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Historia de la fapesp II

Nuevos paradigmas

El Programa Bioq-FAPESP impulsó la bioquímica durante los años 1970 e inspiró políticas de fomento a la investigación

minart4459img2El Programa para el Desarrollo de la Bioquímica (Bioq-FAPESP), creado durante una etapa de consolidación de la FAPESP, cuando todavía no había cumplido 10 años de actividades, fue novedoso en la década de 1970 por escoger un campo emergente de la investigación a nivel mundial – en la cual, sin embargo, el estado de São Paulo escasamente despuntaba – e invertir en la conformación de nuevos núcleos de investigadores, asegurando la financiación para proyectos y el montaje de laboratorios. Son varios los frutos científicos de ese programa. El grupo de Carl Peter Von Dietrich (1936-2005), por ejemplo, determinó la estructura de la heparina, compuesta por una secuencia de azúcares unidos entre sí. Basándose en ese hallazgo, Dietrich, quien se desempeñaba como profesor en la Escuela Paulista de Medicina (EPM), pudo diseñar heparinas de bajo peso molecular, pero capaces de actuar como anticoagulantes. En la actualidad, el negocio de la heparina moviliza 6 mil millones de dólares a nivel global.

El grupo de Walter Colli, del Instituto de Química de la Universidad de São Paulo (IQ-USP), demostró que el Trypanosoma cruzi, el protozoario causante del mal de Chagas, se hallaba repleto de azúcares en su superficie. Profundizando ese descubrimiento, la doctorando Maria Júlia Manso Alves encontró una molécula nueva, compuesta por azúcares y lípidos, y determinó parte de su estructura. El investigador escocés Michael Ferguson repitió el trabajo y le comunicó a Maria Júlia que los anclajes de proteínas, cuya estructura él estaba comenzando a estudiar, exhibían propiedades muy similares a las de la molécula descrita por el grupo brasileño, lo cual facilitó su identificación. Estos anclajes son estructuras glucolipídicas que fijan a las proteínas en las membranas. Entre las líneas de investigación que se desarrollaron, también se destacan, entre otras, la de la síntesis de los péptidos, liderada por Antonio Cechelli de Mattos Paiva (1929-2006), de la EPM, la de biología molecular, dirigida por el profesor Francisco Jeronymo Salles Lara (1925-2004), la de fotoquímica sin luz, liderada por Giuseppe Cilento (1924-1994), y la de reparación del ADN, al mando de Rogério Meneghini, estos tres últimos, pertenecientes a la USP.

El programa, lanzado en 1971, funcionó también como un laboratorio de experimentos que dejó marcas en el ambiente universitario e inspiraría nuevas estrategias de estímulo a la investigación en la FAPESP. “Era necesario ameritar ser seleccionado, pero los investigadores que demostraron competencia y fueron contemplados, obtuvieron una gran libertad intelectual y prestigio, aunque varios fuesen muy jóvenes”, dice Hernan Chaimovich, actualmente profesor jubilado del IQ-USP y uno de los coordinadores del programa. El Bioq-FAPESP constituyó el primero de los programas especiales aprobados por la Fundación entre 1970 y 1988, que durante los tres primeros años invirtió 1 millón de dólares, lo cual en esa época representaba un poder de compra equivalente a 5,5 millones de dólares actuales.

La rigurosidad en la ejecución del programa estaba controlada por una comisión externa, encargada de realizar una auditoría permanente e independiente de los proyectos, integrada por los profesores Philip Pacy Cohen (1908-1993) y Gerald Mueller (1920-2010), de la Universidad de Wisconsin, Leonard Bernard Horecker (1914-2010), del Albert Einstein College of Medicine, y Marshall Warren Niremberg (1927-2010), de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, quien obtuviera el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1968 por haber interpretado las triadas de nucleótidos en el ARN mensajero, responsables por la codificación de los aminoácidos.

“Debíamos presentar los proyectos en inglés para ser remitidos a los evaluadores en Estados Unidos. Luego ellos vinieron y nos entrevistaron. Era riguroso”, comenta Walter Colli, uno de los elegidos por el programa. El comité se atenía al mérito del proyecto y del investigador para emitir su veredicto, independientemente de la edad o del puesto del candidato. “Eso representó una afrenta a las estructuras imperantes en la universidad en la década de 1960”, afirma Hernan Chaimovich. “En cierta ocasión, a un profesor titular, la comisión le rechazó su proyecto. Pero yo, que era extranjero, todavía no había concluido el doctorado y poseía un contrato temporal en la USP, fui elegido y participé en el comité de coordinación”, asevera.

