Imprimir Republish

ciencias sociales

Gestaciones transnacionales

La demanda por la reproducción asistida intensifica el ingreso de material genético extranjero en Brasil

El creciente interés por los tratamientos de reproducción asistida expandió la circulación de material genético de individuos de otros países en Brasil. Como parte de esa dinámica, las clínicas que se especializan en ese procedimiento aumentaron en los últimos años la importación de semen y óvulos de naciones tales como Estados Unidos y España. La existencia de una “dinámica económica transnacional de la fertilidad” es una de las principales comprobaciones del proyecto de investigación que recientemente concluyó la socióloga Rosana Machin, docente del Departamento de Medicina Preventiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP). Al mapear el mercado local de la reproducción asistida, el estudio identificó la articulación de empresas nacionales y extranjeras para la oferta de material genético y tratamientos para la fecundación de óvulos con espermatozoides en laboratorios de embriología. “Esas empresas se basan, por un lado, en la demanda existente en determinados lugares, tal como es el caso de Brasil. Por otro lado, también tienen en cuenta las posibilidades médicas y legislativas que ofrecen otros países”, informa Machin.

La investigación se desarrolló a partir de datos que aportó la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) y de estudios que se llevaron a cabo en clínicas de reproducción asistida. El crecimiento más significativo se registró en la importación de semen, fundamentalmente de Estados Unidos. Esa información fue confirmada por Renata Parca, de la gerencia de Sangre, Tejidos, Células y Órganos de la Anvisa, quien refirió un aumento del 2.500% en la importación de muestras de semen entre 2011 y 2016, según los datos del primer informe de importación de muestras seminales para su uso en la reproducción asistida humana, que fue divulgado en el segundo semestre de 2017. Parca informa que el aumento más significativo arrancó en 2014, cuando el organismo nacional autorizó la importación de 198 muestras de semen, una cifra que creció hasta 377 en 2015 y 436 en 2016, llegando a 860 en 2017. Entre 2015 y 2016, las parejas homoafectivas femeninas fueron las que generaron el mayor porcentaje de crecimiento, con un avance de un 279% en las importaciones de semen; seguidas por los grupos de las mujeres solteras y parejas heterosexuales, cuyas importaciones aumentaron durante ese período 114% y 85%, respectivamente.

Para Machin, esos datos comprueban que las técnicas de reproducción asistida, que inicialmente apuntaban a parejas heterosexuales con problemas de fertilidad, pasaron a ser utilizadas por otros perfiles. Asimismo, evidencian que Brasil está inmerso en un movimiento transnacional de circulación de material genético. Otro dato que avala esa hipótesis involucra el arribo de los primeros lotes de óvulos importados, un hecho registrado el año pasado. En 2017, Anvisa autorizó la importación de 344 muestras de óvulos, la mayoría proveniente de la empresa Ovobank, con sede en España. “Según Anvisa, gran parte del material que llegó a Brasil, por medio de ese banco, estaba destinado a parejas heterosexuales y fue enviado por una de las unidades colaboradoras del Ovobank, en Grecia”, dice la investigadora.

Datos provenientes de la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida (Redlara, una institución científica y educativa que agrupa a alrededor del 90% de los centros de reproducción asistida de la región) indican que el 43,2% de los nacimientos resultantes de técnicas de reproducción asistida registrados en 2014 en toda América Latina se produjeron en Brasil. La Constitución brasileña prohíbe la comercialización de células sexuales y de la sangre, que pueden utilizarse en esos procedimientos siempre y cuando fueran donadas en forma anónima. En España, también está prohibido el comercio de semen u óvulos y también se requiere anonimato, pero los “donantes” reciben una compensación financiera de parte de las clínicas. En el caso de los óvulos, por ejemplo, esa compensación puede llegar a una suma de 3 mil reales. Sin embargo, en Estados Unidos los bancos de semen y óvulos no sólo tienen permiso para adquirir material genético sino que disponen de información minuciosa acerca de su procedencia, incluso el historial de salud familiar y las características físicas de los donantes.

Para Machin, ese es un aspecto importante, que ha concitado la atención del público brasileño porque ofrece la posibilidad de tener cierta idea, por ejemplo, del fenotipo (las características visibles) del bebé que se gestará. “Los bancos de material genético estadounidenses permiten que esas informaciones estén disponibles vía internet. En algunos de esos sitios, el interesado puede incluso abonar una cuantía extra para escuchar grabaciones de la voz del donante o ver una fotografía del mismo cuando era niño”.

