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Emprendimientos

Los cuellos de botella en la base de la investigación científica

Pequeños fabricantes nacionales de insumos científicos pugnan para consolidarse en Brasil

Cultivo de células usado en la producción de anticuerpos monoclonales en la empresa Rheabiotech, de Campinas

Léo Ramos Chaves

Las dificultades para importar insumos tales como reactivos, células y modelos animales, entre otros elementos indispensables para la investigación científica, son señaladas como escollos para el avance de la ciencia y la tecnología (C&T) en Brasil. A falta de grandes fabricantes instalados en el país, casi todo se compra en el exterior. Sin embargo, estos productos son caros y normalmente tardan en llegar, lo que suele comprometer la competitividad de la ciencia brasileña. En un esfuerzo por satisfacer esta demanda, las pequeñas empresas de bienes de investigación científica pugnan por consolidarse en el mercado nacional, en medio de un escenario de merma de las inversiones en C&T, una elevada presión tributaria y un complejo entramado burocrático.

Este es el caso de Cellco Biotec, una empresa fundada en São Carlos, en el interior del estado de São Paulo, a principios de 2015. Una de sus socias fundadoras, Maria Amélia Dotta, comenta que la idea de convertirse en empresaria surgió de las dificultades que tuvo para conseguir los insumos básicos para sus investigaciones. “Durante mi doctorado en biología molecular en el Instituto de Física de São Carlos de la Universidad de São Paulo [IFSC-USP], mis compañeros y yo teníamos que importar reactivos, pero tardaban mucho en llegar, así que, siempre podíamos, producíamos nuestros propios reactivos en pequeñas cantidades para poder realizar las actividades del laboratorio”, relata.

En 2011, al concluir el doctorado, Dotta se incorporó a la empresa farmacéutica EMS, mientras que una de sus colegas del IFSC-USP, la bióloga Fernanda Costa, se fue a hacer una pasantía posdoctoral en el Laboratorio Nacional de Biociencias (LNBio) de Campinas. “Durante algún tiempo habíamos hablado acerca de crear una empresa de bienes para la investigación biotecnológica, pero no pudimos avanzar en ello por falta de experiencia”, comenta Dotta. La oportunidad apareció en 2014, cuando Costa viajó a Alemania para realizar una pasantía en Jena Bioscience, una empresa líder en la fabricación de reactivos para laboratorios de investigación en el área de las ciencias de la vida. Allí conoció a Mathias Grün, el director ejecutivo de la compañía, quien se mostró interesado en invertir en ese segmento en Brasil. Costa y Dotta concibieron entonces un plan de negocio y se lo presentaron a Grün. Un año después, fundaron Cellco, con Jena y otra empresa del área como asociados. Se instalaron en el Parque Tecnológico de São Carlos, con la ayuda del Programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe), de la FAPESP, que respalda a las startups y a las empresas de base tecnológica con hasta 250 empleados.

La asociación y los recursos del programa Pipe ayudaron a Cellco a enfrentarse a los obstáculos habituales en el país para este tipo de empresas. El principal de ellos tiene que ver con los equipos que se utilizan para la producción de insumos, que son caros y, por lo tanto, exigen una fuerte inversión inicial. Sucede que muchas empresas no sobreviven a los primeros años fuera de las incubadoras porque no logran sostener un ritmo de producción capaz de cubrir esa inversión y los gastos de funcionamiento. “Son muchas las dificultades para obtener rentabilidad en el negocio durante los primeros años; las que lo logran, a menudo no alcanzan un punto de equilibrio operativo capaz de cubrir los gastos de personal, el alquiler y el mantenimiento de la infraestructura”, explica Leila Lopes-Bezerra, socia fundadora de BIDiagnostics, una startup fundada en 2019, incubada en el Centro de Innovación, Emprendimientos y Tecnología (Cietec) de la USP y centrada en la producción de antígenos para pruebas serológicas que se utilizan para el diagnóstico de zoonosis.

