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Entrevista

Sérgio Pena: Por debajo de la piel

El genetista de Minas Gerais muestra que, en el interior de sus células, los brasileños son muy parecidos

Eugênio Sávio

No importa cuál sea el color de la piel. En Brasil, gran parte de los blancos, negros e indígenas tuvo o tiene antepasados paternos europeos y maternos de origen africano o amerindio. La coloración de la piel, algo que está determinado por unos 20 ó 30 genes, una cifra mínima frente a los más de 20.000 que componen el genoma humano, no se relaciona en nada con la capacidad intelectual del individuo. “La tonalidad de la piel es tan solo una adaptación geográfica. Hay personas con la piel oscura en todas las regiones ecuatoriales del planeta, donde la insolación es mayor”, dice el médico genetista Sérgio Danilo Junho Pena.

Luego de haber trabajado durante 12 años como médico, investigador y docente universitario en Estados Unidos, Inglaterra y Canadá, el investigador comenzó a estudiar los orígenes genéticos del pueblo brasileño a finales de la década de 1980. Sus trabajos cobraron relevancia al demostrar que, en Brasil, la población tiene una herencia trihíbrida y que la asociación entre el color y su ancestralidad es leve. Así fue que el cantante y compositor de samba carioca Luiz Antônio Feliciano Marcondes, quien, pese a haber incorporado el color de la piel en su nombre artístico –Neguinho da Beija-flor–, descubrió que tenía un 67,1 % de antepasados europeos y solamente un 31,5 % de africanos, luego de someterse a un análisis con el equipo de Pena.

En 2020, a los 72 años, el genetista pidió la jubilación en la Universidad en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), pero no por ello pensó en dejar de trabajar. Desde su hogar, sigue las investigaciones del grupo que mantiene en la universidad y el trabajo de sus dos empresas que realizan test genéticos, una de las cuales, Laboratório Gene, la administra su esposa Betânia, que es citogenetista. Ambos tienen un hijo que vive en São Paulo y cuatro nietos. Pena mantuvo una charla con los editores de Pesquisa FAPESP a través de una plataforma de video mientras aguarda el ansiado momento de poder retomar la atención personal en su consultorio, en lugar de la virtualidad que ha impuesto la pandemia. “Me hace mucha falta el contacto personal con los pacientes”, dice.

Edad 72 años
Especialidad
Genética médica
Institución
Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG)
Estudios
Título de grado en medicina otorgado por la UFMG (1970) y doctorado en genética humana por la Universidad de Manitoba, en Canadá (1977)
Producción
305 artículos científicos y 6 libros

Usted y otros dos profesores de la UFMG, Fabrício Santos y Eduardo Tarazona-Santos, publicaron un artículo en American Journal of Medical Genetics en noviembre de 2020 sobre el tema de la mezcla genética de los brasileños. ¿Cómo dialoga ese trabajo con su primer estudio en ese campo, publicado en la revista Ciência Hoje en abril del año 2000?
Lo que vino después complementó, pero no contradijo ningún hallazgo hecho en aquel momento. Fuimos los primeros en comprobar que los brasileños tenemos una herencia trihíbrida con asimetría sexual. El cromosoma Y, del linaje paterno, es predominantemente de los colonizadores europeos, y el ADN mitocondrial, de la línea materna, es principalmente amerindio o africano. En Ciência Hoje revelamos que en América Latina existían países con dos perfiles genéticos distintos: un grupo con la población trihíbrida, como Brasil, Colombia y Venezuela, y otro con población dihíbrida, como Bolivia y Perú, en los cuales hubo muy poco tráfico de africanos esclavizados. Nuestros resultados fueron reproducidos y confirmados en varios países de América del Sur, el Caribe y, en cierto modo, incluso en Estados Unidos, un país que presenta una peculiaridad. Cuando se estudia la constitución genética del negro estadounidense, se observa una introgresión [incorporación] de genes europeos, principalmente en el cromosoma Y. Al analizar a los blancos no se detecta la esperada herencia mitocondrial africana. Una de las razones es el sistema de clasificación racial, basado en la ancestralidad y no en los criterios fenotípicos, la apariencia, tal como ocurre en Brasil. En Estados Unidos, se considera que un individuo es negro si tiene alguna ascendencia africana, independientemente de su apariencia física. Así, incluso hay personas con apariencia blanca a las que socialmente se las clasifica como negras. Como solo se considera blancos a los individuos sin antepasados africanos, en su material genético no se encuentra ningún rasgo de origen africano. Además, Estados Unidos recibió menos de 1 millón de africanos esclavizados, mientras que a Brasil llegaron entre 4 y 5 millones.

