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Antropología

Entre la transgresión y el arte

En un estudio se analiza de qué manera el movimiento conocido como pichação en São Paulo desarrolló un lenguaje propio de expresión y pasó a formar parte de circuitos artísticos

Léo Ramos Chaves Pixos, pichos y grafitis, autorizados o no, pueden observarse en lugares insólitos y de gran visibilidad en la ciudad de São PauloLéo Ramos Chaves

El “pixo”, una representación gráfica que fluctúa entre letras y símbolos, es un elemento visual que impregna el paisaje urbano paulistano. Puede observarse en marquesinas, muros, casas y edificios, tanto comerciales como residenciales. En el marco de un proyecto de investigación concluido recientemente, el antropólogo Alexandre Barbosa Pereira, docente de la carrera de ciencias sociales en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), campus de Guarulhos, analizó las “pixações” plasmadas en diversas zonas de la ciudad desde los años 1980. En esa hoja de ruta, constató cómo los jóvenes de la periferia implicados en esa actividad, que se caracteriza como un género de arte urbano cuya esencia radica en ir más allá de las reglas del espacio público, lograron obtener reconocimiento en circuitos artísticos nacionales y extranjeros, a pesar de la relación de tensión permanente con el Estado y sus esferas institucionales.

En los últimos cuatro años, mediante un proyecto financiado por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), Pereira mapeó las prácticas culturales juveniles en Santos y en São Paulo, haciendo hincapié en la pixação paulistana, y parte de sus resultados están plasmados en el libro que publicará a fines de este año. En esa obra, el investigador explica que los integrantes del movimiento diferencian los conceptos de pixação (con “x”) y pichação (con “ch”) [ambos se pronuncian igual, con sonido de sh en portugués]. Mientras que la grafía con “ch” alude a frases e inscripciones legibles, el vocablo con “x” se refiere a una tipografía que tan sólo entienden los integrantes de ese movimiento. Además, implica una articulación en grupos, mayoritariamente de la periferia de la ciudad, que buscan lugares con gran visibilidad y acceso difícil para dejar marcas individuales o colectivas y, con ello, cuestionan la manera en que se estructura el paisaje urbano. Cualquier tipo de pichação (o pixação) está considerada como un delito ambiental, según lo estipula la Ley Federal nº 9.605/ 98. Además de una multa, está prevista una pena de tres meses a un año de prisión para los autores de pichação y grafitis (lea el glosario) no autorizados. Las sanciones son mayores cuando involucran a construcciones declaradas como patrimonio histórico.

Glosario

GRAFITI
Arte urbano que se caracteriza por sus dibujos practicados en forma legal o ilegal. Surgió en la década de 1970, en Nueva York

MURALISMO
Grafitis realizados con autorización de los responsables del inmueble. Su finalidad es decorativa

PICHAÇÃO
Escritos en el paisaje urbano que incluyen declaraciones de amor y frases de protesta

PIXAÇÃO
Inscripciones que se repiten en distintos lugares de la ciudad. Aerosoles y rodillos son las herramientas más utilizadas

TAG
Término que se usa principalmente en Europa y en Estados Unidos para designar a las firmas que acompañan a los grafitis

Fuente Gustavo Lassala, docente de la Universidad Mackenzie

Estudioso del tema desde hace más de 15 años, Pereira, que integra la Red de Investigación Lusobrasileña en Artes e Intervenciones Urbanas, explica que la pichação, con garabatos y frases escritas al azar, siempre existió en São Paulo, aunque reconoce que esa práctica se intensificó a partir de la década de 1970, con versos poéticos plasmados en los muros y manifestaciones en contra de la dictadura. Sin embargo, la aparición de la pixação es algo más reciente. Surgió en los años 1980, por influencia de movimientos tales como el punk, el heavy metal, el hip hop y los skaters. “Las tipografías de la pixaçao paulistana se desarrollaron tomando como base el estilo rectilíneo y puntiagudo que surgió en esa época”, señala. Según el investigador, esa práctica se difundió a partir de intercambios entre artistas callejeros de otras regiones del país. “En São Paulo, las pixações son recurrentes, abarcan desde el centro hasta las periferias, algo que no es común en otros municipios, donde esas marcas suelen circunscribirse a zonas específicas, centrales o periféricas, según la ciudad en cuestión”, explica. La predilección por lugares cada vez más altos también habría surgido en la ciudad y parece haber influido en el diseño de las letras. En la capital de Minas Gerais, por ejemplo, la tipografía posee un estilo propio, reflejo de influencias de las pixações paulistas y cariocas, esta última conocida como xarpi, dice la psicóloga Ludmilla Zago Andrade, doctora en estudios literarios por la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) quien desarrolló un estudio etnográfico sobre los pixadores de Belo Horizonte (MG).

