El paquete que acababa de llegar a un edificio de la calle São Vicente de Paula, en el barrio de Higienópolis, de la ciudad de São Paulo, en algún momento de la década de 1950, solo podía ser un error. Al ser interrogado por su esposa, el marido confirmó que, en efecto, los 25 pares de zapatos eran para él. El pedido lo había hecho unas horas antes, en la tienda de departamentos Mappin, en el centro de la ciudad. El gesto, sin embargo, estaba lejos de la ostentación. Al adquirir tantos zapatos, todos del mismo modelo, el hombre intentaba por fin liberarse de la aburrida tarea de salir de su casa para probarse zapatos. Para alguien que prefería dedicar su tiempo y energía a la lectura y a los debates sobre ciencia, arte y política, hacerse de una sola vez con todos los zapatos que usaría durante el resto de su vida era una cuestión de practicidad.
Su desinterés por la ropa es recordado por sus familiares y amigos como la antítesis del espíritu estético del físico teórico, matemático y crítico de arte recifense Mario Schenberg (1914-1990). “Odiaba comprar ropa, así que esa tarea le tocaba a mi madre”, recuerda su hija, la genetista Ana Clara Guerrini Schenberg, profesora jubilada del Instituto de Ciencias Biomédicas de la USP. Pionero de la física teórica y la astrofísica en Brasil, fue profesor de otros físicos brasileños que se destacaron a nivel internacional, entre ellos César Lattes (1924-2005), José Leite Lopes (1918-2006) y Jaime Tiomno (1920-2011).
Nacido como Mayer Schönberg, hijo de judíos rusos de origen alemán, Schenberg terminó la escuela secundaria (la actual enseñanza media en Brasil) en 1930, en la ciudad de Recife, y entonces se mudó a Río de Janeiro para hacer el curso preparatorio para el examen de ingreso a la universidad. Desde muy joven se interesó por la historia, el arte y las matemáticas. Quería estudiar en Europa, pero como la situación económica de su familia no era suficiente como para eso, regresó a su tierra natal y estudió en la Escuela de Ingeniería de Pernambuco.
En 1933 se trasladó a la Escuela Politécnica de São Paulo (Poli), que al año siguiente contribuyó a formar la recién creada Universidad de São Paulo (USP). El motivo que lo atrajo hacia la capital paulista fue que “estaban pensando crear una facultad de ciencias”, dijo en una declaración para el libro Voar também é com os homens – O pensamento de Mário Schenberg (Edusp, 1994), del físico e historiador de la ciencia José Luiz Goldfarb, de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP). Influido por el físico ítaloucraniano Gleb Wataghin (1899-1986), quien había llegado a la USP poco antes, se pasó a la física.
Se graduó en ingeniería eléctrica en la Poli, en 1935 y, al año siguiente, en Matemática en la antigua Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras. Después fue contratado por Wataghin para ayudar en las clases de física experimental. En 1938, ante las persecuciones políticas del Estado Novo (1937-1945) a los profesores universitarios, Schenberg solicitó una beca de estudios por nueve meses a la gobernación de São Paulo y partió hacia Italia.
En el Instituto de Física de la Universidad de Roma comenzó a trabajar con los rayos cósmicos, una de las áreas en las que se destacaría, con el físico Giuseppe Occhialini (1907-1993). Años después, Occhialini fue docente de la USP, invitado por Wataghin, y en 1947 se unió al grupo, junto con Lattes, quien descubrió el mesón pi, una partícula que amplió la comprensión del mundo subatómico.
En Roma, el físico del estado de Pernambuco trabajó con el italiano Enrico Fermi (1901-1954), ganador del premio Nobel de Física de 1938. En 1932, Fermi le había dado el nombre de neutrino a la partícula subatómica prevista teóricamente en 1930 por el austríaco Wolfgang Pauli (1900-1958). Los neutrinos no se observaron experimentalmente hasta 1956. También en 1938, colaboró en Zúrich con Pauli, ganador del Premio Nobel de Física en 1945. En París también trabajó con el físico francés Frédéric Joliot-Curie, laureado con el Premio Nobel en 1935.
