Imprimir Republish

ITINERARIOS DE INVESTIGACIÓN

Una activista contra el hambre

Además de investigar sobre el tema, la historiadora Adriana Salay dirige el proyecto “Quebrada alimentada” en un barrio periférico de São Paulo

Adriana Salay en el restaurante Mocotó, donde se preparan las comidas del proyecto “Quebrada alimentada

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

Nací en 1984. Soy la segunda de cuatro hermanos y viví gran parte de mi infancia en la región del ABC paulista, con un período en una favela de Diadema [São Paulo]. Mis padres se separaron cuando yo tenía 2 años y mi madre nos crio con mucho esfuerzo. No llegamos a pasar hambre, pero nuestra vida era difícil: el dinero era escaso. Experimenté ese deseo cotidiano que nunca se sacia, como lo define la escritora Helena Silvestre en el libro Notas sobre a fome [Apuntes sobre el hambre] [Editorial Expressão Popular, 2019]. Dicho de otro modo, en nuestra mesa no faltaban el arroz y frijoles, pero los medios de comunicación y la sociedad toda nos bombardeaba con otros anhelos que en casa no podíamos satisfacer.

Estudié en la Escuela Técnica Estadual [Etec] Lauro Gomes, en São Bernardo do Campo [São Paulo], donde cursé la enseñanza media y, por las tardes, el curso técnico en el laboratorio industrial. Cuando tenía unos 16 años empecé a practicar danzas de salón y llegué a dar clases de esta modalidad. Al concluir la enseñanza media cursé un año la carrera de expresión corporal en la PUC-SP [Pontificia Universidad Católica de São Paulo], pero tuve que dejar de bailar debido a una lesión en la columna y eso me llevó a considerar otras posibilidades laborales. La experiencia de enseñar danza me hizo dar cuenta que me gustaba la docencia y decidí probar con historia. Además, en mi familia siempre se habló mucho sobre las cuestiones sociales de Brasil. Mi mamá, Maria Cristina, y mi papá, Alexandre, están muy politizados.

En 2004 aprobé el examen de ingreso a la carrera de historia en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo [FFLCH-USP]. Cuando entré, todavía no se había adoptado el sistema de cupos y me sentía una verdadera extraterrestre en la universidad. Éramos pocos los egresados de escuelas públicas. Recuerdo que una amiga de la facultad me dijo que iba a hacer la iniciación a la investigación científica y yo pensé: “¿Qué es eso? ¡Yo también voy a hacerlo!”. En 2007 fui a estudiar los procesos de la independencia de Brasil bajo la dirección del profesor João Paulo Garrido Pimenta. Ahí fue cuando comencé a entender de qué se trataba la investigación en el campo de la historia, un trabajo arduo que incluye visitar archivos y saber leer los documentos.

Cuando me gradué, en 2010, decidí investigar sobre la alimentación brasileña. En la facultad había cursado una asignatura sobre esta temática, impartida por el profesor Henrique Carneiro, y me encantó el tema. Dos años más tarde inicié la maestría, también en el Departamento de Historia de la FFLCH-USP. Investigué el papel de los frijoles en la construcción de la identidad nacional y la diferencia entre este discurso y su consumo efectivo en Brasil en las últimas décadas. Los pueblos originarios ya comían esta leguminosa, que gradualmente fue incorporándose en los hogares coloniales, pero fue en el siglo XIX cuando empezó a convertirse en un artículo indispensable en la mesa de los brasileños. Tan es así que en el siglo XX los frijoles eran considerados por los modernistas como un ícono de la brasileñidad. En mi investigación, sin embargo, muestro a través de datos del IBGE [Instituto Brasileño de Geografía y Estadística] que el consumo interno de frijoles Brasil cayó un 49 % entre 1973 y 2009. Como compensación, algunos artículos han ganado terreno, como los alimentos industrializados, con un alza acumulada de un 400 %.

