A lo largo de una franja de tierra que se extiende por 3.000 kilómetros en una de las regiones más secas del planeta, situada entre el océano Pacífico y la cordillera de los Andes, crece una vegetación peculiar. Son los oasis de neblina del desierto, compuestos por campos de líquenes, arbustos y herbáceas, especies vegetales que, en ocasiones, florecen una vez cada 30 años. Este tipo de oasis se alimentan casi exclusivamente del agua presente en la neblina que llega del océano y ocupan una superficie de 17.000 kilómetros cuadrados situada entre el norte de Perú, donde se los llama lomas, y la región central de Chile, donde reciben el nombre de oasis de niebla. Al analizar las imágenes provistas por satélite de las últimas dos décadas, investigadores de Perú, Chile y el Reino Unido han concluido recientemente una cartografía de estos oasis, que se distribuyen sobre un área al menos cuatro veces mayor que la estimada anteriormente (International Journal of Applied Earth Observation and Geoinformation, 7 de septiembre). El grupo liderado por Justin Moat, del Jardín Botánico Real de Kew, en Inglaterra, estima que este ecosistema sudamericano alberga una flora exclusiva de 1.200 especies. Tan solo se encuentra protegido el 4 % de la superficie de estos oasis de niebla, bajo amenaza debido al avance de las ciudades, la minería, el aumento de la contaminación atmosférica y la depredación generada por el turismo de aventura con sus desplazamientos por fuera de las carreteras.
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