Léo Ramos Chaves Análisis de pureza de los ADN sintéticos producidos en los laboratorios de Exxtend, en la localidad de Paulínia, en el interior del estado de São PauloLéo Ramos Chaves

Esto sucede porque se necesita tiempo para afianzar una cadena de clientes. Por lo general, los investigadores suelen ser reacios a comprarles a empresas que no conocen. “Como al principio solamente producíamos y comercializábamos los productos de Jena, una empresa conocida por la mayoría de los investigadores, nuestros costos de producción eran bajos, lo que nos daba un margen para mantener liquidez mientras invertíamos en el laboratorio”, explica Dotta. La empresa sigue vendiendo los reactivos de la firma alemana, pero hoy en día cuenta con su propia cartera diversificada de enzimas. “En nuestro caso, en seis meses, montamos con nuestros propios recursos una estructura básica de laboratorio en el Cietec. Esto nos ha permitido tener clientes que nos contratan como proveedores de servicios, aunque la rentabilidad aún es modesta”, dice Lopes-Bezerra. Al igual que Cellco, BIDiagnostics también contó con la ayuda del programa Pipe.

La dificultad para potenciar los recursos llevó al biólogo molecular João Bosco Pesquero, en 2011, a emplear una estrategia similar a la de Dotta para fundar Exxtend, especializada en la producción de oligonucleótidos, reactivos muy utilizados en estudios de biología molecular y diagnósticos en el campo de la salud. Docente del Departamento de Biofísica de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), Pesquero decidió crear Exxtend para suplir una demanda de otra empresa de la que era propietario en ese momento: Helixxa, dedicada a la prestación de servicios en genómica. Uno de sus insumos principales eran los oligonucleótidos, (también llamados oligos o primers) –segmentos de ácidos nucleicos necesarios para la replicación del ARN y el ADN–, que eran caros y debían importarse. “Pensé en crear una empresa hermana, que produjera y vendiera primers a Helixxa y que creciera a la par de ella”, dice Pesquero. Sin recursos para ello, recurrió a un contacto que conoció en Alemania en la época en que había realizado una pasantía postdoctoral en el Centro Max Delbrück de Medicina Molecular de la Asociación Helmholtz en Berlín. Ese contacto lo presentó a los propietarios del grupo K&A, fabricantes de máquinas de oligos, que aceptaron entrar como socios y le suministraron parte de los equipos utilizados para la síntesis de los oligonucleótidos.

En la actualidad, Exxtend atiende a clientes de todo el país, incluidos laboratorios de investigación como el del biólogo Alessandro Farias, del Instituto de Biología de la Universidad de Campinas (Unicamp). Farias es el coordinador del frente de diagnóstico de la fuerza de tareas de la universidad contra el covid-19 y utilizó los primers producidos por Exxtend para desarrollar un test de detección del tipo RT-PCR para la enfermedad. Las negociaciones con la empresa formaron parte de una estrategia para sustituir los reactivos importados por otros producidos en Brasil. “Al principio de la pandemia nos dimos cuenta que habría un aumento de la demanda mundial de reactivos, cuando los países empezaran a invertir más en los test para detectar el covid-19”, dice el investigador. “Resolvimos adelantarnos a este problema y empezamos a evaluar la eficacia de los reactivos de las empresas nacionales equivalentes a los homologados por la Organización Mundial de la Salud [OMS]”. Además de Exxtend, el grupo utilizó insumos provistos por Cellco y Rheabiotech, una empresa creada en 2008, en Campinas.

