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Walnice Nogueira Galvão

Walnice Nogueira Galvão: La doncella guerrera

La estudiosa presenta nuevos libros y mantiene su sabia audacia al hablar con propiedad de la realidad y la cultura

“Porque la cabeza de uno es una sola, y las cosas que hay y que están por haber son demás de muchas, mucho más grandes diferentes, y uno ha de precisar aumentar la cabeza en total”: esa frase, de Guimarães Rosa (1908-1967) en “Gran Sertón: veredas”, describe a la perfección el tipo de intelectual raro que es la crítica literaria y docente titular de teoría literaria de la USP, Walnice Nogueira Galvão; por cierto, una referencia obligatoria cuando el tema son las obras rosianas o las de Euclides da Cunha (1866-1909), sobre las cuales ella escribió innumerables libros. Finalmente, Walnice también escribe, con mucha propiedad, sobre cine, política, teatro, música, cultura y, entre otros tantos asuntos, hasta sobre el Carnaval, como se podrá leer en “Al ritmo de samba: una lectura del Carnaval carioca”, su libro más reciente junto con “Mínima mímica: ensayos sobre Guimarães Rosa (editado a fines del año pasado por la Compañía das Letras), que se presentará en julio, por parte de la Editora de la Fundación Perseo Abramo. Sabiamente, durante la entrevista ella prefirió definirse con otra frase extraída del épico libro de Rosa: “Yo no se casi nada, pero desconfío de casi todo”. Más que mera humildad, la referencia revela el motor de la generación que la moldeó: la curiosidad sobre el mundo. Es de ese material del que están hechos (y del cual ella también está compuesta) los intelectuales con “I” mayúscula que la influenciaron: Antonio Candido (de quien fue asistente), Gilda de Mello y Souza, Décio de Almeida Prado.

“¿Qué interés pueden presentar las cosas que digo? Yo preferiría una entrevista en la que pudiese hablar de Guimarães Rosa, de Euclides da Cunha, que hablar de mí misma. Soy una persona que prefiere cultivar el bajo perfil y me siento rara  cuando soy el centro de la discusión en lugar de las figuras notables que yo estudio”, fue como abrió nuestra conversación. En ese punto, hagámosle justicia: fueron 20 años estudiando Os sertões [Los sertones] y tantos más dedicada a Grande sertão: veredas, de cuyas ediciones definitivas ella fue responsable. No parece haber nada al respecto de esos dos autores que ella desconozca. Pero también estamos obligados a disentir con Walnice: pocos pensadores brasileños aún se interesan por reflejar la realidad presente y en analizar la cultura en sus dimensiones políticas y sociales. De ahí que las “cosas” que ella habla tengan efectivamente un gran interés, tal como lo son las ideas de los verdaderos intelectuales, contrariamente de  aquéllos que, tal como observa en su libro “Las formas de lo falso”, “se hallan presos de sus privilegios y que aquí existen y producen, pero mirando de reojo a la última moda de las agencias centrales de cultura”. Walnice, en cambio, logra, por ejemplo, integrar la literatura de la Guerra de Canudos con la política norteamericana actualísima en Irak. “Del mismo modo que en Canudos, ese conflicto camufla los intereses económicos y políticos como si fuesen una lucha del bien contra el mal, del patriotismo contra la subversión”. Durante los años 1960 reveló el funcionamiento evasivo de las canciones de protesta; en el auge de la popularidad de Jorge Amado escribió un artículo en el que lo trataba de sádico, paidófilo y exhibicionista; más recientemente promovió dudas acerca de la calidad literaria de un “consagrado” tenido como intocable como el escritor Rubem Fonseca. La osadía forma parte de la vida de esta “doncella guerrera”, nombre que titula, a la vez, uno de sus libros.

