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Luiz Eugênio Mello

Luiz Eugênio Mello: Para pensar el futuro

El director del Instituto Tecnológico Vale habla sobre los proyectos de I&D y de enseñanza de la mayor empresa privada brasileña

LÉO RAMOSEn septiembre de este año, los suplementos de economía de algunos diarios publicaron una noticia distinta sobre Vale, la compañía minera que es la mayor empresa privada brasileña. Se informaba que la corporación crearía unidades de investigación y desarrollo (I&D) en el Instituto Tecnológico Vale (ITV) en tres estados brasileños. Es un proyecto que ha venido siendo preparado desde hace algunos años en la empresa, que cuenta actualmente con tres centros de tecnología dos en Minas Gerais y uno en Canadá abocados a proveer soluciones inmediatas y de corto plazo. Pero las nuevas unidades serán diferentes: tendrán la misión de pensar el futuro de Vale a largo plazo, y estarán conectadas con las nuevas tendencias de negocios que frecuentemente determinan la creación o el cierre de compañías.

Para una empresa como Vale es crucial estar atenta y anticiparse a los movimientos. Creada en 1942 y privatizada en 1997, la compañía tiene un valor de mercado estimado en 145 mil millones de dólares. En el tercer trimestre de 2010 obtuvo utilidades netas por 10.500 millones de reales. Es la segunda empresa minera del mundo, solamente atrás de la australiana BHP Billiton. Sus negocios abarcan, además de la minería, la logística (ferrocarriles, terminales por¬tuarias y navegación de cabotaje), los fertilizantes y las centrales hidroeléctricas, ya que consume en términos promedio un 4,5% de toda la energía del país. La producción de mineral de hierro, la nave insignia de la empresa, fue de 238 millones de toneladas en 2009. Emplea actualmente a más de 100 mil personas y está presente en 35 países. Con esa musculatura, cualquier gesto que haga tiene siempre una enorme repercusión.

Por ende, la innovación en áreas estratégicas es para la empresa una cuestión de supervivencia. El ITV tendrá una actuación que irá más allá de los centros tecnológicos que ya funcionan. La meta es contar enseñanza e investigación para la innovación en áreas tales como la minería, el desarrollo sostenible y las energías renovables. El modelo que se sigue es el del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), tradicional institución estadounidense cuyo énfasis recae sobre la transferencia de tecnología a las empresas y la formación de emprendedores. Para erigir el ITV se contrató a Luiz Eugênio Mello, un neurofisiólogo que ejercía el cargo de prorrector de Grado de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp).

Mello es un investigador productivo que siempre tuvo un pie en el investigación en el área de neurociencia y otro en la gestión de ciencia y tecnología. Docente titular de la Unifesp, fue uno de los coordinadores adjuntos de la dirección científica de la FAPESP (2003-2006) y es investigador nivel 1A del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq). Como prorrector de Grado entre 2005 y 2008 tuvo una participación destacada en la ampliación de la referida universidad, ya que se crearon cuatro nuevos campi y 18 nuevas carreras, y el número de vacantes trepó de 1.200 a 3.800.

En 2008 se mudó de São Paulo a Río sede de Vale S.A. con la misión de transformar el ITV en algo concreto. Al cabo de dos años, se puede decir que lo está logrando. Las unidades de Belém y de Ouro Preto del instituto, en instalaciones propias, empezarán a funcionar durante el primer semestre de 2012, y la de São José dos Campos en el segundo. La inversión de la compañía minera en el instituto, un deseo antiguo de su presidente, Roger Agnelli, es superior a los 350 millones de dólares entre 2009 y 2011. La concreción de un proyecto de este porte en una empresa como Vale, en un país como Brasil, es una oportunidad única, dice Mello al explicar por qué aceptó el reto. Una vez por semana sigue supervisando a sus alumnos de posgrado y, por si fuera poco, se hace algún tiempo para escribir artículos científicos. A continuación, Mello se refiere al proyecto del ITV en detalles.