En Brasil, durante el período colonial e imperial, el mestizaje fue el resultado de una asimetría de poder, ¿cierto?
Exactamente. El cromosoma Y era predominantemente europeo y el ADN mitocondrial principalmente amerindio por dos razones. La primera es que los portugueses no trajeron a sus esposas. La otra radica en que hubo explotación sexual, porque es un hecho que generalmente las relaciones no eran consentidas. No existe otro país en el mundo con tanto mestizaje como Brasil. Ya he escrito que el país fue el punto donde confluyeron la totalidad de los grupos de la diáspora que vivió África hace alrededor de 100.000 años. El Homo sapiens tuvo un origen único en el continente africano, pero después pobló Oceanía, Asia, Europa y, finalmente, el continente americano. Todos los pueblos de estos orígenes se reencontraron en Brasil.

¿Cómo evolucionaron las técnicas de análisis de la ancestralidad desde sus primeros trabajos?
En 2003 dejamos de trabajar solamente con el ADN mitocondrial y el cromosoma Y, y empezamos a analizar la herencia autosómica, es decir, casi todo el genoma. A partir de este abordaje, demostramos que en Brasil, la asociación entre el color y la ascendencia es leve. Por debajo de la piel hay un mestizaje extremadamente heterogéneo. En 2007, en un estudio que encargó la BBC sobre algunos negros brasileños famosos, surgió el tema del sambista carioca Neguinho da Beija-flor [el nombre artístico de Luiz Antônio Feliciano Marcondes]. Incluso habiendo incorporado el color de la piel a su nombre artístico, constatamos que él poseía un 67,1 % de ascendencia europea y tan solo un 31,5 % africana. No se lo esperaba. Pero la genética es descriptiva, nunca prescriptiva. Es una descripción científica, no lo que cada individuo tiene que ser. La identificación con uno u otro grupo social es una elección personal.

Su trabajo con habitantes de distintas regiones de Brasil también desarticuló algunos supuestos.
Así es. En Brasil, se daba por cierto que se podía deducir la ancestralidad de las personas con solo observar su fenotipo. En el norte y el nordeste del país, donde existe un mayor porcentaje de individuos que se reconocen a sí mismos como pardos, cabía esperar que la población concentrara una mayor cantidad de mestizos que en el sur, donde hay una proporción mayor de blancos. Pero al estudiar el ADN, demostramos que las distintas regiones brasileñas presentan una ancestralidad similar. Esta homogeneidad es resultado del arribo de casi 6 millones de inmigrantes europeos al país a partir de 1870. Esos inmigrantes vinieron como consecuencia de un proceso racista, porque el gobierno brasileño de aquella época solo aceptaba europeos y había prohibido el ingreso de africanos y asiáticos. Esa discriminación comenzó con Pedro II, que se dejó influir por las teorías racistas que preconizaban la idea de ‘blanquear’ a Brasil. Querían traer gente blanca para transformarlo en una nación blanca y no de personas oscuras. No pudieron lograrlo a nivel del fenotipo, pero sí a nivel del genoma, porque el genoma de los brasileños es predominantemente de origen europeo. Como consecuencia de esa ingente inmigración europea, el brasileño, en general, terminó siendo europeo aproximadamente en un 70 %, independientemente de la zona de residencia. La preponderancia de los pardos en el norte y en el nordeste se debe a un fenómeno geográfico: los individuos de estas regiones están más expuestos al sol. Podemos hallar habitantes de Porto Alegre, de piel blanca, con los mismos niveles de ascendencia africana de los pardos del norte. Lo que los hace más blancos o más pardos es un factor ambiental, la exposición al sol. El único criterio aceptable para el color del brasileño es su autodeclaración. No existen criterios objetivos para determinar el color, especialmente si consideramos los factores ambientales y culturales.