No se trata de una mera polémica gratuita, sino de prioridades. “Lo que no trago es lo superficial, lo endeble, lo malo. El Diccionario Houaiss contiene 400 mil palabras. La radio, la televisión, la literatura que se hace actualmente apenas utiliza 20 mil. Estamos dejando afuera 380 mil palabras”, afirma. Eso tiene un gran peso en boca de quien retrató la grandeza de Rosa porque “fue en su pluma que nuestra lengua literaria alcanzó nuestro más alto nivel: nunca antes y sobre todo nunca más, la lengua tuvo mayor desarrollo en todas sus virtualidades”. Pese a ello, Walnice es optimista: respecto a los jóvenes, a la literatura, a mundo y a Brasil. Pero en un tono mesurado, en eco a Guimarães Rosa: “Cualquier amor representa un poquito de salud, un descanso frente a la locura”.

Efemérides tales como el centenario del natalicio de Guimarães Rosa o de la muerte de Euclides da Cunha, más que homenajes suscitan una buena reflexión: se creaba tanto y con tanta grandeza en ese entonces… Hoy nos contentamos con reproducir lo que ellos hicieron. ¿Usted concuerda?
No se si estamos cada vez más pobres intelectualmente, y si cuando una cosa no progresa eso significa una decadencia permanente. Tengo la impresión de que tal vez ese marasmo sea sólo una etapa que estamos atravesando. Pero coincido en que nos hallamos en una fase en la que predomina la intertextualidad, esa constante necesidad de establecer un parámetro con las obras clásicas, en lugar dar un paso adelante y crear algo nuevo. Eso mismo conlleva una falta de creatividad: en este caso nos referimos a la literatura, pero puede aplicarse al arte en general, al cine, a la historia, etc. En la literatura es demasiado evidente, pues, de unos años hacia acá, todo es intertextualidad, todo hace referencia a “otra obra” o a “otro autor”. Gente como Guimarães no precisa de esa “referencialidad”. Doy un ejemplo práctico: Fui requerida por una editorial para dar una opinión sobre una novela francesa actual. El autor escribió una novela íntegramente basada en otra inglesa del siglo XIX y quiere hacernos creer que su vida tendría un paralelo con aquella novela. ¡La novela entera es eso! ¡Una cosa así no tiene nombre! Gente como Guimarães no necesitó de esa “referencialidad” y no imaginaría algo así. Personalmente, me siento ansiosa por ver cuando será superado, y creo que lo será. Estamos viviendo en un período en el cual existe tal cúmulo de paradigmas, tal necesidad de que sean revistos, y al mismo tiempo una era de gran interferencia de las nuevas tecnologías. Tengo la impresión de que de esa conjunción surgirá algo.

En general, la gente se muestra pesimista al respecto de las nuevas tecnologías. ¿Usted cree que pueden ayudar?
Seguro que sí. Observe cómo los niños y adolescentes lidian con las nuevas tecnologías: es una cosa absolutamente asombrosa. Para mí, la salida vendrá por ese lado, ya que estamos asistiendo al nacimiento de una nueva forma de escribir que no es la tradicional y, por consiguiente, no se halla sujeta al “más de lo mismo”. Nosotros estamos muy mal acostumbrados aquí en Brasil: por ejemplo, lo que aún marca mucho a la gente es el Modernismo, la Semana del Arte Moderno, aunque eso haya ocurrido hace casi cien años. Estamos, sin embargo, habituados a estudiar aquel impacto, que fue fruto de una extensa trasgresión y ruptura, de una creatividad enloquecedora. Por ende, queremos eso en todo y no es así. Insisto con que estamos atravesando una etapa, aunque ya demora bastante tiempo, donde no existe esa ruptura, esa trasgresión, esa creatividad liberada. La gente viene haciendo algo más fácil, donde todo lo que se hace precisa contar con una referencia en el pasado, la mentada intertextualidad, cuando un ser dialoga con otro. Eso no sucede sólo en Brasil, sino en el mundo entero. Vivimos una fase más lenta en la producción de pensamiento y de todo lo que varía el ritmo de esas cosas. Pero hablábamos de mi optimismo al respecto de las nuevas tecnologías. Aun cuando pienso que existe un movimiento anunciando el fin de la literatura, miro a mis nietos, pienso en la serie de Harry Potter y me veo obligada a disentir, pues surgió una escritura que interesa a los niños. ¡Especialmente a los niños, que presentan déficit de atención y no son capaces de leer una página porque están tan tomados por lo visual, ni saben seguir un razonamiento completo tal como lo es la literatura! Me regocijo al ver que la literatura y el “libro” no están muriendo. Un niño de 7 años lee un tomo de Harry Potter en un fin de semana y es preciso casi “darle un tirón de orejas” para que pare de leer y haga otras cosas. Resulta muy interesante ese fenómeno. Hace más de 200 años que no vemos esas novelas de folletín, que denomino novela torrencial, que no acaba nunca. Quiero decir, tal como aquellas películas del tipo de “Duro de matar” o “Máquina mortífera”, que tienen continuación: dos, tres, cuatro… Es un fenómeno asombroso el contenido de esas cosas, pero también es cierto que los niños están redescubriendo la lectura, ahora que se hallan en el mundo de lo visual, ¿no es cierto? Yo creo que nosotros directamente no sabemos nada de esas cosas. Y ellos están allí en las computadoras, charlando en su idioma, una lengua nueva, llena de posibilidades para la creación de lo nuevo.