Por esa época, empecé a participar en el Centro de Cultura Culinaria Câmara Cascudo, un grupo de debate creado por el sociólogo Carlos Alberto Doria integrado por investigadores, cocineros y otros interesados en la alimentación. Fue allí, entre debates sobre frijoles y otros productos alimenticios, que conocí a mi marido, Rodrigo Oliveira, que era chef del restaurante Mocotó. Las reuniones tenían lugar en el propio restaurante, situado en el barrio de Vila Medeiros, en la zona norte de la ciudad de São Paulo. En 2015, ya embarazada de mi primer hijo, Pedro, defendí mi tesina de maestría. Tras pasar dos años dedicada exclusivamente a la maternidad, inicié el doctorado en 2017, también en el Departamento de Historia de la FFLCH-USP, para entonces ya con Maria Alice en mi panza.

Ofício da Imagem/ Aguinaldo PedroLa historiadora (de camiseta blanca) ayuda a distribuir viandas a los habitantes de Vila Medeiros, en la zona norte de São Paulo, en 2021Ofício da Imagem/ Aguinaldo Pedro

Mi investigación versó sobre Josué de Castro [1908-1973], un médico de Pernambuco que también trabajó, entre otras cosas, como geógrafo y sociólogo, y luchó contra el hambre en Brasil [lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 324]. Me había interesado por su obra durante la maestría. En mi doctorado, intenté comprender cómo pasó el hambre a ser debatido como un problema público y político en el país y cuál fue el rol que le cupo a De Castro en esa discusión. Investigando en los periódicos de la época me topé con un escenario catastrófico. La región brasileña más afectada por las hambrunas era el semiárido, que padecía por las graves sequías y la desigualdad social. Pero, como lo demostró De Castro, ese azote cotidiano no perdonaba a otras regiones de Brasil. Además, acontecimientos internacionales, como la Segunda Guerra Mundial [1939-1945] agravaban la situación. Mi trabajo fue dirigido por Miguel Palmeira, docente de metodología y teoría de la historia, una persona increíble que fue muy importante en la construcción de mi autoestima como investigadora.

En marzo de 2020, cuando la pandemia de covid-19 llegó al país, acababa de presentar mi tesis para su evaluación previa a la defensa y tenía presente este tema de la guerra en la cabeza. Sabía que el mundo se enfrentaría a una batalla contra el hambre. Con mi marido estábamos muy preocupados no solo por lo que pudiera ocurrirle a nuestra familia, ya que el mercado de la gastronomía se vería muy afectado por la crisis sanitaria, sino también por la comunidad de Vila Medeiros, que es un barrio periférico, con muchas zonas vulnerables. En cumplimiento de las medidas de aislamiento, cerramos el restaurante y al día siguiente empezamos a servir viandas en marmitas en la puerta del Mocotó. Así fue que surgió el proyecto “Quebrada alimentada” [Barrio alimentado]. En un principio, atendíamos a familias registradas en un centro para niños y adolescentes de la zona, hasta que una foto tomada por un vecino se viralizó en las redes sociales y empezamos a tener mayor demanda. Al mismo tiempo, comenzamos a recibir ayuda de otros restaurantes, que donaban provisiones sin salida a causa de la pandemia. El resultado fue que entregamos más de 100.000 viandas entre 2020 y 2023.

Ahora, además de las viandas diarias, distribuimos mensualmente canastas básicas a unas 260 familias de la región. En 2021, el proyecto ganó el concurso The Macallan Icon Award, organizado por el ranking “Los 50 mejores restaurantes de América Latina”. El premio reconoce iniciativas en el área de la gastronomía que generan cambios positivos en la sociedad y en la industria de los alimentos. Otro reconocimiento que me llena de orgullo ha sido la mención de honor del premio USP Madres Investigadoras 2023, un reconocimiento a las mujeres que compatibilizan la maternidad y la investigación científica. Como se sabe, no es fácil conciliar ambos aspectos. En mi caso, además de Pedro y Maria Alice, tengo tres hijastras, Nina, Flor y Cora, que pasan algunos días a la semana en nuestra casa.

Defendí mi tesis en junio. En ese momento, la profesora Deisy de Freitas Ventura me invitó a hacer una pasantía posdoctoral en la Facultad de Salud Pública de la USP, en 2024. La idea es estudiar el papel que cumplen las cocinas colectivas durante las crisis sanitarias. Como investigadora, siempre he trajinado los senderos de la historia, pero estoy muy entusiasmada con este nuevo rumbo que se me abre en mi carrera académica.

Republicar