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ANTROPOLOGÍA

Estudiosos indígenas revelan una medicina preventiva en la que el bienestar depende de la preservación ambiental

Investigadores de diversas etnias debaten los cuidados del cuerpo desde las perspectivas de cada pueblo

Jaider Esbell, O pajé curando com tabaco, 2020 © Galería Jaider Esbell de Arte Indígena ContemporáneoEn 2009, la sobrina del antropólogo João Paulo Lima Barreto, Luciane, de la etnia Tukano, fue picada por una serpiente venenosa en la comunidad donde vive, en el interior del estado brasileño de Amazonas. Al principio, el dolor y la hinchazón en el pie de la niña, que entonces tenía 12 años, pudieron controlarse mediante prácticas medicinales indígenas como el uso de plantas. Por sugerencia del agente sanitario indígena local, la trasladaron a un centro de salud situado en Pari-Cachoeira, en el municipio de São Gabriel de Cachoeira, para continuar el tratamiento. “Una vez allí, fue atendida por una enfermera que estaba en su período menstrual, según supo posteriormente mi familia al preguntarle al equipo médico. En nuestra cultura, una persona que ha sufrido la picadura de una serpiente venenosa no puede tener ningún contacto con mujeres que estén menstruando”, recuerda Lima Barreto. “Esto empeoró el cuadro de salud de Luciane”.

La chiquilla fue trasladada a un hospital en Manaos, donde el equipo médico sugirió la amputación de su pie izquierdo. La familia se opuso. “Mi padre y dos de mis tíos aseguraron que la amputación no era necesaria. Bastaba con seguir un tratamiento con prácticas indígenas combinadas con medicina alopática. Pero nuestra propuesta fue rechazada por los médicos de ese hospital”, relata Lima Barreto. Con la ayuda del Ministerio Público Federal, la niña fue llevada a otra unidad de salud y comenzó a atenderla un equipo médico que aceptó trabajar en conjunto con los especialistas indígenas. “El tratamiento fue exitoso. Actualmente Luciane está bien, aunque le quedaron secuelas leves, como una mengua de los movimientos del pie”, relata el investigador.

El episodio indujo a Lima Barreto a investigar el tema en su doctorado en el área de antropología que se materializó en la tesis intitulada “Kumuã en kahtiroti-ukuse. Una ‘teoría’ sobre el cuerpo y el conocimiento práctico de los expertos indígenas del Alto Río Negro”, defendida en 2021 en la Universidad Federal de Amazonas (Ufam). En dicho estudio, Lima Barreto postula una revisión de los conceptos adoptados usualmente en los campos de la salud colectiva y la antropología. Asimismo, propone el uso de categorías y términos en lengua indígena. El año pasado, este trabajo fue seleccionado como la mejor tesis de arqueología y antropología por la Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior (Capes) de Brasil y se transformó en un libro, publicado por el Instituto Internacional de Educação do Brasil (IEB).

Uno de los vocablos utilizados habitualmente de manera genérica, según el antropólogo, es “pajé” [voz del tupí-guaraní; payé en castellano: hechizo; en portugués: chamán, curandero, quien realiza la pajelança, su ritual]. “Suele imaginarse al pajé como un viejecito que tiene el poder de transitar entre el universo de los dioses o de los muertos, que habla con los animales, las plantas o los minerales para adquirir poderes sobrenaturales. Se trata de un imaginario imbuido de exotismo que los medios de comunicación, los libros escolares y la propia ciencia han difundido en el seno de la sociedad no indígena”, escribió en un artículo en 2017. Según Lima Barreto, este término, incluso en el idioma tupí-guaraní, no alcanza a traducir la diversidad de funciones que ejercen los expertos en salud indígenas. “En el caso tukano, las palabras para denominarlos son tres: yai, kumu y baya”, le dice a Pesquisa FAPESP. “Todos ellos comparten la misma formación básica, pero cada uno tiene su especialidad de cura. En líneas generales, yai se ocupa de los diagnósticos, mientras que kumu practica los tratamientos. El baya, aparte de ser maestro de fiestas y danzas, también es kumu”. Asimismo, según Lima Barreto, es necesario descolonizar la traducción del término a través del sesgo de la religión. “Categorías y conceptos tales como sagrado, fe, espíritus, rezador, bendecidor, bien y mal son importados de un modelo teológico cristiano y colonizador. Las prácticas del cuidado de la salud y la cura de los pueblos indígenas no se ubican en el campo de la religión o de la teología. Por lo tanto, los kumuã, el plural de kumu, no son religiosos”.

