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Amazonia

La sociedad de la selva

La apertura a expertos en ciencias sociales, la nacionalización y la reestructuración presupuestaria constituyen la impronta de la nueva fase de un programa de investigación

Reproducción del libro BRASIL 50 MIL ANOS/EDUSP-MAE Señales de la larga historia de la Amazonia: urna antropomorfa de los tapajós-konduri, de Santarém, ParáReproducción del libro BRASIL 50 MIL ANOS/EDUSP-MAE

desde Manaos*

Sociólogos, antropólogos, economistas, geógrafos y todos aquéllos que se sienten poco cómodos delante de un microscopio o de la famosa ecuación de Einstein: E=mc2, son ahora bienvenidos en el marco de la segunda fase del mayor programa de investigación de la Amazonia. Durante los primeros 10 años del Experimento de Gran Escala de la Biosfera-Atmósfera en la Amazonia (LBA) predominaron especialistas de las ciencias naturales, que estudiaron fenómenos esencialmente físicos y biológicos, tales como la dispersión de gases atmosféricos y la formación de lluvias. A medida que más especialistas de las ciencias humanas se vayan integrando al equipo (hasta ahora eran raros y se perdían entre la multitud de físicos, biólogos y agrónomos), la Amazonia podrá dejar de ser vista esencialmente como una selva y comenzar a analizarse más intensamente como una sociedad humana sujeta a conflictos políticos, económicos y sociales.

Otros fenómenos, además de la deforestación y de la transformación de la selva en pasturas o cultivos, ya estudiados en el LBA, podrán cobrar fuerza. Uno de ellos es la urbanización, cuyas consecuencias se están haciendo visibles. “Tenemos embotellamientos todos los días”, comenta el taxista Edmilton Castelo Branco Feitosa, del estado de Acre, quien que vive desde hace 15 años en el tránsito de Manaos. A finales de abril, lluvias más fuertes que lo común en esta época del año inundaron los barrios periféricos de esta metrópolis de 1.600.000 habitantes. Al igual que las otras ciudades de la región, la capital de Amazonas crece, se densifica y se transforma. Así y todo, desde un ángulo más abarcador, el vacío demográfico impera todavía: en un área equivalente a diez Francias, los nueve estados de la llamada Amazonia Legal son poblados por 23 millones de personas –un poco menos que un tercio de la población de Francia y un poco más que la del Gran São Paulo.

Otro cambio en marcha es la nacionalización del LBA. La Nasa y otras instituciones de Estados Unidos cubrieron alrededor de la mitad de los 100 millones de dólares (300 millones de reales, considerando la variación del dólar) gastados durante los primeros 10 años, Brasil aportó un 40% y Europa el resto. Como la Nasa anunció que no participaría de la segunda etapa del programa, que comienza el año que viene, la principal fuente de financiación ahora es el Plan Plurianual (PPA) del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT), que asegura el giro anual de 3,8 millones de reales, lo suficiente como para cubrir los costos fijos con instalaciones, equipos y personal. Pero poco a poco comienzan a brotar apoyos complementarios. Antonio Manzi, gerente ejecutivo del LBA, cita como ejemplo los fondos sectoriales, de los cuales los líderes de dos grupos lograron 7 millones de reales. Según él, la necesidad de una reestructuración presupuestaria, aun cuando cree incertidumbre, podrá ayudar en la formación de investigadores en Brasil: “Equipos e instituciones de otros países pueden participar y ayudar, pero las investigaciones de poco sirven si no forman masa crítica local”.

La mudanza de la sede del LBA –del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) de São José dos Campos, interior paulista, al Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa) en Manaos en 2004– parece haber funcionado para incrementar el interés de las instituciones de la Región Norte en el mayor programa de investigaciones sobre la Amazonia: en 10 años el LBA motivó la publicación de casi 1.500 artículos en revistas científicas y la creación de carreras de grado y de posgrado en áreas tales como ciencias atmosféricas y antropología en los estados de Amazonas, Acre, Mato Grosso, Pará y Rondônia. Comienza ahora la etapa de aprovechar al menos una parte de los investigadores y estudiantes que crecieron con el LBA. José Aldemir de Oliveira dijo que en poco tiempo más la Secretaría de Ciencia y Tecnología, que él coordina, emitirá un pliego por valor de 1,2 millones de reales para financiar proyectos del estado de Amazonas.

