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Difusión

La ciencia que el periodismo destaca

Un estudio demuestra de qué manera los “correos electrónicos de embargo”, que anticipan los resultados de artículos científicos a los profesionales de la prensa, multiplican las menciones en los medios sociales e incluso las citas en otros artículos

Filograph / iStock / Getty Images Plus

Un grupo de investigadores de Alemania analizó los efectos de una práctica centenaria en el periodismo de ciencia, que consiste en la divulgación anticipada de artículos científicos a los profesionales de la prensa, con el compromiso de que la información solo se dará a conocer una vez publicados oficialmente esos trabajos. Los “correos electrónicos de embargo”, elaborados por los editores de los periódicos científicos, sirven para destacar los resultados de las investigaciones de interés científico, periodístico y social que serán publicados en revistas científicas, como así también para darles tiempo a los reporteros para elaborar una cobertura completa y meticulosa. Quien publique la noticia antes de la fecha acordada se expone a sanciones que incluyen dejar de recibirlas.

Los autores del estudio, vinculados a la Universidad de Kiel, al Centro Leibniz de Información Económica y al Centro Alemán de Medios de Comunicación Científicos, analizaron 715 artículos mencionados en el sistema de correos electrónicos de embargo entre 2016 y 2017 en 78 revistas, en su mayoría del campo de las ciencias de la vida, y los compararon con los papers de esas mismas revistas que no habían sido recomendados. Cuatro años después de su publicación, los artículos seleccionados habían tenido una repercusión considerablemente mayor que los otros en los medios sociales y en los sitios web periodísticos. El promedio de menciones en Twitter, por ejemplo, llegó a ser de 114,8 para los artículos destacados, frente a 24 solamente para los del grupo de control. En la prensa tradicional, el rendimiento de los artículos embargados llegó a ser hasta 10 veces superior. La repercusión también fue alta entre los propios investigadores: los trabajos seleccionados obtuvieron un promedio de 26,3 citas en otros artículos, en comparación con un promedio de 14,6 que sumó el grupo de control. El estudio salió publicado en la edición de febrero de la revista Scientometrics.

La idea de que las investigaciones divulgadas en los medios de comunicación logran mayor visibilidad tanto dentro como fuera del ámbito académico ya había sido sugerida en varios trabajos. Uno de los más conocidos, publicado en 1991 por un psicólogo de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos, apuntaba evidencias de que los artículos de la revista The New England Journal of Medicine (NEJM) divulgados por el periódico The New York Times (NYT) recibían un 70 % más de citas que los que no se publicaban; durante una huelga en la que el diario neoyorquino siguió saliendo pero no se distribuía, los papers de NEJM retratados en reportajes del periódico perdieron esa ventaja. Un trabajo reciente realizado por un científico de la información de la Universidad Estadual de Wayne, en Detroit (EE. UU.), analizó el impacto de los press releases sobre los artículos científicos difundidos por el servicio de noticias Eurekalert! en la prensa y en las redes sociales. Pudo comprobarse que ese servicio gestionado por la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (Aaas) para la distribución de releases de cientos de publicaciones a más de 21.000 periodistas, era la segunda fuente de referencia de comunicados de prensa para la empresa Altmetrics.com, que proporciona métricas alternativas a las citas, tales como la cantidad de descargas y de compartición de artículos en las redes sociales.

Pero el trabajo de los investigadores alemanes es el primero en evaluar la influencia del sistema de embargo, una práctica instituida en la prensa a principios del siglo XX que a partir de la década de 1920 se erigió como estándar de divulgación de las revistas científicas. En los años 1970, la importancia de difundir una investigación en los medios de comunicación una vez que la misma había sido publicada en una revista se justificó aún más cuando los editores adoptaron la llamada regla de Ingelfinger, según la cual una revista científica no puede publicar hallazgos que ya hayan sido divulgados en otra publicación. Ese nombre alude al gastroenterólogo alemán Franz J. Ingelfinger, radicado en Estados Unidos, quien en 1969, cuando se desempeñaba como editor en NEJM, la creó para garantizar la originalidad del contenido de los artículos científicos. Hoy en día, con la publicación de manuscritos preliminares sin revisión por pares en los repositorios de acceso abierto, esa regla se ha flexibilizado. La mayoría de las revistas aceptan publicar artículos divulgados previamente en el formato de preprint.

