A merced de la intensidad de los vientos y cargado de minerales, el polvo del desierto del Sahara llega a Europa y América en volúmenes variables. Cada año, especialmente entre enero y abril, cuando las lluvias son más copiosas, atraviesan el océano Atlántico y llegan a la selva amazónica, en promedio, 52 miligramos por metro cuadrado (mg/m2) de hierro, 21 mg/m2 de magnesio y 0,97 mg/m2 de fósforo, compensando parcialmente el volumen de nutrientes que el río Amazonas transporta de la selva hacia el mar (Atmospheric Chemistry and Physics, 1º de noviembre). Científicos de la Universidad de São Paulo (USP), junto a colaboradores de China, Estados Unidos y Alemania arribaron a estos resultados calculando el transporte de partículas por el aire entre 2013 y 2017 con ayuda de un modelo matemático computarizado. Según este trabajo, el flujo anual de polvo es, en promedio, de 2 g/m2 en la estación lluviosa, bastante más que en el período seco (de agosto a noviembre), cuando tan solo llegan a la selva amazónica 0,35 g/m2 de arena del desierto. Si los vientos ayudan, el volumen puede alcanzar hasta 2,6 g/m2, como ocurrió en 2015. “En el transcurso de los milenios, este flujo de minerales ayuda a explicar la exuberancia de la selva, que depende de los nutrientes procedentes del Sahara”, comenta Paulo Artaxo, de la USP, quien participó en el estudio.
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