Mateus Batistella, investigador de la estatal Embrapa con sede Campinas, asumió en mayo de 2007 la presidencia del comité científico internacional del LBA con la tarea de bregar por financiamientos y atraer a geógrafos, economistas, sociólogos y antropólogos que conocen la historia y los pueblos de la Amazonia, pero que se mantenían como observadores del LBA. Adalberto Val, director del Inpa, expresa su optimismo sobre las posibilidades de mayor interacción entre especialistas de diferentes áreas. “Hemos atravesado momentos más difíciles”, comenta. Sin embargo, en su opinión, no será fácil lidiar con una sociedad regional con la impronta de una rica y muchas veces conflictiva diversidad cultural –de ganaderos a descendientes de fugitivos ex esclavos [‘quilombolas’], de migrantes a más de cien pueblos de etnias nativas. Cada grupo social parece ahora más convencido de que puede expresar y defender sus intereses. A comienzos de abril, por ejemplo, representantes de pueblos nativos de 11 países latinoamericanos se reunieron en Manaos para decir que quieren saber qué está pasando exactamente en sus bosques. Quieren también ser escuchados –y participar– en las negociaciones sobre las posibilidades de reducir los impactos de los cambios climáticos.

Reproducción del libro O BRASIL DOS VIAJANTES/ANA MARIA DE MORAES BELLUZZO Máscaras de la etnia jurupixuna (bicéfala): objetos simbólicos recolectados por Alexandre Rodrigues Ferreira en la expedición de 1783 a 1793 por la AmazôniaReproducción del libro O BRASIL DOS VIAJANTES/ANA MARIA DE MORAES BELLUZZO

Desconfianza mutua
“Ya intentamos hacer investigaciones integradas, siempre que se hace posible”, informó Flávio Luizão, a quien no le pareció difícil lidiar con los que no eran biólogo como él. Algunas áreas son evidentemente más permeables que otras: los economistas y sociólogos posiblemente se sientan más útiles en los estudios sobre cambios en el uso de la tierra que en los que tratan de la geoquímica del suelo. Todos, sin embargo, tendrán que sortear la desconfianza recíproca, en parte justificada, pues adoptan diferentes metodologías de trabajo que no siempre son convergentes. “A diferencia de los científicos naturales, es común encontrar científicos sociales que no piensan en la posibilidad de que existan leyes universales”, sostiene Diógenes Alves, investigador del Inpe y un caso atípico de matemático que en los últimos años ha venido intensificado las lecturas sobre filosofía y sociología de la ciencia. El LBA parece estar cada vez más abierto a pensadores multidisciplinarios dispuestos a pensar el futuro de la Amazonia de manera amplia. Batistella es otro ejemplo: hizo dos carreras, biología y filosofía, y pasó por un doctorado en ciencias ambientales en Estados Unidos que le exigió mucha lectura de sociología y antropología.

Los científicos sociales, aunque son menos numerosos que los compañeros de las ciencias naturales, también tienen sus cosas para contar. En 2004, Alves fue uno de los coordinadores de un seminario en que economistas, antropólogos y geógrafos buscaron las lagunas del conocimiento sobre la Amazonia, relevaron los intereses que rigen la ocupación de la región y seleccionaron algunos temas, tales como la urbanización, la demografía y el uso de la tierra, relacionados con los cambios climáticos, ya estudiados en el LBA. Ese encuentro resultó en el primer tomo de la colección Dimensões humanas de la biosfera-atmosfera na Amazônia; el segundo saldrá este mismo año, con estudios sobre demografía, ordenamiento territorial y economía regional.

Tanto como los pueblos nativos, los científicos sociales circulan desde hace un buen tiempo en la región que cubre la mitad de Brasil. Un ejemplo es el antropólogo cubano naturalizado estadounidense Emilio Moran, quien llegó a la Amazonia hace 30 años para estudiar los cambios provocados por la construcción de la carretera Transamazónica. Aun después de hacer sido contratado como docente de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, no dejó de seguir las transformaciones económicas y sociales vividas por pequeños agricultores de Pará –y fue uno de los primeros en proponer una mirada más amplia sobre los impactos del calentamiento global, normalmente visto sólo desde el abordaje de las ciencias físicas y biológicas. Nuevamente fue al campo, en esta oportunidad con su colega Eduardo Brondizio, antropólogo brasileño y actual jefe del departamento de antropología de Indiana, para ver de qué manera los pequeños agricultores del interior de Pará reaccionan a las alteraciones climáticas extremas. Concluyeron que las familias que viven en el campo son bastante vulnerables e inermes, sin información sobre cómo actuar y dónde buscar ayuda. Observaron también que ciertas variaciones climáticas intensas como El Niño de 1997-1998, pueden arruinar los cultivos y forzar la migración hacia las ciudades. Los resultados no son puramente académicos. Además de un artículo publicado en una edición de Philosophical Transactions of the Royal Society B dedicado a la Amazonia, este trabajo inspiró un manual para los propios agricultores prever –y se prevenir contra ellas– las modificaciones bruscas del tiempo, siguiendo las variaciones de frecuencia e intensidad de las lluvias.

