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Evolución

Por el mundo exterior

Comparando genes de distintos pueblos, los biólogos intentan explicar cómo y cuándo surgieron y se propagaron por el planeta los seres humanos

No hace tanto tiempo atrás, el mundo era un verdadero desierto humano. Hace alrededor de 200 mil años, casi nada ante los 4.500 millones de años que tiene la Tierra, los continentes ya ocupaban la posición en que se encuentran actualmente y la mayor parte de las especies de plantas y animales existentes actualmente vivía en selvas y sabanas prácticamente vírgenes. Los primeros seres humanos con rasgos similares a los nuestros – piernas más largas que el tronco, rostro achatado y cráneo mayor y más redondeado – habitaban una pequeña área del noroeste de África, formando grupos que no deberían sumar más que algunas decenas o centenas de individuos. A ese escenario, delineado en el último siglo por arqueólogos y paleoantropólogos, se suman los intentos recientes de genetistas y biólogos evolutivos de reconstruir el pasado de la humanidad y así intentar aclarar de qué manera un pequeño grupo de monos casi sin pelos consiguió multiplicarse y diseminarse por el mundo con tal éxito, a punto tal de que hoy en día sea capaz de influenciar el destino del propio planeta.

Este esfuerzo por explicar algunas de las dudas más primitivas del ser humano – ¿de dónde vino nuestra especie y cómo se convirtió en lo que es? – siempre genera un debate fervoroso como el que ocurrió al inicio de noviembre en el Primer Simposio de Evolución Biológica, realizado en Porto Alegre, Río Grande do Sul. En ese encuentro, que reunió a algunos de los más destacados especialistas en genética y biología evolutiva del mundo, quedó evidente que aún está lejos el día en que se oirá una respuesta única y conclusiva para preguntas aparentemente simples como esas. Y no faltan argumentos para justificar los resultados, muchas veces distintos y casi opuestos, a los que han llegado los investigadores que optan por diferentes estrategias para bucear en el pasado de la humanidad que permanece registrado en los genes de las poblaciones actuales.

Un rápido resumen de lo que paleontólogos y antropólogos descubrieron en el último siglo ayuda a comprender la polémica actual. Las evidencias más contundentes de que el Homo sapiens surgió en el África son fragmentos de huesos encontrados en Herto y en Omo Kibish, en Etiopia. El primero es un cráneo con edad estimada en 160 mil años y el segundo, un cráneo de 195 mil años. También son los fósiles encontrados en otras partes del mundo que indican que los seres humanos modernos permanecieron por allí por casi 100 mil años, antes de arriesgar los primeros pasos fuera del África. Y en un primer intento  no fueron muy lejos. Llegaron solamente al actual Oriente Medio, como sugieren restos de esqueletos con edad entre 120 mil y 90 mil años encontrados en Israel. Más tarde, entre 70 mil y 50 mil años atrás, otra leva originaria de africanos se habría diseminado por todo el sur del continente asiático, alcanzando a Australia. Solamente el tercer grupo en dejar el continente africano habría alcanzado también el centro y el norte de Asia y finalmente llegado a Europa, donde vivían los retacados Homo neandertalensis, especie de homínido adaptada al clima frío y considerada la más próxima del Homo sapiens. Por alguna razón aún no comprendida, los neandertales desaparecieron gradualmente poco después de la llegada del Homo sapiens a Europa, que coincide con su dominio de técnicas más refinadas de producir ropas, utensilios y herramientas.

Lo que sucede de ahí en lo adelante todos lo saben: el hombre moderno ocupó los demás continentes y pobló hasta las más inhóspitas regiones del planeta, dejando marcas por donde pasó. Lo más complicado es rescatar la historia de lo que ocurrió antes, en un período sobre el cual los registros fósiles y arqueológicos son insuficientes para explicar en detalles como la especie humana emergió y sobrevivió a la extinción de los homínidos. En las dos últimas décadas, el análisis de características genéticas compartidas o no por poblaciones de diferentes regiones del planeta viene ofreciendo pistas que pueden ayudar a deshacer esas dudas sobre el hombre moderno – surgido entre 200 mil y 150 mil años atrás sólo en el África ¿o existiría también en el Asia? ¿Habría eliminado a otras especies de homínidos, como los neandentales, ¿o convivido y procreado con ellas?

La visión más polémica sobre como la especie humana evolucionó hasta adquirir las características actuales y colonizar el planeta fue presentada en Porto Alegre por el biólogo y estadístico estadounidense Alan Templeton, de la Universidad de Washington en Saint Louis, Missouri. Inicialmente especialista en genética de enfermedades coronarias, Templeton pasó a estudiar la evolución humana cerca de 20 años atrás, cuando fue convidado por un amigo, Robert Sussman, editor de la revista American Anthropologist, a escribir un artículo de revisión sobre el asunto. Analizando todo lo que había sido publicado sobre el tema, Templeton encontró graves fallas metodológicas en los artículos que ayudan a fundamentar lo que hoy es la más aceptada teoría de como la especie humana se convirtió en lo que es – la llamada hipótesis de la substitución o teoría de la salida del África.