Resulta curioso y a la vez placentero, oír a una intelectual hablando sobre libros infantiles y películas de Hollywood.
Según mi entender, la imagen y la escritura no son dos universos, sino dos lenguajes. Todos son lenguajes. También me atraen las artes plásticas, frecuento muchas exposiciones; me gusta mucho la música también, siempre oigo óperas; y me gusta mucho la música popular, el teatro. Soy muy curiosa y me interesa todo lo que tiene que ver con el arte: no veo ninguna incompatibilidad, sino sólo diferentes lenguajes de comunicación artística. Ahora, por ejemplo, está por salir un libro que hice sobre el Carnaval carioca, al que me acerqué por mi gusto por la música popular. No se trata de una historia del Carnaval, de un intento por interpretar el Carnaval carioca a través de su historia, de su desarrollo presente, tanto como mi interés de cómo es actualmente. Fui a Venecia, a Nueva Orleans, a Niza y a Munich, sin embargo, sólo el brasileño me impresionó. Hay quienes dicen que es el mayor espectáculo de la Tierra, pero esa monumentalidad es funcional a ciertos intereses, lo mismo que su explotación y comercialización: es la representación anual del mito de la democracia racial. En las letras de los “enredos” [samba de carnaval], por ejemplo, se canta y se muestra que somos una democracia racial. Eso es mentira, evidentemente, pero ese mito sigue representándose. Ésa es la verdadera confusión del Carnaval, más allá de los “sambas-enredo”: el enredo profundo es ése. El país entero exaltando al negro y al mestizo durante tres días y,  el resto del año, siguen siendo oprimidos y explotados.

Usted evidencia siempre preocupaciones políticas y sociales en sus trabajos. ¿Cree que forman parte del ser  intelectual?
No sabría decir si es algo obligatorio. Conozco muchas obras de arte realizadas por personas completamente enajenadas, que vivían en las nubes, pero crearon trabajos maravillosos. No resulta obligatorio, aunque si solidario. Sería muy bueno que todas las personas se preocupasen por el mundo en el que viven y por el resto de las personas también. Recuerdo una frase muy bonita de Sartre. Cierta vez le preguntaron si sentía remordimiento por no haber hecho algo en su vida, y contestó: “Me gustaría haber prestado mayor atención a mis vecinos”. El mundo actual se halla muy necesitado de cabezas pensantes que no cierren los ojos, pero no quiero hacer proselitismo, ¡por el amor de Dios! [risas]. Aprendí a ser así con Antonio Candido. Presté atención a su camino de militancia, pues él siempre se preocupó y participó. Otra cosa que registré es que Guimarães Rosa se hallaba repartido entre el sertón y el mundo. Él era un cosmopolita, un políglota, pero estaba todo el tiempo escribiendo sobre el sertón, recuperando su lenguaje y sus fábulas. Ciertamente, era un hombre con un pie en cada lugar y no conseguía quedarse quieto, un hombre internacional que no renegaba de poseer un alma sertaneja.

