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Museología

La revisión y la exposición del pasado

La posibilidad de repatriar bienes culturales activa el debate sobre el manejo de las colecciones constituidas a partir del legado colonial

Un hacha devuelta por la USP a la nación indígena Krahô, en 1987, recuperó su función religiosa y social

Renato Soares/Imágenes de Brasil Fotografia

En los últimos 20 años, el aumento de las solicitudes de repatriación de objetos ha suscitado un debate acerca de la forma más apropiada para que los museos gestionen las colecciones que acumularon durante los procesos de colonización territorial. Motivado por los avances en los estudios poscoloniales y por el aumento de la visibilidad de las comunidades marginadas, dicho debate tropieza con el argumento que esgrimen fundamentalmente quienes tienen las piezas en su poder, de que las mismas estarían a mejor resguardo en las instituciones donde que se encuentran. Sin embargo, los investigadores ratifican la necesidad de repensar el uso y el acceso a esas colecciones, dando lugar a que los grupos a quienes les pertenecieron originariamente también participen de las decisiones al respecto del destino de las piezas.

Las disputas referentes a la repatriación y la restitución de objetos se plantean en tres escenarios principales, según explica el historiador Rodrigo Christofoletti, del Departamento de Historia de la Universidad Federal de Juiz de Fora (UFJF), en el estado de Minas Gerais. El más reciente alude al saqueo y al tráfico ilegal de bienes culturales, una actividad que moviliza alrededor de 7 mil millones de dólares anuales, según datos del Federal Bureau of Investigation (FBI) estadounidense. “En este caso, los pedidos de repatriación se amparan en tratados internacionales, la mayoría de los cuales entraron en vigencia a partir de la década de 1970”, relata. Otro escenario que se reproduce desde la Antigüedad está relacionado con la apropiación indebida de bienes culturales, que tuvo lugar en el marco de guerras y ocupaciones. “En tanto, los pedidos de repatriación de objetos culturales apropiados en circunstancias coloniales o análogas a las coloniales, tal como ocurre en los casos de los pueblos indígenas u otras comunidades que no pudieron impedir el pillaje de su herencia material, son los que generan las mayores controversias”, explica Christofoletti, quien coordina el Grupo de Investigación del Patrimonio y Relaciones Internacionales de la UFJF. Según él, desde mediados de la década de 2000, las disputas al respecto de la conservación del patrimonio cultural de grupos no europeos en poder de instituciones europeas se han multiplicado.

En Brasil, los principales reclamos se refieren a artefactos indígenas arrebatados entre 1500 y 1815. En 1987 hubo un caso emblemático, cuando, en diálogo con antropólogos que trabajaban en sus territorios, los krahôs pidieron que se les restituyera un hacha que consideran sagrada y que formaba parte de la colección del Museo Paulista de la Universidad de São Paulo (USP). Tras varios meses de negociaciones, la USP devolvió el objeto a través de una concesión, mediante la cual el hacha sigue siendo propiedad del Museo Paulista hasta que el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (Iphan) se expida sobre su estatus como Patrimonio Nacional, algo que aún no ha ocurrido. “El hacha la conservan en custodia los krahôs, en sus tierras del estado de Tocantins, y ha vuelto a su función religiosa y social”, informa Christofoletti.

 ©The Trustees of the British Museum Los Bronces de Benín, que forman parte de la colección del Museo Británico, figuran entre las restituciones más demandadas por África ©The Trustees of the British Museum

En el año 2000 hubo otro suceso significativo en el marco de la exposición Redescoberta: 500 anos ou mais, realizada en la ciudad de São Paulo. Para esa ocasión, se trajo desde el Museo Nacional de Dinamarca, en Copenhagen, una capa de plumas rojas que perteneció a los tupinambás. Los descendientes de aquel pueblo, los tupinambás de Olivença, viven actualmente en el municipio de Ilhéus, en el estado de Bahía, y al tomar conocimiento del objeto, reclamaron que permanezca en Brasil. No obstante, la demanda prosperó. “Hasta mediados del siglo XVIII, los tupinambás se distribuían en diversos grupos diseminados por toda la costa brasileña, desde Pará hasta São Paulo, varios grupos se consideran descendientes. Si se atendiera el pedido de restitución de los tupinambás de Olivença, es probable que surgieran disputas por ese manto”, analiza Christofoletti. El historiador se pregunta si, en ese caso, lo más pertinente no hubiera sido que el Estado brasileño se involucrara en la solicitud, haciéndose cargo de la guarda del objeto en alguno de sus museos. El Museo Nacional de Dinamarca, creado en 1819, habría recibido la capa en cuestión de Mauricio de Nassau (1604-1679), comandante de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales en territorio brasileño. Christofoletti explica que, en total, se conservan seis mantos tupinambás conocidos por los historiadores. Todos ellos están fuera del país y forman parte de colecciones de museos europeos.