Reproducción del libro O BRASIL DOS VIAJANTES/ANA MARIA DE MORAES BELLUZZO Máscaras de la etnia jurupixuna (zoomorfa)Reproducción del libro O BRASIL DOS VIAJANTES/ANA MARIA DE MORAES BELLUZZO

Clima favorable
“No solamente necesitamos más inversiones, sino también más aliados”, afirma Odenildo Sena, director presidente de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica de Amazonas (Fapeam). Uno de los especialistas atentos a estas alianzas –formadas o potenciales– es el sociólogo estadounidense Timmons Roberts, quien actualmente da clases en el College of William and Mary, una de las más antiguas escuelas de enseñanza superior de Estados Unidos, fundada en 1693. En 1989 y 1990 Roberts vivió en Parauapebas, Pará, para estudiar las formas de supervivencia de los trabajadores subcontratados de la Companhia Vale do Rio Doce para extraer mineral de hierro de la sierra de Carajás.

Vale fue pionera en tercerizar la fuerza de trabajo. El resultado fue una extremada desigualdad entre el personal de la empresa y los que formaban la fuerza de trabajo periférica”, dice. “Demostré que Vale tenía más responsabilidad por los impactos sociales y ambientales en el área, más allá de sus portones, pues había ocasionado todos aquellos problemas y se había beneficiado con la fuerza de trabajo que costaba muy poco”. En 2007, como uno de los organizadores de una conferencia en Inglaterra sobre la Amazonia, se impresionó con el interés de biólogos y físicos sobre temas políticos y sociales. “Estábamos separados al principio, pero después de un año, empezamos a trabajar efectivamente juntos y a entender mejor uno los temas del otro.”

En otro artículo de Philosophical Transactions, junto a la economista brasileña Maria Carmen Lemos, defiende a idea de que las redes de organizaciones no  gubernamentales ambientalistas se volvieron relevantes para detener las políticas de desarrollo económico, generalmente apoyadas por instituciones financieras internacionales, que inducen a la destrucción de la mayor selva tropical do mundo, cada vez más presionada por el desmonte, por las commodities agrícolas como la soja y por la expansión de las ciudades (la edición de 27 de mayo de 2008 de Philosophical Transactions of the Royal Society B reúne 25 artículos de acceso abierto sobre cambios ambientales y perspectivas de integración entre ciencias naturales y sociales en la Amazonia). El rol de la mayor selva brasileña en la regulación del clima en el mundo emergió en los últimos años como un argumento extra que refuerza la atención y la participación de instituciones de otros países; ésa es también una fuente de tensiones entre el gobierno y las organizaciones no gubernamentales y otros países. “Éstos son tiempos cruciales para el futuro de la Amazonia y para el clima global”, dice Roberts.

En el libro A climate of injustice – Global inecuality, North-South politics, and climate policy, publicado en 2007, Roberts y Bradley Parks ofrecen alternativas conciliatorias a las percepciones opuestas que rigen los debates sobre cambios climáticos y examinan las posibilidades de acción de países en desarrollo como Brasil. Ahora, en el recién publicado Greening aid?: Understanding the environmental impact of  debelopment assistance, Roberts, Parks y otros dos coautores evalúan el impacto de los proyectos financiados todos los años por donadores internacionales, como una forma de ayudar a los países pobres a resolver sus problemas ambientales.

Aún no se sabe cómo motivar a los científicos sociales a entrar en el LBA –posiblemente por medio de pliegos de financiamiento de proyectos de investigación– ni tampoco si éstos aceptarán la invitación. Otro desafío de Batistella –y de quien lo suceda al frente del comité científico del LBA– es descubrir cómo convertir en políticas públicas las investigaciones que posiblemente llegarán a las páginas de revistas científicas. En uno de los momentos de evaluación de la primera fase, Carlos Nobre, uno de los mentores y coordinadores del programa, sostuvo que habían fallado en transformar los descubrimientos sobre la Amazonia en acciones concretas que beneficiasen a los habitantes de la región. A lo mejor el nuevo equipo del LBA logra unir el mundo de la ciencia con el de las políticas públicas, a medida que los especialistas de áreas diferentes empiecen a formular y a estudiar juntos los cambios ambientales y sus consecuencias en la sociedad.

*Carlos Fioravanti estuvo en Manaos por invitación de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado Amazonas (Fapeam).

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