Menos de siete meses después de su lanzamiento, el 25 de diciembre del año pasado, el Telescopio Espacial James Webb (JWST) proporcionó un avance de los servicios que prestará durante los próximos 10 o 20 años. Entre los días 11 y 12 de julio fueron publicadas las primeras imágenes obtenidas por el mayor, más caro y potente telescopio jamás construido, que asombran por su nitidez y profusión de detalles. También dejan en claro cuáles serán los temas de investigación principales que se abordarán con la ayuda del supertelescopio James Webb, un megaproyecto de 10.000 millones de dólares con una historia problemática (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 310).
La primera instantánea cósmica enviada por el telescopio fue “la imagen en el rango del infrarrojo más profunda y nítida del universo lejano que se haya obtenido hasta ahora”, según el material divulgado por la Nasa, la agencia espacial estadounidense, la principal fuente de financiación del James Webb. En realidad, se trata de una superposición de varias imágenes en diferentes longitudes de onda, obtenidas en el transcurso de 12,5 horas de observación. La imagen retrata cómo era la conformación de la agrupación galáctica SMACS 0723 hace unos 4.600 millones de años. El telescopio inspecciona el Cosmos esencialmente en las frecuencias del infrarrojo, no visibles para el ojo humano.
Además de esta fotografía de la agrupación, también se divulgaron las imágenes de otras tres formaciones: la región NGC 3324, en la nebulosa Carina, que es un nido de estrellas; un grupo de galaxias que forman el llamado Quinteto de Stephan, y los anillos de polvo estelar y nubes de gas alrededor de una estrella en el final de su vida, la nebulosa planetaria NGC 3132. El equipo técnico que administra el telescopio también difundió datos sobre la composición química de la atmósfera de un exoplaneta: WASP-96 B.
“La calidad del material divulgado no tiene precedentes, y aún resta extraer una cantidad enorme de información”, comenta el astrofísico Rogemar Riffel, de la Universidad Federal de Santa Maria (UFSM), en Rio Grande do Sul, quien coordina un proyecto que utilizará al James Webb para observar, entre abril y julio de 2023, los vientos de hidrógeno molecular (H2) en las proximidades de agujeros negros en galaxias relativamente cercanas.
“Las imágenes son espectaculares en varios sentidos. Para la ciencia, proporcionan detalles de la estructura de los objetos como nunca antes se habían visto”, dice el astrofísico brasileño Will Rocha, quien realiza una pasantía posdoctoral en la Universidad de Leiden, en los Países Bajos. “También constituyen hitos tecnológicos. El instrumental del telescopio tiene una alta resolución espacial, con capacidad para identificar los elementos que componen una nube molecular (en medio del gas y el polvo), y también está dotado de gran sensibilidad, lo que permite la observación de objetos poco luminosos”. Rocha es el coordinador de un proyecto que a partir de abril de 2023 utilizará el telescopio para observar la composición química de seis estrellas nacientes.
Según el astrofísico neerlandés Roderik Overzier, del Observatorio Nacional (ON) de Río de Janeiro, quien dirige otro proyecto con tiempo de observación reservado en el telescopio, el James Webb está funcionando tan bien o incluso mejor que lo esperado. “Estas primeras imágenes han sido seleccionadas principalmente por su gran atractivo visual”, comenta Overzier. “Pero los verdaderos hallazgos científicos probablemente se produzcan a partir de pequeños destellos de luz, no mayores a unos pocos píxeles”. Habrá que esperar para comprobarlo.
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