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Cambios climáticos

La selva en apuros

El aire más limpio del Hemisferio Norte podría intensificar las sequías en la Amazonia a partir del año 2025

SeaWiFS Project/NASA/ORBIMAGEEntre mayo y septiembre del año 2005, la parte occidental de la Amazonia enfrentó la mayor sequía de la cual se tenga noticia en los últimos 103 años. Los ríos se secaron, murieron los peces, se multiplicaron los incendios forestales y al menos 250 mil personas quedaron aisladas y sin trabajo en los estados de Amazonas y Pará. En una región famosa mundialmente por albergar la mayor porción remanente de selva lluviosa de la Tierra rainforest es la expresión que se utiliza comúnmente en inglés para denominar a las selvas tropicales como la amazónica no llovió durante tres meses seguidos en ciertas localidades. Hasta ahora ese escenario desolador, producto de un calor extremo, representa eventos raros, de excepción, en la historia del clima reciente de la región norte. Sin embargo, según un estudio realizado por meteorólogos brasileños e ingleses, y publicado en la edición del 8 de mayo de la revista científica Nature, aquello que constituía una excepción podría tornarse mucho más frecuente dentro de veinte años y, simplemente, se convertirá en regla en la segunda mitad de este siglo.

A partir del año 2025, sequías similares a la de 2005, que eran corrientes cada dos décadas, asolarán el paisaje local alternadamente año por medio. Para el año 2060, si las proyecciones del trabajo científico se concretan, se producirá una acentuada reducción de las lluvias en la región, en nueve de cada diez años. Puede existir una disminución de entre el 25% y el 50% en la cantidad de lluvia que caerá sobre la Amazonia, estima el meteorólogo José Marengo, del Centro de Ciencias del Sistema Terrestre del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe, sigla en portugés), uno de los autores del estudio, realizado en colaboración con los ingleses de la Universidad de Exeter y del Centro Hadley de Meteorología. Como llueve alrededor de 2500 milímetros por año, algunas veces también más, en vastas zonas de la región norte, hablar de desertificación allí es una exageración. Sin embargo, con menor cantidad de agua disponible, algunas partes de la Amazonia podrán mutar su vegetación hasta hacerla semejante a una sabana donde antes existía una selva exuberante. Disculpando el juego de palabras, es posible especular con que la profunda sequía de hace tres años tal vez haya constituido una divisoria de aguas entre el clima del pasado y el del futuro en la región norte.

No solamente son las proyecciones de los científicos que suenan chocantes para quien asocia automáticamente la Selva Amazónica con lluvias abundantes. Los investigadores identificaron al mayor culpable de toda esta confusión que puede instalarse en el régimen pluvial de la región norte: la mejora de la calidad del aire en el Hemisferio Norte. Más específicamente, la reducción creciente en Estados Unidos y en Europa de la emisión de un tipo de contaminante atmosférico, las partículas de sulfato presentes en los aerosoles. Estas partículas pueden producirse de manera espontánea en la naturaleza, en los volcanes, por ejemplo, y también por mediación del hombre, durante el transcurso de los procesos industriales que incluyen la quema de azufre o por los gases emitidos por los automóviles. La relación de los aerosoles del Hemisferio Norte con la disminución de las lluvias en la Amazonia es indirecta, explica el climatólogo Carlos Nobre, del Inpe, otro de los autores del estudio.

Entre todas las clases de aerosoles, que pueden definirse como un conjunto de diminutas partículas sólidas o líquidas en suspensión en un gas, las de sulfato son las que mayormente reflejan la luz solar. Ellas ejercen un leve efecto de refrigeración del clima, actuando en la práctica como un contrapeso capaz de mitigar sólo parcialmente el aumento de la temperatura decurrente del aumento del efecto invernadero. Por lo tanto, la disminución creciente de las cantidades en suspensión de esos aerosoles sobre el Atlántico Tropical Norte, en una zona por encima de la línea del ecuador, torna a ese punto del océano más cálido que lo normal. La anomalía parece desviar para esa zona marítima buena parte de la lluvia que debería caer en la Amazonia Occidental. En otras palabras, en un ambiente de calentamiento global de los océanos, originado por el aumento del efecto invernadero, las sequías como la de la región norte de Brasil en el año 2005 serán un efecto colateral del avance en el combate a la contaminación causada por los aerosoles y emitida en gran parte en el Hemisferio Norte.

Lalo de Almeida/ Folha ImagemLos pronósticos de la supercomputadora
Los pronósticos de sequías más frecuentes en la Amazonia Occidental surgieron de la supercomputadora del Centro Hadley de Meteorología. Los ingleses cuentan con uno de los modelos climáticos más complejos y respetados por la comunidad científica, capaz de hacer estimaciones de largo plazo acerca de los efectos del calentamiento global y de cualquier anomalía atmosférica en varias zonas del planeta. Nuestra supercomputadora también estaría en condiciones de operar el modelo, pero no contábamos con tiempo de utilización de la máquina disponible para esa tarea, explica Marengo. Esta limitación será superada en el año 2009 con el arribo de la nueva supercomputadora del Inpe, treinta veces más potente que la actual. Pero un dato crucial para que pudiesen realizarse las previsiones de largo plazo en el estudio fue provisto por los brasileños. Fue el equipo de Marengo y Nobre el que consiguió relacionar la gran sequía del 2005 en la Amazonia con el calentamiento de las aguas superficiales del Atlántico Tropical Norte. Normalmente, se suele asociar la falta de lluvias en la región norte con el fenómeno conocido como El Niño, caracterizado por el aumento en la temperatura de las aguas del Pacífico Ecuatorial. En el caso del evento extremo de tres años atrás, los investigadores del Inpe demostraron que la causa de la alteración se hallaba en otro océano, el Atlántico, y no en el Pacífico.

Mediante este supuesto, los meteorólogos desarrollaron el modelo climático, que se basa en una serie de variables, como los niveles cada vez mayores de gases de efecto invernadero y los índices decrecientes de emisión de aerosoles, para crear escenarios futuros. El resultado fue preocupante: debido a la progresiva disminución de los niveles de partículas de sulfatos en la atmósfera del Hemisferio Norte, el Atlántico Tropical Norte se calentará con mayor regularidad. Y, cuando eso ocurre, dicen los científicos, llueve menos en la Amazonia. Como nadie en su sano juicio puede estar a favor del aumento en la emisión de aerosoles, un contaminante terrible que roba algunos años de vida a los habitantes de las grandes ciudades, sólo para, en teoría, no alterar el balance de las aguas en la región norte, sólo cabe una salida: combatir el aumento de los gases de efecto invernadero. No existe ninguna justificación moral para el mantenimiento de los aerosoles, aunque ellos momentáneamente estén retrasando los efectos máximos del calentamiento global, afirma Nobre. Lo que debemos hacer es acelerar aún más el cronograma de reducción de la emisión de gases de efecto invernadero.

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