Los habitantes de piel blanca de Porto Alegre tienen los mismos niveles de ancestralidad africana que los individuos pardos del norte de Brasil

¿Cuáles han sido las consecuencias de este mestizaje?
El mestizaje hace posible que en Brasil haya personas blancas con anemia falciforme, una enfermedad genética característica de las regiones donde hay una alta prevalencia de paludismo, como ocurre en gran parte de África, e individuos negros o pardos con fibrosis quística, una dolencia genética característica de los europeos. En Brasil somos 220 millones de personas igualmente diferentes. Al demostrar la mezcla genética de los brasileños esperábamos mitigar el racismo existente en el país, pero no sé si lo hemos logrado. No debería existir una clasificación de grupos determinados ni por el color, ni por el sexo. Tanto varones como mujeres deberían brindar contribuciones equitativas a la sociedad y se los debería tratar de una misma manera. No debería existir discriminación sexual ni homofobia, que son cómplices del racismo. Tan solo existen 20 ó 30 genes implicados en la determinación del color de la piel, entre alrededor de 20 mil genes que componen el genoma. Como ya he dicho, esos genes vinculados al color de la piel nada tienen que ver con la capacidad intelectual del individuo. El color de la piel es solamente una adaptación geográfica. Hay personas con la piel oscura en las regiones ecuatoriales de todo el globo, que es donde se registra una mayor insolación.

¿Por qué tiene tanta importancia el color de la piel en Brasil?
En el siglo XVI, los países que dedicados a la trata de personas esclavizadas eran cristianos: Inglaterra, España y Portugal. Como para un cristiano era difícil tratar a otro como un individuo de una categoría menor, urdieron el mito de que los africanos eran inferiores a los blancos porque serían los descendientes de Cam, uno de los hijos de Noé. La Biblia cuenta que cierto día, Noé bebió demasiado vino, se embriagó y se durmió desnudo dentro de su tienda. Cam descubrió a su padre desnudo y fue a contárselo a sus dos hermanos. Al enterarse, Noé maldijo a Canaán, el hijo de Cam y a toda su descendencia espetándole: “Serás el siervo de los siervos de tus hermanos”. Esto sirvió como justificación moral para el tráfico de africanos esclavizados, cuyos beneficios económicos eran cuantiosos. Para dar un ejemplo, la revolución industrial y la revolución científica de Inglaterra fueron solventadas en gran parte mediante la trata de esclavizados. Lamentablemente, la ciencia aún no ha podido lograr que desaparezca esta clasificación del valor de los individuos basada en el color de la piel. La genética demuestra que las razas humanas no existen. El racismo es una construcción cultural y, así como la inventamos, podemos y debemos desinventarla. Podemos y debemos erigir una sociedad sin razas.

¿Los genetistas nunca fueron racistas?
Solo cuando les ha redituado trabajar con el concepto de la raza. Desgraciadamente, los científicos están al servicio de los dueños del dinero y de sus patrones. En el siglo XIX concibieron las teorías racistas para agradar a los políticos, que eran quienes controlaban el dinero. Es triste comprobar que, hoy en día, algunos de los personajes más valorados de la genética como, por ejemplo, James Watson [codescubridor de la molécula de ADN en 1953 y uno de los ganadores del Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1962], son racistas. Watson ha vertido varias declaraciones recientes en las que expresa que considera a los africanos como individuos intelectualmente inferiores, una cosa ridícula.

