgos. La forma de sus fragmentos era idéntica a la de los bordes redondeados de las vasijas enteras. Otros trozos tenían pequeños apliques de apariencia humana o de animales, que coincidían con el decorado de algunos potes recién restaurados. “No lo sabíamos, pero estábamos delante de un conjunto de vestigios del estilo cerámico koriabo, una de las culturas cerámicas más enigmáticas del trópico”, relata la arqueóloga. “Nos tomó de sorpresa”.

El asombro fue porque hasta entonces, la probabilidad de hallar cerámicas koriabo en sitios arqueológicos de la región del Bajo Amazonas se consideraba remota. Desde la década de 1960, se pensaba que este tipo de cerámica había sido producido exclusivamente por los pueblos indígenas que habitaban en lo que actualmente son las Guayanas y parte del estado brasileño de Amapá, incluso durante el período precolombino. En cambio, los objetos “misteriosos” que Barreto tenía en su poder eran procedentes de excavaciones practicadas a cientos de kilómetros de esos lugares, en los municipios paraenses de Monte Alegre y Almeirim. A partir de un intercambio de información con arqueólogos que trabajaban desde hacía años en las Guayanas, los investigadores del Goeldi pudieron confirmar la presencia de la cerámica koriabo en la región del Bajo Amazonas. Los resultados de esta interacción, que comenzó hace cinco años, se publican en el libro intitulado Koriabo – From the Caribbean sea to the Amazon river, publicado en el mes de abril.

“El intercambio de datos entre programas de investigación en Brasil, en las Guayanas y en el Caribe, dejó en evidencia que, en realidad, este estilo cerámico se extendió por una distribución geográfica extraordinariamente amplia”, dice Barreto, una de las compiladoras de la obra, en la que confluyen 32 autores y es el resultado de una colaboración entre el museo Goeldi, el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia y la Universidad de Leiden, en los Países Bajos. Todos los datos apuntan que, antes de la colonización europea, hubo una forma de expresión cultural bastante peculiar desde la región caribeña hasta la ribera meridional del río Amazonas; un área enorme, de aproximadamente 1,5 millones de kilómetros cuadrados (km2), una superficie más grande que el territorio de Perú.

El punto de partida para la realización del libro fueron dos encuentros internacionales celebrados en el museo Goeldi entre 2014 y 2017, cuya temática eran las piezas arqueológicas de cerámica halladas en la vasta región amazónica. En el marco de esos eventos, decenas de arqueólogos, antropólogos y lingüistas de países tales como Brasil, Francia, Alemania, Países Bajos y la Guayana Francesa compartieron sus conocimientos sobre diversas culturas cerámicas, entre ellas la koriabo. “En aquel entonces, había hallado fragmentos desconocidos en el municipio de Gurupá, ubicado en la confluencia del río Xingú con el delta del Amazonas”, relata la arqueóloga Helena Pinto Lima, también del museo Goeldi. “Les mostré algunas piezas a mis colegas y uno de ellos comentó: ‘Eso parece koriabo’. A partir de ahí, empezamos un trabajo conjunto”.

El que arriesgó el pálpito –y acertó– fue el arqueólogo francés Stéphen Rostain, del CNRS, quien desde hace décadas trabaja en sitios arqueológicos en las Guayanas. “La mayoría de ellos se encuentran a lo largo de grandes ríos. La conexión entre las aldeas a través de las vías fluviales probablemente explique la aparición de cerámicas koriabo en el Bajo Amazonas”, le dijo a Pesquisa FAPESP. Merced al diálogo entablado por los investigadores, fue posible mapear y analizar la distribución geográfica de este estilo cerámico, que se extiende desde el Caribe, pasando por las Guayanas y, bordeando el litoral Atlántico, baja hasta llegar a los ríos Xingú y Trombetas (véase el mapa). El investigador explica que en las Antillas, en América Central, se han descubierto sitios cuya datación es posterior a la llegada de los europeos a América. “Esto sugiere una redistribución del estilo koriabo, como resultado de los efectos sociales y territoriales que indujo la colonización”.

Alexandre Affonso

Los cursos fluviales que nacen en el Escudo Guayanés y desembocan en el Amazonas habrían servido, por lo tanto, como vías de comunicación e intercambio entre las distintas comunidades aborígenes. “Este es uno de los consensos alcanzados entre los autores del libro”, destaca Lima. “Tal como en el caso de otros estilos cerámicos, la circulación del koriabo se produjo a través de las densas redes mediante las cuales se articulaban los distintos pueblos originarios”. Es evidente que estas interconexiones no dependían exclusivamente de las rutas fluviales. Estudios recientes han hecho hincapié en la importancia de los caminos que conectaban a las poblaciones en el período precolombino (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 299).