A juicio de Pesquero, la situación de los fabricantes nacionales de insumos suele ser mejor en São Paulo en comparación con los estados de otras regiones del país. “Ellos han avanzado aquí un poco más, en parte, gracias a iniciativas como el programa Pipe, de la FAPESP”, comenta. Al igual que Cellco y BIDiagnostics, Rheabiotech también ha sacado réditos de esta modalidad de financiación. La FAPESP, indirectamente, también estimula este mercado por otras vías: los investigadores que les adquieren insumos a empresas paulistas con recursos otorgados por la Fundación pueden abaratar sus costos. “Desde 2017, la FAPESP exige que las facturas de compras de bienes de investigación se emitan a nombre de la Fundación, lo que les garantiza la exención del ICMS [Impuesto sobre la Circulación de Bienes y Servicios] en São Paulo”, resalta el biólogo Daniel Martins-de-Souza, coordinador del Laboratorio de Neuroproteómica de la Unicamp. “Esto podría representar ganancias del 18 %, o más, en el poder adquisitivo de los científicos, que redunda en un ahorro para el proyecto de investigación y un incentivo para que les adquieran insumos a las empresas paulistas”.

Estas medidas ayudan a paliar el problema, pero por sí solas no bastan como para crear un entorno favorable a este tipo de iniciativas en Brasil. Uno de los problemas radica en que las empresas que producen insumos generalmente también dependen de las materias primas importadas y son vulnerables a los vaivenes del tipo de cambio. “Los costos de la compra en dólares de los artículos básicos, sumados a los aranceles de importación nos obligan a aumentar el precio de nuestros productos, lo que disminuye nuestra competitividad en el mercado interno”, señala Pesquero. Algunas empresas tratan de trabajar con proveedores locales, como es el caso de Rheabiotech. “El problema es que el área no cuenta con una cadena de producción sólida en el país. Nuestros proveedores son pequeños y no pueden satisfacer todas nuestras demandas”, explica Fernanda Rojas, socia fundadora de la compañía.

Los investigadores señalan a la disminución de las inversiones en C&T como uno de los obstáculos para la expansión de los fabricantes de insumos. “Con menos dinero, se retrasa o se interrumpe el avance de las investigaciones e indirectamente, la compra de insumos y equipos”, dice el ingeniero eléctrico Alain Savatovsky, fundador de AVS Projetos, empresa especializada en la fabricación de dispositivos para la investigación con animales, tales como cintas para correr, estimuladores eléctricos y amplificadores. Savatovsky empezó a desarrollar estos equipos cuando trabajaba en el Departamento de Ingeniería Biomédica de la Escuela Paulista de Medicina (que actualmente forma parte de la Unifesp) a principios de la década de 1990. Con los cambios de dirección y las restricciones presupuestarias, las actividades del departamento se suspendieron y Savatovsky tuvo que interrumpir el trabajo de desarrollo de esos aparatos, centrándose en el mantenimiento de los que ya existían. Simultáneamente, fuera de la institución, decidió aprovechar su experiencia para abrir una empresa especializada en la fabricación de esos dispositivos. “Empecé trabajando en el garaje de mi casa”, recuerda. Según él, uno de los retos para afianzarse en el mercado consistió en acercarse a los investigadores y desarticular la noción de que los productos extranjeros son mejores que los producidos en Brasil. “Otro de los desafíos fue lograr producir a un costo competitivo. Los investigadores que compran insumos en el extranjero están exentos del pago de impuestos a la importación, pero yo, como empresa, no cuento con ese beneficio”.

La escasa proporción de empresas que fabrican insumos en el país también está asociada a otros factores. Según como lo analiza la economista Fernanda de Negri, coordinadora del Centro de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), es posible que este fenómeno esté relacionado con la baja escala de infraestructura de investigación científica de Brasil. En un estudio divulgado en 2015, Negri y sus colaboradores constataron que la infraestructura brasileña está conformada principalmente por pequeños laboratorios vinculados a las universidades, en los que trabajan un promedio de cuatro investigadores y cuya sumatoria de equipamientos no supera los 250.000 reales (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 232). “La atomización es un factor limitante de la capacidad de producir ciencia de punta en el país, así como para la formación de un mercado interno que estimule el surgimiento de empresas fabricantes de insumos”.