¿Dónde empezó Vale a utilizar tecnología más avanzada en la actividad minera?
La mejor manera de hablar de eso es valiéndome de la perspectiva histórica. Vale fue fundada en 1942 en Itabira, Minas Gerais, en donde había un depósito de hematita notable, y creció trabajando allí su mineral de hierro. A comienzos de la década de 1960 surgieron dificultades técnicas. La hematita escaseaba y el mineral disponible en ese entonces, que también contiene hierro, pero de otra forma, era el itabirito, que tiene un tenor más pobre. La implementación del uso de separadores magnéticos de alta intensidad le permitió a Vale beneficiar al itabirito. Ese proceso innovador es considerado el primer gran salto tecnológico que promovió la creación de su primer centro de investigación y desarrollo, emplazado en el municipio de Santa Luzia, a mitad de camino entre Itabira y Belo Horizonte. En aquella época ya era visible la necesidad de emplear más tecnología. Era tiempos en que, para abrir una mina, se necesitaba únicamente licenciar un plan de labra.

¿Y qué ha cambiado en ese sentido?
Hoy en día hay que tener un plan de apertura y de cierre de la mina. Las reglamentaciones ambientales tienen otra magnitud. Cuando se comienza una operación de ese porte, eventualmente se cuenta con la definición de que el yacimiento tendrá 40 ó 50 años de exploración, o más. Itabira está en actividad desde hace 68 años. Hubo un tiempo en que se llegó a pensar que estaba acabada la actividad de la minería allí, pero empezaron a extraer otros minerales e incluso desechos, con otras características, que antes eran considerados inadecuados y actualmente son utilizables. Todo eso fue producto del avance técnico y tecnológico. Roger Agnelli, presidente de Vale, suele decir que el mundo está saliendo de una economía de mercado y va hacia una economía verde. Y en esa nueva situación se requiere de una licencia para operar, que no es exclusivamente concedida por las agencias regulatorias, que definen que se puede hacer actualmente, sino también por la población de los alrededores, del estado o provincia, del país y, en última instancia, del mundo.

Y en ese punto la tecnología se convierte en una aliada.
Es la gran aliada, pues se anticipa a los problemas. Cuando se empezó a explotar petróleo en un pozo de Texas, el crudo estaba casi en la superficie. Hoy en día hay que perforar siete kilómetros para encontrar algo. Al cobre hay que buscarlo a 700 metros de profundidad. En Sudáfrica hay minas de casi 4 mil metros. Pero tiene que valer la pena. Se gasta mucha energía para subir el mineral y existen enormes dificultades de logística. La explotación de oro en esas condiciones puede justificarse. Pero para otros minerales el límite técnico y económico se ubica entre los 700 y los 800 metros.

¿Vale siempre trabajó con mineral de hierro?
Empezó con mineral de hierro en Itabira y después se expandió a otros. La hematita y el itabirito son minerales de hierro, pero actualmente Vale trabaja también procesando níquel, cobre y carbón, quedó en niveles minoritarios en el negocio de bauxita, alúmina y aluminio e hizo algunos intentos de explotación en el área de diamantes. Los fertilizantes constituyen ahora el nuevo desafío de la empresa. Para Vale, se dividen al menos en dos áreas principales: fosfato y potasio.

¿Por que fertilizantes?
La lógica de eso es ésta: lo que mueve el mercado del hierro es la construcción civil, la industria automovilística principalmente, y algunas otras áreas. ¿Y si la gente dejase de comprar autos o los coches empiezan a fabricarse con un material distinto? Eso cambiaría el escenario para Vale. ¿Y si la gente dejase de vivir o de trabajar en rascacielos para usar únicamente casas que no demanden hierro, hechas con otro tipo de proceso constructivo? Cambia nuevamente. Es grande el riesgo que Vale asume al trabajar solamente con mineral de hierro. Por eso la empresa decidió diversificar en términos minerales e invirtió en el níquel, al comprar la minera canadiense  Inco en 2006. Y optamos también por los fertilizantes, cuyo motor es la alimentación. Es otro tipo de negocio. La estrategia de diversificación es importante.

¿El ITV abarca todas esas líneas?
El instituto tiene tres dimensiones. Había sido propuesto en 2006 y ya existía ese nombre, Instituto Tecnológico Vale. En el diagnóstico interno elaborado en aquella época se definió un conjunto de áreas temáticas. La primera es la de medio ambiente y biodiversidad, otra de minería propiamente dicha y una tercera de energías. Esas áreas son vistas como críticas para el desarrollo de la empresa.