Eduardo Góes Neves, experto en arqueología amazónica del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de São Paulo (MAE-USP), explica que las articulaciones entre las aldeas del Caribe, las Guayanas y el Bajo Amazonas –separadas entre sí por decenas o centenas de kilómetros– ya se conocían. “Con todo, las investigaciones recientes sobre la cultura koriabo aportan evidencias más firmes al respecto de ese intercambio”, dice Góes Neves, quien no participó en los estudios publicados en el libro. Gracias al trabajo conjunto entre lingüistas y arqueólogos, ya se sabía que hubo una expansión concomitante de las lenguas arawakas o arahuacas –originarias del oeste del Amazonas– con la producción de diversos estilos cerámicos. “La expansión geográfica de la lengua arahuaca aconteció hace más de 2.500 años”, relata. En el caso de la cerámica koriabo, los investigadores creen que su dispersión estaría relacionada con expansiones más recientes relacionadas con los hablantes del grupo lingüístico caribe.

Otro ejemplo es la circulación de los muiraquitãs, pequeños objetos tallados piedra verde, hallados en yacimientos en el Caribe, en Venezuela y en la Amazonia brasileña. “En muchos de estos sitios no existía ese tipo de rocas. Una de las hipótesis que explicaría cómo fueron los muiraquitãs a parar a estos lugares sería la existencia de redes comerciales afianzadas, que existían en la región desde mucho antes del período colonial”, dice el investigador del MAE. Para Góes Neves, uno de los méritos del libro radica en que no muestra solamente que esas conexiones entre los pueblos siempre existieron, sino que incluso después de la colonización perduraron durante cierto tiempo.

Las muestras de radiocarbono más antiguas indican que la cultura koriabo floreció después del año 1000 d. C. y se expandió hasta hace alrededor de 500 años, cuando los primeros europeos llegaron a la Amazonia. Por entonces, holandeses, ingleses, franceses y misioneros portugueses aprovecharon las redes de intercambio indígenas para establecerse en la región. “Tenemos conocimiento de la construcción de fuertes holandeses en la zona a partir de 1560, en el Bajo Xingú. En esta misma zona se hallaron fragmentos de cerámica koriabo”, dice Lima.

La competencia entre los imperios europeos por sus posesiones en América contribuyó para que la interacción entre los invasores y los pueblos nativos estuviera signada simultáneamente por conflictos y cooperaciones (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 302). “Para los europeos, la participación en redes de trueque era una manera de dar salida a sus productos, además de trabar contacto con los saberes tradicionales sobre las plantas y la geografía local”, comenta Barreto. “El objetivo era concretar una ocupación territorial”.

Preguntas aún sin respuesta
La tradición cerámica koriabo estaría conectada con los pueblos hablantes del tronco lingüístico caribe e inicialmente, en la década de 1960, fue definida como una etapa arqueológica por el matrimonio de arqueólogos estadounidenses compuesto por Betty Meggers (1921-2012) y Clifford Evans (1920-1981), del Instituto Smithsoniano, en Estados Unidos, y pioneros de las excavaciones en la Amazonia. “Para ellos, el estilo koriabo formaba parte de la tradición policroma, en la que las cerámicas, generalmente producidas por mujeres, se pintaban con colores rojo, blanco y negro”, explica Lima. No obstante, el enclave original de esta fase habría sido únicamente el territorio de la actual República Cooperativa de Guyana, por entonces llamada Guayana Británica.

Tras el hallazgo de vestigios koriabo en otros lugares como las islas caribeñas y la Amazonia brasileña, surgió una pregunta que aún no ha podido responderse: ¿la ingente distribución de utensilios koriabo se debe a la gran circulación de personas, que hizo posible que las cerámicas producidas en una región específica –las Guayanas– se difundieran por un amplio territorio? ¿O en realidad el estilo koriabo era dominado por diversas aldeas diseminadas por las selvas del Caribe, las Guayanas y el Bajo Amazonas?

“Todavía no hay un consenso académico, pero se percibe a esta cultura como un acontecimiento en sí mismo, etnológica y científicamente irrefutable, una corriente temporal de la antigua historia amazónica”, escribió el arqueólogo brasileño João Saldanha, investigador de la Universidad de Évora, en Portugal, y uno de los autores del libro, en un artículo que salió publicado en la revista National Geographic.