N. MACVICAR / NATIONAL INSTITUTES OF HEALTHNirenbergN. MACVICAR / NATIONAL INSTITUTES OF HEALTH

Equipamiento
Un nombre clave para la creación del programa fue el de Francisco Lara, profesor titular del Departamento de Bioquímica del recién creado Instituto de Química de la USP. La idea surgió en 1969, cuando Lara debatía con el entonces director científico de la FAPESP, el físico Oscar Sala (1922-2010), acerca de la necesidad de invertir en infraestructura para la investigación en bioquímica. Él apuntaba la necesidad de adquirir un equipamiento, una centrifugadora analítica, y estaba dispuesto a compartirla con otros grupos de investigación del país. Ya existía una en São Paulo, pero Lara no obtenía el permiso para utilizarla. Como la dirección científica de la FAPESP fuera autorizada por el consejo superior para invertir en proyectos especiales, Sala propuso un abordaje más audaz. De allí surgió la meta de un gran programa, capaz de catapultar a la investigación en bioquímica en un nuevo rango. “Se supo que el profesor Lara, al proponer el proyecto, expresó que así como Estados Unidos enviara al hombre a la Luna, Brasil colocaría un hombre en Suecia, en referencia al potencial del programa para generar un Premio Nobel brasileño”, dice Rogério Meneghini, docente jubilado del IQ-USP, quien también tuvo un proyecto aprobado en el marco del programa. En 1970, bioquímicos de la USP y de la EPM, la actual Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), estimulados  por Sala, formularon un Plan para el Desarrollo de la Bioquímica en la Ciudad de São Paulo. El proyecto fue elaborado por una comisión conformada por los profesores Lara, Chaimovich y Colli, además de Metry Bacila, de la USP, y Carl Dietrich y Antonio Cechelli de Mattos Paiva, de la EPM. Como la Fundación no poseía experiencia para un programa de tal envergadura, se optó por un recorte estricto. El Bioq-FAPESP fue previsto para extenderse por tres años y limitaba su accionar a grupos de la ciudad de São Paulo – lo cual, naturalmente, desagradó a investigadores de otras instituciones del estado. “Pero la ciudad de São Paulo concentraba a los grupos más articulados y se temía que el proyecto no funcionara en caso de ampliarse demasiado”, refiere Walter Colli. La administración fue delegada para una comisión de cinco miembros electos por los integrantes del proyecto, que tenía la responsabilidad de elegir el coordinador y el vicecoordinador, que fueron los profesores Cechelli Paiva y Carl Dietrich. La asesoría y el seguimiento de los proyectos quedaron a cargo del comité internacional que, en la fase organizativa del programa, había evaluado el diseño propuesto y recomendado su aprobación. Carlos Ribeiro Diniz (1919-2002), profesor de la Universidad Federal de Minas Gerais, actuó como consultor especial del director científico de la FAPESP. Se optó por alguien externo a São Paulo para evitar que un investigador involucrado en el programa participase en la evaluación.

Según un artículo escrito en el año 2000 por Walter Colli al respecto del Bioq-FAPESP, este programa comenzó en 1971 con 14 proyectos científicos y, en el transcurso de los tres años siguientes, se incluyeron 11 proyectos más. Hasta 1974, cuando se presentó el primer informe global, había 21 grupos constituidos. Durante los años siguientes, los escasos proyectos agregados provenían de colaboradores que adquirieron independencia de los grupos originales. Hasta 1978, esos grupos desarrollaron, con recursos del programa, 34 proyectos, aparte de otros nueve con interés común para los diversos grupos y de los cuales se originaron laboratorios para la síntesis de péptidos o de espectropolarimetría. Se invitó como profesores visitantes a 20 científicos del exterior, que interactuaron con los diversos grupos y dictaron cursos avanzados en sus respectivas especialidades.

El programa becó a 29 investigadores de São Paulo para presentar trabajos o realizar cortas visitas a laboratorios del exterior. Entre 1970 y 1978, 65 alumnos de posgrado relacionados con el Bioq-FAPESP obtuvieron el título de doctor y 43, de magíster. Entre ellos figuran varios nombres que se convirtieron en líderes, tales como Helena Nader, presidenta de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, Jorge Guimarães, presidente de la Coordinadora de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), y Eloi Garcia, ex presidente de la Fundación Oswaldo Cruz. “Esa actividad intensa y permanente, quedó reflejada, durante el período, en la publicación de 394 artículos científicos en periódicos indexados en la literatura internacional, aparte de numerosos informes en congresos científicos y conferencias impartidas en Brasil y en el exterior. Ése es el número de publicaciones durante el período considerado, aunque de hecho crece si consideramos la proyección, en el futuro inmediato, de los efectos del proyecto”, observa Colli.

Evolución
En opinión de Hernan Chaimovich, el impacto del programa en el campo de la bioquímica fue notable. “Si comparamos la producción en el área en 1960 y en 1980, y confrontamos esa evolución con cualquier otro área, confirmaremos que la bioquímica se dispara. Se consolidaron líneas de pensamiento en varias ramas de la bioquímica, en un contexto en que apareció la biología molecular. Diez años después del comienzo del programa, había al menos 10 grupos independientes consolidados, integrando agrupaciones y presionando por mayores recursos”, afirma. Rogério Meneghini, quien se integró al programa en 1974 cuando regresaba de su posdoctorado en Estados Unidos, comenta que quedó sorprendido al encontrarse con todos los equipamientos que pidiera ya a disposición. “Ellos ya me estaban esperando allá, lo cual no era algo trivial para alguien con mi experiencia y mi edad. Varios químicos de mi generación sólo lograron contar con una infraestructura similar mucho después en su carrera”, dice Meneghini, cuyo proyecto aprobado involucraba mecanismos de reparación del ADN.

