En un sábado de octubre, el biólogo Adalberto Val, especialista en peces del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa), en Brasil, se tomó un tiempo para visitar el mercado municipal de la ciudad de Manaos, una construcción de estilo neoclásico situada en el centro de ésa que es la capital del estado de Amazonas. En los puestos de pescado, todo parecía transcurrir dentro de la normalidad, pero enseguida se percató de que no era precisamente así. “Los pescadores y los comerciantes comentaban que la cantidad de pescado viene disminuyendo y el precio que pagan los consumidores se ha elevado”, comentó.
La merma de la oferta de pescado, que es el alimento básico de los habitantes de la zona, es tan solo una consecuencia visible de las intensas sequías de los últimos años. La de 2024 fue una de las peores de la historia, y perjudicó directamente a alrededor de 700.000 personas en los estados de Amazonas, Acre, Roraima, Amapá, Rondônia y Pará. Ríos con centenas de metros de ancho, como el Solimões y el Tapajós, se convirtieron en arroyos corriendo entre bancos de arena. En las orillas, miles o quizá millones de peces muertos. No se conocen cifras precisas. “Ni siquiera logramos mapear todos los lugares y la intensidad de la mortalidad”, dice Val.
Las temperaturas más altas –que alimentaron la sequía, y en otras partes de Brasil los incendios forestales, más frecuentes en los últimos años– tiene efectos menos visibles. Tal como lo detalló el grupo del Inpa en un artículo publicado en marzo de 2024 en Animal Reproduction Science, en las aguas más cálidas, los espermatozoides de la cachama negra o tambaquí (Colossoma macropomum) pierden movilidad y velocidad y exhiben más deformaciones, lo cual disminuye las tasas de fecundación de los huevos y, por ende, perjudica a reproducción de la especie.
Aun cuando las poblaciones de algunas especies de peces logren reproducirse, reanimadas con las lluvias que volvieron al final del año, los efectos de los extremos climáticos, principalmente para las especies mayores y con menor tasa de fecundidad, como el paiche o pirarucú (Arapaima gigas), pueden extenderse durante dos o tres años. Con base en situaciones similares acaecidas durante años anteriores, diversos estudios recientes indican que las poblaciones no solamente de peces, sino también de otros animales, además de las de plantas, que vuelvan a crecer en los montes resecos, probablemente serán de menor porte y menos diversificadas que las anteriores a esos episodios de clima abrasador.
“Normalmente no se asocia los incendios con los ríos, pero los peces se ven bastante perjudicados”, dice Val. Según el estudioso, las especies de peces de respiración aérea, como o propio paiche, el pez pulmonado o pez de barro americano (Lepidosiren paradoxa) y la anguila eléctrica o temblón (Electrophorus electricus), que salen a la superficie del agua cuando necesitan aire, pueden respirar humo tóxico e incluso morir a causa de ello. Asimismo, según añade el biólogo, las cenizas que genera la quema de vegetación elevan la alcalinidad del agua y afectan a otras especies.
La quema frecuente de la vegetación autóctona puede derivar en una selección de las especies más resistentes a las altas temperaturas. En el marco de un experimento realizado en el Inpa, el biólogo Derek Campos verificó que representantes de una familia de peces, la de los carácidos, son bastante sensibles y mueren cuando la temperatura supera los 32 grados Celsius (ºC). Entre los carácidos se encuentran especies muy consumidas en la región amazónica como la cachama negra y el yaraquí (Semaprochilodus spp.). De acuerdo con dicho trabajo, detallado en un artículo publicado en febrero de 2018 en el Journal of Thermal Biology, un pez de pequeño porte, el pez ángel (Pterophyllum spp.), que hoy en día es objeto de intensa demanda como especie ornamental, fue el que se mostró capaz de resistir hasta los 39 °C.

Gudryan Baronio / USPQuema controlada en el Parque Nacional de las Siemprevivas, en el municipio de Diamantina (Minas Gerais), en julio de 2023Gudryan Baronio / USP
“Un escenario apocalíptico”
Al final de su doctorado en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, el biólogo Ismael Verrastro Brack compuso un grupo de cerca de 20 integrantes que entre septiembre y noviembre de 2020 analizó el impacto del incendio que había destruido más del 90 % de las 108.000 hectáreas (ha) de la reserva Sesc Pantanal en Barão de Melgaço, estado de Mato Grosso.
