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Medio ambiente

Más vida en el mar

Censo internacional amplia el conocimiento de la biodiversidad

NIWA

El día 4 de octubre, en la Royal Society de Londres, un grupo de biólogos presentó los resultados finales del Censo de la Vida Marina, el más vasto programa de investigación sobre la vida en los mares que ya se haya realizado. Durante 10 años, 2.700 investigadores de 80 países realizaron 568 expediciones, encontraron al menos 1.200 especies desconocidas y han estimado en 230 mil la cantidad de especies de plantas, invertebrados, peces y otros vertebrados marinos. De dicho total, 33 mil viven en los mares de Australia y otras 33 mil en la costa de Japón, los más ricos en diversidad biológica.

Brasil, uno de los líderes en biodiversidad terrestre, con alrededor del 20% de las formas de vida halladas en el planeta, aparece en este estudio en una ubicación modesta, con 9.101 especies de organismos marinos, el equivalente al 4% del total. Ésta es la primera vez que se cuenta con una visión de conjunto -probablemente incompleta- de la biodiversidad marina brasileña, antes evaluada solamente mediante estudios dispersos, concentrados en las regiones sur y sudeste, y limitados a pocos grupos de animales encontrados en la playa o en el mar poco profundo.

La mayoría de las especies marinas halladas en el litoral brasileño vive también en el mar del Caribe, cuya biodiversidad es una de las más altas del mundo, con 12 mil especies. “Por ser uno de los extremos del mar de Tetis, el Caribe tiene más especies que el Atlántico Sur occidental”, dice Tavares. En el otro extremo de Tetis, ese océano primitivo que separaba a los continentes hace 280 millones de años, se encuentran Australia y Nueva Caledonia, regiones ricas en diversidad marina.

Pero el mar brasileño puede guardar mucha riqueza aún desconocida. “Nuestra biodiversidad marina ha sido, de mínima, inadecuadamente evaluada y muy subestimada”, afirma el zoólogo Marcos Tavares, investigador y vicedirector del Museo de Zoología de la Universidad de São Paulo (USP). Su conclusión se basa en la ramificación de especies que está ayudando a crear en tan sólo uno de los grupos de los crustáceos, con 2.500 especies en las Américas y 700 en Brasil. En estudios anteriores, los expertos contaban únicamente con muestras de crustáceos del Atlántico Sur que vivían en playas y manglares, subdimensionando la diversidad biológica de los 8 mil kilómetros de costa brasileña.

A la luz de la genética
Ahora, exámenes más detallados están mostrando que las especies antes vistas como únicas son a decir verdad varias. “Antes había solamente una especie de Chaceon quinquedens, el cangrejo rojo, de más de medio metro con las patas extendidas, que habita desde Canadá hasta Argentina. Actualmente son cinco especies diferentes, porque aquélla que antes se consideraba única fue mejor estudiada y los ejemplares de regiones distintas han sido mejor examinados”, dice Tavares, quien participó de la reclasificación, junto a investigadores del Instituto Smithsonian, Estados Unidos. Uno de los frascos sobre sus mesas contiene un cangrejo amarillento de garras negras, encontrado en el litoral de Río Grande do Sul. “Pensábamos que era una especie más en común con el Caribe, pero ahora sabemos que es exclusiva de Brasil”, dice.

En un workshop sobre biodiversidad marina realizado en la FAPESP en septiembre, Antonio Solé-Cava, investigador del Instituto de Biología de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), comentó que su equipo ha avanzado bastante en la diferenciación de especies, complementando las tradicionales descripciones morfológicas con análisis genéticos. Como resultado de ello, verificaron que del cazón ángel, que es bastante pescado en Río Grande do Sul, no había una sino a decir verdad tres especies. La langosta comercialmente más importante del Caribe y de Brasil no corresponde a una sino a decir verdad a dos especies, una de cada región. Dos especies de esponjas del género Placospongia ahora son ocho, de las cuales cuatro todavía deben ser nombradas y descritas. Es esencial dimensionar la diversidad de formas de vida en los océanos, entre otras razones, para impulsar la búsqueda de medicamentos inspirados en compuestos extraídos de organismos marinos: seres antes similares a punto tal de que eran tenidos como de una misma especie pueden suministrar sustancias diferentes de la que se busca.

La cantidad de especies marinas aún puede aumentar, pese a que hacer ciencia en el mar es difícil y caro. “Es mucho más fácil organizar una expedición a los confines de la Amazonia que al mar”, afirma Tavares. “La recolección en la playa arenosa es mucho más sencilla, pues necesitamos tan sólo palas, bolsas plásticas, coladores y baldes, pero aun así nuestras playas son poco estudiadas”, dice Cecília Amaral, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp). “En alta mar, aparte de necesitar una embarcación y grandes equipos, la recolección es mucho más difícil, lenta y de alto costo”. Otra dificultad es que los ambientes marinos pueden cambiar rápidamente, como consecuencia de los vientos fuertes o de la acción humana.

Las recolecciones del programa Evaluación del Potencial Sostenible de Recursos Vivos en la Zona Económica Exclusiva Brasileña (Revizee), el más amplio relevamiento nacional realizado hasta ahora sobre la diversidad marina, llegaron a 1.500 metros de profundidad en algunos puntos del litoral brasileño. Ahora las mismas están ganando en profundidad: entre septiembre y octubre del año pasado, cuatro investigadores brasileños participaron en una de las expediciones del Mar-Eco: Atlántico Sur, y trajeron 976 ejemplares de crustáceos, moluscos, gusanos y corales que viven hasta a 4 mil metros debajo de la superficie.

Integrado al Censo de la Vida Ma¬rina, el Mar-Eco: Atlántico Sur reunió a equipos de nueve instituciones de investigación nacionales y siete extranjeras interesadas en saber de qué manera la cordillera Meso-Oceánica, una cadena montañosa de 14 mil kilómetros de extensión que se eleva a dos mil metros de altura del fondo oceánico, separa a las especies marinas al este y al oeste del Atlántico. Según José Angel Alvarez Perez, investigador de la Universidad de Vale do Itajaí (Univali) y coordinador del equipo de América Latina, las conclusiones sobre la riqueza del mar profundo y el efecto de la cordillera deben estar listas a comienzos de 2011, cuando partirá una nueva expedición.

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