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Entrevista

Thelma Krug: Una negociadora del clima

La matemática y vicepresidenta del IPCC habla de los debates sobre políticas ambientales y de la imagen actual de Brasil en el exterior

Léo Ramos Chaves

Nieta de alemanes y portugueses, cordial y atenta, pero también imperiosa cuando resulta necesario, la matemática paulistana Thelma Krug formó parte del equipo de negociadores de Brasil en foros internacionales sobre políticas ambientales y climáticas durante 10 años, junto al cuerpo diplomático de Itamaraty. Dejó el cargo en 2015 para asumir una de las tres vicepresidencias del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en el cual participa desde 2002, para profundizar la interacción entre los representantes de los países y los científicos que anticipan un clima global gradualmente más cálido y seco. Dicha proyección se está transformando rápidamente en una realidad, tal como lo demuestran los incendios forestales espontáneos en Australia, que se tornan cada vez más intensos y dramáticos (lea el reportaje en la página 32).

Ella regresó preocupada de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-25) que se llevó a cabo en Madrid, España, en diciembre de 2019, al verificar lo que caracterizó como un “retroceso brasileño” en las políticas ambientales y en su interacción con los otros países. “La imagen internacional de Brasil no podría ser peor”, comenta.

Como investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) durante 37 años, Krug ostenta una carrera extensa como analista de datos ambientales. En 2004 fue partícipe en la implementación de la versión digital del Proyecto de Monitoreo Satelital del Desmonte en la Amazonia Legal (Prodes), una de las fuentes de información sobre la pérdida de vegetación nativa de la región, junto con el sistema de Detección del Desmonte en Tiempo Real (Deter). Madre del economista Paulo Augusto y abuela de un par de nietos, Thelma Krug concedió la siguiente entrevista al comienzo de enero en el Inpe, donde se jubiló en 2019.

Edad 68 años
Especialidad
Estadística espacial
Institución
Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe)
Estudios
Título de grado (1975) y maestría (1977) por la Universidad Roosevelt, Estados Unidos; doctorado (1992) en la Universidad de Sheffield, Reino Unido
Producción
15 artículos y 2 libros como coautora

¿Cuál es su evaluación al respecto de los incendios en Australia que recrudecieron en el inicio de 2020, de los cuales llegó el humo hasta el estado de Rio Grande do Sul?
El informe de 2014 del IPCC ya advertía que el clima en la región a la cual se conoce como Australasia venía experimentando alteraciones considerables. Las lluvias se habían reducido más aún y en los últimos 50 años, la concentración de gases de efecto invernadero había contribuido a elevar las temperaturas promedio. Por lo tanto, el riesgo de eventos climáticos extremos era mayor, tales como los incendios forestales más frecuentes e intensos, que en los años anteriores destruyeron más de 2 mil casas y causaron la muerte de casi 200 personas en el país.

¿Esto puede compararse de algún modo con los incendios en Brasil?
En Australia, la sequía y el calor, intensificados por el cambio del clima, contribuyeron para que los incendios afectaran a las selvas y los campos desde septiembre de 2019. A diferencia de lo que ocurre en Brasil, el desmonte no es la causa de los incendios forestales. Aquí, las quemas son frecuentes y normalmente tienen relación con la limpieza de las áreas taladas, particularmente en la Amazonia. El desmonte también constituye un vector de propagación del fuego, tal como ocurrió en Roraima en 1998, cuando el fuego en una zona que anualmente se quemaba para el control de plagas se propagó hacia el interior de la selva a través de las áreas taladas, provocando un gran incendio forestal. Las estadísticas del Inpe indican que 2019 no fue un año tan atípico en Brasil [vea el gráfico]. Queda claro que la situación de los incendios en Brasil podría haber sido peor si no se hubiera movilizado al Ejército para controlar el fuego, aparte de una lluvia que resultó providencial. No obstante, el crecimiento significativo del desmonte en 2019 y que el Deter haya identificado el doble de los focos de calor hasta mediados del presente enero de 2020 en comparación con el mismo período del año anterior, genera preocupación por la extensión, la intensidad y la duración de los incendios, particularmente en la Amazonia.