¿Qué lo impulsó a estudiar las raíces genéticas de los brasileños?
He vivido 12 años en el exterior. Hice una residencia médica en Estados Unidos y otra en Canadá, donde también concluí mi doctorado en genética humana. Después hice un posdoctorado en Inglaterra, antes de regresar a Canadá y convertirme en docente universitario. Y un buen día mi esposa dijo: “Ya no más. Volvamos a Brasil”. Y yo como buen marido, obedecí. Regresamos en 1982 y, como genetista que soy, empecé a trabajar con los test de paternidad y HLA [antígenos leucocitarios humanos, que intervienen en la respuesta del organismo contra los virus, bacterias y protozoarios]. A causa de las limitaciones del HLA, en 1988 adoptamos la metodología del ADN. De hecho, fuimos los primeros en realizar pruebas de ADN para determinar la paternidad en Brasil y en América Latina. Por aquella época también se inventó la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) y fuimos de los primeros en todo el mundo que la utilizamos para la caracterización de los polimorfismos genéticos del cromosoma Y humano. Aplicamos el PCR para estudiar la genética de los amerindios, desde la Patagonia hasta Estados Unidos. Descubrimos una homogeneidad muy alta en el cromosoma Y: más del 90 % pertenecía a un mismo linaje. Fuimos los primeros en identificar esta característica, resultado de un efecto fundador. El primer grupo de seres humanos que arribó a América trajo un linaje del cromosoma Y que se propagó por todos los países del continente. Posteriormente, Fabrício Santos, alumno mío de doctorado a principios de la década de 1990, utilizó las características genéticas de ese cromosoma Y fundador para demostrar que los amerindios de todo el continente eran descendientes de individuos provenientes de Siberia central. Por el año 2000, cuando se conmemoraban los 500 años de la llegada de los europeos, añadimos la metodología del PCR del ADN mitocondrial para hacer un estudio de los marcadores de linaje paterno y materno para caracterizar la ascendencia de los brasileños blancos. Ahí descubrimos que el cromosoma Y del brasileño blanco era principalmente europeo y el ADN mitocondrial era predominantemente amerindio o africano. Luego ampliamos el trabajo a los marcadores genéticos biparentales en los autosomas humanos. Por entonces estudiábamos menos de 100 marcadores. Ahora estudiamos cientos de miles. Pero las conclusiones siguen siendo las mismas. Algo muy importante que hemos descubierto es que la distribución de los diversos orígenes ancestrales en el genoma no es uniforme. Los genes se agrupan en bloques denominados haplotipos. En el genoma de los brasileños, los bloques de genes de origen amerindio, africano y europeo están segmentados y conforman una especie de mosaico. Hoy en día podemos ver el origen de cada tramo del cromosoma, reconociendo si es africano, europeo o amerindio. Esto forma parte de una tecnología refinada, que se denomina ancestralidad local.

Archivo personal En París, en 1973, Pena entre James Watson y Francis Crick (a la der.)Archivo personal

¿Cómo llegó a participar en los primeros proyectos de secuenciación del genoma en Brasil?
En 1992, como presidente de la Sociedad Brasileña de Bioquímica, coordiné un congreso en la ciudad de Caxambu, estado de Minas Gerais, y trajimos a casi 100 extranjeros pioneros en genómica humana. Como los estadounidenses y los europeos ya estaban secuenciando el genoma humano, resolvimos utilizar las mismas técnicas para estudiar los parásitos Schistosoma mansoni y Tripanosoma cruzi, causantes de la esquistosomiasis y del mal de Chagas, respectivamente, que no eran tan interesantes como el Homo sapiens pero eran las dos parasitosis más preponderantes en Brasil. Con ambos pudimos hacer estudios del ADN de las poblaciones parasitarias. Existían varias teorías acerca de la enfermedad de Chagas, algunas sostenían que era el parásito el que la causaba y otras, que el parásito ocasionaba una enfermedad autoimune. Al estudiar las diferentes formas de la enfermedad de Chagas (cardíaca o gastrointestinal), descubrimos que los linajes de los parásitos tenían preferencia por un órgano u otro. Los parásitos hallados en el esófago eran distintos, genéticamente hablando, a los protozoos encontrados en el corazón de los pacientes con la variante cardíaca.

Y con S. mansoni, ¿cómo fue?
Uno de los invitados al congreso de 1992 era Craig Venter [bioquímico y empresario estadounidense, uno de los pioneros en la secuenciación privada del genoma humano], quien estaba desarrollando una técnica de secuenciación llamada EST [Expressed Sequence Tags, o etiquetas de secuencias expresadas]. Yo ya colaboraba con el bioquímico británico Andrew Simpson, quien había trabajado con la esquistosomiasis en Inglaterra y en aquella época estaba en la Fiocruz [Fundación Oswaldo Cruz] de Belo Horizonte. Formalmente, ese fue el primer proyecto con metodología genómica en Brasil y funcionó muy bien. Después, Simpson se fue a trabajar a São Paulo y coordinó los proyectos de secuenciación del genoma de la bacteria Xylella fastidiosa y del Genoma Humano del Cáncer [ambos financiados por la FAPESP].

