Es difícil llegar a Serra do Imeri, una formación montañosa situada en el norte del estado de Amazonas, cerca de la frontera con Venezuela. Con picos de hasta 2.450 metros (m) poblados de pastizales con bromeliáceas, paredones rocosos y árboles inmersos en la neblina, es posible que estos cerros nunca hayan sido visitados antes por personas; y albergarían especies vegetales y animales desconocidas. Pero en el mes de noviembre, en el marco de una expedición científica organizada junto al Ejército Brasileño, doce científicos de Brasil, uno de España y otro de Francia pasaron once días allí.
Los biólogos recolectaron muestras de cientos de ejemplares que, en parte, serían representantes de especies aparentemente nunca descritas, y recabaron información a partir de la cual se proponen establecer parentescos entre los animales y las plantas de esta y otras áreas altas de Brasil.
“En casi 40 años de expediciones de campo, nunca me había topado con semejante cantidad de especies probablemente nuevas”, relata el zoólogo Miguel Trefaut Rodrigues, de la Universidad de São Paulo (USP) y líder de la expedición. En su laboratorio, una semana después de haber regresado del viaje, le mostró a Pesquisa FAPESP decenas de frascos de vidrio con lagartos y ranas arborícolas. Dos de los lagartos son similares a otros ejemplares del género Riolama hallados en 2017 en una expedición que también dirigió al Pico da Neblina, situado a 90 kilómetros (km) al sudeste.
Serra do Imeri y el Pico da Neblina eran parte de una extensa meseta de rocas de arenisca que ocupaba gran parte del llamado escudo de las Guayanas antes de que se irguieran los Andes. Su erosión, en el transcurso de millones de años, ayudó a que se formaran los suelos de las selvas de las zonas bajas adyacentes, dejando a muchas especies de plantas y animales aisladas en los picos, montañas con un relieve aplanado o tabular, denominados tepuyes, como el Pico da Neblina, y cerros aislados. El zoólogo Taran Grant, de la USP, halló en Serra do Imeri una especie de rana arborícola del género Myersiohyla y notó similitudes con las del género Hyloscirtus, que habitan en ambientes montañosos a más de mil kilómetros de distancia en los Andes colombianos.
Los lagartos fueron capturados mediante trampas o manualmente durante el día, generalmente entre las piedras o en los árboles por la noche, mientras dormían, y los sapos por la noche. Grant y su equipo salían de noche, siguiendo el rastro audible de las ranas hasta localizarlas a orillas de los arroyos. “Cuatro ranas y un gimnofión o cecilia quizá sean especies nuevas”, estima Grant.
Alexandre Affonso/Revista Pesquisa FAPESP
Un ambiente inhóspito
Pocas especies se han adaptado al suelo pobre y pedregoso, así como a las variaciones diarias promedio de 20 grados Celsius (ºC) de las altas cumbres de Imeri. Es por ello que allí la diversidad es mucho menor que en la selva de las faldas serranas vecinas. Se trata de especies endémicas, es decir, aisladas y que, a menudo, solo existen en esa región.
“Hemos hallado pocas especies para la mayor parte de las familias de plantas recolectadas, un indicador de que estos linajes se han diversificado poco en los cerros o han dado origen a especies ya extintas”, comenta la botánica Lúcia Lohmann, de la USP, experta en lianas de la familia de las Bignoniáceas. “Por otro lado, este ambiente serrano parece representar la cuna de muchos grupos botánicos”. Según ella, es posible que diversas familias de plantas con flores y frutos, las angiospermas, hayan surgido allí y posteriormente se expandiesen hacia el Bosque Atlántico y otras regiones más bajas de la Amazonia, donde se diversificaron bastante.
Un ejemplo es Brocchinia hechtioides, una especie de la familia de las bromeliáceas que cubre los suelos encharcados de Serra do Imeri, identificada por Rafaela Forzza, del Jardín Botánico de Río de Janeiro e integrante de la expedición. “Esta es una bromeliácea carnívora, de la cual solamente se cuentan dos registros en Brasil”, dice. “Aunque hemos encontrado una única especie del género Brocchinia, estas son abundantes en las praderas de montaña de los cerros y representa uno de los linajes más antiguos de las bromeliáceas, una familia vegetal particularmente diversa en el Bosque Atlántico”. Las 1.200 muestras de 220 especies de plantas recolectadas serán distribuidas entre especialistas de Brasil y de otros países, quienes trabajarán juntos en la identificación de este material.
“Por constituir un grupo que ingresó en Sudamérica más tarde que otras especies de animales y plantas, considerando los tiempos geológicos, los pequeños mamíferos probablemente hayan sido los últimos animales que quedaron aislados en la cumbre de los cerros y allí se especializaron”, dice el zoólogo Alexandre Reis Percequillo, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq) de la USP. En una evaluación preliminar, el marsupial, las tres especies de roedores y las tres de murciélagos que la bióloga Ana Paula Carmignotto, de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) y él recogieron se asemejan a las del Pico da Neblina.
Aparte de recolectar plantas y animales, algunos investigadores llevaron a cabo experimentos. El zoólogo Agustin Guerrero, también de la USP, metió reptiles y anfibios en una caja con resistencias térmicas acopladas y los calentaba hasta que salían. La temperatura de salida era un indicador de los sitios demasiado cálidos para la supervivencia de esas especies.
“Los reptiles y los anfibios de Serra do Imeri tienen baja tolerancia a las altas temperaturas, ya que todos salieron de la caja a menos de 34 ºC”, informó Guerrero. “Si sus refugios debieran soportar esas temperaturas, se hallarían en peligro”.
Antes de la expedición, los investigadores entrenaron embarque y desembarque del helicóptero por izamiento, para eventuales emergencias, algo que no ocurrió. Veintidós militares acompañaron la expedición y transportaron a los biólogos y sus equipamientos en ocho viajes en helicóptero.
La expedición desembarcó en una zona de suelo muy húmedo situada a 1.900 metros de altitud. Por esta razón, la aeronave que los transportaba se apoyaba ligeramente en el suelo para no hundirse en el fango. El equipo militar intentó en vano hallar un acceso por tierra, pero ni siquiera los indígenas yanomamis, oriundos de la región, sabían cómo llegar a la cima de la montaña, debido a lo escarpado del terreno.
Durante el primer día en el campamento, el grupo abrió tres senderos de aproximadamente 1 km cada uno, algunos tan empinados que solo podían transitarse con la ayuda de una cuerda. Tres de los científicos sufrieron lesiones en las costillas, ojos y hombros y fueron atendidos por el personal médico del Ejército. El agua de las lluvias incesantes y el barro invadieron las tiendas. La vida apenas mejoraba un poco cuando aparecía el sol.