Pocos brasileños tienen una perspectiva tan abarcadora sobre la deforestación en los biomas nacionales, en particular, de la Amazonia, como el paulista Tasso Azevedo. Graduado en la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz, de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP), este ingeniero forestal es el coordinador general de MapBiomas. Esta iniciativa de la sociedad civil funciona como una red colaborativa integrada por más de 70 organizaciones no gubernamentales (ONG), universidades y startups de tecnología que, desde 2015, produce datos y mapas anuales sobre la cobertura y el uso del suelo en Brasil. Recientemente, el proyecto ha comenzado a monitorear otros temas vinculados al clima y al medio ambiente, como las áreas afectadas por los incendios forestales y la variación mensual de la superficie ocupada por el agua en los biomas nacionales, y se ha expandido a otros países sudamericanos y a Indonesia.
Según datos del Sistema de Detección del Desmonte en Tiempo Real (Deter), del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), entre enero y diciembre de 2023, la superficie deforestada en la Amazonia se redujo casi un 50 % y en el Cerrado aumentó un 43 %. El monitoreo que realiza la red MapBiomas también ha registrado este cambio de tendencia entre las dos regiones. “La deforestación de la Amazonia tiene un alto componente de ilegalidad. Con el regreso de las inspecciones y las restricciones de mercado para los productos procedentes de las áreas deforestadas, la misma ha entrado en una tendencia decreciente, dice, en una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP a través de una plataforma de video. “En el Cerrado, donde la superficie susceptible de deforestación es mayor, se ha instalado una especie de carrera en tanto y en cuanto esta práctica sigue siendo permitida”.
¿Por qué la deforestación se redujo a la mitad en la Amazonia el año pasado pero aumentó casi un 50 % en el Cerrado?
Los contextos son diferentes en estos dos biomas. En la Amazonia, el desmonte tiene muchos visos de ilegalidad. Alrededor del 75 % de la región amazónica corresponde a tierras públicas. La deforestación de áreas públicas es ilegal. Las propiedades privadas están obligadas a preservar el 80 % de su superficie como reserva legal y solamente se les puede autorizar a deforestar un 20 %. Por lo tanto, en la Amazonia hay mucha tala ilegal, en áreas públicas o protegidas. Como en 2023 se reanudaron las inspecciones y la imposición de multas, los desmontes menguaron rápidamente en toda la región. Por otra parte, el sistema financiero, que incluso utiliza datos de MapBiomas, ha comenzado a bloquear el crédito a quienes talan en forma ilegal.
¿Y cuál es la situación en el Cerrado?
Allí la dinámica es diferente. La mayor parte de la superficie del bioma es privada y por lo general está permitido deforestar legalmente hasta un 80 % de las tierras de una propiedad. En el Cerrado, la reserva legal suele ser de un 20 %, pudiendo llegar hasta un 35 % en las zonas limítrofes con la Amazonia. Dicho de otro modo, en el Cerrado, la superficie deforestada que potencialmente puede legalizarse es mucho mayor que en la Amazonia. Hay otro factor interesante y más reciente que también influye para esta cuestión. La definición de selva o bosque implementada en el marco de la nueva legislación europea, que a partir de diciembre de 2024 vetará la importación de productos procedentes de regiones deforestadas, utiliza un concepto de la FAO [Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura] que no incluye aproximadamente un 70 % de la superficie del Cerrado. Es probable que esta definición sea modificada y pase a incluir la porción del Cerrado que ha quedado afuera. Puede decirse entonces que lo que hoy está sucediendo es como una especie de carrera por deforestar en el Cerrado mientras esta práctica todavía es permitida.
La industria agropecuaria nacional afirma que no se necesitan promover nuevos desmontes para incrementar la producción del sector. Pero los datos de las últimas cuatro décadas revelan que las áreas de vegetación natural se han reducido y los campos de apacentamiento y los cultivos agrícolas han crecido en los biomas brasileños. ¿Qué opina usted sobre esta situación?
