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BRASIL 200 AÑOS

Errores y aciertos de las rutas de la Independencia

Investigadores del Museo Paulista corrigen detalles del derrotero de quien sería el emperador Pedro el 7 de septiembre de 1822

Un tramo de la Calçada do Lorena, que atraviesa Serra do Mar

Hélio Nobre / MP-USP

El 7 de septiembre de 1822, antes de escalar la montaña de Serra do Mar y arribar a la ciudad de São Paulo, que entonces contaba con 10.000 habitantes, Pedro de Alcântara (1798-1834), hijo del rey de Portugal, João VI (1767-1826), y príncipe regente de Brasil, utilizó un barco para trasladarse de Santos a Cubatão. Ese trayecto no se hizo a caballo, tal como figura en algunos libros de historia, pues no existía una ruta terrestre que uniera la isla de Santos con el continente.

Al ascender los cerros por un camino de piedras conocido como Calçada do Lorena, e incluso al gritar el famoso “Independencia o muerte”, el príncipe regente y sus 36 acompañantes probablemente montaban mulas, y no los gallardos caballos plasmados en el famoso cuadro del pintor Pedro Américo (1843-1905). Las mulas eran el medio de transporte más seguro para subir en Serra do Mar y, de acuerdo con los estudios recientes que llevaron a cabo los investigadores del Museo Paulista (MP), no hay ninguna referencia acerca de que hayan cambiado de montura.

Fuente Jorge Pimentel Cintra / MP-USP | Infografía Alexandre Affonso

Otra de las conclusiones que surgen de las investigaciones: el sitio exacto de la Declaración de la Independencia en realidad se encuentra a 200 metros (m) al norte de donde se colocó el mojón histórico en 1825, una roca con forma de paralelepípedo, ubicada a 600 m del riacho Ipiranga, un arroyo con un curso de 9 kilómetros (km), hoy en día parcialmente canalizado. El hito colocado en el sitio equivocado se perdió y recién se lo volvió a encontrar en 1922, cuando se realizó la reforma del Parque de la Independencia, pero no se lo volvió a reponer.

“Estamos corrigiendo varios detalles de la historia de la Independencia”, dice el ingeniero experto en cartografía histórica Jorge Pimentel Cintra, de la Escuela Politécnica y del MP, ambos de la Universidad de São Paulo (USP), quien en 2013 rehízo y presentó el mapa de las Capitanías Hereditarias en la revista Anais do Museu Paulista. En los últimos tres años, consultó relatos y representaciones gráficas, ascendió y descendió varias veces Serra do Mar y conversó largo y tendido con otros colegas historiadores.

José Rosael / Hélio Nobre / MP-USP / Wikimedia CommonsCalçada do Lorena, acuarela de 1826 de Oscar Pereira da SilvaJosé Rosael / Hélio Nobre / MP-USP / Wikimedia Commons

Como resultado de ello, redefinió el itinerario de los 64 km recorridos en un día por Pedro desde Santos hasta el Pátio do Colégio, a la sazón, la sede del gobierno paulista. Ahí fue donde terminó la jornada laboral del entonces futuro emperador de Brasil. Por la noche asistió al teatro de la Ópera, llevando un brazalete de oro hecho a toda prisa en el que podía leerse “Independencia o muerte”. En una de las exposiciones del MP que será inaugurada el 7 de septiembre, un video de 10 minutos mostrará, mediante un sobrevuelo, el trayecto desde Santos hasta el Pátio do Colégio en el día de la Independencia.

Uno de los mapas confeccionados por el equipo del museo mostrará la Calçada do Lorena, la primera ruta pavimentada entre la capital  y el puerto de Santos, que se utilizaba para el transporte de la producción de azúcar desde el interior de São Paulo. “Hasta ahora, no se disponía de ningún mapa detallado”, dice Cintra, quien recorrió el camino marcando las coordenadas con un dispositivo de GPS (véase el recuadro y el mapa).

Fuente Jorge Pimentel Cintra / MP-USP | Infografía Alexandre Affonso

Del palacio imperial al pátio do colégio
El viaje que culminó con la Proclamación de la Independencia había comenzado casi un mes antes. La mañana del 14 de agosto de 1822, resuelto a concertar alianzas con los hacendados, disolver las amenazas de rebelión y abonar el terreno para la escisión política de Portugal, el príncipe y su comitiva salieron del Palacio Imperial, el actual Palacio de São Cristóvão, en Río de Janeiro. Atravesaron las ciudades de la región de Vale do Paraíba, en aquel entonces una próspera zona cafetalera y, tras cabalgar unos 500 km, arribaron a São Paulo el 25 de agosto (véase el mapa).

