En noviembre de 2016, un grupo de biólogos, agrónomos y técnicos, algunos de ellos manejando tractores con los remolques que normalmente se utilizan para espolvorear caliza en el suelo, esparcieron tierra mezclada con semillas de 80 especies de gramíneas, arbustos y árboles autóctonos del Cerrado, la sabana brasileña, en un plantío experimental de 96 hectáreas situado en el municipio de Alto Paraíso, en el nordeste del estado de Goiás, que forma parte del Parque Nacional Chapada dos Veadeiros, en Brasil. En marzo de este año, esas plantas –a la sazón con 10 centímetros de altura– comenzaban a formar una alfombra verde sobre un área anteriormente ocupada por un pastizal de especies africanas, que crecen con rapidez e invaden el espacio de las especies nativas. Mediante ese trabajo, el grupo Restaura Cerrado, compuesto por investigadores del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), de Embrapa Recursos Genéticos y Biotecnología, de Embrapa Cerrados y de la Universidad de Brasilia (UnB) se propone recabar evidencias adicionales de que la denominada siembra directa puede erigirse realmente una alternativa viable para recomponer la vegetación de ese ecosistema natural del país. Esta técnica de siembra consiste en la aplicación de semillas entremezcladas con tierra sobre un área por restaurarse, que fue evaluada también por otro grupo de investigación de São Paulo.
“Estamos demostrando que el Cerrado puede efectivamente recuperarse, a contramano de lo que se ha dicho, incluso en centros de investigación académicos”, afirma el ingeniero forestal Alexandre Sampaio, investigador del Centro Nacional de Análisis de la Biodiversidad e Investigación y Conservación del Cerrado del ICMBio, coordinador del experimento llevado a cabo a partir de 2012 en Chapada dos Veadeiros. Con un área original de 2 millones de kilómetros cuadrados (km2), el equivalente al 22% del territorio nacional, el Cerrado es el segundo mayor ambiente natural brasileño, tan sólo detrás de la Amazonia, y se está reduciendo en forma permanente. Un análisis efectuado mediante imágenes satelitales indicó que el área sufrió entre 1990 y 2000, una mengua de 260 mil km2, una superficie equivalente al doble del tamaño de Inglaterra, como consecuencia de la expansión agropecuaria (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 231).
Estudios ya finalizados indicaron que la siembra directa podría tener un costo alrededor de ocho veces menor que la implantación de plantines de árboles, la técnica más utilizada para recomponer la flora original de la sabana brasileña, que consiste en el cultivo inicial de las plantas en viveros, antes de trasladarlas al campo. El problema radica en que las especies de ese tipo de vegetación nativa producen raíces muy largas y, para reproducirlas en viveros, necesitarían de bolsitas o bandejas germinadoras muy profundas. “Es común que un árbol de 5 años de edad tenga pocos centímetros de altura y varios metros de raíz”, dice Sampaio. Según el investigador, otros grupos importantes de plantas, los arbustos y las gramíneas, no se producen en viveros. “La siembra directa de arbustos y gramíneas permite una rápida ocupación del suelo, reduciendo la necesidad de roza y de aplicación de herbicida entre los surcos de plantación de los árboles”, dice la bióloga Isabel Belloni Schmidt, docente de la UnB.