Su trayectoria personal sigue un poco ese movimiento. Usted se fue del Mackenzie [la Universidad Presbiteriana Mackenzie] y recaló en la Facultad de Filosofía de la USP [Universidad de São Paulo] en la calle Maria Antônia, un centro de pensamiento político…
Atravesar aquella calle fue algo que cambió mi destino. Yo estudiaba en el Instituto Mackenzie y fui a hacer un cursillo en el Grêmio [el Centro de Estudiantes de Filosofía/ USP]. Ahí mi cabeza cambió para siempre, un momento importantísimo en mi vida, con toda la responsabilidad que devino y todos los problemas que aparecieron con esa decisión. Yo pasé el año 1968 en Maria Antônia y a cualquiera le era imposible no inmiscuirse en la militancia más radical. Hasta actué como seguridad en el Teatro Oficina [enclave contestatario y de resistencia de la época], protegiendo a los actores de Roda Viva de los terroristas de extrema derecha. Eleven los brazos al cielo, porque ya no existe ninguna posibilidad de dictadura en este país. Ahora que las cosas están más calmas, ¿los jóvenes están apáticos? No todos, pero no hay tanta motivación para luchar. Yo comprendo eso también. La dictadura es una cosa que destruye a las personas y está bien que las cosas estén mejores y que algunos jóvenes puedan estar apáticos. Pero no creo que todos lo estén, no. Últimamente considero que el panorama nacional e internacional se puso muy interesante. La derecha quiere que los hombres no piensen, que pierdan interés en la política. Lo consiguieron en Estados Unidos y lograron que los jóvenes no votasen hasta la elección de Obama. Por eso es que yo te digo: no vamos a quedarnos lamentando la decadencia y repitiendo que antes estábamos mejor. ¡Noten el cambio! Las cosas malas se van acumulando hasta que un día sobreviene un cambio estrepitoso, como fue la elección de Obama. Nunca pensé que vería algo así, que eso sólo ocurriría dentro de 200 años. Esa elección es un gran soplo de esperanza, de que no todo está perdido. Si eso es causado por los jóvenes, estamos asistiendo a un momento muy interesante en la historia de Brasil y del mundo, es revitalizador. Aunque nos estamos quedando atrasados dentro de América Latina, porque ya existen dos mujeres presidentes. Nosotros aún no tuvimos un negro ni una mujer en la Presidencia.

Existen relativamente pocas mujeres creadoras…
Pocos negros también. Muéstreme a los negros que compusieron una gran obra literaria o que hicieron una gran pintura, ¿dónde están? Si no se educa, y eso durante varias generaciones, no los habrá nunca, ya que ése es un proceso lento. Hoy en día pensamos poco en la educación.

