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Historia

¿Lo hizo porque quiso, qué?

Pasados 50 años, la renuncia de Jânio Quadros aún intriga a los analistas

art4404img1DOMICIO PINHEIRO / AEEl 25 de agosto de 1961, luego de siete meses al frente de la Presidencia de Brasil, Jânio Quadros (1917-1992) renunció y sumió al país en una crisis institucional. Y de acuerdo con algunos analistas, allanó el camino para el golpe de 1964. Pese a que hay distintas versiones acerca de los motivos que lo llevaron a abandonar el cargo, las razones de su renuncia siguen siendo oscuras. El periodista Joel Silveira contaba que el ex presidente solía invitarlo para hacerle entrevistas y, cuando era interrogado sobre esta cuestión, tomaba un trago de whisky, hacía una larga pausa y decía: A ti Joel, te lo cuento, siempre dando una versión completamente distinta, en casa oportunidad. La naturaleza poco convincente acerca de los motivos de ello llevó a varios especialistas a la certeza de que se trataba de un golpe. La oscuridad del episodio siempre interesó al propio Jânio, quien la usó hasta el final para reencender la mística del hombre justo e inflexible: Prefiero romperme a doblarme. Así fue como logró sacar partido de su renuncia, reinterpretándola y reforzando el lado heroico de su figura que, vencida, prometía volver un día al combate contra los poderosos, sostiene la politóloga Maria Teresa Sadek, directora de investigación del Centro Brasileño de Estudios e Investigaciones Judiciales y docente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de São Paulo (USP), autora del estudio intitulado La trayectoria política de Jânio Quadros.

Quadros creó un modelo de marketing político individual que aún en los días actuales atrae y tiene influjo sobre muchos políticos brasileños. Era un nuevo estilo, muy personal, de liderazgo político, que se apoyaba en un marketing con un sistema de comunicación basado en la autovaloración, en las denuncias de irregularidades administrativas, en el desprecio por el Parlamento y por la política y en el uso sistemático de la prensa, con un discurso seductor para diversos sectores de la sociedad. Sin embargo, cuando llevó ese estilo a la Presidencia, desdeñando al Legislativo y usando elementos de los partidos para ocupar cargos políticos, el sistema había cambiado. El Legislativo se fortalecía y el Ejecutivo quedó entonces aislado; fue un momento político desfavorable para gobernar al gusto de él, evalúa la politóloga Vera Chaia, coordinadora del Núcleo de Estudios de Arte, Medios y Política de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP) y autora de A liderança política de Jânio Quadros (Humanidades). Lo más importante es entender que el imperio de la escoba preparó el camino para el dominio de la espada. La política de Jânio de gobernar es castigar transformó al país en un inmenso cuartel inquisidor. Su gobierno fue decisivo para reforzar el rol de las Fuerzas Armadas, como lo fue después de 1964. Su estilo y su renuncia contribuyeron también para desmoralizar el proceso electoral y la participación democrática. El descrédito, aquello de que el pueblo no sabe votar, se convirtió con él en un arma ideológica para inculcarle al pueblo una percepción negativa de sus derechos políticos como ciudadano. Si su voto no valía nada, ¿para qué votar, analiza la socióloga Maria Victoria Benevides, docente titular de la Facultad de Educación de la USP y autora de O governo Jânio Quadros (Brasiliense). Jânio murió sin haber explicado nunca las razones de su renuncia. Lo más cercano que tenemos es la supuesta conversa que tuvo con su nieto, Jânio Quadros Neto, en su lecho de muerte, revelada por éste en 1996 en Jânio Cuadros: memorial à história do Brasil (Rideel): Mi renuncia debería haber sido una arreglo. Nunca imaginé que la fuesen a aceptar. Renuncié a la candidatura a la Presidencia en 1960 y no me la aceptaron. Volví con más bríos y más fuerza. El acto de agosto de 1961 fue una estrategia política malograda. También fue el mayor error político de la historia republicana del país. El mayor error que cometí. Renuncié el Día del Soldado porque quise sensibilizar a los militares y granjearme su apoyo. Jango [el vicepresidente Jõao Goulart] en esa época era inaceptable para las elites y creí que todos me iban a implorar que me quedase. Era para que se creara un determinado clima político; imaginé que el pueblo y los militares saldrían a la calle para llamarme de nuevo. Los brasileños son muy pasivos. Nadie reaccionó. Las fuerzas terribles eran todo aquello que imperaba en la democracia prostituida que gobernaba Brasil. Sin lugar a dudas, el Congreso era la peor. Fui alcalde y gobernador y logré administrar al Legislativo en esos casos. Creí que Brasilia sería una continuidad de eso, pero aquellas presiones no son nada comparadas con las de la Presidencia.