¿Qué opina de la secuenciación del genoma humano, concluida en 2003?
El genoma tiene cosas fantásticas. Por ejemplo, el 8 % del genoma humano está compuesto por retrovirus endógenos, que han insertado su material genético en el ADN humano. Como en la arqueología, podemos desenterrar fósiles genómicos, elementos que han sido útiles en el pasado y se conservan, simplemente porque el genoma nunca descarta nada. Por eso es que no me agrada que se lo denomine ADN basura. Prefiero llamarlo cachivache, porque la basura uno la tira, pero un cachivache, como una bicicleta antigua, uno la guarda, porque más adelante podría servir para algo. Pero como considerábamos que el ser humano es el ápice de la evolución, fue humillante descubrir que poseíamos la misma cantidad de genes que algunos helmintos nematodos o que las moscas de la fruta. Existen amebas cuyo genoma es centenas de veces mayor que el humano. Lo que redimió en parte nuestro orgullo herido fue haber descubierto que, por medio de un proceso denominado edición alternativa, podemos generar cientos de miles de transcripciones diferentes a partir de los 20.000 genes existentes en el genoma. Otra conquista importante fue el cambio en el propio concepto de lo que es un gen. Percibíamos a los genes simplemente como un segmento del ADN capaz de codificar una proteína. Pero descubrimos que es algo mucho más complicado. Comprobamos que existen diversos tipos de genes, y que no todos codifican proteínas. Algunos codifican ARN, el cual no se traducirá en proteínas sino que tendrá acción propia, como en el caso de las ribozimas, similares a las enzimas.

Al develar la mezcla genética de los brasileños, esperábamos poder mitigar el racismo en el país, pero no sé si lo hemos logrado

En 2001, cuando se publicó el borrador del genoma humano, usted dijo que estábamos empezando a construir la medicina del siglo XXI. Veinte años después, ¿en qué punto se encuentra la medicina basada en el genoma?
La medicina de precisión, que esencialmente consiste en el tratamiento de los pacientes, no de las enfermedades, aún está en mantillas. Algunos grupos de investigadores, principalmente en Estados Unidos, identifican las mutaciones del ADN de las células tumorales para buscar el mejor tratamiento. Como resultado de ello, un paciente con un tumor intestinal, en principio podría terminar siendo tratado de la misma manera que otro con cáncer de pulmón si el evento mutacional que originó esas neoplasias fuera el mismo. Hoy en día es relativamente sencillo hallar las variantes genéticas asociadas a distintas enfermedades, lo que no significa que, de hecho, estas sean siempre las causantes. En la genética, existe un concepto llamado penetrancia, que formalmente es la proporción de individuos que poseen la variante de un gen causante de una enfermedad y que efectivamente la desarrollan. La mayor parte de los genes no son 100 % penetrantes. Por eso, una persona puede portar una mutación patogénica en un gen y no desarrollar la enfermedad. Aparentemente, los factores ambientales y los otros 20.000 genes que componen el genoma pueden modular la acción de ese gen alterado para que no ocurra nada. Los estudios del exoma [segmentos del ADN que inducen la producción de proteínas] y del genoma nos permiten realizar diagnósticos para las enfermedades causadas por un único gen (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 259). Pero la mayoría de las enfermedades, tales como las cardiopatías, la diabetes, la hipertensión y los trastornos mentales, son poligénicas, es decir, son el resultado de la confluencia de ciertas predisposiciones genéticas y ambientales.