¿Cuál es la gran tendencia actual?
El fundamentalismo religioso. El capitalismo es racionalista y lógico por definición. ¿Y cómo se explica eso? Pensábamos que después de la Revolución Francesa eso se había acabado y que la sociedad sería enteramente laica y racional, pero no es así. ¿Usted cree que sólo en Brasil está la Iglesia Universal del Reino de Dios? En todo el mundo está habiendo un vuelco hacia la religión. Tengo la impresión de que se trata de una consecuencia derivada del consumismo. Si montamos una sociedad global y se dice que el objetivo de la vida es adquirir bienes materiales, que es importante tener cosas, llega un momento en que se necesita de Dios, porque resulta todo muy chato, sin valor. En ese consumismo, tenemos que consumir sin tregua, compramos un coche ahora y ya sale otro mejor, tenemos que desechar ése y comprar otro, después otro. Eso genera insatisfacción, y el principio del capitalismo es la insatisfacción, entonces sobreviene una carencia de valores, de espiritualidad, falta un ámbito que no sea tan insípido, tan material. El giro religioso, con el cual yo no simpatizo ni un poquito, evidentemente está asociado con el capitalismo, resulta un complemento indispensable para la materialización del capitalismo. Yo pensaba, y no sé si aún no lo pienso, que eso sería algo que el arte podría proporcionar. Veo al arte, en una sociedad laica, racionalista y atea, como un sucedáneo de la religión. Pero parece que eso no es suficiente, tiene que existir la religión como algo natural para suplir esa carencia que el consumismo genera. Ahora bien, tenemos dos maneras de pensar ese fenómeno de desencantamiento con el mundo. La gente de la Escuela de Francfort piensa que la racionalización fue imperfecta, por eso quedan muchos residuos mitológicos y religiosos que actualmente resurgen. También podemos seguir otro camino, si pensamos en el exceso de razón, tal como dice Freud, eso genera exactamente esas insatisfacciones. Para vivir socialmente, tenemos que renunciar a nuestros instintos, si no, no sirve, pues cualquiera tomaría por la garganta al otro, especialmente de los dos instintos que son más fuertes, la sexualidad y la agresividad. Entonces, ¿qué es lo que sucede? Somos infelices, es lo que él denomina como el malestar en la cultura. Tal vez ese desencantamiento con el mundo pase por ahí, por esa represión excesiva de nuestro comportamiento. De tal manera, yo no creo que el fundamentalismo islámico sea peor, por ejemplo, que el fundamentalismo de Estados Unidos, o que el brasileño. Cualquier forma de fundamentalismo es errónea. Creo que es una propaganda norteamericana inventar que el fundamentalismo malo es sólo el del Islam. Por el contrario, considero que es necesario apoyar más a Irak, pues no era necesario que ellos se aliaran con lo peor de acá. No estoy diciendo que sea bueno aquello, pero es preciso que reconozcamos que nosotros no estamos en el fin del fundamentalismo.

La actual crisis económica, ¿también puede entenderse como una forma de “desencantamiento” forzado del mundo?
Debemos terminar con eso, con ese incentivo al consumo creciente. Si no, sucede lo que sucedió, es imposible que una economía sobreviva así; entra en crisis. Sería fantástico si se incentivase a la gente a pensar más en ello. Si la crisis produjese un buen cimbronazo en las personas sería una buena consecuencia. Me asalta la duda de ¿para qué? ¿Para lograr otros bienes materiales? Siempre me quedo pensando por qué las personas muy ricas necesitan tanto dinero: ¿es preciso tener dos yates? ¿Uno sólo no alcanza? No entiendo muy bien eso de querer siempre más y no notar lo que eso acarrea para la gente y también para el planeta. Es la primera vez en la historia que existe la posibilidad de destruir el planeta. Por eso estamos desacelerando, pero estamos desacelerando tan lentamente que da miedo, ¿no es así? ¿Será tal vez que, cuando finalmente paremos, aún quedará en pie alguna selva, aún quedará agua? Todo se presenta muy apocalíptico, pero creo que estamos mejorando, ¿tú no lo crees?

¿Aquí también? ¿Qué piensa usted del gobierno de Lula?
Yo nunca imaginé que un obrero nordestino llegaría al poder. Brasil tiene una muy buena reputación en el mundo, pues él está resolviendo muchos problemas sociales, está resolviendo la pobreza, está administrando muy bien los recursos naturales, no está haciendo tonterías, está procurando una independencia internacional, está realizando negocios con China, con los países africanos y otros países del mundo. Yo veo eso, de unos años a esta parte, un aumento del optimismo y de la esperanza. Existe una mayor preocupación social. Surgió una nueva clase en Brasil, surgió la clase C, que ya no responde a los formadores de opinión, pues cuenta con su propia opinión. Vean la segunda elección de Lula. Todos los medios lo daban por muerto, pero él sólo perdió aquí en São Paulo, que es el bastión de la derecha en Brasil. No debiera serlo, ya que somos el polo del modernismo de Brasil, el capitalismo de São Paulo es de lo más avanzado. El estado es modernizador en cuanto a la economía, aunque no en la política.