Ya hace más de 10 años que también en Brasil, los equipos del Inpe advertían de un riesgo mayor de probabilidades de eventos climáticos extremos.
El IPCC preveía que los eventos climáticos serían más intensos, más frecuentes y más duraderos a partir del calentamiento global. Lo que ahora estamos verificando es que la variabilidad climática natural ha confluido con la acción humana, responsable de un incremento de la temperatura promedio global de alrededor de 1 ºC, en comparación con los niveles preindustriales, según fue divulgado en octubre de 2018 en el informe especial sobre calentamiento global del IPCC. En el próximo informe, que se dará a conocer en 2020/ 21, se espera que los avances científicos permitan atribuir varios eventos climáticos extremos al cambio del clima, con alto grado de confiabilidad. Para Brasil, las consecuencias más dramáticas de estos fenómenos repercutirán en la agricultura, con la disminución en la producción de cereales y el desplazamiento de las áreas cultivables hacia otras regiones del país. Para mitigar esos efectos, la estatal Embrapa [Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria] está estudiando variedades de especies de uso agrícola resistentes al clima más cálido y seco que afrontaremos en los años venideros en caso de que no haya una disminución consistente y ambiciosa en la emisión de gases de efecto invernadero en todo el mundo.

Un reportaje de Pesquisa FAPESP publicado recientemente presenta a la Amazonia como fuente y ya no como sumidero de dióxido de carbono (CO2) entre 2010 y 2017. ¿Qué opina de esto?
El informe de evaluación del IPCC de 2014 expresa su preocupación por la interacción entre el cambio climático, el desmonte y la alta vulnerabilidad de las selvas frente al fuego, que podría conducir a la degradación de las selvas en extensas áreas de la Amazonia. Está claro que las tasas mayores de desmonte, con el consecuente incremento de las quemas, incrementan las emisiones de gases de efecto invernadero, en particular, dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, dado que en la Amazonia, gran parte de las quemas se realiza luego de la tala de la selva para limpiar áreas que se destinarán a la agricultura o a la ganadería. Con el crecimiento del desmonte y sin políticas claras para contenerlo, es altamente probable que la Amazonia siga perdiendo parte de su capacidad para oficiar como un sumidero de carbono.

¿Usted se fue del Inpe por razones políticas?
Me fui oficialmente en septiembre de 2019, luego de 37 años de trabajo en el instituto como investigadora y otros cinco como docente y directora en lo que entonces era la Facultad de Ingeniería de São José dos Campos que actualmente forma parte de la Universidad de Vale do Paraíba. Esa fue una decisión que tomé ante las acusaciones de que nuestros datos sobre el desmonte estarían manipulados [el presidente Jair Bolsonaro dijo en julio que los datos sobre el desmonte eran falsos], frente a las cuales no podía quedarme callada. El Inpe se transformó en un referente a nivel mundial porque realizaba un monitoreo anual del área talada en toda la Amazonia, dando a conocer públicamente todos los datos utilizados. No hay otro país que haga esto. Siempre es posible perfeccionarlo, por supuesto. Lo que no es admisible es descalificar la labor del instituto para justificar la adquisición de un sistema de recabado de datos, sin consultar para ello a quienes realmente entienden del tema, solamente porque la empresa fabricante dice que eso es mejor. No es la primera vez. En 2017 me echaron del cargo en el Ministerio de Medio  Ambiente [MMA] porque puse en entredicho la compra de un sistema para sustituir al del Inpe. Me he enterado de un argumento que no tiene el menor sentido, que esgrime que el Prodes se basa en un análisis visual de los datos del satélite, cuando ya existen otras técnicas más avanzadas que el propio Inpe ha desarrollado y testeado. Los datos del Prodes, que conforman la más extensa y transparente serie histórica del desmonte en todo el mundo, no perderán su consistencia por el cambio del método de cálculo. Eso fue lo que permitió que Brasil se ganara el respeto de otras naciones, incluso con la transferencia de tecnología del Inpe a otros países. Los datos del Prodes se utilizan para el desarrollo de políticas públicas y los del Deter para promover acciones de monitoreo y control de las agencias ambientales del país. Pero desgraciadamente, no se los ha asimilado totalmente.