Tras diez días de conversaciones con políticos, concesiones y otros gestos en favor del pueblo, el futuro Pedro I retomó su itinerario planificado y, ahora a lomo de mula, se dirigió a la costa: bajó por la Calçada do Lorena y arribó a la entonces villa de Santos. Ahí permaneció el 6 de septiembre visitando las fortalezas y a la familia de su ministro José Bonifácio de Andrada e Silva (1763-1838). El historiador Eduardo Canabrava Barreiros (1908-1981), de Minas Gerais, describe ese recorrido en el libro intitulado Itinerário da Independência (editorial José Olympio, 1972).

“Barreiros refiere que Pedro y su comitiva cruzaron un terraplén y vadearon ríos para dirigirse desde Cubatão a Santos, pero esto no es posible, porque ese camino solo se construyó cinco años más tarde”, comenta Cintra, tras examinar los informes y los mapas del libro. Y llegó a la conclusión de que los viajeros se habrían desplazado en barcos como los que se retrataron en Santos durante la época del pintor y naturalista británico William Burchell (1781-1863). “El trayecto en barco pasa por el canal Largo do Caneu, en Santos, y sigue por el río Cubatão hasta el puerto de desembarque”, dice. “Esta corrección propuesta por Cintra es absolutamente indispensable, porque lo que se había dicho no existía en 1822”, refrenda Paulo César Garcez Marins, historiador y curador del MP, quien no participó de la investigación.

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPCasa do Grito, en el parque de la Independencia, construida en 1844Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

En la madrugada del sábado 7 de septiembre, Pedro y su grupo regresaron a la capital de la capitanía de São Paulo subiendo por la Calçada do Lorena, que el equipo del museo examinó minuciosamente. El nombre le fue impuesto en homenaje al gobernador de la capitanía de São Paulo, el portugués José Maria de Lorena (1756-1818), quien promovió su construcción.

El camino es bastante escarpado, con un desnivel de unos 700 m entre sus extremos y con una trayectoria zigzagueante, que incluye 133 curvas y no 180, como pudo constatar el grupo de la USP. Su anchura varía entre 3,2 m y 4,5 m, su extensión es de alrededor de 9 km y atraviesa un bosque espeso, con lluvias constantes, sin cruzar ningún curso de agua.

La Calçada fue planificada por ingenieros militares, se construyó recurriendo a mano de obra esclavizada y fue utilizada entre 1790 y 1846, en sustitución de otros “caminos que eran poco más que los primitivos senderos indígenas”, subraya el arquitecto y docente de la USP Benedito Lima de Toledo (1934-2019) en un artículo publicado en diciembre de 2000 en la revista PosfFAUUSP.

“Lo que más sorprendió a la población fue la técnica empleada para su pavimentación: el empedrado con losas de piedra”, dijo Toledo. En su opinión, la nueva técnica de pavimentación aseguró “el tránsito permanente de tropillas de mulas que, por entonces, comenzaban a ser utilizadas ampliamente para el transporte de cargas”. Antes de ello, todo lo que tenía como destino el puerto de Santos era “transportado a hombros por cargadores indígenas”.

Fuente Jorge Pimentel Cintra / MP-USP | Infografía Alexandre Affonso

La Calçada, que había sido invadida por el bosque, fue restaurada a principios de la década de 1990 por Eletropaulo −la compañía estatal del sector de la electricidad hoy en día extinta−, administrada por la Fundação Florestal y concesionada para su explotación por emprendedores privados en 2020. Al año siguiente fue abierta al público y actualmente recibe de 3.000 a 5.000 visitantes por mes, según el biólogo Maycon de Oliveira Morais, de la empresa Parquetur. “Hemos aprendido mucho junto al equipo del museo”, dice.

Cintra y su equipo cartografiaron el primer tramo, de unos 4 km y abierto a los visitantes, y el segundo, de 2 km, por ahora de acceso vedado al turismo. El tramo restante, desde la altitud de 150 m hasta el nivel del mar, quedó incorporado a la refinería Presidente Bernardes, inaugurada en 1955. Los investigadores no pudieron acceder a examinar esa parte de la Calçada.

“En la meseta, la Calçada pasaba por delante de la capilla de Nossa Senhora da Boa Viagem, en el centro de la ciudad de São Bernardo do Campo”, informa el investigador. Él recorrió ese tramo utilizando un mapa de 1900 de la Comisión Geográfica y Geológica de São Paulo y otro de 1832, elaborado por orden de Rafael Tobias de Aguiar (1794-1857), entonces presidente de la provincia. El príncipe regente también pasó delante del actual Instituto de Tecnología Mauá y cruzó dos veces el Ribeirão [arroyo] dos Meninos antes de llegar al Ipiranga, en donde entonces era un descampado. Hoy en día, no queda ningún registro físico de la Calçada en esos lugares.