“Los grandes museos del mundo, tales como el Nacional de Dinamarca o el Museo Británico, en Londres, sostienen que esas piezas raras se encuentran a mejor resguardo y bien conservadas en sus colecciones. Por lo general, se muestran reacios a restituir los objetos expoliados, muchos de los cuales están almacenados en la reserva técnica y no están disponibles para el acceso público”, dice. En el caso del Museo Real de África Central, en la ciudad de Tervuren, en Bélgica, la institución dio a conocer en enero de este año un comunicado en el que reconoce que parte de las colecciones obtenidas durante el período colonial fueron apropiadas por la fuerza desde sus territorios originales. En lo que respecta al Congo, el comunicado refiere que “algunos objetos se adquirieron por medios que entonces eran ilegales en Bélgica, tales como el saqueo, la toma de rehenes o la profanación”. El museo informa que contempla la creación de un grupo de trabajo que reúna a legisladores del Congo y de Bélgica para debatir las posibilidades de restitución del patrimonio cultural africano. En una entrevista telefónica, Julien Volper, curador de las colecciones etnográficas de la institución, hace hincapié en que los objetos que forman parte de la colección del museo le pertenecen al Estado belga y, por lo tanto, las discusiones referentes a la posibilidad de repatriación deben involucrar necesariamente a los gobiernos de ambas naciones. Y recuerda que, entre las décadas de 1970 y 1980, a partir de las demandas del presidente del Congo de aquel entonces, Mobutu Sese Seco (1930-1997), la institución de Tervuren le hizo un préstamo a largo plazo al museo nacional del país africano que incluyó 114 piezas de su colección. En 2007 se comprobó que, de las 114 obras transferidas, tan solo 21 se conservaron en las colecciones del Instituto de Museos Nacionales del Congo. Las demás se habían extraviado.

Para Christofoletti, la recuperación del patrimonio cultural material, que se mantiene como un legado colonial, constituiría una forma de posibilitar que los grupos que guardan relación con las piezas puedan apropiarse de su pasado y reafirmar sus identidades. “Instituciones tales como el Museo Británico o el Louvre, de París, también poseen colecciones enormes que montaron a partir del despojo practicado durante el período colonial. Las instituciones deberían revisar su relación con la dinámica pasada de ocupación de territorios”, sostiene el historiador.

Wikipedia Parte de la colección del Museo Real de Arte e Historia de Bruselas, el manto tupinambá es uno de los seis ejemplares remanentesWikipedia

Maria Cristina Cortez Wissenbach, del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) de la USP resalta el rol que desempeñan los grandes museos europeos en la formación del imaginario sobre África. Ella recuerda que el Museo Real de África Central, en Bélgica, posee la mayor colección del mundo de objetos provenientes de esa región. La misma se estructuró a partir de las expediciones militares del rey Leopoldo II (1835-1909) al Congo, que fue propiedad personal del monarca entre 1885 y 1908 y, posteriormente, una colonia belga hasta 1960. “Los objetos fueron fruto del saqueo perpetrado contra los los pueblos originarios tras cada conquista realizada en sus campañas militares”, informa Wissenbach.

Para su reapertura, en agosto de 2018, luego de cinco años de reformas, el museo de Tervuren apuntó a hacer un replanteo de su colección, introduciendo una mirada crítica al período colonial. Es por eso que dejó de exponer, por ejemplo, ciertas esculturas consideradas grotescas o que promovían una exaltación de los colonizadores belgas. Con todo, desde el punto de vista de las asociaciones de afrodescendientes residentes en el país que solicitaron investigaciones para analizar la procedencia de 125 mil objetos etnográficos, ese esfuerzo no fue suficiente. “Algunas de las colecciones de los museos creados entre los siglos XIX y XX están compuestas por piezas que llegaron siguiendo caminos tortuosos, entre los cuales se incluye la violencia practicada en las expediciones militares e intercambios asimétricos de objetos”, dice el historiador David William Aparecido Ribeiro, quien realizó investigaciones en el museo belga entre 2019 y 2020 como parte del doctorado que lleva adelante en la USP. Al solicitar que se concreten investigaciones tendientes a identificar cómo llegaron las piezas al museo, las asociaciones no pretenden que todas ellas sean devueltas, sino hacer pública su procedencia y promover un debate al respecto de aquellos casos en los que la repatriación es pertinente.

