El 10 de mayo de 2018, la isla Mayotte, un territorio francés de ultramar situado al noroeste de Madagascar, resultó afectado por el primero de una serie de temblores del terreno. Durante meses, cientos de sacudidas sísmicas casi diarias asustaron a la población. El 15 de mayo, un terremoto de magnitud 5,9 dañó varios edificios. Los científicos quedaron perplejos, porque no se la consideraba una región de alto riesgo sísmico. En mayo de 2019, investigadores a bordo del buque oceanográfico Marion Dufresne identificaron el origen de los sismos: un volcán submarino que recibió el nombre de Fani Maoré, ubicado a 50 kilómetros (km) de la isla. Con 800 metros (m) de altura y situado a 3.500 m de profundidad, atravesaba un período de intensa actividad, expulsando hasta 400 metros cúbicos (m3) de lava por segundo. En los últimos tres años, 30 campañas oceanográficas han revelado la presencia de cientos de volcanes submarinos que forman una provincia volcánica hasta entonces desconocida, que se extiende por un corredor de 600 km de largo y 200 km de ancho. Ahora Mayotte cuenta con 11 estaciones sísmicas y puntos de referencia GPS que realizan un seguimiento de la deformación de la superficie terrestre. Los datos llegan en tiempo real al observatorio del volcán Piton de la Fournaise, en la isla Reunión, situada al este de Madagascar, que vigila el área las 24 horas (Comptes Rendus Géoscience, 17 de enero; CNRS News, 22 de marzo).
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