Inicialmente plasmadas en el suelo o en muros, en la década de 1990 las pixações comenzaron a realizarse en lugares cada vez más altos, como por ejemplo, la cúspide del edificio Italia y el edificio aledaño a la terminal Bandeira de ómnibus, que aún conserva las inscripciones de Edmilson Macena de Oliveira (1975-1997) –“DI”–, al cual se lo considera uno de los más activos de São Paulo. Además, las inscripciones, que nunca fueron claramente legibles, se tornaron cada vez más incomprensibles, adoptando un estilo de representación gráfica que solamente entienden los integrantes del propio movimiento. Entre 2001 y 2017, Pereira advirtió que los grupos de pixadores y adeptos se esforzaban por mantener viva la memoria de aquellos que hicieron inscripciones en sitios emblemáticos, evitando que sus pixos fuesen olvidados y guardando noticias de periódicos sobre esos episodios. “A través de la pixação, esos jóvenes ganan presencia en el espacio urbano, del cual se sienten excluidos”, explica Pereira. A partir de entonces, escribir sobre la firma de otro individuo, sobre todo si estuviera muerto, se convirtió en una afrenta. “Esos jóvenes anhelan que se los vea y las generaciones futuras los recuerden por sus prácticas del pixo”, dice el investigador, quien estima en 5 mil el número de pixadores en la ciudad de São Paulo allá por los años 2000.

Léo Ramos Chaves Una intervención de Cripta Djan en la fachada de una galería en el barrio de Barra Funda, en São PauloLéo Ramos Chaves

Un punto de viraje
La investigación de Pereira indica que la primera década de este siglo representa un punto de inflexión en el universo de la pixação. Ese momento aparece como telón de fondo del documental Pixo, una realización de João Wainer, en 2009. El profesor Gustavo Lassala Silva, docente de la carrera de publicidad y propaganda de la Universidad Mackenzie, explica que fue en esa década que el pixo dejó de practicarse solamente en espacios públicos y comenzó a representarse en ámbitos de expresiones artísticas, tales como galerías, facultades de arquitectura y artes visuales, y empezó a formalizar un diálogo con el mercado publicitario, del diseño, de la moda, del arte y del cine.

Un hito especial fue cuando en 2008, Rafael Guedes Augustaitiz, por entonces un alumno de 24 años en el semestre final de la carrera de artes visuales del Centro Universitario de Bellas Artes, invitó a 40 compañeros para que registraran sus firmas en las paredes de la institución, como parte de su tesina de grado. La iniciativa, a la cual la prensa caratuló como vandalismo, hizo que la dirección de la facultad resolviera expulsarlo. “Esa intervención constituyó el primer evento espectacular promovido más allá de los límites de la pixação en muros e inauguró la posibilidad del ingreso de esa práctica en el campo de las artes plásticas”, analiza Pereira.