En efecto, no es necesario seguir deforestando para aumentar la producción agropecuaria nacional. Hay muchos estudios en este sentido. En Brasil, el principal uso que se les da a las tierras deforestadas es la ganadería. Más de un 20 % del territorio brasileño está destinado a la producción ganadera, cuya productividad es de mediana a baja. Hoy en día, la relación es de aproximadamente un animal por hectárea, cuando si se emplearan técnicas ampliamente conocidas, podría llegarse fácilmente a tres cabezas de ganado por hectárea. Podríamos utilizar una superficie mucho menor para obtener la misma producción actual, o bien aumentar la producción utilizando la misma área. De manera tal que una porción de la actual superficie destinada al apacentamiento podría liberarse para la producción agrícola o para ser reforestada.
¿Por qué no se hace eso?
Porque la frontera agropecuaria aún sigue abierta en el país. Lo que hay es una estrategia de ocupación del espacio. En aquellos lugares en los que se impuso un límite a esta frontera, como en el caso del Bosque Atlántico de São Paulo, la pérdida de la cobertura forestal se detuvo. Hoy en día, la industria agropecuaria de São Paulo se desarrolla prácticamente en su totalidad en áreas que ya se encontraban deforestadas, no en áreas nuevas. También existe una segunda razón para el avance de la frontera agropecuaria. En cada granja, las decisiones se toman en forma individual, partiendo de lo que en cada una entienden que es mejor para su caso específico. Esto lleva a la expansión de las actividades hacia áreas no deforestadas, a menudo con subsidios públicos. Si Brasil no necesita ni debe tener nuevos desmontes, lo ideal es que no tengamos ningún tipo de agricultura subsidiada que promueva la deforestación de nuevas áreas. Deberíamos limitar la financiación agrícola a aquellas zonas en donde la deforestación sea antigua y que adopten prácticas de baja emisión de carbono.
El 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero procede de los cambios en la cobertura y el uso del suelo y de la industria agroganadera
¿Cuál es la situación del uso y de la cobertura del suelo en el resto de los biomas de Brasil?
Cada uno de ellos tiene características propias. El Pantanal sigue siendo, junto con la Amazonia, el bioma brasileño con mayor proporción de vegetación autóctona. Pero existe un importante movimiento tendiente a una reconversión de los pastizales naturales del Pantanal mediante la implantación de pasturas plantadas. Esto altera la dinámica hídrica en la región. En los últimos 35 años, el Pantanal, la mayor llanura de inundación del planeta, ha perdido alrededor de un 60 % de su cobertura de agua permanente. El riesgo de incendios se ha incrementado y esto explica los incendios recientes que vienen produciéndose en el bioma. La Caatinga también registra una merma en su cubierta vegetal. En la frontera con el Cerrado hay tierras que están siendo convertidas para la explotación agrícola. Algunas regiones atraviesan procesos de sequía y desertificación. En la Pampa hay dos problemas principales: se están perdiendo las praderas nativas, que están siendo tomadas por la agricultura, y se están plantando bosques de especies exóticas, como el eucalipto.
¿Por qué los cambios en el uso y la ocupación del suelo en Brasil emiten más gases de efecto invernadero que la quema de combustibles fósiles?
Esta situación está vinculada a la confluencia de ciertos factores. Hoy en día, Brasil es el quinto mayor emisor de gases de efecto invernadero, después de China, Estados Unidos, India y Rusia. Entre los 10 mayores emisores del planeta, nosotros e Indonesia somos los únicos países en donde la mayor parte de las emisiones son el resultado de los cambios en el uso y la cobertura del suelo, entre los que sobresalen los desmontes para abrir nuevas áreas de explotación agropecuaria. Aproximadamente un 75 % de nuestras emisiones corresponde a estas alteraciones y a la actividad agropecuaria. En cifras absolutas, Brasil es el país que más está deforestando. También es el país con el mayor hato bovino. El ganado emite mucho metano, un gas de efecto invernadero. Esta es una parte de la explicación. La otra es que Brasil cuenta con una matriz energética más limpia, menos dependiente de la quema de combustibles fósiles, si se la compara con las de los otros grandes países emisores. No solo nuestra energía eléctrica es más limpia, basada en centrales hidroeléctricas, sino también el combustible que usan los automóviles, que en parte incluye biocombustibles como el etanol y el biodiésel.
