En el año 2003, la arqueóloga Niède Guidon empezó a pensar en la materialización de un segundo museo bajo la órbita de la entidad civil sin fines de lucro que creó y preside desde 1986: la Fundación Museo del Hombre Americano (Fumdham), con sede en la localidad de São Raimundo Nonato, en el sur del estado de Piauí, a 500 kilómetros (km) de su capital, Teresina, en el nordeste de Brasil. La Fumdhan queda cerca del centro de la ciudad, en los alrededores del Parque Nacional de Serra da Capivara, considerado patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco, que abarca más de 1.200 sitios prehistóricos con pinturas rupestres datadas hace entre 4 mil y (alegados) 50 mil años. En las tierras de la unidad de conservación y en áreas vecinas, los investigadores de la fundación y de universidades e instituciones asociadas encontraron en el transcurso de cuatro décadas más de medio millón de piezas de interés arqueológico y paleontológico. Son osamentas humanas, lascas de piedra, cerámicas y fósiles de la megafauna tales como perezosos terrestres, mastodontes y antepasados de los actuales armadillos. Una fracción de ese patrimonio, ligada exclusivamente a la presencia humana en la región durante la prehistoria, se encuentra en exhibición en el Museo del Hombre Americano, que funciona en un edificio aledaño a la sede de la fundación.
Uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de Serra da Capivara es el cráneo de un individuo apodado Zuzu (no se sabe a ciencia cierta si fue varón o mujer), que vivió por allí hace alrededor de 10 mil años. Zuzu es la primera pieza con la cual los visitantes se deparan al entrar en el Museo del Hombre Americano. Como los 600 metros cuadrados del museo quedaron chicos frente al crecimiento de las colecciones locales, Guidon y sus colegas de la Fumdhan decidieron poner en marcha un proyecto tendiente a construir otro espacio para la realización de exposiciones enfocado en la historia geológica, climática y de los animales, sobre todo aquellos del pasado remoto, de esa zona del semiárido del nordeste brasileño. Así nació a idea del Museo de la Naturaleza, que 14 años y muchos percances después se inaugurará el día 18 de diciembre en tierras vecinas al parque situadas en el municipio de Coronel José Dias, a unos 30 km de São Raimundo Nonato.
La coyuntura nacional brasileña, con los museos de ciencia en lucha por su sobrevivencia, y la actual situación de la Fumdham, con su presupuesto y su plantilla de personal recortados en los últimos años, no son las más auspiciosas para poner en marcha un proyecto de tamaña envergadura. Aun así, la arqueóloga no dudó en llevar finalmente esa idea adelante cuando, a mediados de 2017, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) giró 13,7 millones de reales para la construcción del edificio del nuevo museo y el montaje de su exposición. Se están invirtiendo poco más de 8 millones de reales en las obras de ingeniería civil, y alrededor de 5 millones de reales en la realización de la muestra, a cargo de la empresa paulista Magnetoscópio, que tomó parte en la concepción del Museo de la Lengua Portuguesa de São Paulo. “No sé si iniciaría ahora un proyecto así”, admite la arqueóloga de 85 años, quien planifica alejarse de la dirección de la fundación tras la inauguración del Museo de la Naturaleza. “Pero no había cómo no construirlo después de que aparecieron los fondos.”
La construcción del museo, con forma de caracol, empezó al final del mes de junio del año pasado. Cuando Pesquisa FAPESP visitó el obrador, a mediados de septiembre de 2018, la edificación estaba completamente en pie, aún sin nada montado dentro de sus dependencias, y los operarios empezaban a efectuar los trabajos de acabado y pintura. “Estamos con el cronograma al día”, asegura Elizabete Buco, arquitecta de la Fumdhan que elaboró el proyecto del museo, con la asesoría del estudio A. Dell’Agnese Arquitetos Associados, de la ciudad de São Paulo. Buco, una paulistana que dejó la metrópolis hace más de dos décadas para irse a vivir a São Raimundo Nonato, que tiene alrededor de 30 mil habitantes, trabaja desde entonces en la fundación.
Las salas temáticas
Después de entrar, el visitante del Museo de la Naturaleza inicia un trayecto circular dotado de una leve inclinación por dentro de la estructura en forma de caracol. Cuando se abra la edificación, ese espacio habrá quedado dividido en 12 salas temáticas. En algunas de ellas se abordarán temas más generales, tales como el origen del Universo o el movimiento de las placas tectónicas. En tanto, otras se enfocarán en hallazgos y características de la región, tales como las plantas del bioma de la Caatinga y los animales que vivieron allí hace 10 mil años, con relieve para las piezas de la rica colección de la megafauna local almacenada en la Fumdham. Casi a la salida del edificio, una réplica de un perezoso terrestre, quizá el ejemplar de la megafauna con más registros en las colecciones de la fundación, dará una idea en tamaño real de la imponencia de esos animales actualmente extintos.
El área total construida del nuevo museo es de 4.000 metros cuadrados, de los cuales 1.700 se destinan a la parte de exposiciones, un espacio alrededor de tres veces mayor que el del Museo del Hombre Americano. Por cuestiones económicas, el proyecto original, que contemplaba un área aún mayor, debió redimensionarse y en las partes externas se dejó de lado un acabado que quizá se concrete en un futuro. “El dinero que se giró el año pasado, por diversos condicionantes, no contempló la reposición de las pérdidas inflacionarias ocurridas desde 2013, cuando el BNDES firmó el contrato con nosotros”, explica Buco.