Nuevos públicos
En Brasil, las prácticas que se realizan en el área desde 1992 se ajustan a las resoluciones del Consejo Federal de Medicina (CFM). La resolución del Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil [la Corte Suprema de Justicia] que a partir de 2011 reconoce la unión civil homoafectiva, y la del Consejo Nacional de Justicia (CNJ) que, dos años después, obligó a los registros civiles a asentar esas uniones, así como el nacimiento y la adopción de niños por parejas homosexuales, impactaron en el mercado, según constata el estudio. Al ser reconocidos como familia y acceder a los mismos derechos que los matrimonios heterosexuales, también en lo relacionado con la paternidad de niños adoptados u obtenidos a partir de material genético de terceros, las parejas homoafectivas comenzaron a requerir con mayor asiduidad las técnicas de reproducción asistida. “Antes de esas resoluciones, en los casos en que una mujer de una pareja homosexual, por ejemplo, quedaba embarazada por inseminación artificial, la otra no era reconocida legalmente como madre. En cierta medida, eso desalentaba en las parejas formadas por mujeres, por caso, la inversión en inseminación artificial”, analiza.

A juicio de Machin, el aumento de la demanda puede medirse no solo por la búsqueda de material genético en el exterior, sino también por la multiplicación de la cantidad de clínicas que realizan esa operación en el país. Al comienzo de los años 2000, se estima que las clínicas de reproducción asistida sumaban algunas decenas. Al comienzo de 2017, cuando la investigación aún estaba en curso, había 147 unidades registradas en la Anvisa, 43 de ellas ubicadas en el estado de São Paulo. En la actualidad son 182, el 90% de ellas privadas. Para entender cómo funcionan, el equipo de investigadores remitió cuestionarios a todas las clínicas. Obtuvo respuestas de 83 de ellas. La muestra incluye establecimientos que utilizan tecnología de alta complejidad y consultorios de ciudades menores, que trabajan en colaboración con laboratorios o empresas de mayor porte. El 60% de las clínicas que respondieron las preguntas están ubicadas en la región sudeste del país.

En esta dinámica transnacional de personas en busca de las técnicas de reproducción asistida, la investigación también constató un incremento de la atención de matrimonios extranjeros o no residentes en el país. Los datos del estudio indican que el 80% de las clínicas brasileñas consultadas registran esos perfiles de usuarios en los últimos años, destacándose entre ellos individuos de Estados Unidos y de Angola. “Ese dato incluye a aquellas parejas en las que uno de los cónyuges es brasileño y no pueden solventar los costos del procedimiento en el país de origen, extranjeros residentes en Brasil e individuos que vienen específicamente al país para tener acceso a las clínicas locales”, detalla Machin. En Brasil, cada proceso de reproducción asistida cuesta, en promedio, 25 mil reales, un monto que incluye el tratamiento previo al procedimiento y la implantación del embrión en el útero. El costo estándar de un ciclo de fertilización in vitro en Estados Unidos es de 12.400 dólares (alrededor de 47 mil reales), según informa la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva. En el Reino Unido, en las clínicas privadas, el precio es de alrededor de 5 mil libras esterlinas (unos 25 mil reales) por ciclo.

De acuerdo con la socióloga Maria Helena Oliva Augusto, docente del Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la USP (FFLCH-USP), en el caso de las mujeres angolanas, hay motivos culturales y temas de salud pública que ayudan a explicar el interés por el tratamiento. Según ella, en ese país africano cada mujer tiene, en promedio, siete hijos. “La maternidad es un valor cultural en sí mismo. Si las mujeres no quedan embarazadas quedan estigmatizadas y pierden el respeto de la comunidad. Los maridos pueden abandonarlas o bien, tener hijos con otras”, informa Oliva Augusto, quien también formó parte del proyecto de investigación, junto con el sociólogo Douglas Mendosa, docente del Departamento Multidisciplinario de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). Por otra parte, el índice de infertilidad en Angola es del 30%, muy por encima del promedio mundial que se ubica en un 15%, según los datos con los que cuenta la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Ese país no dispone de clínicas que puedan considerarse confiables para realizar los procedimientos en cuestión. Dada la proximidad cultural y el menor precio, si se lo compara con lo que se abona en Europa o en Estados Unidos, Brasil se erige finalmente como una opción viable”, justifica la investigadora.

Lo que se conoce popularmente como alquiler de vientres, en Brasil, la gestación subrogada está permitida legalmente solo entre mujeres de una misma familia y sin que ello involucre recursos financieros. Para atender la creciente demanda por ese tipo de procedimiento, dice Machin, empresas internacionales que se especializan en la gestión de úteros también se están instalando en el país. Ese es el caso de la compañía israelí Tammuz Family, con filiales en 14 países. Desde 2016, cuando comenzó a operar en Brasil, la firma se hizo cargo de 38 procesos. Hay otros 42 en curso. “La empresa contrata a mujeres en países que tienen reglamentada esa práctica, tales como Estados Unidos, Grecia, Ucrania, Albania y Rusia, de acuerdo con el perfil de la pareja que desea tener el bebé”, dice.