Ese mismo año, otro grupo de pixadores, integrado por el propio Augustaitiz y por Djan Ivson –“Cripta Djan”–, por entonces con 24 años, ingresó a la Bienal Internacional de Artes, en São Paulo, y pixou, sin autorización, las paredes de un espacio vacío. Una de las integrantes de ese colectivo, Caroline Pivetta, también de 24 años, detenida en flagrancia, estuvo presa durante 53 días, antes de ser condenada a cuatro años de prisión en régimen semiabierto. Pese a la repercusión negativa, dos años después, el grupo formado por Augustaitiz y Cripta Djan fue invitado a participar de la nueva edición de la Bienal Internacional de Artes, exponiendo videos y brindando conferencias sobre sus actividades. En esa ocasión, también pixaron, sin autorización, la obra Bandeira branca, de Nuno Ramos, con la frase “libere a los buitres” (“liberte os urubu”, según la inscripción original). Sorprendido in fraganti, el grupo pasó la noche en la comisaría, pero Ramos decidió no demandarlos y todos fueron liberados a la mañana siguiente.

Léo Ramos Chaves Inscripción en un edificio de la calle Consolação alusiva al pixador famoso de la década de 1990Léo Ramos Chaves

Para transponer barreras
En 2010, en otro de los hitos que marcó el ingreso de esos pixadores en el universo de las artes, Djan fue invitado a participar en la Bienal de Berlín, ofreciendo workshops y exponiendo videos. Junto a otros pixadores, garabateó la iglesia donde brindaría una charla y discutió con el curador, el artista polaco Artur Zmijewski, a quien le arrojó pintura amarilla. Una vez más, ese episodio llegó a los medios de comunicación, pero Djan no fue penalizado. Esos acontecimientos generaron controversia acerca del sitial del pixo en las artes. “La obra de esos jóvenes acabó por aportar posibilidades de circulación que jamás habrían tenido si no fueran pixadores”, refiere Pereira. Él cita como ejemplo el caso de Djan, que trabajaba como pintor de paredes en los suburbios de São Paulo. En 2016, él y Augustaitiz realizaron exposiciones individuales en galerías de São Paulo y Río de janeiro. Ese mismo año, el trabajo de DI fue el tema central de una retrospectiva presentada en una galería paulistana y formó parte del documental Pichar é humano, de Bruno Rodrigues. “DI trabajaba como cadete administrativo para una oficina en el límite entre São Paulo y Osasco. Lo asesinaron durante una reyerta en un bar y hoy no se lo recordaría si no fuera por la pixação”, resalta el investigador.

El proceso de ampliación del debate acerca del pixo en los medios artísticos e institucionales ganó un nuevo capítulo este año, en el marco de la Bienal de Arquitectura de Venecia. Uno de los trabajos ideados por la curaduría del pabellón brasileño en la muestra es el mapa The encryption of power, que es una representación gráfica de la historia del pixo en una parte de la ciudad de São Paulo. El proyecto, resultado de una colaboración entre el equipo curador, Djan Ivson, la Escola da Cidade, y las empresas Mapping-lab y Datazap, permite visualizar la ubicación de 4 mil pixações de los últimos 30 años, las multas aplicadas a sus autores cuando se los sorprendía in situ, y noticias sobre el tema. El mapa fue desarrollado con base en archivos de noticias y alrededor de 13 mil publicaciones en Instagram, que indicaban la ubicación geográfica de inscripciones realizadas a “pixo”, “pichação” y “xarpi”. De acuerdo con el arquitecto Marcelo Maia Rosa, uno de los curadores del pabellón, el proyecto permite comprender el alcance del pixo en la ciudad en la cual, según él, el movimiento tiene mayor presencia en comparación con otras ciudades. “En los debates que entablamos con curadores de otros países, notamos que el pixo constituye una manifestación peculiar de Brasil”.

Al reconocer la transgresión como parte intrínseca de la historia del urbanismo, Carlos Zibel, profesor jubilado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU-USP), recuerda que las excavaciones en Pompeya revelaron, en las paredes de la ciudad romana enterrada por la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era, pichações en grafito y alquitrán contra los senadores. “Los idiomas del grafiti y del pixo pasaron a formar parte del repertorio del arte contemporáneo, pero eso no los absuelve de los estragos que la pixação indebida genera en el espacio urbano. Justamente por su carácter transgresor, los pixadores desempeñan un papel importante en el estudio de los límites artísticos”, concluye.

Libro
PEREIRA. A. B. Um rolê pela cidade de riscos: Leituras da pixação em São Paulo. (En prensa).

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