¿Por qué?
Los dos sistemas de recabado de datos, el Prodes, con informes anuales, y el Deter, con avisos diarios, generan una cantidad de información que el Ibama [Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables] no logra asimilar ni chequear en campo por falta de gente e infraestructura. Cuando yo estaba en el ministerio, puse en duda cuánto de la información que suministraba el Deter utilizaban los equipos del Ibama: era el 1%. Entonces, ¿para qué gastar en adquirir otro sistema, si no se usa lo que ya se tiene? ¿No sería mejor emplear ese dinero para fiscalizar un área mayor en campo? Los que abogaron por esa sustitución alegaron que el Inpe estaba fallando, pero nadie señaló cuáles eran los errores. No existe ninguna interacción que determine cuáles y cuántos son los datos que no sirven.

¿El sistema de control del desmonte funcionaba bien?
Por supuesto, y eso era así porque el Deter fue creado en 2004 a instancias del primer PPCDAm [Plan de Acción para la Prevención y Control de la Tala en la Amazonia Legal]. El cuarto PPCDAm y el tercer PPCerrado [Plan de Acción para la Prevención y Control del Desmonte y las Quemas en el Cerrado], en vigencia desde 2016 hasta 2020, se apoyan en cuatro pilares: monitoreo y control, que es el factor principal de reducción del desmonte desde 2004, pero que quedó debilitado a partir del desguace del Ibama y de otros organismos de fiscalización, la regularización agraria y el ordenamiento territorial, que avanzó mucho con los datos del Catastro Ambiental Rural y que colaborará con la fiscalización, el fomento a las actividades productivas sostenibles, de consecución lenta, e instrumentos normativos y económicos para el control de la tala ilegal. Quienes desmontan también tienen acceso a las imágenes satelitales y saben dónde se podría ir a fiscalizar. El gobierno federal debería hacerse cargo de esta complejidad creciente, no quedarse atrás, e invertir en forma permanente principalmente en el control y en el monitoreo. Hoy en día podemos ver que el país ha retrocedido décadas en el área ambiental.

¿Por qué lo dice?
Porque perdimos la capacidad de fiscalización, hicimos patente el incentivo a los ilícitos, estamos desmoronando nuestra propia sostenibilidad. El gobierno federal adoptó una postura ambiental que discrepa profundamente del escenario internacional. Lo que se expresó acerca de que otros países han talado y, por lo tanto, no tenían derecho a criticar a Brasil, es tan primario que resulta inaceptable, porque los países más ricos están procurando reconstruir lo que desmontaron pues entendieron que no se puede ir a contramano de la historia. Hay quienes aún no creen en el cambio climático, pero la Convención del Clima [el tratado internacional que surgió a partir de la Conferencia Río 92] también fue concebida basándose en el principio de precaución. El desarrollo económico debería pensarse en función de aquello que puede hacerse con sostenibilidad, sin perjudicar el futuro de las generaciones venideras.