Aproximadamente a las 16:30 h del 7 de septiembre, Pedro y su séquito se hallaban en una colina cercana al riacho Ipiranga cuando se toparon con dos mensajeros que traían al príncipe cartas de su esposa Leopoldina (Leopoldina Carolina Josefa de Habsburgo-Lorena, 1797-1826), de José Bonifácio, de João VI y de su amigo Henry Chamberlain (1796-1844), describiendo los conflictos con Portugal e incitándolo a la separación política de la metrópoli. Por el contrario, las instrucciones de las cortes de Portugal exigían su retorno inmediato y el encarcelamiento de José Bonifácio.

Existen dos relatos de lo que ocurrió a continuación.

Wikimedia CommonsIndependência ou morte, óleo sobre tela pintado en 1888 por Pedro AméricoWikimedia Commons

En el primero, registrado en el libro intitulado D. Pedro I e o grito da Independência (editorial Melhoramentos, 1921), del historiador Francisco de Assis Cintra (1887-1947), el fraile Belchior Pinheiro de Oliveira (1775-1856) relata: “Pedro, temblando por la ira, me arrancó los papeles de las manos y haciéndolos un bollo, los pisoteó y los dejó tirados entre la hierba. Yo los recogí y los guardé. Luego se volvió hacia mí y me dijo: ‘¿Y ahora, padre Belchior?’. A lo que le respondí en seguida: ‘Si Su Alteza no se convierte en rey de Brasil será hecho prisionero por las cortes de justicia y quizá lo deshereden. No hay otro camino que la independencia y la separación’”.

El príncipe también dijo, mientras caminaba: “Las cortes me persiguen, me llaman con desprecio el muchachito brasileño. Pues ahora verán cuánto vale este muchachito. De hoy en adelante nuestras relaciones quedan rotas; ya no quiero saber nada del gobierno portugués y proclamo a Brasil, para siempre, separado de Portugal”. Y, finalmente, volviéndose hacia su edecán: “Infórmele a mi guardia que acabo de declarar la Independencia de Brasil. Estamos separados de Portugal”. Acto seguido, proclamó nuevamente la Independencia ante la guardia de honor.

El segundo relato, del comandante de la guardia de honor, Manuel Marcondes de Oliveira e Melo, barón de Pindamonhangaba (1780-1863), es más teatral y se reproduce en la obra Historia do Brasil-Reino e Brasil-Imperio (editorial Pinheiro, 1871), del historiador Alexandre Jose de Mello (1816-1882), que expresa: “En presencia de la guardia, formada en semicírculo, [el príncipe regente] estacó a su montura y, desenvainando la espada, exclamó: ‘¡Amigos! ¡Quedan rotos para siempre los lazos que nos unían al gobierno portugués! Y en cuanto a los torpes de esa nación, los invito a hacer esto’. Y arrancándose del sombrero que llevaba la cinta azul y blanca, la arrojó al suelo, siendo imitado por la guardia en pleno, que arrancándose de sus brazos ese mismo distintivo, le dio igual destino. […] ‘¡Viva Brasil libre e independiente!’, gritó Pedro. A lo que, desenvainando también nuestras espadas, respondimos: ‘¡Viva Brasil libre e independiente! ¡Viva don Pedro, su defensor perpetuo!’ […] Y también vociferó el príncipe: ‘De ahora en adelante este será nuestro lema: ¡Independencia o muerte!’ […] Por nuestra parte, y con aún más vivo entusiasmo, repetimos: ‘¡Independencia o muerte!’”.

Para descubrir dónde ocurrió exactamente todo eso, Cintra examinó pinturas, fotografías, relatos y mapas antiguos. Se topó con inconsistencias, salió a hacer investigación de campo provisto de una cinta métrica, brújula y GPS, y midió la distancia que separa el riacho Ipiranga, hoy en día con sus orillas tapiadas, y un puente actualmente desecho. “En 1822, el puente estaba ubicado un poco más a la derecha de la actual pasarela verde de metal, cercana a la calle Leais Paulistanos y algo al sur del curso de agua actual, desviado en ese tramo debido a que ahí se erigió el Monumento a la Independencia”, escribe él en un artículo publicado en diciembre de 2021 en la revista Anais do Museu Paulista.

“Señor, nadie desea su felicidad más que su esposa y ella le dice, en una misiva que le será entregada junto con esta, que Su Alteza debe quedarse y bregar por la felicidad del pueblo brasileño, que lo desea como su soberano, sin ataduras ni obediencia a las despóticas cortes portuguesas, que pretenden el sometimiento de Brasil y la humillación de su adorado príncipe regente.

Quédese, que esto es lo que todos le piden al magnánimo príncipe,  Su Alteza, para orgullo y felicidad de Brasil.