“En dos lugares más abiertos había decenas de animales muertos”, comenta. Osamentas de tapires amazónicos (Tapirus terrestris), pecaríes barbiblancos (Tayassu pecari), corzuelas pardas o guazunchos (Mazama gouazoubira), agutíes de Azara (Dasyprocta azarae), monos capuchinos de Azara (Sapajus cay), pumas (Puma concolor) y otros animales se mezclaban con la vegetación quemada. “Cenizas puras, un escenario apocalíptico”, define el biólogo. La destrucción intensa se produjo durante un año atípico, muy seco y bajo influencia del fenómeno climático El Niño, y resultó en incendios de grandes proporciones, mucho mayores que los comunes tanto en el Pantanal como en el Cerrado.
En colaboración con personal de Sesc, los investigadores encontraron centenas de osamentas de animales de mediano o gran porte. De acuerdo con proyecciones detalladas en un artículo publicado en noviembre en el Journal of Applied Ecology, alrededor de 50.000 mamíferos habrían muerto únicamente en esa reserva entre enero y octubre de 2020.
Un equipo coordinado por el médico veterinario Walfrido Moraes Tomas, de la estatal de investigación agropecuaria Embrapa Pantanal, con sede en la ciudad de Corumbá, Mato Grosso do Sul, también salió al campo y buscó animales muertos a lo largo de 114.000 km de líneas rectas, los llamados transectos. Las proyecciones, detalladas en diciembre de 2021 en Scientific Reports, indicaron que 17 millones de vertebrados habrían muerto debido a los incendios de 2020 en todo el Pantanal.
“Las poblaciones podrían recuperarse en algunos años si no hubiese más incendios”, comenta Verrastro Brack. El problema, según él, es que el fuego reapareció durante los años siguientes (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 342). En 2024, el área afectada por los incendios fue un 150 % más grande que la del año anterior, de acuerdo con MapBiomas. Los animales que sobrevivan podrán contar con menos alimentos y menos agua, y se verá en dificultades para hallar parejas durante la época de reproducción.
Los incendios modifican también la estructura de la selva, de acuerdo con un experimento realizado entre 2019 y 2020 en la Reserva Extractiva (Resex) Tapajós-Arapiuns, en la zona de Santarém, estado Pará. Investigadores de la Universidad Federal del Pará (UFPA) analizaron 3.620 árboles y palmeras de 326 especies en 16 áreas, clasificadas en tres categorías: bosque antiguo no quemado o quemado una vez (en 2015) o dos veces (en 2015 y 2017). Los incendios de 2015 en la Resex se desencadenaron durante un período de sequía severa asociado al fenómeno El Niño de 2015, que persistió hasta 2016, con efectos sobre un millón de hectáreas (ha); los de 2017 se alimentaron de otro período de sequía intensa, de los efectos persistentes del fenómeno El Niño y de la quema de la madera que se resecó el año anterior, añadiendo centenas de miles de ha a las áreas ya carbonizadas.
Tal como se lo detalló en la edición de Environmental Research Letters de octubre, el volumen de bosque –la biomasa– por encima del suelo disminuyó un 44 % en bosques quemados una vez y un 71 % en los que se quemaron dos veces. Hubo también una disminución del 50 % de la diversidad de especies en las áreas que pasaron por dos incendios, después de los cuales predominaban especies pioneras, de pequeño porte y crecimiento rápido, y menos susceptibles al fuego.
En el Cerrado, la sabana brasileña, los constantes incendios naturales seleccionaron poblaciones de árboles con cortezas más densas, capaces de resistir a las altas temperaturas. Así y todo, con los incendios muy frecuentes, algunas especies pueden adquirir un porte menor o incluso morir. “Los árboles son poco resistentes a los incendios muy frecuentes, anuales o bianuales, cuando no hay tiempo para que los ejemplares jóvenes desarrollen una corteza densa”, dice la bióloga Vânia Regina Pivello, de la Universidad de São Paulo (USP). En un artículo publicado en abril de 2011 en Fire Ecology, la investigadora ya advertía acerca de los daños a la biodiversidad ocasionados por la intensificación de los incendios en la Amazonia, diferenciándola del Cerrado, en donde muchas plantas, principalmente las rastreras, se benefician con el fuego periódico.