El lugar donde está construyéndose el museo queda cerca del centro de visitantes del parque y de la fábrica artesanal de cerámica con dibujos inspirados en las pinturas rupestres de la región. Desde São Raimundo Nonato, el acceso es fácil, por una carretera asfaltada, que llega cerca de la entrada del museo. Después hay que atravesar un pequeño tramo de tierra hasta el futuro estacionamiento alrededor de las instalaciones. Es una posición estratégica, en una suave elevación, desde donde surge una hermosa vista panorámica de los grandes paredones que forman al fondo las montañas de Serra da Capivara, escoltada en el plano más bajo por la vegetación agreste de la Caatinga. El paisaje, rústico y grandioso, entra por los ventanales del salón comedor del futuro restaurante planificado para funcionar en el edificio de las exposiciones. Aún no se sabe quién se encargará del lugar de pasturas, pero esa es tan solo una de las cuestiones que la Fumdhan deberá administrar hasta la inauguración del museo.
El mayor reto quizá reside en el estímulo al turismo en la región, hermosa y salvaje, que sería un gran atractivo en cualquier parte del mundo. Pero no es fácil llegar a São Raimundo Nonato. La ciudad más cercana con vuelos comerciales es Petrolina, en Pernambuco, a unos 300 km, de los cuales 40 km son de camino de tierra. Se suele tardar unas cinco horas para hacer ese trayecto en coche. En autobús son seis horas, y hay un solo un viaje por día que une ambas ciudades. “Antes de autorizar el giro de fondos, el BNDES tenía la preocupación de que el Museo de la Naturaleza no se convirtiera en un elefante blanco”, explica la uruguaya Rosa Trakalo, coordinadora de proyectos de la Fumdhan que trabaja en la recepción de turistas en la zona. “Siempre quisieron que hubiese acá un aeropuerto internacional para facilitar el acceso.”
Con aeropuerto, pero sin vuelos
En octubre de 2015, tras casi dos décadas de construcción y 20 millones de reales invertidos, se inauguró el aeropuerto, con un imponente hall. En la actualidad sus puertas están literalmente cerradas. A excepción de algunas pequeñas aeronaves particulares, ninguna compañía comercial opera allí. Varias justificaciones se han dado al respecto de su no utilización: la pista sería muy corta, no una estación de abastecimiento de combustible para las aeronaves y no hay demanda de turistas. Según Trakalo, quien sigue a Guidon desde hace décadas y se mudó al sur de Piauí, la cantidad de turistas que visita el parque varía entre 16 mil y 20 mil por año. “Pero en caso de que la demanda crezca bastante, no contamos con una buena red hotelera como para hospedar a la gente”, admite.
El Museo de la Naturaleza constituye más bien una apuesta para intentar estimular el turismo en la región. Para ser autosostenible económicamente, sus organizadores no pueden tomar decisiones equivocadas desde el punto de vista administrativo. El precio de las entradas y el horario de funcionamiento de la nueva institución son objeto de debates internos en la Fumdham. La entrada entera para ingresar al Museo del Hombre Americano, que funciona en la sede de la fundación, cuesta 20 reales por persona, en tanto que los estudiantes con carnet escolar pagan la mitad de ese valor. Los martes y miércoles, la entrada es gratis para alumnos de las escuelas públicas. Por ser más grandioso, el Museo de la Naturaleza cobraría una entrada más cara. “El valor depende de la cantidad de personal con que contemos y de los días y horas que esté abierto”, explica Buco. Una posibilidad es que el museo abra tan solo seis horas por día. Así habría un turno de trabajo solamente y no habría que contratar más de una persona para cada función.
El tema de la seguridad constituye otro motivo de preocupación. No hay agua corriente en el lugar donde funcionará el Museo de la Naturaleza. Se está construyendo un tanque con una capacidad de 500 mil litros al lado del edificio, y dos hidrantes estarán conectados al pozo. “El centro de visitantes del Parque Nacional de Serra da Capivara cuenta con una reserva de 200 mil litros, que contempla el consumo anual allí”, pondera Trakalo. “Estimamos que medio millón de litros será suficiente para el museo”. Esos reservorios cuentan con los meses de lluvia, que se concentran entre octubre y abril, para mantenerse abastecidos. Cuando comience a funcionar, el museo contará con un sistema de alarma contra incendios.
Y pronto llegarán a Serra da Capivara las televisiones del mundo. Pero no será únicamente a causa de las pinturas rupestres o por sus museos de arqueología e historia natural. Una gran cadena europea de televisión prepara un documental sobre los monos silbadores (Sapajus libidinosus) de la zona, que hace 700 años ya empleaban fragmentos de piedra para abrir castañas de cajú y extraer la parte comestible. “Ese es el primer relato del uso de herramientas en un sitio ‘arqueológico’ producido por monos”, dice el biólogo Tiago Falótico, del Instituto de Psicología de la Universidad de São Paulo (IP-USP), uno de los autores del estudio sobre los primates, que asesora in situ al equipo del documental. Tal vez, con el nuevo museo y la difusión que generará el programa sobre los monos, el interés por Serra da Capivara se incremente.
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