Archivo personal Las vicepresidentas Krug (a la izq.) y Barret junto al coordinador del grupo de trabajo III, Andy Reisinger (2016)Archivo personal

¿Qué fue lo que usted vio en la COP de Madrid, en diciembre?
Noté que todos los países quedaron atónitos con el retroceso brasileño. No se ingresa a una negociación multilateral amenazando, diciendo que los países están en deuda con Brasil, incluso porque la Convención del Clima no determina, a priori, cuáles países deberían beneficiarse con los fondos ambientales. Decir eso es algo vergonzoso. Durante las dos semanas que estuvo en Madrid, el ministro de Medio Ambiente [Ricardo Salles] no logró erigir un puente de confianza con ningún país y mucho menos consiguió que se entendiera la postura que defendía. El país perdió así un liderazgo que se había ganado con respeto, perspectiva y estrategia, atributos indispensables en las negociaciones multilaterales. Se perdió una oportunidad excelente para demostrar que el país posee un potencial enorme para contribuir en el esfuerzo global de combate contra el cambio climático, que puede ampliarse con la cooperación internacional.

¿Cuáles son las consecuencias que cabe esperar a partir del desempeño de Brasil en Madrid?
Una de las consecuencias lógicas de ese fracaso –dado que el ministro aparentemente no consiguió la financiación esperada– y del retroceso ambiental de Brasil en el marco del encuentro en Madrid, sería un riesgo aún mayor de que el país salga del Acuerdo de París. La única razón por la cual no lo hizo al inicio de 2019 fue porque la comunidad científica se opuso y el agronegocio no lo permitió, para no poner en riesgo sus transacciones comerciales. Si eso llegara a concretarse, sería la peor decisión que podría tomar el país. Su salida sería un indicio muy negativo para los países en desarrollo. Brasil siempre ha sido un líder en las negociaciones y pudo defender siempre sus posturas a partir de una perspectiva de integridad ambiental, garantizando que lo que se negociaba no pusiese en riesgo los acuerdos con las metas de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Así fue en el Protocolo de Kioto y en varias negociaciones en la Convención del Clima.

¿Qué oportunidades podría aprovechar Brasil?
Una de ellas sería determinar dónde están nuestros nichos. En todos los modelos contemplados por el IPCC para limitar el calentamiento medio global a 1,5 ºC a finales del siglo, las emisiones de CO2 deberían reducirse a cero hacia 2050. Ante la imposibilidad de que tal cosa ocurra, la bioenergía podría neutralizar el excedente de esas emisiones. La bioenergía es un nicho importante en Brasil. El gobierno y las empresas deberían enfocarse en ese mercado potencial y mostrarle al mundo que la producción de biocombustibles podría realizarse en forma sostenible, sin poner en riesgo a las comunidades locales ni a los pueblos indígenas. En lugar de ello, al revocar el decreto de ordenamiento del territorio para la caña de azúcar en la Amazonia, el gobierno está comprometiendo aquello que construimos a lo largo de tantos años, que fue el concepto de que nuestro etanol no se producía a costa del desmonte de la región.

¿Cómo fue su labor como negociadora en foros internacionales sobre políticas ambientales y climáticas junto al equipo de Itamaraty?
Durante 10 años, de 2005 a 2015, representé a Brasil en las negociaciones de temas complejos del ámbito forestal y del uso de la tierra. Actualmente la cantidad de mujeres brasileñas negociadoras es bastante mayor, fundamentalmente en el MCTIC [Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Comunicaciones], pero cuando comencé a representar a Brasil en las negociaciones de la Convención del Clima la participación femenina era ínfima. Las reuniones preparatorias para la convención organizadas por Itamaraty establecían los límites que cada negociador puede tener. Una negociación consiste en tomar y dar, y para dar se debe entender hasta qué punto el país está dispuesto a flexibilizar ciertos elementos. Una negociación es construir confianza, algo que también se sostiene en la competencia técnica.

