El 28 de febrero, la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos (USPTO), dictaminó que las patentes de la herramienta Crispr-Cas9 para la edición de genes en células vegetales y animales (eucariotas) le pertenecen al Instituto Broad, vinculado a la Universidad Harvard y al Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). La resolución procura ponerle fin a años de disputas entre el equipo del Broad, por un lado, y el grupo de la Universidad de California en Berkeley y de la Universidad de Viena, en Austria, por el otro, donde trabajaban, respectivamente, la bioquímica estadounidense Jennifer Doudna y la genetista francesa Emmanuele Charpentier (actualmente en el Instituto Max Planck de Alemania). Las investigadoras presentaron en 2012 la idea de que una enzima (Cas9) podía ser guiada por una cadena simple de ARN para editar el ADN de las células, lo que les valió el Nobel de Química de 2020. Pero el bioquímico Feng Zhang, del Instituto Broad, fue el primero en demostrar, en octubre de aquel mismo año, que la estrategia funcionaba en células de mamíferos. Por entonces, la USPTO consideraba como autor de la invención a quien concebía la técnica y probaba que era posible ponerla en práctica (Science, 1º de marzo; Nature Biotechnology, 14 de marzo).
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