Para Rostain, el estilo koriabo sería originario de las Guayanas, y desde allí, se diseminó como consecuencia del intercambio de mercancías entre las distintas poblaciones indígenas. Otros estudiosos del tema, como Barreto, avalan la hipótesis de que el estilo koriabo se propagó como un “modelo”, es decir, se difundió como una idea por aplicarse en la producción local de cerámica en las aldeas. Además, Barreto sugiere que la cerámica se utilizaba en situaciones específicas, tales como rituales de curación y festejos, al igual que se sigue haciendo hasta hoy en día, a menudo para celebrar el encuentro entre distintas aldeas. “En este caso, jarrones, potes y cuencos podrían haber servido para la preparación y el consumo de bebidas, alimentos y otras sustancias”.

Por ejemplo, en los yacimientos del río Jari, entre los estados brasileños de Pará y Amapá, la cerámica koriabo aparece enterrada en pozos ceremoniales. Cerca de Macapá, la capital del último estado, los vestigios se encontraron en pozos funerarios y, a orillas del río Oiapoque, que delimita la frontera entre Amapá y la Guayana Francesa, el estilo koriabo aparece en diversos sitios rituales. “El uso ceremonial era realmente importante, pero no fue el único”, puntualiza Rostain. El investigador comenta que los lugares con presencia koriabo también se conservan muchos recipientes domésticos de uso culinario cotidiano.

Un primer paso para empezar a despejar las dudas consiste en comenzar a caracterizar los objetos hallados. Esto se hace a través del análisis de lo que se denomina pasta cerámica, la arcilla manipulada antes de ser cocida y transformarse en cerámica. “Hemos comparado fragmentos desenterrados en Gurupá y Monte Alegre, y notamos que la composición de la pasta varía bastante de un sitio a otro. Esto reafirma la hipótesis de que el estilo koriabo era un template y que cada aldea lo reproducía a su manera”, dice Barreto, quien desliza una salvedad significativa.

“La idea de que la producción de la cerámica koriabo era descentralizada no excluye que se entienda claramente que este tipo de cerámica circulaba entre las distintas aldeas. Las redes de relaciones no solo incluyen compromisos sociales y fiestas, sino también guerras y alianzas. Por ejemplo, muchos de los conflictos incluían el rapto de mujeres, que eran las ceramistas. Una vez incorporada en otro poblado, la mujer seguía fabricando cerámica tal como había aprendido en su aldea. Esta también era una manera de difundir la cultura koriabo”, dice la arqueóloga.

Asimismo, a lo largo de este vasto territorio donde se han hallado las cerámicas koriabo, se encontraron también otros tipos de cerámica, que en ocasiones aparecen mezcladas con objetos más distintos aún, tales como las cerámicas tapajónica, jari y aristé. “Todo esto ocurrió, indudablemente, a partir del año 1000 de nuestra era”, subraya Saldanha en el artículo de National Geographic.

El estilo koriabo, por ende, poco se asemeja o se encaja directamente en cualquier otra cultura arqueológica conocida hasta ahora del pasado amazónico. Se supone que los rasgos estilísticos de las cerámicas de esta cultura poseían ricos símbolos sociales, que podrían estar vinculados a grafismos y tecnologías, tales como la inclusión de fragmentos de cerámica molidos, conchas y arena en la pasta, a los efectos de proporcionarle a la cerámica mayor resistencia al momento del secado y la quema.

Para Saldanha, podría haber existido un tipo koriabo del Jari (un yacimiento excavado en las inmediaciones del río Jari), un tipo koriabo Macapá, un koriabo fronterizo entre la Guayana Francesa y Surinam, y un koriabo del Araguari, que se ha encontrado tanto en las estribaciones de cascadas como en barrancos de tierra negra. “Lo que cunde es la diversidad, que es importante porque existe un imaginario metafórico que alude a la elasticidad koriabo”.

Los investigadores coinciden en que el surgimiento de interrogantes es señal de que, de aquí en adelante, deben realizarse muchos estudios de campo, prestando especial atención a las vastas redes de vínculos entre los pueblos que habitaron estas regiones. El desafío sigue siendo tratar de explicar la enorme dispersión geográfica de un mismo estilo cerámico. “El libro tan solo es un punto de partida, no una síntesis concluyente sobre la cultura Koriabo”, afirma Rostain. “Es probable que estemos inaugurando un nuevo capítulo en la arqueología de la Amazonia, y esto fue posible gracias al diálogo entablado entre las decenas de investigadores que estudian el mismo tipo de cerámica, pero que hasta hace poco no interactuaban”.

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