A su regreso a Brasil, en 1940, Schenberg era “una persona diferente”, dijo Wataghin. “Desarrolló un hermoso trabajo sobre los rayos cósmicos y luego comenzó a trabajar con la electrodinámica”, informó el físico ítaloucraniano en declaraciones al sociólogo Simon Schwartzman, autor de A formação da comunidade científica no Brasil (Companhia Editora Nacional y Finep, 1979). Wataghin consideraba que Schenberg había aprendido mucho en Roma y ya no tenía mucho más por hacer en Brasil. Por lo tanto, debía volver a marcharse.
Schenberg siguió el consejo y ese mismo año partió hacia la Universidad George Washington, de Estados Unidos, con una beca que obtuvo de la Fundación Guggenheim, y se incorporó al equipo del físico George Gamow (1904-1968), un ruso nacionalizado estadounidense. “Schenberg introdujo el neutrino en la astrofísica para explicar el colapso estelar, que da origen al proceso explosivo en las estrellas llamadas novas y supernovas”, comentó Alberto Luiz da Rocha Barros (1930-1999), quien fue profesor del Instituto de Física de la USP (IF-USP) y ayudante de Schenberg, en un artículo publicado en la revista Estudos Avançados, en abril de 1991.
Su estudio sobre los neutrinos, publicado en 1941, le dio a Schenberg proyección internacional. “Fue en una conversación con Gamow que Schenberg tuvo la idea, como una epifanía, de que la pérdida de neutrinos de una estrella podría causar el fenómeno de las [estrellas] supernovas”, escribió el físico Antonio Carlos da Silva Miranda, de la Universidad Federal Rural de Pernambuco (UFRPE), en un capítulo del libro História da astronomia no Brasil (Mast, MCTI, 2014).
La descripción de este fenómeno, al que Gamow bautizó como efecto Urca, contribuyó a la consolidación de la teoría del Big Bang, la explosión que habría generado el Universo hace 13.800 millones de años. Gamow eligió este nombre luego de haber visitado un casino en el barrio de la Urca, de Río de Janeiro en compañía de su esposa y de Schenberg. “En homenaje a Brasil, llamémoslo efecto Urca, pues la energía desaparece tan rápidamente en el centro de la estrella como el dinero en el casino de la Urca”, explicó Schenberg en declaraciones recogidas por Schwartzman.
En la Universidad de Chicago (EE. UU.), Schenberg trabajó con el astrónomo estadounidense de origen indio Subrahmanyan Chandrasekhar (1910-1995). En 1942, ambos publicaron juntos un estudio sobre la evolución de las estrellas que se convirtió en una referencia en el desarrollo de la astrofísica estelar, en el que establecieron el llamado límite Schönberg-Chandrasekhar (Schenberg firmaba sus trabajos científicos como Mario Schönberg, utilizando el apellido original de su familia paterna).
El límite Schönberg-Chandrasekhar establece una masa máxima para las estrellas, más allá de la cual se contraen por colapso gravitatacional, iniciando la fusión nuclear del elemento químico helio. Schenberg consideraba a esta obra como la más importante de su carrera. En ese momento tenía 28 años. En 1983, Chandrasekhar recibió el Premio Nobel de Física por sus estudios teóricos de los procesos físicos en el interior de las estrellas.
“Pocos brasileños han trabajado con tantos científicos brillantes y laureados, como fueron Fermi, Chandrasekhar y Gamow”, dice el físico Luís Carlos Menezes, del IF-USP, quien fue alumno y posteriormente se hizo amigo de Schenberg. “Era muy respetado y admirado internacionalmente”.
De nuevo en Brasil, hacia finales de los años 1950 y principios de los 1960 Schenberg colaboró en la creación del Departamento de Materiales y Mecánica y el Laboratorio de Física del Estado Sólido, ambos en el IF-USP, y participó en la compra de la primera computadora de la USP. “Para él, la nueva revolución tecnológica vendría de la mano de la física de materiales, con el uso del silicio y los cristales”, enfatiza Goldfarb, quien lo conoció durante un seminario en la USP sobre al físico inglés Isaac Newton (1643-1727). “Y tenía razón, porque más tarde esta área fue la base del desarrollo de las computadoras y de toda la industria de la tecnología de la información”.