El padre del investigador, Ovídio Lemos Barreto, y dos de sus tíos paternos, Manoel Lima y Durvalino Moura Fernandes, son kumuã y codirigieron la tesis con el antropólogo Gilton Mendes dos Santos, de la Ufam. “Los kumuã son reconocidos ostentadores de los conocimientos indígenas en las tierras del Alto Río Negro. Lemos Barreto, Fernandes y Lima fueron imprescindibles para la investigación que llevó a cabo João Paulo Lima Barreto, para sus inquietudes, descubrimientos y formulaciones”, explica Mendes dos Santos. Según él, su inclusión como codirectores fue una decisión exclusiva del doctorando y suya, y no estuvo supeditada a ninguna instancia formal del programa o de la universidad, que, “desafortunadamente, al igual que otras, no admite dar lugar a estos sujetos y a sus saberes en sus estructuras institucionales académicas”.

Otro concepto que Lima Barreto abordó en su trabajo es el bahsese, “un recurso terapéutico y de comunicación con los waimahsã. Según nuestra cosmología, en el origen del mundo, una parte de los waimahsã fueron elegidos para transformarse en humanos, mientras que los restantes fueron dejados atrás y pasaron a habitar el agua, la tierra y el aire. Ellos suelen vengarse por haber sido excluidos y aún hoy en día traen enfermedades a los humanos”, relata Lima Barreto, quien también es uno de los fundadores del Centro de Medicina Indígena Bahserikowi, con sede en Manaos, donde realizó la investigación etnográfica. “A mi entender, la palabra ‘bendición’, con su sesgo cristiano, no llega a expresar el sentido epistemológico del término tal y cómo lo entienden los tukanos.”

Los investigadores indígenas afrontan grandes dificultades para publicar trabajos y participar de eventos en el ámbito de la salud colectiva, dice Rangel de Souza Machado

Lima Barreto emplea el término “medicina indígena” en lugar de expresiones tales como “saberes ancestrales” y “conocimiento tradicional”. “Estas calificaciones deberían ponerse en tela de juicio, porque transmiten la idea de que los indígenas tienen una forma de conocimiento menos legítima, inferior, porque no es científica. El trabajo de Lima Barreto demuestra que son otras formas de conocimiento y deben respetarse como tales”, dice el antropólogo João Pacheco de Oliveira, docente de la Ufam y del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

La médica sanitarista Sofia Mendonça coincide. “En efecto, puede hablarse de medicinas indígenas, así, en plural, porque se erigen como sistemas sofisticados con prácticas de prevención y cura que varían mucho entre las distintas etnias. La terminología también suele cambiar y la palabra ‘pajé’, por ejemplo, puede tener sentido y ser utilizada por algunos grupos indígenas, como los del Xingú”, dice Mendonça, coordinadora del Proyecto Xingú, un programa de extensión universitaria de la Escuela Paulista de Medicina de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). “Pero, independientemente de los rótulos, es importante valorar este conocimiento, que incluso puede ampliar nuestra mirada al respecto del proceso de enfermar.”

“No puede decirse que la biomedicina sea mejor que la medicina indígena y viceversa, porque ambas tienen sus limitaciones. Lo ideal es que puedan practicarse de manera conjunta”, añade el oftalmólogo Rubens Belfort Junior, profesor titular de la Unifesp. Y recuerda que esta concepción fue la que orientó la creación del Proyecto Xingú, en 1965, concebido por Roberto Geraldo Baruzzi (1929-2016), de la misma universidad, y por el explorador sertanista Orlando Villas-Boas (1914-2002), en aquel entonces director del Parque Indígena del Xingú, situado en el centro-oeste brasileño. “Así, el médico que practica una medicina occidental y el experto en medicina indígena aprenden uno del otro”, dice Belfort Junior, quien ingresó al Proyecto Xingú en los años 1970 y, desde la década de 1980, trabaja en proyectos de salud ocular en la región norte del Brasil, en los cuales se incluyen indígenas y otras poblaciones locales.

Este debate no es nuevo. Según Pacheco de Oliveira, el antropólogo, médico y radiodifusor Edgard Roquette Pinto (1884-1954) escribió en “El ejercicio de la medicina entre los indígenas de América”, título de su tesina final de la carrera de grado en 1906, en la que entonces era la Facultad de Medicina de Río de Janeiro (actualmente incorporada a la UFRJ), que las sociedades indígenas producían conocimiento sobre enfermedades y ese conocimiento debería ser objeto de investigación e incorporación a la sociedad no indígena. “Incluso registró que existían técnicas para tratar enfermedades psicológicas, y eso en una época en la que el psicoanálisis recién empezaba a levantar vuelo en el mundo”, dice Pacheco de Oliveira, uno de los pioneros de los estudios poscoloniales en Brasil.