Las dificultades financieras para consolidarse en el mercado y las limitaciones de infraestructura obligan a estas compañías a concentrar su capacidad de producción en tan solo uno o unos pocos tipos de insumos. En cambio, las empresas internacionales e incluso los importadores nacionales, tienen un menú de productos más diversificado: en algunos casos comercializan desde enzimas hasta anticuerpos, y desde oligonucleótidos hasta cultivos celulares. “Con ello consiguen ampliar su margen de negociación”, explica Farias, de la Unicamp. “Para cerrar trato con un cliente, o ganar una licitación, bajan el precio de un determinado producto porque pueden compensar la diferencia con la comercialización de otros. Las pequeñas empresas no tienen el respaldo necesario para hacer lo mismo y, en consecuencia, pierden espacio.

El mercado global de insumos para la investigación está en expandiéndose, y esto no es algo nuevo. Se estima que en 2020 ha movilizado 10.100 millones de dólares y que llegará a 14.100 millones en 2025, según la consultora estadounidense Markets and Markets. Este crecimiento estaría asociado al aumento de la inversión en investigación y desarrollo (I&D) –particularmente en genómica y proteómica– y a la demanda de anticuerpos de alta calidad, que se utilizan en experimentos centrados en reproducir los resultados de las investigaciones, para que otros científicos puedan cotejar los hallazgos, y en iniciativas vinculadas a la medicina de precisión y al desarrollo de nuevos fármacos. El informe de la consultora, divulgado en octubre, subraya que la pandemia del covid-19 ayudó a impulsar a este segmento y que es posible que los fabricantes de insumos sigan beneficiándose de esta efervescencia durante los próximos años, ya que, incluso con la llegada de las vacunas, las pruebas y el seguimiento de los casos de la enfermedad seguirán estando a la orden del día, lo que demandará más materias primas para las pruebas de diagnóstico.

Frente a ello, los científicos hacen hincapié en la necesidad de crear un ecosistema que estimule la aparición y consolidación de estas empresas en el país. Para Fernando Peregrino, presidente del Consejo Nacional de Fundaciones de Apoyo a las Instituciones de Educación Superior y de Investigación Científica y Tecnológica (Confies), esto no puede hacerse sin que la política de C&T se tome como parte integrante de la política económica, y no como algo aislado. Del mismo modo, dice Martins-de-Souza, de la Unicamp, “es necesario invertir en la formación de los estudiantes desde la carrera universitaria para estimularlos y prepararlos para emprender”. Esa fue una de las dificultades a las que se enfrentó Fernanda Rojas cuando creó Rheabiotech. “Lo único que sabíamos hacer era producir anticuerpos. Todo lo demás lo fuimos aprendiendo con la práctica, en una época en la que, en Brasil, había muy pocas empresas de base tecnológica centradas en la biotecnología”.

Proyectos
1. Desarrollo del ribonucleótido denominado reductasa recombinante de Lactobacillus leichmannii para la producción de desoxirribonucleotídeos trifosfato (dNTPs) (nº 16/50408-4); Modalidad Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe); Investigadora responsable Maria Amélia Villela Oliva Dotta (Cellco Biotech do Brasil Ltda.); Inversión R$ 909.349,68
2. Producción de la proteína STC1 y anticuerpos monoclonales para fines terapéuticos o de seguimiento de la respuesta clínica en la leucemia linfoide aguda (nº 15/08662-8); Modalidad Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe); Investigador responsable Luís Antonio Peroni (Rheabiotech Ltda.); Inversión R$ 774.210,98
3. Desarrollo de un prototipo de test de Elisa para el diagnóstico serológico de la esporotricosis humana causada por Sporothrix spp. (nº 18/15124-0); Modalidad Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe); Investigadora responsable Leila Maria Lopes Bezerra (Bidi BioInsumos y Diagnóstico Ltda.); Inversión R$ 155.389,26

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