¿Estamos en condiciones de alcanzar la deforestación cero en 2030, a lo que Brasil se ha comprometido mundialmente?
Sí, es posible lograr una deforestación cero o residual para 2030. La reducción de los desmontes en la Amazonia a la mitad en 2023 muestra que sabemos cómo hacerlo. En el caso del Cerrado, esto implica la creación de mecanismos que promuevan el pago por servicios ambientales destinados a mantener los bosques en pie, eliminar los créditos subsidiados a las actividades que causan deforestación y también aumentar las áreas protegidas.
En 2008, usted fue el ideador del Fondo Amazonia, cuando fue parte de la primera gestión de Marina Silva al frente del Ministerio de Medio Ambiente. ¿Cómo funciona el fondo?
Opera en dos frentes: uno es la recaudación de fondos; el otro es la inversión y distribución de lo recaudado. Estas dos facetas no están vinculadas, lo que permite operar de manera más simple y ágil. El fondo funciona con base en resultados: menos desmontes implican una menor emisión de gases de efecto invernadero. Cuando la tasa de deforestación en la Amazonia es menor que promedio de los 10 años anteriores, se aplica un factor de conversión, bastante conservador, para estimar la reducción de las emisiones de carbono. Cada tonelada de carbono que no se vuelca a la atmósfera como resultado de la disminución de la tala permite que el fondo recaude 5 dólares de sus donantes. Este es su costado recaudador, que ha recibido más de 3.000 millones de reales de países tales como Noruega y Alemania y, más recientemente, del Reino Unido y Estados Unidos.
¿Y la distribución de los recursos?
El fondo tiene un comité de gestión, que define las reglas de aplicación de los fondos a los proyectos, una etapa cuya ejecución corre por cuenta del BNDES [Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social]. Hay dos modalidades de proyecto y ambas se auditan a su finalización. Una es la demanda inducida, en la que el BNDES emite un pliego con propuestas destinadas a alcanzar un objetivo específico, como ocurrió con la implementación del Catastro Ambiental Rural en los estados. La otra es la demanda espontánea, en la que se presentan proyectos que apunten al desarrollo sostenible, la protección de los bosques o las actividades de investigación. Los proyectos no necesitan calcular créditos de carbono ni demostrar que van a reducir las emisiones. Basta con que demuestren que van a contribuir a la conservación de la selva. En 2023, el fondo volvió a funcionar normalmente.
¿Cuál fue el motivo de la creación de MapBiomas en 2015?
En 2012 habíamos puesto en marcha un proyecto denominado Seeg [Sistema de Estimación de Emisiones y Remociones de Gases de Efecto Invernadero] destinado a calcular las emisiones de gases de efecto invernadero en Brasil. Teníamos dificultades para calcular las emisiones debido a la ausencia de datos sobre los cambios en el uso y la cobertura del suelo en el país. Como no disponíamos de este tipo de información en forma sistemática, utilizábamos los datos oficiales de la deforestación en la Amazonia, que representa una gran parte de la deforestación a nivel nacional, como proxy [una representación aproximada] de las modificaciones en el uso del suelo en el país. Pero en aquel momento la deforestación en la Amazonia estaba disminuyendo, por lo que ese proxy ya no reflejaba cabalmente la dinámica del sector. Entonces decidimos generar el dato primario por nuestra cuenta, para poder calcular las matrices de transición del uso y ocupación del suelo y así poder estimar mejor las emisiones.
Los datos oficiales de los sistemas Prodes y Deter, del Inpe, ¿no servían para calcular el total de las emisiones nacionales?