¿Será verdad o es una más entre la versiones pronunciadas después de un trago de whisky? Quizá, pasados 50 años de la renuncia, lo más importante sea entender el fenómeno de janista, sus consecuencias y, por encima de todo, la permanencia de los valores que él explotó magistralmente y que todavía perduran en la visión política brasileña. Su repudio a los partidos políticos y a los compromisos de la vida pública reflejan cualidades aún hoy en día valoradas socialmente y constituyen la esperanza de que las transformaciones anheladas dependen de un líder valiente, independiente y dispuesto a ser el jefe de una verdadera cruzada redentora. Este diagnóstico sobre la sociedad brasileña, de la existencia de una crisis moral, es bastante persuasivo, sostiene Maria Teresa. La fuerza de Jânio se debió a la simplificación que hizo del mundo político, dividido entre el bien y el mal, y la aparente eficacia de las soluciones moralizantes. Al responsabilizar a los políticos y a los tiburones por todos los infortunios del pasado y del presente, él aparecía como distinto a los modelos conocidos.

ANTONIO LUCIO / AEEl estudio reciente denominado La desconfianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas, coordinado por el politólogo José Álvaro Moisés, con apoyo de la FAPESP, revela, por ejemplo, que prácticamente las dos terceras de los brasileños no confían en los parlamentos, los políticos y los gobiernos. Existe un profundo descrédito de parte de la opinión pública con relación a los partidos y al Congreso, lo que refuerza la tradición brasileña de personalización de las relaciones políticas, en las cuales los líderes, individualmente, se sobreponen a las instituciones de representación. Existe actualmente en el país una preferencia por una democracia sin Congreso y sin partidos políticos. Las consecuencias de ello ya se hacen visibles en varios países de América Latina, con gobiernos que cuentan con el apoyo de las masas; son gobiernos personalistas que amplían su legitimidad con ataques directos contra los partidos y contra el Parlamento, dice Moisés. Pero es particularmente brasileña la manipulación populista de la corrupción política como tema central del debate político, en un país tan carente de discusiones públicas de fondo acerca de las decisiones colectivas fundamentales, sostiene el sociólogo Jessé Souza, de la Universidad Federal de Juiz de Fora y autor de Democracia e subjetividade (Liberdade de Expressão).

La convocatoria fundamental del discurso janista era de cuño moralista y se traducía en la denuncia de la política, vista como politquería, y de los partidos políticos, vistos como camarillas interesadas apenas en las prebendas del Estado, atacando incluso a su propio partido. Se decía independiente, fiel únicamente a sus principios, recuerda Maria Teresa. De acuerdo con la investigadora, desde la elección como alcalde, en 1953, se presentaba como un líder que estaba más allá del bien y del mal, con fuerza para el combate contra lo nefasto. Dejaba entrever el modelo de una sociedad atomizada, sin ningún tipo de organización partidaria. Para conducirla bastaba con un líder lo suficientemente fuerte como para extirpar el mal. No presentaba programas de gobierno y centraba su plataforma en el binomio honestidad y trabajo, prometiendo barrer la corrupción, moralizando la administración, explica Maria Teresa. Desde sus comienzos, como concejal, en 1947, fue construyendo la imagen de un político diferente: su plataforma de entonces atraía a los sectores de la clase trabajadora. Hacía visitas a los barrios periféricos, siempre acompañado por periodistas que documentaban esos periplos para que él las usase como material de sus discursos en el Concejo, recuerda Vera. Jânio estaba siempre en los titulares de los periódicos. Cuando no había hechos políticos, él mismo los creaba, con gran habilidad, desde las esquelitas [bilhetinhos] hasta sus atuendos poco comunes en la Presidencia. Su agenda estuvo repleta de medidas grandilocuentes, incluso en cuestiones en las cuales los gobiernos no se inmiscuyen, pero que le rendían titulares, tales como riñas de gallos, el uso de lanzaperfume y el de biquinis en las playas. Llegó al colmo de dictar reglas de moralidad en concursos de belleza femenina, sostiene Maria Teresa. Era un moralismo que no distinguía las esferas de lo público y lo privado, que exaltaba al mismo tiempo, como plataforma política, la moral conservadora de las buenas costumbres y pregonaba la moralización pública basada en reglas de funcionamiento racionales y modernas. Un moralismo ambiguo en la distancia entre el discurso y la práctica, añade Vera Chaia.