Aficionado a la abstracción, acostumbrado a las partículas invisibles y a los campos inmateriales, Schenberg se movía con naturalidad por el mundo colorido y vibrante del arte. Su gusto por las pinturas, las esculturas y la arquitectura venía de la infancia. “Siempre me interesó el arte, desde los 8 años, cuando viajé por primera vez a Europa con mis padres”, relató en lo que denominó como su currículum artístico, escrito por él mismo en 1983. “He visitado numerosos museos, catedrales y palacios”.
Schenberg solía recibir en su casa a jóvenes artistas. “A veces, el trabajo que presentaban no parecía interesante, todavía inmaduro, pero él nunca dejaba de prestarle atención, siempre era capaz de estimular”, comentó el poeta y traductor paulistano Haroldo de Campos (1929-2003) en testimonios vertidos en el libro Diálogos con Mario Schenberg (Nova Stella, 1985), organizado por Goldfarb.
“Asistí a varias reuniones en casa de Schenberg”, relata el artista José Roberto Aguilar. “En una misma noche, estuvo conversando con Lattes sobre las partículas atómicas y luego con el músico Jorge Mautner sobre su canción Maracatu atômico”. La mineira Lygia Clark (1920-1988) y el carioca Hélio Oiticica (1937-1980) también disfrutaron de lo que De Campos denominó como la “escucha poética” de Schenberg, para definir la capacidad del físico de escuchar atentamente antes de deslizar cualquier crítica, siempre con delicadeza.
Al igual que los físicos Roberto Salmeron (1922-2020) y Leite Lopes, Schenberg concilió su carrera académica con las actividades políticas y fue elegido en dos oportunidades como diputado estadual en São Paulo. La primera en 1946, por el Partido Comunista Brasileño (PCB), y la segunda en 1962, por el Partido Laborista Brasileño (PTB, por sus siglas en portugués).
Participó en la redacción de la Constitución de São Paulo de 1947, junto con otros intelectuales como el historiador Caio Prado Junior (1907-1990). El artículo 123 de la nueva Constitución determinó que el apoyo a la investigación científica correría por cuenta del estado y sentó las bases para la creación de la FAPESP, en 1962.
Permaneció en el país durante el período más represivo del gobierno militar (1964-1985). Como afiliado al PCB, fue cesanteado, encarcelado y obligado a jubilarse por el Acto Institucional nº 5 (AI-5), pero se quedó en Brasil. Cuando allanaron su apartamento, los policías se llevaron una escultura de un santo católico, de estilo barroco, a la que confundieron con el revolucionario ruso Vladimir Lenin (1870-1924). También le confiscaron varios libros, entre ellos, un ejemplar de Diálogos de Platón, considerada una obra subversiva por las autoridades.
“Después de que salí en libertad, mi padre consiguió una medida cautelar para presentarse en la comisaría y explicarles a los agentes que era imposible que Platón fuera comunista”, recuerda Ana Clara Schenberg. “Consiguió recuperar el libro, no sin antes dedicar horas a la divulgación de la filosofía platónica en la comisaría. Durante meses, fue a la comisaría todos los jueves y pasaba la tarde explicándoles el contenido de los libros incautados hasta que consiguió recuperarlos”.
“Como sus amigos se dispersaron, en esa época se dedicó más que nada a la crítica de arte y, de vez en cuando, a pintar algunos lienzos”, comenta Aguilar. Sin darle la espalda a la física, se convirtió en un asiduo asistente a bienales, galerías de arte y estudios de artistas. Formó parte del jurado de la Bienal de São Paulo en 1965 y 1967 y fue miembro de la Asociación Brasileña de Críticos de Arte y de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.
Aunque era ateo, cuando su salud ya se estaba debilitando le pidió a un monje budista que asistiera a su velatorio. “Le interesaban mucho las religiones y, a menudo, acudía a celebraciones del rito umbanda, a la sinagoga y a los templos”, comenta Goldfarb. “Solía decir que la religión tenía un trasfondo de cosas que no entendemos, pero que algún día podríamos entender”.
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