Ribeiro recuerda que, en Europa, las discusiones sobre la restitución eran un tema candente en el decenio de 1970, tras la independencia de algunos países africanos, pero en las décadas posteriores dejaron de debate público. Resurgieron a principios de este siglo y cobraron impulso el año pasado, tras la publicación del informe solicitado por el presidente francés, Emmanuel Macron. El documento recomienda que los artefactos africanos, entre los que se cuentan tronos y estatuas, sean restituidos a sus países de origen, siempre y cuando eso sea solicitado. Entre el final del siglo XIX y la década de 1960, Francia llegó a contar con 20 colonias en África. “Los pedidos de repatriación representan los intentos de las comunidades despojadas de apropiarse del relato histórico”, analiza Ribeiro.

Ader Gotardo/ MAE-USP Vasija káingang encontrada en 1947 en el Territorio Indígena Icatu, en São Paulo, que actualmente se conserva en el MAE-USPAder Gotardo/ MAE-USP

“Algunos expertos sostienen que los objetos en litigio deben permanecer en los museos responsables de asegurar su supervivencia hasta el día de hoy”, dice el investigador. Entre las restituciones solicitadas por África figuran los Bronces de Benín, unas esculturas construidas en honor a los antepasados de los reyes y reinas que engalanaban los palacios del reino de Benín, que formaba parte del actual territorio de Nigeria, y hoy en día integran la colección del Museo Británico. A juicio de Ribeiro, los museos universitarios con colecciones etnográficas y arqueológicas desempeñan un papel central en este proceso de replanteo de las colecciones formadas a partir de los legados coloniales. Más allá de contar con investigadores que se dedican a estudiar a los pueblos de donde provienen los objetos, esos museos son instituciones que funcionan como espacios más democráticos, estimulando el acceso de las poblaciones tradicionales a sus colecciones, en opinión de Ribeiro. De acuerdo con el historiador, este movimiento se intensificó en Brasil a partir de la Constitución de 1988, cuando los indígenas y los descendientes de habitantes de los palenques fueron reconocidos como sujetos de derecho. “Pese a que los museos vislumbran a la cultura de esas comunidades como algo que debe preservarse, sus integrantes todavía no están vistos como protagonistas de los procesos históricos”, dice.

Como parte de los estudios y reflexiones que se han venido desarrollando durante los últimos 10 años, la museóloga Marília Xavier Cury, del Museo de Arqueología y Etnología (MAE) de la USP, ha buscado entablar nuevas relaciones entre los indígenas y el museo. “El MAE conserva objetos que fueron obtenidos mediante relaciones violentas, como la colonización del oeste paulista a comienzos del siglo XX. Esa historia no puede soslayarse, pero debemos sobreponernos al estigma del pasado, atribuyéndole un nuevo sentido a las colecciones”, sostiene. En 2016, tres pueblos tradicionales fueron invitados a participar en el montaje de una exposición con las colecciones del museo. Las colecciones del MAE, fundado en 1989, fueron conformadas por otras unidades de la USP, entre ellas el Museo Paulista, de donde vinieron las colecciones káingang, guaraní-nhandewa y terena, de pueblos que habitan en el centro-oeste del estado de São Paulo. “A partir de esta colaboración, nos proponemos traer al presente la historia de los objetos”, dice. Los guaraní-nhandewas, terenas y káingangs, con quienes Cury estaba desarrollando estudios, pasaron a colaborar con el museo en la búsqueda de nuevos significados para las colecciones. “En el marco de esa colaboración, el museo les rinde cuentas a los indígenas sobre lo que hizo con los objetos de sus antepasados, mientras que ellos describen los significados de esas piezas para sus propias culturas”, enfatiza.