Además de las 96 hectáreas (1 hectárea equivale a 10 mil metros cuadrados) sembradas a finales de 2016 como resultado de un convenio con una empresa de distribución de energía que debía realizar una compensación ambiental, los investigadores de Brasilia efectuaron otros tres plantíos con siembra directa en áreas menores de Chapada dos Veadeiros entre 2012 y 2014, y cuatro en el Distrito Federal. A continuación y durante dos años y medio controlaron el crecimiento de 50 especies autóctonas de árboles, 12 de arbustos y 13 de gramíneas. Luego del primer año, 36 especies arbóreas y 5 arbustivas presentaban una supervivencia mayor al 60%, lo cual se consideró algo satisfactorio. Algunas de las plantas llegaron al 90%, como en el caso del arbusto al que se conoce como cajuí (Anacardium humile), una planta de hasta 2 metros (m) de altura con un fruto falso –o pseudofruto, que en realidad es un tejido próximo a la flor–, conocido en ciertas regiones de Brasil como caju-do-cerrado, de cáscara roja y pulpa blanca y suculenta, que se emplea para elaborar jugos, mermeladas y licores. Las gramíneas nativas como Andropogon fastigiatus y Aristida riparia ya cubrían un 30% del área al final del primer año luego de la siembra, tal como se describe en un artículo publicado en marzo de 2017 en la revista Barzilian Journal of Botany. “Todavía quedan unas 500 hectáreas por recuperar en el Parque Nacional Chapada dos Veadeiros. Trataremos de establecer convenios para restaurarlas y monitorear las plantaciones ya efectuadas para ver como prosperan. Ya sabemos que cuanto mejor preparemos el suelo y extraigamos las gramíneas exóticas, así como cuantas más semillas de ciertas especies utilicemos, mayor será la posibilidad de restaurar el Cerrado por medio de la siembra directa”, dice Sampaio.
Buenos resultados con el topsoil
La transferencia de la capa superficial de la tierra o suelo orgánico, en la jerga técnica denominado topsoil, de áreas preservadas a pasturas abandonadas y otras zonas que serán ocupadas por flora nativa, también es una metodología que ha mostrado buenos resultados. Se la aplicó en forma exitosa para la reutilización de las plantas del Bosque Atlántico (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 209). La técnica es muy sencilla. Antes de la construcción de una central hidroeléctrica o de la implantación de un área de minería, por ejemplo, se remueve con un tractor una capa de 30 a 40 centímetros del suelo, rico en materia orgánica, microorganismos, raíces y semillas, y se traslada ese material, que normalmente es desechado, a una nueva zona que va a ser ocupada por vegetación nativa.
En noviembre de 2013, el ecólogo Daniel Vieira, investigador de Embrapa Recursos Genéticos y Biotecnología, y Maxmiller Ferreira, biólogo de la UnB, supervisaron el retiro del topsoil en una propiedad de 2 hectáreas, ubicada a 10 km de Brasilia, para permitir la expansión de una planta elaboradora de cemento. Acto seguido, ese material fue depositado en un pastizal abandonado a 1,4 km de allí, tal como se describe en un artículo que será publicado en junio en la revista Ecological Engineering. Seis meses después, los restos de troncos y raíces que rebrotaron representaban el 74% de la cantidad de especies arbóreas del área original, de donde era proveniente el topsoil. Luego de 28 meses, allí crecían 51 especies de árboles, 8 de enredaderas, 12 de arbustos y 34 de hierbas, indicando que la diversidad había comenzado a restablecerse. “Es muy importante reaprovechar ese suelo. Mucho de lo que hay ahí rebrota, trayendo una gran variedad de especies”, recomienda Vieira.
Según el investigador, la densidad, la altura y la extensión de la copa de los árboles indicaban que el proceso de formación de un monte similar al original proseguía a ritmo acelerado y se instalaba una cobertura vegetal cuya sombra debería moderar el crecimiento de pasturas invasoras, en su mayoría, pasto braquiaria (Urochloa decumbens) y pasto gamba (Andropogon gayanus). La densidad de árboles alcanzada fue 11 veces mayor que en las restauraciones del Cerrado efectuadas a partir del plantío de plántulas que, en general, derivan en un predominio de especies arbóreas y dejan de lado las lianas, los arbustos y las hierbas, importantes en el comienzo de la regeneración y en la recuperación de los procesos ecológicos.