¿Cuál es su papel como vicepresidenta del IPCC?
Son diversos roles. Somos tres vicepresidentes, dos de países en desarrollo: Youba Sokona, de Mali, Ko Barret, de Estados Unidos y yo, de Brasil. Barret y yo somos las primeras dos mujeres que ocupamos esos cargos en los 30 años de actividades del IPCC. Le brindamos soporte técnico al presidente del IPCC, Hoesung Lee, un economista surcoreano, y colaboramos con los científicos y los gobiernos en las reuniones plenarias, en busca de consensos. Hay 195 países miembros, pero a esas reuniones asisten normalmente 130 ó 140. También oficiamos como portavoces, dado que poner a científicos a conversar directamente con los gobiernos no funciona muy bien. Nosotros tres preparamos el programa de presentaciones y debates en el pabellón del IPCC en la COP-25, en el cual se trataron temas tan diversos como el conocimiento de los pueblos indígenas o el uso de modelos computacionales para la elaboración de los inventarios nacionales de los gases de efecto invernadero. El IPCC posee un cuerpo fijo que no supera las 13 personas y un presupuesto escaso, de 8 millones de dólares anuales, que se utiliza fundamentalmente para financiar la participación de autores de países en desarrollo en las reuniones presenciales de autores. Todos ellos trabajan en forma voluntaria.

Archivo personal En 2017 en Montreal, Canadá, en otra reunión del IPCCArchivo personal

¿Cuáles son las prioridades del IPCC?
Una de ellas es la comunicación, para brindar un mayor acceso a los trabajos. Como el lenguaje de los informes del IPCC suele ser complejo, cada uno incorporó mensajes clave más sencillos, exentos de la habitual complejidad científica, pero que sirven para suscitar la curiosidad y estimular el intercambio de ideas con públicos más amplios. Para el informe sobre el calentamiento de 1,5 ºC, los mensajes fueron “cada acción cuenta”, “cada año es importante” y “cada punto de calentamiento incide”. He estado en varios de los lugares en los que se proclamaron esos mensajes. En Madrid, por ejemplo, el mensaje de que “cada acción cuenta” fue difundido ampliamente. A partir de esos mensajes sencillos, el IPCC se propone despertar la curiosidad, para que la propia gente busque más información, en lugar de desanimarse con un lenguaje complejo.

¿De dónde proviene su habilidad como negociadora?
Eso es algo que no se enseña. Yo me gradué como matemática, pero hubiera querido ser psicóloga. Tal vez de ahí provenga mi capacidad para el buen trato con la gente, sin imponerme. Me casé muy joven para los cánones actuales, a los 19 años, en 1969. Mi hijo nació en 1972 e inmediatamente después nos fuimos a Estados Unidos, para que Paulo Renato de Moraes, quien por entonces era mi marido, hiciera el doctorado. En menos de un año me había aburrido de la vida como ama de casa y le dije a él que no quería quedarme sin estudiar. Él me preguntó cómo lo íbamos a solventar, porque nos manteníamos con la beca que le había otorgado el CNPq [Consejo Nacional de Investigaciones y Desarrollo Tecnológico]. Pero encontramos una universidad pequeña en el centro de Chicago, la Roosevelt University, y fui pagando las materias a medida que iba pudiendo. Fue él el que eligió matemática, porque yo era buena en esa área, y en los exámenes siempre me calificaban con un 10. Estudié psicología como área complementaria. Para pagar la carrera trabajé como baby-sitter, hice trabajos de dactilografía por las madrugadas con una máquina ruidosa y trabajé como intérprete para empresarios brasileños que iban allá. Luego de un año, obtuve una beca para el trimestre siguiente a causa de mi buen desempeño. Terminé la licenciatura en dos años y medio –cuando normalmente se tarda cuatro años– becada hasta recibirme. Estaba pensando qué hacer cuando la universidad me invitó para hacer una maestría, becada, y en esta ocasión sin exigencia de desempeño.

