El 7 de enero, el estadounidense David Bennett Senior se sometió a un trasplante inusual. A los 57 años y aquejado de una enfermedad cardíaca terminal, Bennett, quien había sido detenido por apuñalar a un hombre, estaba demasiado enfermo para recibir el corazón de otro ser humano. El grupo del cirujano Bartley Griffith, de la Universidad de Maryland (EE. UU.), optó entonces por implantarle en su pecho, con su consentimiento, el corazón de un cerdo. “Era morir o someterme a ese trasplante”, dijo Bennett días más tarde en un comunicado a la prensa, durante su convalecencia. Fue la primera vez en la historia que un corazón porcino se implantó exitosamente en el cuerpo humano. El animal donante había sido generado tras un tratamiento que modificó diez genes. Se desactivaron tres genes responsables de la producción de compuestos que causan el rechazo del organismo humano al tejido porcino y se añadieron otros seis para disminuir la respuesta inmunológica contra el nuevo corazón. Las células del órgano del animal también recibieron un gen para impedir su crecimiento desproporcionado (New York Times, 10 de enero; MIT Technology Review, 11 de enero). Los trasplantes de órganos de animales (xenotrasplantes) en humanos podrían reducir las listas de espera. Algunas semanas después de la cirugía, Bennett seguía en observación.
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