Las secretarías de Medio Ambiente del Distrito Federal y del estado de Mato Grosso reconocieron la utilidad de esos estudios. “Con base en los resultados de estas investigaciones, estamos incorporando la transferencia de topsoil y la siembra directa a las reglas de compensación ambiental”, confirma Raul do Valle, jefe de la Asesoría Jurídica y Legislativa de la Secretaría de Medio Ambiente del Distrito Federal. En Mato Grosso, cuyo territorio estaba cubierto originalmente con alrededor de un 60% de Cerrado, existe un decreto que está en fase de elaboración que reglamentará la recomposición de áreas degradadas valiéndose de estas técnicas que, así como en el Distrito Federal, serán monitoreadas. “Evaluaremos la cobertura del suelo, la abundancia y la densidad de regeneradores nativos [raíces, troncos, tubérculos, etc.], sumados al análisis de imágenes provistas por satélites, fotografías e inspecciones en campo”, explica la bióloga Ligia Nara Vendramin, analista de medio ambiente de la Secretaría de Estado del Medio Ambiente de Mato Grosso. A su vez, el grupo de investigación Restaura Cerrado y la Red de Semillas del Cerrado, que promueve la recolección de semillas y las distribuye a los proyectos de restauración forestal, publicaron la Guia de restauração do Cerrado, organizan cursos para productores rurales y participan en debates con formuladores de políticas públicas y ferias agropecuarias para difundir las técnicas de restauración entre los posibles usuarios.
Regeneración natural
La ingeniera forestal Giselda Durigan, junto a su equipo del Instituto Forestal en Assis, una localidad del interior paulista, recupera la vegetación nativa de una antigua pastura del Bosque Estadual de Assis usando el topsoil recolectado en un área conservada del Cerrado en la Estación Ecológica de Santa Bárbara, a 150 km de distancia. En otro experimento, Durigan y la doctoranda en ecología Natashi Pilon, de la Universidad de Campinas (Unicamp), quedaron decepcionadas con los resultados de la técnica denominada transferencia de heno. Esta técnica, bastante utilizada en países con clima frío o templado del hemisferio norte, consiste en rozar y recolectar la vegetación herbácea y las semillas que cubren el suelo de un área conservada y luego esparcir ese material en el terreno por restaurarse. Tan sólo reaparecieron dos especies del terreno original. “Las semillas del Cerrado germinan con mayor facilidad cuando el clima se calienta mucho durante el día y se enfría por la noche”, dice Durigan. “Probablemente, los rastrojos mantuvieron una temperatura estable, perjudicando la germinación”.
A menudo ese tipo de vegetación puede regenerarse en forma natural. En pasturas abandonados de una propiedad en Canarana, estado de Mato Grosso, el ingeniero agrónomo Mário Cava, de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en su campus de Botucatu, y el grupo de Durigan, registraron 112 especies de árboles, de las cuales solamente 16 habían sido plantadas dos años antes. El estudio formaba parte de un experimento realizado por Embrapa Agrosilvipastoril, que comparaba la regeneración natural con la siembra directa y la implantación de plántulas. La implantación de plantines registró costos más elevados y no dio como resultado ni densidad ni abundancia superiores a los otros abordajes. “La siembra directa de especies autóctonas parece prometedora en primera instancia, pero luego comprobamos una baja densidad, con predominancia de tan sólo una o dos especies”, explica la investigadora, presentando un resultado disímil al del experimento llevado a cabo en Goiás y en el Distrito Federal.
La regeneración natural, si bien es el método más barato, puede resultar muy lenta y no siempre cubre las expectativas. “En algunos casos, sería incluso mejor que la implantación de plantines, pero tardaría 20 años en concretarse. Y quienes están cumpliendo acuerdos judiciales de recuperación ambiental normalmente disponen de algunos meses o pocos años para efectuar dicha restauración”, comenta el ingeniero agrónomo Pedro Brancalion, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP). Su conclusión se basa en un análisis publicado en noviembre de 2016 en la revista Biotropica donde se comparan 42 programas de empresas que debían restaurar áreas de Bosque Atlántico, Amazonia y el intervalo entre esos ambientes y el Cerrado para cumplir con el Código Forestal o acuerdos con la Justicia.