“Desafortunadamente, todavía hay una gran resistencia de parte de los profesionales de la salud a incorporar estos conocimientos indígenas tanto en la práctica como en el ámbito académico”, dice el médico Douglas Rodrigues, coordinador del Consultorio Externo Indígena [Ambulatório do Índio], vinculado a la Unifesp. “Resulta difícil, por ejemplo, romper con la mirada etnocéntrica que menosprecia otros conocimientos, como el conocimiento indígena. Pero cabe recordar que, así como el médico que ejerce la medicina occidental cursa, por lo general, seis años de carrera y cuatro de residencia, la formación de un pajé del Alto Xingú puede demandar hasta dos décadas”, informa. Según Rodrigues, en los últimos 20 años, los debates sobre el encuentro de las distintas tradiciones médicas han mostrado avances en el campo de la antropología a través de conceptos como el de “intermedicalidad”, concebido en la década de 1990 por el antropólogo estadounidense Shane Greene. Para Greene, esta integración suele traducirse en una forma de dominio de la biomedicina sobre la medicina indígena. “La biomedicina y otras áreas de la salud deberían debatir más sobre esta cuestión”, sostiene.

“Desde la época colonial, las prácticas de cura no europeas eran atribuidas a la hechicería y la magia presentes en el cotidiano de la población local y cobraban relieve como propias de las culturas indígenas y africanas”, escribe la historiadora Diádiney Helena de Almeida, de la etnia Pataxó, en uno de los capítulos de la compilación Vozes indígenas na produção do conhecimento: Para um diálogo com a saúde coletiva (Hucitec, 2022). “En el siglo XIX, los médicos no reconocían la relevancia ni la existencia de sistemas y prácticas que, fuera del ámbito científico de la medicina, pudieran considerarse viables y eficientes en el tratamiento de las enfermedades. Pero este descrédito siempre se circunscribió al ámbito de la retórica, ya que, en la práctica, observaban y experimentaban con prácticas curativas socialmente reconocidas, fundamentalmente en lo que atañe al uso de hierbas”.

La referida publicación es fruto de una colaboración entre la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz (ENSP-Fiocruz) y un grupo de investigadores indígenas de diversas regiones de Brasil. “Aunque desde principios del siglo XXI ha crecido la cantidad de estudiantes indígenas en la educación superior brasileña, estos investigadores aún se topan con grandes dificultades para publicar sus trabajos y participar de eventos en el ámbito de la salud colectiva”, afirma el sociólogo Felipe Rangel de Souza Machado, investigador de la escuela y uno de los organizadores de la iniciativa. “Aparte del prejuicio, algunos de ellos se enfrentan a cuestiones relacionadas con el hecho de tener al portugués como segundo idioma y a la falta de referencias bibliográficas indígenas”.

El cuerpo editorial de la publicación está compuesto por investigadores indígenas, como el propio Lima Barreto, por ejemplo. Asimismo, los 21 artículos tienen como primer autor a investigadores pertenecientes etnias de todo Brasil. “Se debate sobre educación y territorio, por ejemplo, porque la salud es un concepto muy amplio desde la perspectiva indígena. Se trata de una medicina en la que el bienestar humano está intrínsecamente vinculado al territorio y al respeto del medio ambiente”, comenta Rangel de Souza Machado.

“Los pueblos indígenas se movilizan por el derecho a una salud que respete sus especificidades culturales”, señala De Almeida, doctora en Historia de las Ciencias y de la Salud por la Fiocruz y docente de la Universidad Estadual de Santa Cruz (Uesc), en el estado de Bahía. Un ejemplo de ello, según la estudiosa, es Hitupmã’ax: Curar, producido por estudiantes de la etnia Maxacali de la carrera de Formación Intercultural de Educadores Indígenas de la Universidad Federal de Minas Gerais (Fiei-UFMG). “Se trata de un libro escrito para servirles como manual a los profesionales de la salud que son enviados a ese territorio. Entre otras cosas, los maxacalis denuncian los constantes cambios de los equipos médicos, que van en detrimento de la atención”, dice De Almeida sobre la publicación lanzada en 2008 por la UFMG y el Núcleo Literaterras, de la Facultad de Letras de la misma institución. “Son ideas que aportan una experiencia intercultural riquísima y deberían ser de lectura obligatoria en las carreras de formación de profesionales de la salud en general”, culmina diciendo la historiadora.

Artículo científico
BARRETO, J. P. L. Bahserikowi – Centro de Medicina Indígena da Amazônia: Concepções e práticas de saúde indígena. Amazônica – Revista de Antropologia. v. 9, n. 2, p. 594-612. 2017.

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