¿Energías se refiere a energía eléctrica?
Es energías en general, en especial las renovables. En este momento, el biocombustible es lo que aparece como más interesante. A partir de 2014, Vale producirá aceite de palma, la materia prima para la obtención de biodiesel, en la  región de Vale do Acará y Baixo Tocantins, en siete municipios del estado de Pará. La palma puede producir hasta 2 mil litros de biodiesel por hectárea plantada. Vale consume miles de millones de litros de gasoil anualmente. En el caso de Pará, creamos el consorcio BioVale, en asociación con la empresa Biopalma. Ese consorcio será el mayor productor de aceite de palma de toda América, con una inversión de 500 millones de dólares en el proyecto. Con esa asociación, Vale utilizará una parte de la producción de aceite de palma para la producción de biodiesel B20 (el 80% de gasoil común y el 20% de biodiesel), combustible que alimentará a toda la flota de locomotoras del ferrocarril Carajás, y a las máquinas y equipos de gran porte de las minas de la empresa que están en la zona.

LÉO RAMOS¿El ITV aspira realmente a seguir el modelo del MIT?
Tenemos dos grandes modelos de universidades en el mundo y ambos están en Boston, Estados Unidos. Uno es Harvard, el otro es el MIT. Harvard es la universidad académica por excelencia, con muchos artículos publicados, una gran reputación de sus científicos, etc. El MIT nació con otra dimensión, que es hacer ciencia de calidad, pero intentando transferir eso al máximo posible al sector empresarial. Ese modelo del MIT es sumamente exitoso. El de Harvard también lo es, bajo la inspiración de universidades inglesas como Cambridge y Oxford, pero ha fortalecido sobremanera su brazo de administración y gestión de negocios. La Harvard Business School es el elemento más visible de esa aproximación al emprendedorismo. Pero el MIT hace eso cimentado en su ciencia, aunque también ayuda en la capacitación de personas y emprendedores, mientras que Harvard parece ejecutar esas acciones mucho más para el público externo que teniendo a su ciencia como base.

¿Fue esa práctica del MIT lo que inspiró a Vale?
Eso remite a una frase del propio Roger Agnelli, que decía que quería tener el ITA [el Instituto Tecnológico de Aeronáutica] de la minería. El ITA fue en parte un producto de profesores del MIT: el primer rector del instituto brasileño, Richard Smith, era del MIT. Por otra parte, Roger dice que quiere tener un MIT de Vale. La empresa cuenta ya, y de larga data, con un programa de capacitación de sus ejecutivos en el MIT. Pienso que esa aspiración de Vale en parte es producto de que se entiende que, cuando miramos hacia la universidad brasileña, esa faceta del instituto norteamericano es precisamente la que falta. El atravesamiento de fronteras, la interacción con el sector privado, empresarial… Pero es un proceso en construcción todavía, y tardará algunas décadas para afianzarse.

¿Pero es un modelo real que debe seguirse?
Sí, es real. Y creo que tiene grandes posibilidades de éxito aquí porque el Brasil de hoy no es igual a los Estados Unidos de hoy. Yo diría que si Vale fuese una empresa con sede en Estados Unidos, quizá no necesitase erigir un instituto con ese formato. Este instituto solamente tiene su razón de ser acá porque Brasil, en diversas dimensiones, es igual a Estados Unidos unas décadas atrás. La cantidad de electrodomésticos en las casas, el grado de alfabetización de la población, el porcentaje de jóvenes de entre 18 y 24 años que cursan alguna carrera superior, la cantidad de automóviles… en varios de esos parámetros el Brasil de hoy se compara con los Estados Unidos de las décadas de 1940 y 1950. Creo que existe un paralelo entre ambos países. Estamos en ese proceso de alcanzar y superar etapas.

¿El ITV no funcionará dentro de un modelo que tampoco es convencional en el Brasil de hoy, de innovación abierta [en el cual el flujo de información entre los diversos agentes permite que las ideas sean mejor aprovechadas aunque no lo sean necesariamente por quienes las generaron]?
Vale ya trabaja con innovación abierta. Es importante decir que la empresa tiene y seguirá teniendo otros centros de I&D, que hacen investigaciones volcadas a las necesidades inmediatas. El centro al que me referí al principio, con sede en Santa Luzia, opera así y seguirá existiendo al igual que los otros dos, el Centro de Tecnología de Ferrosos, también en Minas Gerais, y el que funciona en Canadá. Son fundamentales para el éxito de la empresa en su día a día.