Como resultado de ello, a comienzos de 2019 se inauguró la muestra Resistência já! Fortalecimento e união das culturas indígenas. “La exposición sirvió como pretexto para que el MAE repensara su función social, abriendo el debate sobre la conformación y el significado de su colección, y también fue una oportunidad para reconciliarse con los pueblos nativos”, comenta. Cury afirma que las teorías poscoloniales funcionaron como punto de partida para este proceso de repensar el legado colonial de los museos. Empero, fue a partir de la perspectiva de los intelectuales de la descolonización, tales como el portugués Boaventura de Sousa Santos y el peruano Aníbal Quijano (1928-2018), que esas ideas cobraron impulso. “Los poscolonialistas empezaron a vislumbrar el papel de los grupos minoritarios en la historia, pero el pensamiento descolonizador les franqueó las puertas para su ingreso en las instituciones académicas”, pondera. El pensamiento descolonizador, en desarrollo desde la década de 1990, está considerado como un desprendimiento de las teorías poscoloniales y se empeña en asimilar otros tipos de saberes en sus reflexiones, entre ellos, los conocimientos de los pueblos originarios (lea el artículo intitulado Conocimiento expandido en Pesquisa FAPESP, edición nº 285).

Una de las curadoras de la exposición en el MAE, Susilene Elias de Melo, líder káingang y asistente del chamán o pajé en el Territorio Indígena Vanuíre, en el interior del estado de São Paulo, menciona dos artefactos cuyo significado se amplió a partir del trabajo conjunto: unas vasijas de arcilla de fondo ovalado, denominadas kukron, que originalmente se usaban para cocinar y almacenar alimentos, y objetos sonoros empleados para ahuyentar a los enemigos y en rituales sagrados. “Ambos están hechos de cerámica, un elemento fundamental en la cultura káingang, aunque ya no se fabricaban en la aldea. A través del contacto con ellos pudimos restablecer elementos de nuestra identidad y de nuestra historia”, dice. “Si el museo vela por las piezas y trabaja junto a nosotros para pensar su significado, no es necesario pedir su devolución”, considera. Ella explica que, por lo general, los pedidos de restitución involucran bienes que permitirán restablecer cuestiones espirituales pendientes. Dentro de esa categoría figuran los despojos mortales que, junto con los bienes culturales, suelen formar parte de las colecciones de museos de arqueología y ciencias naturales. “La presencia de restos humanos en los museos revela cómo nuestros pueblos fueron deshumanizados y tomados solamente como objetos de estudio en el transcurso de la historia”, se lamenta Melo, recordando que en la actualidad las instituciones no suelen exponer esos originales, eventualmente utilizan réplicas.

EO.1972.1.1, collection MRAC Tervuren; Foto J.-M. Vandyck, MRAC Tervuren © Estatua congolesa que integra la colección del Museo Real de África Central, en BélgicaEO.1972.1.1, collection MRAC Tervuren; Foto J.-M. Vandyck, MRAC Tervuren ©

Por otro lado, la arqueóloga Veronica Wesolowski, del MAE, explica que los estudios efectuados con restos humanos permiten entender los procesos de enfermedad y muerte, además de contribuir a la comprensión del comportamiento de los pueblos en relación con las prácticas de salud y el cuidado de los enfermos. “A lo largo de la historia, la ciencia occidental lidió con esos despojos desde una perspectiva de poder y esta postura debe replantearse”, sostiene. Wesolowski aclara que si bien la Sociedad de Arqueología Brasileña (SAB) dispone de un código ético que rige las prácticas de investigación, el país no cuenta con una ley específica en lo referente a los restos humanos. “En Inglaterra, por ejemplo, la ley es clara. En muchos casos, los esqueletos pueden estudiarse, pero hay un plazo para devolvérselos a su comunidad de origen”, comenta. En Estados Unidos, la Ley de Restitución y Protección de las Sepulturas de los Nativos Americanos regula el desarrollo de las investigaciones, incluyendo las excavaciones arqueológicas en sepulturas y la guarda de objetos en los museos.

El derecho internacional que regula los pedidos de repatriación que involucran bienes extraídos de sus territorios durante los períodos coloniales tiene una aplicación restringida. El profesor Marcílio Franca, docente de derecho del arte de la Facultad de Derecho de la Universidad Federal de Paraíba (UFPB), explica que los marcos normativos establecidos a partir de los años 1970 no son retroactivos. En el caso del tráfico actual de objetos culturales, cuando se trata de un bien patrimonial que es hurtado o robado, las primeras medidas deben ser comunicárselo a la policía y al ente que rige el patrimonio histórico, como es el caso del Iphan, o bien al organismo estadual, que incluirán el objeto desaparecido en la Lista de Bienes Culturales Buscados. Para ello, subraya Franca, es fundamental que el coleccionista o el museo dispongan de fotografías y descripciones de su colección. “Hoy en día existen aplicaciones que permiten generar bancos de datos domésticos como el llamado object ID, que provee información sobre el lugar y fecha de la compra, el propietario anterior y el valor monetario, entre otras características”, comenta el investigador, quien también es el procurador en jefe de la división operativa del Patrimonio Cultural del Ministerio Público de Cuentas de Paraíba. Según él, el object ID es fundamental para el trabajo policial, que por su intermedio puede solicitar la inclusión de una pieza determinada en el banco de datos de Interpol.