Mientras tanto, en sus discursos, transmitía la idea de que los políticos y los partidos eran ineficaces e innecesarios y que la buena política sería ejercida por hombres no comprometidos con las ideologías. El estilo autoritario, moralista y personificado de Jânio evocaba un populismo de derecha, militarista, antiparlamentarista y asociado al gran capital. Dirigido a todas las clases y al conjunto de la nación, terminaba por diluir los significados de pueblo y masa. No solamente significó la quiebra del sistema partidario, sino que fue el populismo llevado a su contradicción más extrema y que se vuelve contra sí propio, considera Maria Victoria Benevides. No sin razón, el lema del janismo, sostiene Vera Chaia, era una fuerte presencia de la autoridad gubernamental, confundida e identificada con las ideas y las acciones de un solo hombre, a quien se le confiere el poder de ordenar, decidir y hacer obedecer, respetando las leyes de manera singular, ya que imprime la marca inconfundible de la voluntad personal. En ese contexto, el sistema partidario y el Congreso son piezas perturbadoras del orden, y el pluralismo algo intolerable, ya que legitimaría posturas como la de la izquierda, dice Vera. En lugar de los partidos, Jânio tenía a su staff administrativo, el grupo de apoyo que acepta el poder concentrado en las manos del líder. Son estas personas las que establecían la relación entre él y los partidos, la prensa, otros centros de poder y la sociedad civil. Todo se concentraba en una forma autoritaria de ejercer el poder, de entender a la sociedad brasileña como un organismo desordenado e incapaz de estructurarse a partir de movimientos de la sociedad civil y de la opinión pública, lo que requeriría una fuerte autoridad gubernamental. La política, para Jânio, era entendida como una técnica administrativa, orientada por criterios pragmáticos de eficiencia y concebida de forma antipolítica.

Lo notable en la ascensión de Jânio es cómo supo beneficiarse del desarrollo de la sociedad brasileña luego de las conquistas del gobierno de Juscelino Kubitscheck. El desarrollo del gobierno de JK despertó a ciertos estratos sociales hacia demandas que no se expresaban solamente en obras públicas o puestos de trabajo, sino como una efectiva expansión de los límites de la participación política, sostiene Maria Victoria. Había una creciente insatisfacción política de varios sectores sociales con la carestía del costo de vida, en su despertar a la participación política y a las reivindicaciones, precisamente debido a los frutos del desarrollo logrado durante un gobierno políticamente abierto, sigue la investigadora. Sin embargo, ese descontentamiento no se traducía en una esperanza de protección personal, sino de justicia, pues lo que contaba para no eran las expectativas de favores, sino la capacidad de trabajo y el mérito.

Este ideal de justicia estaba impregnado de un contenido moralista. Los electores de Jânio creían que el principal problema de la sociedad era la corrupción y que para combatirla bastaba contar con un líder que se dispusiera a barrerla, una cruzada redentora, sostiene Maria Teresa. Pero esa limpieza se alimentaba de distintas versiones de la suciedad. Podía ser la suciedad de la corrupción pero también la de la plebe, que quería mostrarse en toda su suciedad, participar, reivindicar y ensuciar el escenario, recuerda Maria Victoria. De este modo, al tiempo que era el paladín del tostón contra el millón, un hombre que comía sándwiches de mortadela en los mítines, que se hacían incluso a la luz de velas, Jânio contó con el apoyo económico de las grandes corporaciones desde sus primeros pasos en la política, especialmente el de la industria farmacéutica y el los medios de comunicación, y contó también con el apoyo de los grandes propietarios rurales, como Auro de Moura Andrade.

