El cráter de Batagaika, en el nordeste de Siberia (Rusia), se ha ganado el mote de “puerta al infierno” por su inmensidad, que se profundiza a medida que se derrite el hielo. La región está cubierta por lo que se conoce como permafrost, definido como una capa del suelo que permanece congelada durante dos años o más. En este caso, lo que se está derritiendo ahora puede que haya estado congelado hasta 650.000 años. Según científicos de la Universidad Estadual Lomonosov, de Moscú, esta extensión de casi 1 kilómetro cuadrado (km2) y 85 metros de profundidad, considerada como el cráter más grande del mundo, pierde aproximadamente 1 millón de metros cúbicos de hielo por año debido al deshielo. Esto significa que cada año se liberan a la atmósfera entre 4.000 y 5.000 toneladas de carbono. La situación es bastante alarmante, ya que el permafrost cubre una superficie de unos 15 millones de km2 (algo así como toda Sudamérica excepto Argentina) y se estima que el total del carbono atrapado en la región triplica la totalidad de la materia vegetal viva en el planeta. Su derretimiento, que ya está empezando a dejar al descubierto otros cráteres, podría acarrear graves consecuencias sobre el clima mundial (Live Science, 6 de mayo; Geomorphology, 15 de junio).
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