¿Esos centros son similares al que IBM ha anunciado que instalará en Brasil?
Exactamente. Creo que IBM, en su sede de Estados Unidos, se posiciona en forma similar a un conjunto actualmente reducido de empresas a nivel mundial que tienen I&D de largo plazo, como HP, Siemens, GE y Dupont, por ejemplo. GE también está montando un centro en Brasil. La mayor parte de las empresas trabaja únicamente en lo que hace al corto plazo, buscando sus soluciones afuera al hacer acuerdos con las universidades. Ahora Vale se posiciona como una de las pocas empresas del mundo, junto a las que mencioné, que tiene también un grupo de I&D de largo plazo.

¿Cómo funcionarán las tres unidades del ITV previstas?
En la primera, en la ciudad de Belém, trabajaremos con la Universidad Federal de Pará, la Universidad Rural de la Amazonia, la estatal Embrapa Occidental y con el Museo Goeldi, instituciones que están allí y son socios privilegiados debido a que la cercanía física facilita la colaboración. Eso no excluye la asociación con otras instituciones. Hemos suscrito un acuerdo con el MIT, que enviará docentes allí, al igual que docentes y estudiantes brasileños también irán al instituto norteamericano.

¿Cuál es el foco de esa unidad?
Desarrollo sostenible y emprendedorismo. Ese acuerdo de cooperación es importante, el primero de ese tipo que el MIT lleva a cabo con una institución vinculada a una empresa.

¿Y dentro de esa temática ustedes qué estudiarán precisamente?
El medio ambiente, para mí, constituye el área más importante de ese conjunto. Los dos países en donde se extrae la mayor parte del mineral de hierro para exportación son Brasil y Australia. Australia es el país con mayor desarrollo en ciencia y tecnología abocada a la minería. Pero allá lo extraen en el desierto. Nosotros lo hacemos en la selva tropical. Por un lado, tenemos que operar en la selva, por otro, llueve mucho; son condiciones diferentes, que requieren tecnologías y tienen impactos ambientales diferentes. Lo que los australianos investigan no  necesariamente se aplica a lo que nosotros hacemos acá.

¿Dónde estarán los otros dos campi del ITV?
Uno estará en Ouro Preto, en Minas Gerais, y se abocará a la actividad de la minería. El otro quedará en São José dos Campos, en São Paulo, y se abocará a hacer estudios en el área de energía. Tanto para el de Belém como para el de Ouro Preto tenemos los proyectos arquitectónicos, estamos avanzando en los detalles de ingeniería y finalizando la contratación de los directores. Luego contrataremos a los investigadores.

¿El ITV contará con cuántos investigadores?
Entre 50 a 60 en cada una de las tres unidades, todos doctores, contratados por el ITV con plan de carrera, salario y ventajas, que harán investigación en el marco de líneas temáticas que se están definiendo en una serie de workshops. Además de esos doctores, contaremos con un grupo adicional de entre 100 y 120 de posdoctores en las tres unidades. Es decir, tendremos enseñanza de posgrado stricto sensu, acreditada en la Capes, con maestrías, doctorados, técnicos y el cuerpo administrativo. En total, cada unidad tendrá entre 350 y 400 personas. Se elaboró un pliego de convocatoria conjunta con la FAPESP en São Paulo, con la Fapemig en Minas Gerais y con la Fapespa en Pará. Ese convenio con las FAPs, firmado en 2009, contribuye para que otros investigadores de esos estados hagan una parte de los proyectos en colaboración con los investigadores de las unidades del ITV. Son 120 millones de reales invertidos en el proyecto.

¿En que proporción?
En São Paulo y Minas Gerais la relación es uno a uno: 20 millones de reales de Vale, 20 millones de la FAP. En Pará, donde la FAP se encuentra aún en proceso de afianzamiento, también son 40 millones en total, pero son 8 millones de reales de la fundación y 32 millones de Vale. En total Vale aportará 72 millones de reales y las FAPs los otros 48 millones. El convenio es por cuatro años, que es la duración de proyecto temático de la FAPESP.

