El lanzamiento en abril de un satélite de 12 kilogramos (kg), poco más grande que una caja de zapatos, representó un hito para la industria espacial brasileña. El VCUB1, concebido por Visiona Tecnologia Espacial, una joint venture de Embraer Defesa e Segurança y Telebras, es el primer nanosatélite de alto rendimiento diseñado y desarrollado en el país. Se trata también de una iniciativa pionera de aplicación comercial: hasta ahora, los proyectos nacionales de este tipo eran de uso científico o educativo (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 219). La empresa espera poder validar el software embarcado y utilizar la información recogida para complementar y perfeccionar los servicios de teledetección y telecomunicaciones que ofrece a sus clientes, que actualmente se basan en satélites de terceros.
El dispositivo costó más de 30 millones de reales, de los cuales 2,9 millones fueron invertidos por la Empresa Brasileña de Investigación e Innovación (Embrapii). Dispone de una cámara reflexiva de observación – la primera de este tipo desarrollada en Brasil – dotada con un sistema óptico formado por tres espejos, capaz de capturar imágenes de la superficie terrestre con una resolución espacial de 3,5 metros. Es decir, si estuviera instalada en Campinas, sería capaz de fotografiar un camión en las calles de Río de Janeiro. El dispositivo fue desarrollado por la empresa Opto Space & Defence e Equatorial Sistemas, con el apoyo de la FAPESP y de la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep).
El nanosatélite atravesará el territorio brasileño varias veces al día, recolectando imágenes y datos para uso meteorológico y para apoyar actividades en el sector agrícola, como el monitoreo de cultivos en lugares remotos y la detección de áreas de baja productividad. Eventualmente, podría colaborar en la prevención de catástrofes naturales, en actividades de monitoreo ambiental o servir para otros usos, vinculados al área de la seguridad y las ciudades inteligentes. El objetivo principal de Visiona, sin embargo, es validar la tecnología para poder lanzar satélites más grandes y complejos. “Para ello, necesitábamos una arquitectura escalable y un software embarcado confiable”, dice João Paulo Campos, presidente de la empresa.
El equipo cuenta con un sistema de gestión de datos de embebido, responsable del control de otros subsistemas y de la interfaz con el suelo. También dispone de un sistema de comunicación y control de posición y órbita, que permite apuntar la cámara con mayor precisión hacia el lugar en donde se desea recabar imágenes u orientar sus paneles solares hacia el Sol, para aumentar la generación de la energía que lo alimenta. “Se trata de una tecnología estratégica que Brasil aún no domina”, destaca Campos. “En este sentido, el VCUB1 pone al país entre un grupo de naciones que dominan todo el proceso de desarrollo de satélites”, añade.
Para Fábio de Oliveira Fialho, de la Escuela Politécnica de la Universidad de São Paulo (Poli-USP), el nanosatélite de Visiona rompe una barrera tecnológica importante. “El VCUB1 le permitirá a la empresa explorar datos de alta calidad en diferentes capas, añadiendo más valor a los servicios que les ofrece a sus clientes”.
La estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) participó del esfuerzo conjunto de desarrollo ayudando a definir los colores que visualizará el satélite: se eligió la banda de borde rojo, más apropiada para el monitoreo de los cultivos. El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) colaboró en el diseño del proyecto aportando su experiencia en ingeniería de sistemas, montaje, integración y pruebas del satélite. Por su parte, el Instituto Senai de Innovação em Sistemas Embarcados (ISI-SE), de Florianópolis, se encargó de construir y probar la estación terrestre y el software que vincula el ordenador integrado con los componentes embarcados, con financiación de la Embrapii.
El ISI-SE también participa en otro programa, Constelación Catarina, creado en mayo de 2021 por la Agencia Espacial Brasileña (AEB). Esta iniciativa apunta a poner en órbita 13 nanosatélites en los próximos años. Dos de ellos se encuentran en fase de desarrollo. Uno en el ISI-SE, el otro en la Universidad Federal de Santa Catarina. “La idea es que formen una red y trabajen juntos para recabar información agrícola y meteorológica”, explica Augusto De Conto, gerente responsable del proyecto. “Si todo va bien, nuestro nanosatélite será lanzado en 2024”, informa.
Los nanosatélites y microsatélites movieron 2.800 millones de dólares en 2022, y se espera que este mercado alcance los 6.700 millones en 2027, según un análisis de la consultora estadounidense Markets and Markets. Los datos del informe SpaceWorks estiman que en los próximos cinco años se lanzarán al espacio entre 2.000 y 2.800 de estos dispositivos para diversas aplicaciones. El modelo avanza debido a los bajos costos de construcción de estos artefactos. A diferencia de un gran satélite convencional, que puede costar entre 150 y 400 millones de dólares, los nanosatélites son relativamente baratos. Pero tienen una vida útil más breve, de tres a cinco años.
La expansión de este mercado coincide con un cambio en la industria aeroespacial. Con la consolidación de las tecnologías y la reducción de los riesgos asociados a su desarrollo, el segmento empezó a atraer más la atención del capital privado. La cara más reluciente de este interés ha sido la creación de empresas tales como Blue Origin, del multimillonario Jeff Bezos, propietario de Amazon, SpaceX, de Elon Musk, y Virgin Galactic, de Richard Branson, dedicadas a construir cohetes de lanzamiento y a transportar astronautas y turistas al espacio (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 278). El VCUB1 fue lanzado en abril por el cohete Falcon 9, de SpaceX, junto con otros satélites de diferentes tamaños.