El Bioq comenzó a perder aliento a partir de 1976 y se cerró en 1978. Luego de ello, sin embargo, los grupos de investigación relacionados con el programa siguieron obteniendo apoyo por parte de la FAPESP para proyectos individuales. “Nunca quedó claro por qué se acabó el programa”, dice Hugo Armelin, profesor jubilado del Departamento de Bioquímica del IQ-USP. Él asevera que se obtenían resultados en relación con la inversión en un determinado campo del conocimiento en detrimento de otros, en una etapa en que los recursos disponibles en la Fundación eran limitados. También generaba dudas el sistema para la evaluación de los proyectos y concesión de los apoyos, que difería del método normalmente adoptado por la FAPESP en cuanto a asesoría y al destino de los recursos. En lugar de evaluaciones secretas, el mérito de las propuestas era evaluado por parte de los comités nacional e internacional, cuyos miembros eran conocidos. En lugar de distribuir los recursos para proyectos individuales en todas las áreas, se privilegió un campo específico. Aunque los apoyos se les concedían directamente a los investigadores, también se consideraba su distribución racional para las instituciones participantes en lo referido a los programas de interés general y a los equipamientos de gran porte. “En ese sentido, aunque la concesión se le hiciese al individuo, el proyecto Bioq-FAPESP poseía un carácter parcialmente institucional”, recuerda Walter Colli. Según Hugo Armelin, quien se incorporó al programa en 1974 luego de realizar un posdoctorado en la Universidad de California, en San Diego, se hallaba arraigada la creencia de que la Fundación debía fomentar las demandas por recursos para la investigación, remitiéndose al mérito de las propuestas, pero no interactuar exageradamente con las instituciones intentando organizar las áreas. El resto de los programas especiales aprobados presentaban un abordaje diferente: propiciaban la resolución de problemas específicos de investigación.

Mediante el aumento de los recursos de la Fundación establecido por la Constitución estadual en 1989 y el fin de la inflación, la FAPESP pasó a contar con una caja mayor para invertir en proyectos ambiciosos y se inspiró en la experiencia del Bioq-FAPESP, sostiene Hugo Armelin. “Incluso los proyectos temáticos, que articulan varios grupos de investigación durante un lapso temporal de hasta cinco años, poseen bastante de la racionalidad del Bioq”, expresa. “Puedo decirlo, porque miembros del Bioq, como fuimos Meneghini y yo, participaron en la formulación del programa de los proyectos temáticos”, afirma. Oscar Sala, elevado a la presidencia del consejo superior entre 1985 y 1995, también ayudó a rescatar la experiencia. Los directores científicos Flavio Fava de Moraes y José Fernando Perez se rodearon de coordinadores que habían participado en el Bioq-FAPESP, tales los casos de Colli, Meneghini y Paiva.

La FAPESP dispone actualmente de varios programas especiales, creados para alentar la investigación en áreas estratégicas, y diversos programas de investigación para la innovación tecnológica, que sustentan investigaciones con potencial de desarrollo de nuevas tecnologías o que contribuyen con la formulación de políticas públicas. En 2009, ambas líneas absorbieron el 22% de los recursos de la Fundación. No obstante, la mayor parte del presupuesto sigue estando destinada a la formación de recursos humanos, en forma de becas (un 36% del total) y proyectos de demanda espontánea de los investigadores (el 42%).

El Programa Jóvenes Investigadores en Centros Emergentes, que financia hasta por cinco años a jóvenes líderes de investigación, incluso si se hallaran desvinculados de la estructura universitaria, también está inspirado en la experiencia del Bioq para la formación de nuevos liderazgos, y fue ideado por Meneghini. En opinión de Walter Colli, incluso el Programa Genoma FAPESP es resultante del Bioq, ya que los recursos humanos formados en la década de 1970 resultaron fundamentales para ese programa lanzado en la década de 1990. “Arriesgo afirmar que el historiador del futuro, examinando los eventos con la necesaria distancia, podría pensar, dada la sorprendente continuidad – aunque lenta, comparada con la velocidad con que marcha la ciencia –, que el Programa Genoma ya formaba parte de los planes de quien implementó el Bioq-FAPESP”, escribió Colli en un artículo en el año 2000. El fortalecimiento de la Sociedad Brasileña de Bioquímica, que fue refundada el mismo año en que surgió el Bioq-FAPESP, también es señalado como un reflejo del programa. “El programa era innovador en su época y, por eso, la experiencia demoró algo en ser aprovechada”, dice Armelin.

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