ANTONIO LUCIO / AEDe acuerdo con los analistas, lo propio puede decirse de su mayor osadía política, la política exterior independiente, que lo acercaba a los países socialistas, y le daba munición a sus enemigos, como Carlos Lacerda. Quiso cortejar a las izquierdas con un regalo de griego, e hizo suya, sin necesidad y sin réditos, una pelea con la Iglesia, con los militares y con los sectores más conservadores del país, afirma Benevides. Al fin y al cabo, sigue la profesora, al mismo tiempo que iba rumbo al Este la Misión Dantas, el embajador Roberto Campos corría hacia el Oeste Europeo y el embajador Walter Moreira Salles a EE.UU. para negociar deudas y conseguir empréstitos, como así también para tranquilizar a los aliados acerca de la permanencia de Brasil en el bloque capitalista. Forzado a atender las exigencias del FMI y convencido de que EE.UU., debido a la crisis cubana, sería más benevolente al depararse con un clima de urgencia internacional, Jânio hizo lo que podía para crear alarma acerca de los rumbos de su gobierno y aumentar el poder de regateo en las mesas de negociación, escribió el sociólogo Carlos Estevam Martins en su artículo Brasil-Estados Unidos de los años 60 a los 70 (Cadernos Cebrap).

De la misma manera oportunista, Jânio intentó repetir fórmulas exitosas de sus gobiernos paulistas en el ejercicio de la Presidencia y en la política nacional. Tenía una pretensión de independencia con relación a las fuerzas que lo apoyaron, y enseguida surgieron desavenencias con la UDN, concentradas en el fuego de Lacerda contra su gestión. La clara disonancia de su política interna con la externa estimulaba descontentamientos por izquierda y por derecha. Buena parte de la clase política se sentía abandonada, traicionada, incapaz de controlar la idiosincrasia del presidente. Un sentimiento que, no obstante, no era compartido por la población, para la cual la popularidad de Jânio era elevada, dice Maria Teresa. Esto era fruto de una estrategia janista que funcionaba aún más con el progreso. Por estar en Brasilia [fue el primer presidente que tomó posesión en la nueva capital], el contacto con el pueblo y los mítines en plaza pública se tornaron imposibles. Por eso Jânio, para comunicarse con el pueblo, empezó a usar los medios masivos de comunicación: la radio y la televisión, dice Vera. Pese a ello, no se produjo el movimiento de masas que él esperaba con su renuncia, solamente los graves desdoblamientos para la democracia nacional. Su desprecio por las instituciones, en especial por el Congreso, en favor de un respeto exagerado por los militares, ¿estarían allí los factores importantes de la crisis que se resolvería en 1964, con un régimen autoritario, represivo y vengador No se puede negar la responsabilidad del presidente, con su renuncia, que quiso gobernar por encima de los partidos y con el apoyo de los militares. El personalismo autoritario de Jânio, su bonapartismo, el moralismo que retoma el tema del golpismo, atenuado durante la segunda mitad del gobierno JK, contribuyeron para el golpe, estima Maria Victoria. Quadros consolidó la intervención militar en la escena política; exacerbó a la extrema derecha, que se organizó y se movilizó debido a su política exterior; por último, su renuncia radicalizó a los sectores populares y de izquierda, que, al no ver contempladas sus demandas de transformación social, sobrecargaron al gobierno de Goulart con demandas insostenibles para la sociedad oligárquica de la época, analiza la investigadora. El janismo, como sostiene Vera Chaia, puede haber desaparecido con Jânio, pero su influjo sigue planteando la cuestión con la cual concluye la investigación de Álvaro Moisés sobre el Brasil reciente: ¿Este proceso de progresiva deslegitimación de las instituciones básicas de la democracia representativa podrá usarse a mediano o largo plazo para alimentar alternativas antidemocráticas.

El  Proyecto
La desconfianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas (nº 2004/07952-8); Modalidad Proyecto Temático; Coordinador José Álvaro Moisés USP; Inversión R$ 224.161,00

Artículo científico
MARTINS, C. E. Brasil-Estados Unidos: dos anos 60 aos 70. Cadernos Cebrap. n. 9. 1975.

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