LÉO RAMOS¿Qué abarcan esos proyectos?
En esos casos pueden abarcar becas, equipamientos, costeo, una parte puede ser de construcción. Vale ya tenía un plan de invertir más o menos ese monto de recursos; eso fue antes de mi ingreso en la empresa. En última instancia, es una ecuación en donde todos ganan. En el formato anterior de los proyectos de Vale era así: si había un puerto en el que era necesario ganar en eficiencia, la empresa invertía. El de Tubarão, estado de Espírito Santo, es el puerto granelero más eficiente del mundo. Y se convirtió en un puerto ejemplar de ese nivel porque la empresa contrató proyectos de investigación en las universidades, específicamente en la USP, que dieron resultado. Pero eso no resuelve el futuro. ¿Cómo serán los problemas dentro de 10 ó 20 años Los pliegos en curso con las FAPs son para eso; queremos dirigir la mirada hacia temas distantes con posibilidades de cambiar el negocio en Vale. Un ejemplo que me gusta contar es el de los motores cerámicos. Hace unos 20 ó 30 años existía esa promesa de que los motores cerámicos eran la gran revolución. No habría más motores de coches hechos con hierro, sería todo cerámica porque la resistencia era mucho mayor. Pero eso no se convirtió en realidad, no sé por qué razones. Pero, ¿y si se hubiese concretado Vale debería estar preparada para ello. El ITV se va a encargar de ver las cosas desde aspecto en nombre de la empresa, por eso debe estar conectado con el mundo e intentar ver cuáles son las posibilidades de cambiar el negocio.

¿El ITV tendrá gente de todas áreas o únicamente de las ligadas al tema específico de cada unidad?
Contaremos con investigadores de ámbitos muy diversos, incluso de las ciencias humanas. Gente que estudia derecho, antropología, sociología, algunas de las áreas importantes hoy en día. Existen estudios que son más remotos, multidisciplinarios. ¿Qué será Vale dentro de 50 ó 100 años No lo sé, pero ninguna empresa quiere morirse. Vale tiene la ambición de llegar a 2014  no solamente como la mayor minera del planeta sino también como la mejor. Pero, ¿y en 2024 ¿Y en 2034 En ese entonces, con los resultados que presente el ITV, seguirá siendo la mejor y la más grande porque habrá mirado hacia el futuro antes que los otros y se habrá anticipado a las necesidades que el mundo tendrá dentro de 20 ó 30 años.

¿Cuál es la importancia de la unidad de São José dos Campos en esa estrategia?
Es importante por diversas razones. Una de ellas es que está en São Paulo, la base de la producción de la energía renovable en Brasil, si consideramos el etanol. Tenemos también el 50% de la ciencia y la tecnología producida en el país en el estado. Está la FAPESP, un brazo fuerte de inversión en investigación científica. Por otra parte, en São José dos Campos están el ITA y el Inpe, [el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales], dos instituciones importantes. Ya contamos con una asociación con el ITA en la empresa VSE, Vale Soluções em Energia, para producir motores y turbinas movidas con biocombustible. Y también porque la empresa tiene una necesidad de generación de energía distribuida. VSE tiene dos años y es una iniciativa en asociación entre el BNDES, que financia el 48%, y Vale (el 52%).

¿En los cursos de posgrado está prevista la formación de emprendedores?
Las universidades constituyen el principal lugar de donde surge la innovación en Brasil, y los investigadores en general tienen una gran dificultad para salir y convertirse en emprendedores. En los institutos pretendemos contar con gente que tenga ese perfil y que se disponga a asumir el riesgo.

Hablemos de sus propias investigaciones. ¿De que tratan sus patentes?
Son dos patentes que fueron concedidas en Brasil, China, Canadá, la Comunidad Europea, Corea, Japón y México. Se trata del tratamiento de la epilepsia. Existe una condición de la epilepsia que se llama postraumática. Si uno sufre un trauma craneoencefálico de gran magnitud, es decir, un golpe que le haga perder el conocimiento y le provoque una perforación en el cráneo, hay riesgo de que desarrolle una epilepsia. Ese riesgo es tanto mayor cuanto mayor sea la lesión y, por supuesto, también depende de qué área del sistema nervioso haya sido afectada. No existe actualmente ninguna intervención terapéutica que pueda hacerse para que disminuya el riesgo de desarrollo de una epilepsia después de un golpe serio en la cabeza. Empecé esa investigación como proyecto de iniciación científica, de Cristina Massant, con beca de la FAPESP. La patente aborda el uso de la droga escopolamina, que puede también usarse como suero de la verdad. Si bien tiene potencial alucinógeno, se usa en voluntarios humanos sanos, normales, para imitar una condición de la enfermedad de Alzheimer. Causa una pérdida de la memoria transitoria, solamente cuando se toma la droga. Es la misma que se emplea en los robo al estilo bella durmiente. Una de las empresas que podrían invertir en ella como medicamento no se interesó porque vio un potencial de uso ilícito. La condición que vi en los animales de laboratorio apunta que, si era usada en el período cierto, pocos desarrollaban epilepsia. Y cuando la desarrollaban, era una crisis menos intensa. Como hubo resistencia por parte de la industria, busqué otra droga con uso clínico parecido, pero sin potencial alucinógeno. Empleé el biperideno, utilizado para tratar el Parkinson, pero en una dosis mucho menor y en otra condición. Demostré en animales de laboratorio y preliminarmente en seres humanos que, al usar biperideno, después de un golpe muy fuerte en la cabeza, durante un período muy específico, es posible evitar la epilepsia. Patentamos también esa droga.