Hace 20 años se hablaba mucho de que los genetistas deberían estudiar historia, sociología y antropología ¿Sigue existiendo esa preocupación?
En efecto, quienes quieran entender la genética humana deben tener conocimientos de sociología, antropología e historia. Las ciencias humanas ensanchan los horizontes y muestran que, más allá de la herencia genética, tenemos una herencia cultural. En el artículo publicado en Ciência Hoje dije que simplemente estaba demostrando científicamente lo que Gilberto Freyre [sociólogo, 1900-1987], Paulo Prado [jurista, 1869-1943], Sérgio Buarque de Holanda [historiador, 1902-1982] y Darcy Ribeiro [antropólogo, 1922-1997] ya habían vislumbrado mucho antes. Con la genética, sus obras cobran mucho más sentido. Cuando hicimos el estudio del cromosoma Y de los brasileños del norte, nordeste, sur y sudeste, detectamos en los habitantes de la Amazonia una alta frecuencia de un haplotipo [un tramo] del cromosoma Y muy habitual en los individuos de Medio Oriente. A partir de información histórica, descubrí que había un grupo de judíos marroquíes que habían emigrado a la Amazonia, estableciéndose como poblaciones ribereñas. En Brasil, el cromosoma Y de origen europeo proviene fundamentalmente del sur de Europa, pero en Pernambuco hay más haplotipos del cromosoma Y del norte de ese continente, que probablemente se haya heredado de la invasión holandesa. La vinculación de la genética con la historia, la antropología y la lingüística es fascinante. No sabría decir si los estudiantes e investigadores de la genética le están prestando atención a las ciencias humanas, pero supe que nuestro artículo en Ciência Hoje se estudia en algunas asignaturas de las carreras de sociología y ciencia política.

Usted fundó y gestionó dos empresas mientras trabajaba en la universidad. ¿Los otros profesores le plantearon reparos?
Sí, porque según ellos, uno debía ser investigador o clínico. Yo decidí hacer ambas cosas. En Canadá, era docente universitario y mantenía mi laboratorio de investigación y mi consultorio dentro del mismo hospital. Ese modelo aquí no existía. Ni bien regresé a Brasil, con 35 años, asumí como profesor titular de bioquímica. Y abrí una clínica. La gente de la universidad se enfureció: “¿Cómo puede ser profesor titular de una cátedra básica alguien que hace clínica?” Hubo protestas, pero después me convertí en una especie de modelo de integración entre la empresa y la universidad, que en la actualidad es lo habitual. Pero para poder lograrlo tenía que trabajar el doble, ocho horas en un sitio y otras ocho en otro. Pude congeniar ambas actividades porque en la universidad utilizaba técnicas de administración de empresas y en la empresa adoptaba los criterios científicos de la universidad.

Al descifrar el genoma, resultó humillante descubrir que teníamos la misma cantidad de genes que algunos helmintos o las moscas de la fruta

¿Cómo marchan hoy sus empresas?
Tanto el Laboratório Gene – Núcleo de Genética Médica, que realiza test y diagnósticos genéticos humanos, como Gene-Genealógica, centrada en los test de paternidad del ganado bovino y ovino, son empresas muy exitosas que trabajan en la frontera del conocimiento. Ninguna de las dos fue creada para ser una gran empresa, sino para ser innovadoras. Estamos haciendo varias cosas interesantes, entre ellas, diagnósticos clínicos moleculares y genómica prenatal. Hemos introducido una serie de prácticas, que incluyen como rutina los estudios genéticos en materia de pérdida gestacional y en los fetos que presentan alteraciones en las ecografías. Estamos haciendo diagnósticos de enfermedades recesivas en equinos, con la idea de poder identificar a los animales sanos heterocigotos con mutaciones indeseables para evitar que se conviertan en reproductores. De esta forma, pueden mejorarse genéticamente los rebaños.

¿Cómo está viviendo la pandemia?
Mi vida ha cambiado poco. Ya trabajaba bastante en mi casa, en la computadora, ocupándome de los tres laboratorios, uno en la universidad y los dos de las empresas. La única diferencia reside en que dejé de atender presencialmente a los pacientes cuando comenzó la pandemia, pero pretendo reanudar eso ni bien sea posible. Me hace mucha falta el contacto personal con los pacientes. Es lo que me motiva. El asesoramiento genético a distancia es eficiente, pero si dejo de ver al paciente, muchas de las facetas de la medicina dejan de tener sentido.

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