El coordinador general de Autorizaciones y Fiscalizaciones del Departamento del Patrimonio Material y Fiscalización del Iphan, Fabio Guimarães Rolim, explica que en Brasil no hay disponible una base de datos unificada sobre los bienes culturales patrimoniales que hayan desaparecido o que fueron robados. Lo que existe son múltiples plataformas de diversas instituciones, incluyendo la del Iphan y la del Instituto Brasileño de Museos (Ibram). Rolim hace hincapié en la diferencia entre los términos restitución y repatriación. “La restitución es un concepto que se entiende como el regreso al lugar de origen de los bienes que habían sido robados. La repatriación involucra situaciones que no pueden definirse fácilmente como ilícitas, o aquellas cuyo origen se remonta a períodos históricos en los cuales no existía la comprensión actual sobre la ilegalidad de la extracción de los bienes de sus contextos originales”, explica, recordando que este es el caso, por ejemplo, de los planteos que involucran a las colecciones arqueológicas y etnográficas de los museos que se crearon durante los períodos coloniales. Christofoletti, de la UFRJ, recuerda que Brasil es uno de los países del mundo con un mayor índice de exportaciones ilegales de bienes culturales. A pesar de ello, Rolim, del Iphan, dice que el instituto no está al tanto de casos de bienes culturales que hayan salido del territorio nacional en forma ilegal y cuya restitución esté siendo reivindicada por el Estado brasileño.

Autor de decenas de estudios relativos a pedidos de repatriación de bienes culturales en el exterior, Tullio Scovazzi, docente de derecho internacional de la Universidad de Milán-Bicocca, en Italia, explica que las disputas legales suelen incluir dos formas distintas de entender al patrimonio cultural. La primera se basa en el supuesto de que los bienes culturales circulan libremente entre los Estados y están sujetos a controles aduaneros, mientras que la segunda hace hincapié en la naturaleza particular del patrimonio cultural, que representa la historia y la identidad de un pueblo, con el consecuente derecho del Estado de origen para limitar o prohibir su exportación. “Una divergencia tan radical entre esos puntos de vista dificulta el establecimiento de tratados para afrontar el tema de los desplazamientos ilícitos del patrimonio cultural”, dijo Scovazzi en una entrevista concedida vía e-mail a Pesquisa FAPESP. En tanto, en lo que se refiere a la restitución de los bienes culturales expoliados durante los períodos coloniales, él reconoce que, en muchos casos, la respuesta de los museos europeos ha sido negativa. “En mi opinión, la remoción de objetos culturales durante el período colonial es un caso típico de explotación de la debilidad de otros pueblos. Por esa razón, las propiedades deberían ser devueltas cuando así se lo solicita”, concluye.

Proyecto
El patrimonio, la memoria y los relatos de la historia afrobrasileña e indígena. Las relaciones entre las políticas culturales y la producción del conocimiento en el Brasil contemporáneo (nº 17/19781-3); Modalidad Beca doctoral; Investigadora responsable Maria Cristina Cortez Wissenbach (USP); Becario David William Aparecido Ribeiro; Inversión R$ 171.575,59

Artículos científicos
CURY, M. X. Museu e exposição – O exercício comunicacional da colaboração e da descolonização com indígenas. Museu Goeldi: 150 anos de ciência na Amazônia. p. 313-48. 2019.
CHRISTOFOLETTI, R. y ACERBI, V. S. Brazil on the circuit of international cultural relations: Return and devolution of ethnographic goods. Anais do 1º Congresso Internacional Gestão dos Patrimônios da Humanidade Urbanos. 2020.
SCOVAZZI, T. Meriti e limiti dei trattati multilateral sulla restituzione di beni culturali illecitamente esportati. Editoriale Scientifica. v. 3, p. 1633-58. jul. 2019.

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