Pero no son solamente los árboles los que se retraen tras padecer los efectos del fuego frecuente. Varias especies de siemprevivas (Comanthera spp.), algunas ya en riesgo de extinción, pueden exhibir un porte menor y un crecimiento más lento si se ven sometidas a incendios anuales en comparación con las plantas que no afrontaron en esa situación, de acuerdo con experimentos realizados por el biólogo Gudryan Baronio, también de la USP, en el Parque Nacional de las Siemprevivas, en Minas Gerais.
Era una buena región para evaluar los efectos del fuego porque los recolectores de siemprevivas, que las usan en la producción de artesanías en la región, estimulan la floración mediante quemas controladas. Con el seguimiento del equipo del parque, los investigadores estudiaron dos áreas, cada una con ocho parcelas (cuatro quemadas experimentalmente y cuatro mantenidas sin fuego), al comienzo y al final de la estación seca respectivamente, en mayo y en septiembre de 2019.
El objetivo, tal como aparece descrito en un artículo publicado en noviembre en la revista científica Flora, consistía en verificar no solamente los efectos inmediatos del fuego en las plantas, sino también los que son consecuencia de la época en que el mismo se desata. El denominado fuego tardío, al final de la sequía, tiende a ser naturalmente más intenso que el fuego temprano, al comienzo de la sequía, cuando la vegetación y el suelo aún preservan alguna humedad.
“Al cabo de dos años, la cobertura de la vegetación herbácea que pasó por el fuego temprano se recuperó casi completamente, pero en la del fuego tardío se recuperó tan solo parcialmente”, comenta Baronio. “En ambas, empero, la altura de las plantas que rebrotaron fue en promedio 4 centímetros (cm) menor en comparación con el grupo de control”. Según la especie, las siemprevivas adultas generalmente tienen de 20 cm a 60 cm de altura.
Este trabajo integra un proyecto de Pivello apoyado por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) de Brasil y resultó en algunas recomendaciones dirigidas a los recolectores de flores. “Ni pensar en quemar todos los años, pues no da tiempo para que la vegetación rupestre se recupere”, dice. “Necesitamos repensar cuándo, dónde y cómo aplicar el fuego controlado, que es una estrategia importante para el manejo tradicional de la vegetación y para los gestores del parque, a los efectos de disminuir la cantidad de material combustible y evitar los incendios forestales, cuyo control resulta difícil.”
Este artículo salió publicado con el título “Menos vida en los montes” en la edición impresa n° 347 de enero de 2025.
Proyectos
1. ¿De qué manera afecta a las interacciones entre plantas, polinizadores y hormigas en los matorrales de altura el manejo del fuego? (n° 21/09247-5); Modalidad Becas en Brasil – Posdoctorado; Investigadora responsable Vânia Regina Pivello (USP); Becario Gudryan Jackson Baronio; Inversión R$ 269.092,13.
2. El éxito reproductivo de las plantas y sus respuestas ante la aparición del fuego: el rol de la precipitación de polen (no 23/04378-0); Modalidad Becas en el Exterior – Posdoctorado; Investigadora responsable Vânia Regina Pivello (USP); Becario Gudryan Jackson Baronio; Inversión R$ 378.467,44.
Artículos científicos
BARONIO, G. J. et al. Vegetation dynamics after fire in the Brazilian campo rupestre: Effects on native plant communities and flower harvesting. Flora. v. 320, 152611. nov. 2024.
BRACK, I. V. et al. Spatial modelling and estimation of mammals’ mortalities by Pantanal 2020 megafires. Journal of Applied Ecology. v. 61, n. 11. nov. 2024.
CAMPOS, J. F. et al. The influence of lifestyle and swimming behavior on metabolic rate and thermal tolerance of twelve Amazon forest stream fish species. Journal of Thermal Biology. v. 72, p. 148-54. feb. 2018.
CASTRO, J. da S. et al. In vivo exposure to high temperature compromises quality of the sperm in Colossoma macropomum. Animal Reproduction Science. v. 262, 107412. mar. 2024.
PEREIRA, C. A. et al. Recurrent wildfires alter forest structure and community composition of terra firme Amazonian forests. Environmental Research Letters. v. 19, n. 11. 8 oct. 2024.
PIVELLO, V. R. The use of fire in the Cerrado and Amazonian rainforests of Brazil: Past and present. Fire Ecology. v. 7, p. 24-39. 1º abr. 2011.
TOMAS, W. M. et al. Distance sampling surveys reveal 17 million vertebrates directly killed by the 2020’s wildfires in the Pantanal, Brazil. Scientific Reports. v. 11, 23547. 16 dic. 2021.