¿Cómo fue el regreso a Brasil?
Al retornar, en 1976, me presenté en la Facultad de Ingeniería de São José dos Campos y me ofrecí para dar clases de cálculo integral y diferencial, investigación operativa y estadística. Fui sometida a un constreñimiento sin precedentes. El director me dijo que no necesitaba nuevos docentes y luego lo invitó a quien entonces era mi marido como docente de estadística en la carrera de ingeniería. Le pregunté por qué había rechazado mi oferta y él me explicó que siendo mujer, yo no tendría capacidad para mantener el control en el aula. Hubiera sido la primera profesora de la facultad. Para mí, eso significó una frustración enorme, sin embargo, en vísperas del comienzo de las clases, al no haber hallado a otro docente, me convocaron para hacerme cargo de la cátedra, advirtiéndome que solo quedaría efectiva si lograba sobrevivir a los alumnos, algunos de ellos de mayor edad que yo. No fue fácil, pero quedé efectiva como docente y más tarde fui electa como directora de la facultad. Aún hoy, en el cuadro directivo, soy la única mujer. Quizás los tiempos no hayan cambiado tanto.

Una de las consecuencias del fracaso en Madrid sería el riesgo aún mayor de que el país salga del Acuerdo de París

El Inpe también era un sitio machista, ¿cierto?
En 1982, cuando empecé a trabajar en el Inpe, había pocas mujeres investigando. El director Márcio Barbosa [1988-2000], luego de consultar con los investigadores y técnicos, me invitó a asumir la jefatura de la División de Teledetección del instituto en 1992, ni bien regresé de mi doctorado en Inglaterra. La participación en el LBA [Experimento a Gran Escala en la Biósfera-Atmósfera en la Amazonia] y mi trabajo junto a equipos nacionales e internacionales me ayudó mucho a entender las complejidades de la Amazonia, las relaciones entre el desmonte y la degradación forestal con el clima local y regional, la dinámica del uso de la tierra y la hidrología. Al haber sido tan cercana al gobierno, comprendo la importancia de la ciencia en la toma de decisiones. El salto cuantitativo radica en lograr tender un puente entre la ciencia y la política. Me veo más en esa función, principalmente en lo que respecta a la temática del desmonte, los incendios forestales y el cambio climático.

¿Y ahora? ¿Cuáles son sus planes?
Ni bien me jubilé recibí un correo electrónico para un concurso de consultores que requería experiencia en inventarios nacionales de gases de efecto invernadero, conocimientos de las disposiciones de la Convención del Clima y familiaridad con el muestreo en campo y análisis de datos. Eso me vino como anillo al dedo y obtuve la consultoría para la Coalición de Países Poseedores de Selvas Tropicales, que en la actualidad cuenta con 53 países miembros. La Coalición ayuda a esos países a elaborar sus inventarios nacionales y los informes para el REDD+ [incentivo financiero para los países en desarrollo que redujeron las emisiones de gases de efecto invernadero como consecuencia del desmonte y la degradación forestal]. La consultoría ayuda a mejorar la calidad de los inventarios para que se los pueda utilizar como una herramienta con miras a detectar las reducciones de las emisiones y el aumento de la remoción de gases de la atmósfera, particularmente aquellas relacionadas con los compromisos asumidos por los países en cuestión en el marco del Acuerdo de París.

¿Y qué hace cuando le sobra tiempo?
Convoco a mis amigos y cocino ñoquis con una salsa que preparo yo misma. Me encanta recibir visitas. Tengo que organizarme para hacer algo más allá del trabajo. Para fin de año, me llevé la computadora a la casa de mi hijo en Caraguatatuba, en el litoral paulista, pero no la abrí. Me pasé los días creando retos matemáticos junto a mi nieto Luca, de 7 años, que quiere ser astrofísico y estaba interesado en saber cómo resolvería yo los desafíos que él había planteado. Él estaba muy decepcionado porque no pudo acceder al curso de corta duración de astrofísica en el Inpe. Mi otra nieta, Ana Luíza, de 17 años, se apronta para estudiar veterinaria; le contagié mi pasión por los animales.

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