¿El mecanismo de las dos drogas es entonces el mismo?
Sí, es el mismo. Y por eso, como ambas interfieren en el mismo receptor, en el segundo caso, yo patenté también el tipo de drogas que actúa en ese receptor. Es una patente más abarcadora. Pero de cualquier modo no logré trabajar con ella, ni le ha interesado a alguna industria hasta ahora.

¿Las nuevas actividades le hicieron disminuir su producción académica?
Me falta tiempo, pero este año logré publicar siete artículos propios o en colaboración con otros investigadores, todos sobre neurociencia. También este año se defendieron tres tesis doctorales de las cuales fui director principal. Otras dos tesis y una tesina de maestría se defenderán también en 2010.

¿Y cómo se hace tiempo para eso?
Me levanto a las cinco de la mañana, escribo e-mails y resuelvo cosas pendientes. Cuando estoy en São Paulo, arreglo las reuniones para el principio y el fin del día, o  durante el fin de semana… Es la única manera de hacer que el tiempo rinda.

¿Y cómo es que un neurocientífico se convirtió en el director del instituto tecnológico de una compañía minera ?
Vine a una reunión con Roger en agosto de 2008, un viernes. En ese entonces ya se preanunciaba la crisis, aunque el mundo pareciese sano, y Roger aparecía siempre en la prensa diciendo que necesitaba personal, soldadores y ingenieros, por ejemplo, pero no los encontraba. Yo era prorrector de Grado de la Unifesp desde 2005 y en el marco del Reuni [el Programa de Apoyo a Planes de Reestructuración y Expansión de Universidades Federales] habíamos creado cuatro campi y 18 nuevas carreras de grado. Durante esa expansión, existió la posibilidad de abrir un campus en la localidad de Osasco, y una de las ideas era que fuese en el área de ingeniería. Creamos una comisión para estudiar el tema y nos dimos cuenta de que Vale podría ser un socio privilegiado de la Unifesp. La universidad cuenta con excelentes indicadores en varios niveles y a mí me parecía que tenía sentido establecer una asociación fuerte entre esa empresa que necesitaba ingenieros con una buena formación y una nueva escuela de ingeniería. Por eso vine a conversar con Roger. Me la pasé un año insistiendo hasta que logré concertar una reunión, debido a su agenda cargada. En la sala estaba él y la directora ejecutiva de recursos humanos, Carla Grasso. Les planteé mi idea durante media hora. Cuando terminé, Roger me dijo, Perfecto, eso esta muy bien, pero sucede que yo tengo un sueño. Quiero crear el Instituto Tecnológico Vale, una entidad similar al MIT. Me parece que es importantísimo, y es el legado que Vale debe dejarle a Brasil. ¿Usted me ayudaría. Yo le dije que sí, que conocía mucha gente capacitada y volví a mi asunto. Pero él volvió a hablar del instituto, yo volví a hablar de las carreras que quería crear, y a la tercera vez, él me dice, Usted no entiende, yo lo que quiero es que usted trabaje acá. Claro, yo no había ido ahí para que me contratasen, no estaba pidiéndole trabajo. Pero quedé absolutamente fascinado ante la posibilidad de encarar un proyecto grandioso e importante como ése. Al día siguiente, un sábado, me levanté a las cuatro de la mañana y empecé a montar el instituto. Como sería, qué tipo de investigadores tendría, de qué manera, fui a ver en Google Earth dónde podría instalarse la unidad de Belém… Una invitación como esa para encargarse de un proyecto de ese porte en una empresa como Vale, en un país como Brasil, y en el actual momento que vive el mundo, es una oportunidad única. Y también una responsabilidad del tamaño del mundo.

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