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Memoria

La princesa y las plantas de la sierra

Un viaje de la familia imperial brasileña a Itatiaia en 1872 quedó plasmado en un libro raro, ahora recuperado

Pico das Agulhas Negras, en Itatiaia, en una foto de 1870, tomada por Alberto Henschel, fotógrafo de la Casa Imperial

Colección Princesa Isabel. Fotografía del siglo XIX Pico das Agulhas Negras, en Itatiaia, en una foto de 1870, tomada por Alberto Henschel, fotógrafo de la Casa ImperialColección Princesa Isabel. Fotografía del siglo XIX

Tiene que haber sido una expedición peculiar ‒un botánico francés, la hija del emperador, que por entonces tenía 22 años y, ciertamente, muchos asistentes y cargadores de equipaje‒, de la cual, por desgracia, no hay imágenes conocidas. En julio de 1872, Auguste Glaziou, botánico y paisajista de 39 años y desde hacía 14 en Brasil, condujo una expedición, en la cual la integrante más destacada era la princesa Isabel, la hija mayor de Pedro II, para entonces, ya casada con Luis Felipe de Orléans, el conde d’Eu, otro francés. Ascendieron al macizo de Itatiaia, una región montañosa ubicada entre las ciudades de São Paulo y Río de Janeiro, que en ese tiempo formaba parte de una finca, que luego adquirió el gobierno y la transformó en parque nacional, el primero del país, en 1937.

Glaziou, por cierto, muy atento al bienestar de la princesa, no dejaba de recoger plantas típicas de la montaña, que visitaba por primera vez; el botánico Auguste de Saint-Hilaire ya había explorado la región unos 60 años antes. Varias de las especies se revelaron únicas de la región, como en el caso de una planta del grupo de los helechos, la Polystichum rochaleanum, que crece entre las hendiduras de las rocas en las áreas más altas. Como a los nobles les agradaban las plantas, Glaziou recopiló un catálogo de las plantas recogidas en la expedición, hizo un libro con un formato similar al de una hoja de papel blanco común con 50 páginas, lo intituló Plantas cueillies sur I’Itatiaia au mois de juillet 1872, impreso en la tapa de cuero verde, redactó una dedicatoria y se lo regaló a la princesa.

La princesa Isabe, en foto de 1875, con un bebé

Biblioteca NacionalLa princesa Isabel, en foto de 1875, con un bebéBiblioteca Nacional

A la hija del emperador le habría gustado el presente, porque lo conservó cuando la República reemplazó a la monarquía y la familia real se refugió en París. La princesa Isabel se mudó luego a la ciudad de Eu, en Normandía, hasta su fallecimiento, en 1921. El libro fue donado por las hijas de la princesa al Museo Nacional de Historia Natural de París y permaneció durante muchos años casi sin lectores en la sección de herbarios históricos. En 2013, Sergio Romaniuc Neto, investigador del Instituto de Botánica de São Paulo, que trabajaba en el museo de París analizando la colección de plantas brasileñas recopilada por Saint-Hilaire, supo de ese libro y, ni bien pudo conseguir todas las autorizaciones, lo examinó y lo fotografió. “Eran pocos los que sabían que esa colección estaba allí”, sostiene. Cada página contiene muestras de varias plantas: la mayoría son helechos, hay algunas rubiáceas, y el grupo del cafeto, entre otras. En la actualidad, Romaniuc y otros botánicos comienzan a estudiar atentamente las plantas del herbario de la princesa, a sabiendas de que pueden encontrar especies aún no descritas o tal vez desaparecidas, como parte de un gran trabajo destinado a la repatriación de las informaciones sobre colecciones botánicas que se conservan en otros países (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 229).

La madre de Pedro II, la emperatriz Leopoldina, el propio emperador y también sus hijas eran adeptos a la botánica, a punto tal de mantener colecciones de plantas, y ayudaron a Glaziou en la construcción de jardines y plazas cercanas a la residencia de verano de la nobleza en Petrópolis, en la región serrana de Río de Janeiro. El botánico también se ocupaba de la ornamentación de las exposiciones de plantas que organizaba la princesa Isabel, distribuyendo medallas a los premiados por las mejores plantas, que eran elegidas por un jurado refinado. El emperador, la princesa y su marido asistían a la apertura de la exposición. Al recordar tales eventos, una edición de O Estado de S.Paulo de 1967 describió: “La princesa contribuía con plantas y flores ornamentales, y acomodaba ella misma los ejemplares en los muestrarios. Las medallas conmemorativas de estas exposiciones eran solventadas con recursos propios de Pedro II”. La última exposición se realizó en 1888, un año antes del final de la monarquía en Brasil.

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