Así como hay naciones que sólo permiten que se contrate el servicio de gestación subrogada a las parejas heterosexuales, como en los casos de Ucrania y Rusia, en Estados Unidos las leyes permiten una apertura hacia cualquier cliente. Las empresas obran como intermediarias para que los contratantes aporten la documentación necesaria para registrar el niño a su nombre. Con la certificación del nacimiento en sus manos, puede hacerse el registro en la embajada del país donde viven los padres y emitir el pasaporte, que garantizará el ingreso del nuevo ciudadano en el país de destino. “El mercado de gestación subrogada requiere del reconocimiento legal en las naciones en las que se realiza, caso contrario, el bebé no podrá obtener el reconocimiento legal como ciudadano del país de destino”, añade. En Estados Unidos, la gestación en un vientre de alquiler puede costar 120 mil dólares (alrededor de 454 mil reales).

Debate jurídico
En Brasil no hay una legislación que reglamente el mercado de la reproducción asistida y el derecho no ha logrado ponerse a la par del perfeccionamiento de las técnicas y la ampliación del mercado. Ese es el análisis que hace Silmara Juny de Abreu Chinellato, profesora titular y jefa del Departamento de Derecho Civil de la Facultad de Derecho de la USP. Según De Abreu Chinellato, la maternidad subrogada es uno de los temas candentes del debate jurídico que están demandando una normativa. “El contrato entre la gestante y los donantes de material genético que pretenden registrar al niño y asumir la paternidad es precario y pasible de generar controversias. Si la gestante decidiera no entregarle a los contratantes el hijo generado, posee buenos argumentos a su favor. Según como yo lo interpreto, jurídicamente el contrato podría considerarse nulo dada la ilegalidad del objeto, que es la gestación de una persona”, dice De Abreu Chinellato.

En Brasil, el derecho del niño a conocer su identidad genética, reconocido en países tales como Alemania, Suecia, Suiza y el Reino Unido, está presente en el Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA, según sus siglas en portugués), al referirse a los hijos adoptivos y, por extensión, también a quienes fueren generados a partir del semen o el óvulo de donantes que no son los padres legales. De Abreu Chinellato recuerda que, pese a la resolución del CFM que establece que la donación de material genético se realice mediante el anonimato de los donantes, la misma no impide que el niño presente una demanda judicial para conocer su origen, en tanto y en cuanto eso, es un derecho reconocido por el Código Civil. “Hospitales, clínicas y bancos de gametos deben conservar los datos de los donantes porque pueden ser pasibles de acciones promovidas por quien fuera generado a partir del material genético de terceros. La resolución del CFM pretende evitar, aunque no impide el derecho al conocimiento de los orígenes”, asegura De Abreu Chinellato. Ella hace hincapié en que a pesar de que no existe una legislación específica para la reproducción asistida, sí hay un conjunto de normas jurídicas que orientan las decisiones de los jueces.

De acuerdo con la psicóloga Maria Yolanda Makuch, del Departamento de Tocoginecología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Campinas (Unicamp), el derecho a conocer el origen propio es poco debatido en el ámbito familiar y podría tornarse una dificultad, tal como lo apuntan los datos que surgen del estudio Parenting infants conceived by gamete donation, que se llevó a cabo en 2004 con 51 familias que accedieron a tratamientos de reproducción asistida en Australia, Estados Unidos y el norte de Europa. Si bien la mayoría de los entrevistados manifestó su intención de revelarle los detalles de su gestación al hijo, pasados cinco años del nacimiento de los mismos, tan solo la mitad de las parejas informaron que habían tratado ese tema. “Ese dato demuestra que la medicina ha evolucionado rápidamente, pero la gente aún no aprendió a lidiar con las situaciones derivadas de ese avance”, resalta.