Sería interesante si tuviésemos nuevamente en Brasil las literaturas regionales, para dar cuenta de eso…
Eso es un poco el correlato de la globalización, porque hace que todo quede igual, ¿no es cierto? Va equiparando todo, pero aun no lo logró y ojalá que nunca suceda, pero tiende a ello. En Brasil también existen intereses económicos. Vea, el único intelectual que conozco que no cambió su domicilio es Benedicto Nunes, quien aún vive en Pará. Hasta los artistas se mudaron. ¿Dónde viven Caetano o João Ubaldo Ribeiro? En Río de Janeiro. Tal vez la diversidad no esté siendo modernizada, sino solamente cambiando el foco. Eso que se habla del axé, esa pasteurización de la cultura bahiana: parece que existe una concentración en un determinado punto, cosas que son rotuladas como “bahianidad”, tales como el axé, el “trio elétrico” [camiones con escenarios], Ivete Sangalo. Puede ser que eso acontezca, como un orden natural de las fuerzas sociales, pero también puede ser que exista algo moviéndose por debajo que la gente no ha visto. No creo que esté sucediendo una disminución de la diversidad, sino que estamos siendo más expuestos a los artistas, que son mayormente promovidos para ganar dinero. Eso es lo malo, lo menos interesante, pero tal vez los notemos más al ser tan divulgados.

En relación con ese tipo de empobrecimiento, ¿existe también un empobrecimiento de la lectura y de los lectores? ¿Habrá lectores de Euclides da Cunha o Guimarães Rosa en el futuro?
No creo que haya un empobrecimiento del lector. Eso llega alcanza a la gente en la universidad, cuento con muchos alumnos que hacen esa observación, pero no lo creo, no. Por ejemplo, Homero aún resulta conocido. Al leer a Homero estamos leyendo lo que denominamos como “gran literatura”. ¿Guimarães Rosa? Dentro de 2.500 años también contará con gente que lo lea y le guste.

¿Entonces usted cree en la continuidad de la novela?
La novela es una creación de la sociedad burguesa, las formas literarias también son creaciones históricas. No existía la narrativa en prosa, eso fue una invención de la burguesía, entonces, mientras exista la sociedad burguesa, existirá la novela. Por el contrario, la novela es la forma de nuestro tiempo, no la poesía, no el teatro. Basta con ver cualquier catálogo de librería, la temática predominante es la novela. Ahora está cambiando, la novela está cambiando todo el tiempo, pero aún es novela. Actualmente, y en los últimos años, está sirviendo -en especial los best seller- como un instrumento para pensar la multiculturalidad. Las novelas que más se venden en el mundo entero son las que tratan la multiculturalidad, tales como “El cazador de cometas”, etc. Ese tipo de cosas que suceden en las colonias árabes en Francia, en las colonias indias en Inglaterra. Las novelas tratan de eso últimamente, en todas partes hay autores “exóticos”. Entre en cualquier librería, vea al ganador del Nobel -un año es un turco, el otro un israelí. Ellos son los que están ganando los premios. Creo que la gente busca un exotismo camuflado -un exotismo para consumo de la sociedad europea y norteamericana- brasileña también, bah… Es exotismo para el blanco, en mi opinión, ya que trata de los pueblos de color, siempre. Yo tengo una noción muy loca acerca de ello: tengo la impresión de que es una preocupación de los blancos -Estados Unidos y Europa- por el hecho de estar perdiendo la hegemonía. Si ellos se sienten “invadidos por extranjeros”, leen esas novelas para tener su supremacía asegurada, pues en ellos muestran que esos pueblos son “peores”. Hasta ese film indio que ganó el Oscar. Un horror. Es la máxima del exotismo “perro mundo” que se pueda ofrecer al espectador para que al salir del cine se sienta muy bien por no ser de aquel lugar. Pero es una exageración mía…

El gusto por una novela puede decir mucho sobre una persona. ¿Qué libro nos dice algo sobre cómo es Walnice Nogueira Galvão?
“En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust. Porque está hermosamente escrito. Usted puede relajarse en la lectura y siempre será un guía maravilloso en quien se puede confiar. Eso es la gran literatura para mí, que estudio tanto la literatura.

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