El pasto braquiaria, una gramínea exótica, es responsable en parte de la dificultad para recomponer la flora autóctona. En un estudio finalizado a comienzo del año en curso, el equipo del Instituto Forestal determinó que esos pastos, dado su rápido y abundante crecimiento, causan pérdidas muy grandes entre las plantas nativas. “Las especies autóctonas no pueden competir con el pasto braquiaria”, destaca Durigan. Entre las técnicas de erradicación analizadas, la que ofreció mejor resultado fue una combinación de quema controlada con posterior extracción de matas de pasto braquiaria que rebrotan, un abordaje similar al que adoptó Restaura Cerrado. “El uso de herbicida puede ser eficiente para acabar con el pasto invasor, pero también mata a los pastos nativos”, advierte la investigadora.
Reclamo de la ABC y la SBPC
En un comunicado oficial difundido en abril, la Academia Brasileña de Ciencias (ABC) y la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC) remarcaron la necesidad de tomar medidas urgentes de conservación de los ecosistemas naturales brasileños, como es la implementación de la Política Nacional de Recuperación de la Vegetación Nativa (Proveg), y reclamaron a los gobiernos federal y estaduales la ampliación de las unidades de conservación del actual 7,5% a por lo menos un 20% del área original del Cerrado, ayuda efectiva para las poblaciones tradicionales e indígenas, bajo amenaza por la expansión de las ciudades y los establecimientos agropecuarios, así como la ampliación de las investigaciones científicas y tecnológicas que propicien un mayor reaprovechamiento de los recursos naturales de ese ecosistema natural brasileño. “La ganadería en las áreas preservadas, con una baja densidad de cabezas de ganado, certificación y legislación específicas, haciendo uso solamente de los pastos nativos, podría ser una solución viable”, comenta Durigan. En el estado de Rio Grande do Sul, 24 ganaderos y ambientalistas, luego de 12 años de negociaciones, implementaron métodos certificados de cría de ganado en pastizal nativo, la vegetación típica del sur del país (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 240).
Proyecto
Invasión del pastizal del Cerrado por pasto braquiaria (Urochloa decumbens): Pérdida de diversidad y experimentación de técnicas de recomposición (nº 13/24760-4); Modalidad Ayuda a la Investigación – Regular; Investigadora responsable Giselda Durigan (IF); Inversión R$ 139.392,99
Projeto
Invasão do campo Cerrado por braquiária (Urochloa decumbens): Perdas de diversidade e experimentação de técnicas de restauração (nº 13/24760-4); Modalidade Auxílio à Pesquisa – Regular; Pesquisadora responsável Giselda Durigan (IF); Investimento R$ 139.392,99.
Artigos científicos
BRANCALION, P. H. S. et. al. Balancing economic costs and ecological outcomes of passive and active restoration in agricultural landscapes: The case of Brazil. Biotropica. v. 48, n. 6, p. 856–67, 2016.
CAVA, M. G. B. et. al. Comparação de técnicas para restauração da vegetação lenhosa de Cerrado em pastagens abandonadas. Hoehnea. v. 43, n. 2, p. 301-15. 2016.
FERREIRA, M. C. et al. Topsoil for restoration: Resprouting of root fragments and germination of pioneers trigger tropical dry forest regeneration. Ecological Engineering. v. 103, p. 1-12. 2017.
PELLIZZARO, K. F. et al. ‘‘Cerrado’’ restoration by direct seeding: Field establishment and initial growth of 75 trees, shrubs and grass species. Brazilian Journal of Botany, p.1-13. 2017.
Libro
SAMPAIO, A. B. et al. Guia de restauração do Cerrado. V. 1 – Siembra directa. Universidad de Brasilia, Red de Semillas del Cerrado. 2015.