Para los periodistas científicos es inviable monitorear la avalancha de investigaciones que se divulgan a diario

Más allá del interés de los editores científicos por mantener un control estricto del contenido de las revistas, los correos electrónicos de embargo se han transformado en una herramienta sumamente útil para los periodistas frente a la avalancha de investigaciones que se divulgan a diario. Los autores del artículo en Scientometrics señalan como ejemplo al banco de datos de citas de la base Scopus, que recibe 5.500 textos por día, casi cuatro por minuto. “Una revisión general de todos los resultados de las investigaciones publicadas recientemente es sencillamente impracticable. Ello explica por qué gran parte de la atención periodística se centra en un número reducido de unas 8 a 10 revistas, muchas de ellas del campo de las ciencias de la vida”, dijo una de las autoras del estudio, Sophie Rotgeri, periodista científica del Centro Alemán de Medios de Comunicación Científicos, en un texto publicado en la revista alemana DUZ, que también firma como coautora la investigadora Irene Broer.

No obstante, los investigadores teutones plantean restricciones acerca de los efectos de este tipo de embargo. Argumentan que en un ambiente académico que asigna gran valor a métricas tales como las citas, la ventaja que obtienen los artículos que consiguen ser divulgados en los medios puede incidir en la precisión de los indicadores de evaluación de la producción científica. “Es posible que el aumento del impacto no guarde relación con el valor intrínseco de la publicación, sino con la atención que se le ha brindado”, afirmaron Rotgeri y Broer. Y más grave todavía es la posibilidad de que haya papers recomendados por motivos subjetivos y arbitrarios, como en el caso de un editor que quiera favorecer a un amigo o a un tema de investigación de su interés. Entre las posibilidades planteadas por los autores para prevenir sesgos se incluye el desarrollo de herramientas automáticas para la selección de los artículos, siguiendo criterios objetivos, o bien la participación de intermediarios en el cribado y la elección de los papers recomendados, para reducir la influencia de los editores. Asimismo, los periodistas deberían reflexionar sobre la posibilidad de aparición de sesgos y, en la medida de lo posible, ampliar la selección de fuentes, dice Rotgeri. “El periodismo no es un vocero de la ciencia, sino que interviene principalmente para proporcionar al público información crítica. Ello también significa cuestionar los métodos, resultados e implicaciones de las investigaciones”, escribieron Rotgeri y Broer.

Los periodistas brasileños están habituados a lidiar con las reglas para obtener acceso a artículos de revistas internacionales, pero la publicación bajo embargo de investigaciones científicas publicadas por las revistas nacionales es una experiencia reciente. Hace dos años se creó en São Paulo la agencia Bori, dedicada a la selección de estudios con interés periodístico, la producción de press releases sobre su contenido y su envío, con antelación, a una lista de 2.000 periodistas. Según la periodista Sabine Righetti, una de las fundadoras de la agencia e investigadora del Laboratorio de Estudios Avanzados de Periodismo de la Universidad de Campinas (Labjor-Unicamp), uno de los retos de esta iniciativa consiste justamente en realizar una selección de artículos basada en criterios objetivos. “Analizamos unos 500 artículos por semana y divulgamos tan solo el 1 % de eso”, explica. La agencia recibe con antelación estudios que serán publicados en revistas brasileñas. Mediante un acuerdo con la biblioteca SciELO, que cuenta con más de 300 revistas de acceso abierto, y con la Asociación Brasileña de Editores Científicos (Abec Brasil), se abrió un canal entre la agencia y los editores de las revistas para garantizar el acceso anticipado a los papers.

La elección de los artículos que serán publicados por Bori tiene en cuenta una combinación de cinco criterios. En primer lugar, los resultados del trabajo tienen que ser inéditos; no se divulgan investigaciones que ya hayan sido noticiadas. También es necesario que los hallazgos tengan la calidad y el atractivo necesario como para despertar el interés de los periodistas. Los temas deben tener una connotación pública e impacto en la vida de la gente. Por último, se considera la diversidad de las fuentes (por cada estudio cuyo vocero sea un varón debe haber otro con una mujer como fuente) y de temas (deben considerarse todos los campos del conocimiento). “Si acabamos de tratar un tema, evitamos divulgar a continuación otro estudio sobre ese mismo tópico, al tiempo que procuramos incluir trabajos procedentes de todas las regiones del país”.

Righetti dice que el servicio fue creado para atender a las demandas de la prensa y a veces esto no se comprende cabalmente. En cierta ocasión, un editor de una revista no estuvo de acuerdo en la elección de un artículo para su difusión, argumentando que otro paper de la misma edición era más relevante. “Fue curioso, porque el artículo que habíamos seleccionado fue uno de los que tuvo mayor repercusión en la prensa en toda la historia de la agencia”, dice. Para el presidente de Abec Brasil, Sigmar de Mello Rode, investigador de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), el interés periodístico es la pauta más adecuada para la selección de artículos. “En Brasil, los editores de los periódicos científicos generalmente no tienen una formación en divulgación científica. Pueden opinar al respecto de la importancia científica de los artículos, pero el periodista está capacitado para evaluar con mayor precisión aquello que puede despertar más el interés del público”, sostiene.

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