Como la mayoría de los proyectos legislativos, que se elaboraron para reglamentar la práctica han sido sistemáticamente pospuestos en el Congreso Nacional, las resoluciones del CFM funcionan como normas éticas y son las únicas que guían a los profesionales del sector. Más allá del debate en torno a la maternidad subrogada, De Abreu Chinellato dice que también son importantes las discusiones que involucran el destino de los embriones excedentes, es decir, aquellos que no se implantaron en el útero luego de la fertilización in vitro. En la actualidad, la Ley de Bioseguridad (11.105/ 2005) permite que los mismos se destinen a la investigación, siempre y cuando los padres genéticos no se opongan. “No obstante, cuando no hay consenso entre las opciones de descartarlos, donarlos para investigaciones o implantarlos, muchos de los embriones que se conservan en las clínicas son abandonados o se transforman en objeto de disputa entre los progenitores”, informa, puntualizando que ese tipo de problema podría evitarse si el país dispusiera de una legislación específica.

El Reino Unido constituye una excepción en lo atinente a la normativa del mercado de la reproducción asistida, analiza el médico Luis Bahamondes, del Departamento de Tocoginecología de la Unicamp. “El país tiene todo el tema legislado. Desde cuántos embriones pueden implantarse en una mujer, cuántos de ellos pueden descartarse o donarse para investigaciones en laboratorios, hasta cuándo un niño tiene derecho a conocer su identidad genética”, informa. Si bien no disponen de leyes tan avanzadas, el médico dice que otros países europeos también han reglamentado las prácticas de reproducción asistida. Algunos, como es el caso de Holanda, ofrecen fertilización in vitro por medio del sistema público de salud. Para controlar el flujo transnacional creciente de material genético, los expertos abogan por la necesidad de crear un registro internacional. “En Brasil, aunque la Anvisa certifique que el material que ingresa se encuentra en condiciones sanitarias adecuadas, ningún organismo público registra si algún bebé nació a partir del mismo. Tan solo las clínicas privadas detentan ese control”, dice Machin.

Un procedimiento elitista
En todo el mundo, alrededor del 8% de las parejas son infértiles. Según Bahamondes, entre los factores que causan la infertilidad femenina están las complicaciones por abortos practicados en condiciones precarias y la obstrucción de trompas provocada por enfermedades de transmisión sexual (ETS), afecciones que son más comunes entre las mujeres de bajos recursos. En tanto, la endometriosis, que también puede provocar infertilidad, afecta con más frecuencia a mujeres de mayor poder adquisitivo, por motivos que aún se desconocen. La obstrucción de los conductos deferentes, que pueden provocar la ausencia total de espermatozoides y también son una derivación frecuente de las ETS, es una de las principales razones de la infertilidad masculina, con mayor incidencia entre los varones pobres. “La gente con mayor poder adquisitivo tiene cómo realizar consultas y pagar tratamientos, mientras que aquellos que disponen de escasos recursos financieros, aparte de presentar mayor prevalencia, ni siquiera llegan a realizar una consulta para obtener un diagnóstico e identificar la causa de la infertilidad”, dice Bahamondes. Según el médico, en Brasil, el 95% de los tratamientos de reproducción asistida son accesibles solamente para la gente que ostenta una buena situación económica.

Un tema de salud pública
“Si bien es posible realizar el procedimiento a través del Sistema Único de Salud (SUS), tan sólo algunos centros universitarios ofrecen el tratamiento gratuito para la reproducción asistida”, destaca Sandra Garcia, coordinadora del Núcleo de Población y Sociedad del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap). Según la investigadora, en instituciones tales como el Hospital de Clínicas de São Paulo, las filas son largas y la espera puede demorar hasta cuatro años. “Hasta los 25 años, las posibilidades de que una mujer quede embarazada con la ayuda de estas técnicas son del 30%. Después de los 40 años descienden al 10%, explica Garcia. Entre 2010 y 2014, ella desarrolló el proyecto de investigación intitulada “La reproducción asistida en Brasil: Aspectos sociodemográficos y los retos para las políticas públicas”, e identificó el inicio del aumento de la importación de semen proveniente de Estados Unidos. En cuanto a la donación de óvulos en Brasil, aunque el pago a las donantes no es algo permitido, la investigadora afirma que ellas reciben una compensación financiera que varía entre mil y dos mil reales por procedimiento realizado.

Para Garcia, el derecho a la reproducción debería tratarse como un tema de salud pública, dado que la tasa de fecundidad del país viene decreciendo. “Las innovaciones aparecen cada vez más rápido y el Estado debe intervenir en el proceso de regulación del mercado, merced a un debate público que posibilite encauzar el desarrollo de una legislación específica, que tenga en cuenta las innovaciones tecnológicas y socioculturales”, finaliza.

Proyecto
Tecnologías reproductivas e (in)fertilidad: Regulación, mercado y derechos (2016-2018) (nº 15/20543-4); Modalidad Ayuda a la Investigación – Regular; Investigadora responsable Rosana Machin Barbosa (USP); Inversión R$ 40.848,43

Republicar