En ese entonces, esos sistemas tan solo medían la deforestación anual en la Amazonia, no en todo el país. No registraban la transición en el uso y la cobertura del suelo. Por ejemplo, no mostraban cuál había sido el destino de un área deforestada de la selva, si se había convertido en pastura, en una plantación o había sido abandonada. Este tipo de dato solamente era registrado cada siete años en Brasil, a la hora de elaborar el Inventario Nacional de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero. Entonces solo había tres mapas de este tipo en el país. Nos propusimos elaborar mapas anuales y armar una serie histórica con datos que fueran más allá de la deforestación.
¿No existían mapas sobre el uso y la cobertura del suelo en la Amazonia producidos por el sistema TerraClass, una colaboración entre Embrapa y el Inpe?
Así es, pero los datos no eran anuales y solamente incluían a la Amazonia. El propósito del TerraClass es otro, se centra en lo que ocurre con las áreas que el sistema Prodes identificó como deforestadas en los años anteriores. Era una metodología diferente a la que se necesitaba para entender las transformaciones en todo el territorio nacional de forma actualizada.
¿Cómo fue el proceso de internacionalización de MapBiomas?
La totalidad de los datos y códigos que utilizamos son abiertos. Cualquier persona o grupo que esté interesado puede reproducirlos. En la actualidad, MapBiomas agrupa a 78 organizaciones en 14 países. Somos una red de 480 personas que utilizamos un mismo enfoque y una misma metodología. Nuestra internacionalización comenzó con un ejercicio en el que reunimos a personas de los países de América del Sur que poseen tierras en la Amazonia y posteriormente en el Gran Chaco [región que abarca partes de Bolivia, Paraguay, Argentina y Brasil]. A continuación, hicimos un MapBiomas de la Pampa, un bioma compartido entre Argentina, Uruguay y Brasil. Ahora disponemos de una iniciativa en cada uno de los países de Sudamérica y también en Indonesia, donde se encuentra la mayor selva tropical de Asia. MapBiomas se ha convertido en una red internacional y Brasil forma parte de ella. Está previsto que este año se sumen a la red algunos países de África.
¿La red MapBiomas siempre opera con socios locales?
En Brasil no elaboramos mapas que no sean de nuestro país. Lo que hacemos es capacitar a organizaciones locales y ellas trabajan con los datos de su país. Hemos desarrollado un camino de seis pasos para que esto ocurra. A partir de este abordaje, ellos ponen en marcha el MapBiomas en su país. Hacemos algunas tareas conjuntas solo por una cuestión de eficiencia. Por ejemplo, la gestión del dashboard de publicación de los datos, la plataforma que procesa y publica la información, es común a todos. Cada vez que mejoramos la plataforma, las mejoras quedan disponibles para todos simultáneamente. También utilizamos el mismo espacio de almacenamiento de los datos en Google Earth Engine.
¿Cómo es trabajar en una red que agrupa a múltiples ONG, universidades y empresas tecnológicas?
Se trata de una red de monitoreo e investigación conjunta. Todos estamos comprometidos con el método científico. Independientemente de quién lo esté haciendo, evaluamos las dudas y sometemos los datos a una revisión por pares. Pero todos los datos quedan a disposición pública en cuanto están listos. Al haber hecho esta elección, podemos ver que muchos trabajos utilizan nuestros datos incluso antes que nuestras propias publicaciones científicas. El año pasado, 2.000 artículos publicados en revistas catalogadas internacionalmente con peer review citaron datos tomados de MapBiomas.
¿Cómo se financia la red MapBiomas y cuánto cuesta mantener el proyecto anualmente?
Nuestra financiación procede casi en su totalidad de fondos filantrópicos nacionales e internacionales. Hasta ahora no hemos recibido donaciones directas de empresas. El presupuesto total de MapBiomas en 2024 ascenderá a unos 10 millones de dólares. Brasil aporta algo menos de la mitad de este monto.
¿Cuál es la incidencia de las donaciones procedentes de Brasil para el funcionamiento de MapBiomas?
Su importancia varía de un año a otro. La mayor parte de los fondos de funcionamiento de MapBiomas proviene de otros países, yo diría que un 85 % procede del exterior. Recibimos donaciones de organizaciones filantrópicas brasileñas, pero no subvenciones públicas. En cada país en donde operamos existe un acuerdo financiero diferente.