Y si no se queda, correrán ríos de sangre en esta tierra grande y noble, tan amada por su real padre, quien ya no gobierna en Portugal a causa de la opresión de las cortes; en esta tierra que tanto estima a Su Alteza y a la que tanto Su Alteza estima”.

Fragmento de la carta de José Bonifácio

En 1825, como resultado de una sesión del Concejo Municipal de São Paulo celebrada a cielo abierto y con la ayuda de topógrafos y vecinos que presenciaron la declaración, se colocó una baliza a 405 m de distancia del puente. Por alguna razón desconocida, 40 días después y sin tener en cuenta la ubicación de la baliza, probablemente arrancada, se colocó un mojón –una piedra– a 200 m del sitio determinado por la medición inicial.

Cintra arribó a la conclusión de que el lugar era erróneo, ya que era una zona relativamente plana, lo que difiere de los relatos según los cuales el príncipe regente se hallaba sobre una colina, a mitad de altura. “La piedra fue enterrada y poco después perdida, se la volvió a encontrar en 1875 y nuevamente fue enterrada y perdida, pero perduró esa ubicación como la correcta”, comenta el investigador del MP.

En 1902, el médico y ornitólogo alemán Hermann Von Ihering (1850-1930), primer director del MP, expuso sus dudas sobre el sitio exacto en un debate con los colegas del Instituto Histórico y Geográfico de São Paulo (IHGSP). En consecuencia, una comisión coordinada por el ingeniero Antonio de Toledo Piza e Almeida (1848-1905), uno de los fundadores del instituto, confirmó el error en la medición anterior, volvió a realizarla e instaló, en esta oportunidad en el sitio correcto, a 405 m del antiguo puente del Ipiranga, un mástil, junto a otro mojón de piedra.

En 1922, con motivo de una reforma que se llevó a cabo en el Parque de la Independencia, fueron extraídos y no se los volvió a reponer. Hoy en día el hito histórico forma parte de la colección del museo. “De 1922 a la fecha no se ha hecho nada más”, comenta Cintra, “el lugar más preciso de la Independencia permanece ignorado o apenas destacado”.

Si al llegar a la meseta el futuro emperador y su séquito montaban en mulas, más seguras y resistentes que los caballos, que por su velocidad eran más utilizados en terrenos planos, ¿por qué Pedro Américo pintó caballos en el famoso cuadro Independência ou morte, también conocido como Grito do Ipiranga, que hasta hoy se conserva como la pieza más importante del Museo Paulista?

“A causa de las formalidades de la pintura histórica europea, que establecía que las cabalgaduras de las escenas heroicas o de batallas debían ser caballos”, explica Marins. “Esa era la manera adecuada de representar el pasado. Pintar mulas sería una falta de decoro”.

Américo pintó el cuadro por encargo del gobierno imperial, inspirándose en un trabajo del francés Ernest Meissonier (1815-1891), quien pintó el óleo 1807, Friedland (1875). La obra de Américo fue expuesta por primera vez en Florencia (Italia), en 1888, en el marco de una ceremonia a la que asistieron el emperador de Brasil, Pedro II (1825-1891) y la reina británica Victoria (1819-1901). La pintura, de 4,15 m por 7,60m, se expuso en la inauguración del Museo Paulista, el 7 de septiembre de 1895, y permanece desde entonces en su salón principal.

Américo no fue el único. Además del príncipe y su guardia a caballo, el pintor francés François-René Moreaux (1807-1860) incluyó niños, hombres y mujeres abrazándose, en su cuadro A proclamação da Independência, de 1844. La obra, de 2,44 m por 3,83 m, realizada a pedido del Senado, se encuentra en el Museo Imperial de Petrópolis, en Río de Janeiro. “Las pinturas históricas no son fieles a la realidad, sino versiones del pasado”, enfatiza Marins.

Artículos científicos
CINTRA, J. P. Reconstruindo o mapa das Capitanias HereditáriasAnais do Museu Paulista. v. 21, n. 3, p. 11-45. 1° dic. 2013.
TOLEDO, B. L. de. Do litoral ao planalto – A conquista da serra do MarPosFAUUSP. v. 8, p. 150-67. 19 dic. 2000.
CINTRA, J. P y CINTRA, A. P. O sítio da Independência no Ipiranga: As vicissitudes de um local históricoAnais do Museu Paulista. v. 29, p. 1-48. 10 dic. 2021.

Libros
BARREIROS, E. C. Itinerário da Independência. Rio de Janeiro: José Olympio, 1972.
CINTRA, A. D. Pedro I e o grito da Independência; transcripción de documentos. São Paulo: Melhoramentos, 1921.
MORAES, A. J. de M. Historia do Brasil-Reino e Brasil-Imperio. Río de Janeiro: Typographia de Pinheiro, 1871.

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