De acuerdo con esa teoría, los seres humanos habrían dejado el continente africano entre 60 mil y 50 mil años atrás y diseminados por el Asia y por Europa, eliminando las otras especies de homínidos que encontraba por el camino como el Homo neandertalensis, su contemporáneo. También conocida como out-of-Africa, esa teoría ganó fuerza con la publicación en la Nature en 1987 de un artículo escrito por los biólogos Rebecca Cann, Mark Stoneking e Allan Wilson. Usando herramientas de la genética molecular, ellos analizaron un tipo específico de material genético – el ADN mitocondrial, transmitido a los descendientes solamente por la madre – de 147 personas de diferentes regiones geográficas del mundo. Concluyeron que la mujer que habría dado origen a parte de los seres humanos actuales sería una africana que habría vivido 150 mil años atrás, que se hizo conocida en el mundo todo como la Eva mitocondrial.

La principal crítica de Templeton a ese trabajo es que, al identificar el origen del hombre moderno en el África, los autores asumieron que ese resultado justificaba la hipótesis de substitución. Así, excluyeron otras posibilidades “como la del surgimiento simultáneo del Homo sapiens también en el Asia, conocido como modelo multirregional” sin seguir los preceptos más básicos del método científico y realizar pruebas estadísticas que permitiesen eliminar las hipótesis alternativas. Según Templeton, actuando de ese modo Rebecca, Stoneking y Wilson solamente demostraron que la teoría out-of-Africa era compatible con los datos, pero no comprobaron que los otros modelos no lo eran.

Incomodado con esa selección arbitraria, Templeton, que había desarrollado una forma de análisis genética que reúne grupos por aproximación genética y geográfica, imaginó una forma de intentar eliminar los modelos que no fuesen compatibles con los datos genéticos. El racionamiento es simple: si después de dejar a África entre 100 mil y 50 mil años atrás el Homo sapiens hubiese eliminado a las otras especies sin dejar descendientes con ellas, el material genético de los seres humanos actuales tendría origen exclusivamente africana. “Si eso fuese verdad, la contribución genética de poblaciones humanas de otros continentes habría sido eliminada”, explica el biólogo Reinado Alves de Brito, de la Universidad Federal de São Carlos, ex-alumno de doctorado de Templeton.

No fue lo que se encontró. Analizando 25 tramos del material genético de poblaciones actuales de diferentes partes del mundo, Templeton constató que algunos de esos tramos  presentaban contribución de ancestrales que vivieron en el Asia en un período anterior a 130 mil años atrás, antes de que el Homo sapiens dejara el África por primera vez,  como describe en una serie de artículos publicados en los últimos años en la Evolution. ¿Qué habría sucedido entonces?

Para Templeton, los datos muestran que la colonización de los otros continentes comenzó mucho antes, cerca de 1,9 millones de años atrás con un ancestral de nuestra especie – el Homo erectus, que el biólogo estadounidense Jared Diamond clasificó como siendo más que un mono, pero menos que un humano – dejando a África rumbo a Asia. A esa primera salida habrían seguido otras dos: una hace 650 mil años y la más reciente hace 130 mil años. Cada vez que esos ancestrales humanos con características un poco menos arcaicas dejaban el África y tropezaban con un grupo que había salido antes, ellos cruzaban y dejaban descendientes. “Cuando se encontraban, ellos hacían el amor y no la guerra”, dice Templeton, para quien el género Homo es un linaje continuo que se diferenció poco a poco.

Muchos no concuerdan. “Del punto de vista teórico, es posible que ese cruzamiento haya de hecho ocurrido. Pero, evaluando la distribución de los fósiles y de los registros arqueológicos, no parece tan verosímil”, comenta el paleoantropólogo Danilo Bernardo, del Laboratorio de Estudios Evolutivos Humanos de la Universidad de São Paulo (USP).

Uno de los investigadores que están en desacuerdo frontalmente de Templeton es el biólogo suizo Laurent Excoffier, de la Universidad de Verna, autor de un programa de computadora de análisis de genética de poblaciones usado en el mundo todo. En Porto Alegre, Excoffier presentó los resultados de su trabajo más reciente, hecho en alianza con Nelson Fagundes y Sandro Bonatto, de la Pontificia Universidad Católica de Río Grande do Sul, y publicado en octubre en los Proceedings of the National Academy of Sciences. En ese estudio, ellos secuenciaron 50 tramos del material genético extraído de 30 individuos del África, de Asia y de la América del Sur.

Usando un método que ellos mismos desarrollaron, calcularon como cada uno de esos tramos se modificó a lo largo de millares de años e intentaron ver cual entre ocho modelos de evolución humana explicaría mejor las diferencias genéticas entre las poblaciones actuales. Concluyeron que lo más probable era justamente el modelo out-of-Africa, rechazado por Templeton. De acuerdo con los cálculos del grupo, el Homo sapiens habría surgido hace 140 mil años y un grupo de 600 individuos habría dejado el África hace 50 mil años. “Esos resultados están de acuerdo con lo que la mayor parte de los investigadores cree que haya ocurrido”, dice Bonatto.

¿Cómo explicar resultados tan discrepantes? En la opinión del investigador gaucho, Templeton habría partido de una suposición errónea. Aunque el Homo sapiens haya eliminado completamente a las otras especies de hominídeos que encontró sin dejar descendientes en común, una parte de su material genético debe de ser muy antigua, heredada de la especie ancestral africana. Ya Templeton critica la muestra de apenas 25 personas analizada por Excoffier y el grupo gaucho. Al menos en un punto Templeton y Excoffier concuerdan. Con más información genética de más personas al rededor del globo, como la que viene siendo colectada en el proyecto Genográfico humano, sus resultados deben convertirse más precisos y, tal vez, revelar quien está correcto.

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