Imprimir Republish

Memoria

Una recolectora autónoma

La etnógrafa austríaca Wanda Hanke viajó sola por el interior de América del Sur en los años 1930 para estudiar grupos indígenas

Colección del Museo Paranaense Fotos tomadas por la investigadora durante el tiempo en que vivió entre los bororos en el estado de Mato GrossoColección del Museo Paranaense

La etnógrafa austríaca Wanda Hanke ya tenía 40 años cuando embarcó rumbo a América del Sur para estudiar poblaciones indígenas. Sin apoyo institucional, pasó sus últimos 25 años de vida internándose sola en selvas del interior de Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay, reuniendo, fotografiando y registrando artefactos y pueblos aún no estudiados. Sus expediciones resultaron en una profusión de estudios lingüísticos, de objetos de la cultura material y de registros iconográficos de diversas etnias. Los trabajos de Hanke, poco conocidos, constituyen un registro histórico sobre la diversidad indígena sudamericana y también han contribuido a la consolidación de la etnología en la región.

Wanda Hanke (1893-1958) nació en Opava, ciudad de la actual República Checa. Los escasos registros sobre su vida en Europa sugieren que se graduó en Medicina en Alemania y, posteriormente, habría cursado derecho y filosofía. Se sabe que trabajó como médica durante algunos años antes de interesarse en la etnología, en ese entonces una ciencia incipiente. “La falta de perspectivas de trabajo como etnógrafa en Europa la llevó a aventurarse en expediciones por Latinoamérica, en una época en la cual las mujeres que hacían expediciones en Brasil o lo hacían con sus maridos o corrían el riesgo de ser mal vistas localmente”, explica la historiadora Mariana Moraes de Oliveira Sombrio, del Programa de Posgrado Interunidades en Museología de la Universidad de São Paulo (USP).

Colección del Museo ParanaenseMoraes de Oliveira Sombrio estudia la trayectoria de las mujeres que incursionaron por Brasil durante la primera mitad del siglo XX. Con base en el análisis de documentos del Consejo de Fiscalización de las Expediciones Artísticas y Científicas de Brasil (CFE), un organismo federal creado en 1933 para inspeccionar y autorizar el trabajo de investigadores extranjeros en el país, ella y la historiadora Maria Margaret Lopes, del Núcleo de Estudios de Género de la Universidad de Campinas (Unicamp), encontraron registros de solicitudes de permiso de 38 mujeres expedicionarias. La mayoría extranjeras, como la antropóloga austríaca Etta Becker-Donner (1911-1975), del Museo Etnológico de Viena, que atravesó parte de Brasil durante la década de 1940, y la arqueóloga estadounidense Betty Meggers (1921-2012), del Instituto Smithsonian, quien en los años 1950 demostró que los pueblos de la desembocadura del Amazonas tenían una cultura material compleja.

A diferencia de Becker-Donner y Meggers, Hanke viajaba sola. Era una recolectora autónoma, sin vínculo fijo con ninguna institución. Se articulaba en actividades científicas y comerciales reuniendo y vendiendo colecciones, escribiendo artículos, fotografiando y registrando sus viajes. Vino a América del Sur por primera vez en 1934 para documentar a los indios cainguás en el norte de Argentina. Desde allí se desplazó hasta Paraguay para estudiar a los guayakíes. “Sin apoyo económico, Hanke financiaba sus propias expediciones actuando como médica en pequeños poblados”, dice Moraes de Oliveira Sombrio. La etnógrafa regresó a Europa en 1936 para acopiar recursos para sus excursiones. Sin éxito, retornó a América del Sur al año siguiente para realizar otra expedición. Ese viaje debía durar dos años, pero se extendió durante dos décadas.

Stefanie Liener, 2010 La etnógrafa dejó Europa en 1934 para estudiar a los indígenas en LatinoaméricaStefanie Liener, 2010

De regreso a Argentina, se dedicó a la arqueología, recolectando objetos de pueblos tales como los de los matacos y los tobas. En 1939 se orientó hacia los botocudos de Santa Catarina. Años antes, la etnógrafa había enviado un oficio al CFE comunicando la llegada a Brasil de una expedición que ella encabezaba  para realizar investigaciones étnicas, sociológicas y lingüísticas en zonas cercanas a los ríos Xingú y Tapajós. Pero le negaron la autorización, posiblemente porque no tenía vínculo con ninguna institución de investigación o enseñanza y no demostraba estar en condiciones de hacerse cargo de los costos de la expedición.

De todos modos, Hanke ingresó a Brasil. En Santa Catarina recolectó artefactos y anotó palabras y datos antropométricos sobre los botocudos. Poco después se dirigió a Curitiba, en donde conoció al médico y antropólogo José Lourero Fernandes, director del Museo Paranaense, con quien pasó a corresponderse y a negociar artefactos recolectados durante sus viajes, lo que le ayudó a financiar sus expediciones.

Colección del Museo Paranaense Entre una pareja de indígenas de la etnia kaingang, en Faxinal, estado de ParanáColección del Museo Paranaense

Hanke hizo lo propio cuando estuvo en Bolivia. Sin embargo, con el tiempo, sus condiciones de investigación se volvieron cada vez más precarias. Le escribió varias veces a la Universidad Mayor de San Simón, en Cochabamba, solicitando que le pagasen las piezas que había negociado. Con lo que logró juntar, viajó a Europa en 1955 para intentar una vez más conseguir fondos para sus viajes. Volvió a Brasil en 1957 para estudiar a los indígenas de los ríos Nhamundá y Yatapu, en la Amazonia. Y entonces contrajo malaria. Murió a los 65 años en Benjamin Constant, en el estado de Amazonas.

Hanke publicó artículos científicos en revistas de Brasil y del exterior. “También registró relatos sobre las narraciones míticas referentes a la creación del mundo entre los botocudos, elaboró listas de palabras indígenas con sus traducciones aproximadas y, en el caso de los kaingang, redactó un ensayo de gramática”, comenta el lingüista Wilmar da Rocha D’Angelis, del Instituto de Estudios del Lenguaje (IEL) de la Unicamp. Algunas obras fueron publicadas, otras no. Sus apuntes eran imprecisos y sus traducciones solían ser bastante simplificadas. También escribió dos libros: Dos años entre los cainguás y A pesquisa etnográfica en América del Sur, éste publicado en 1964, después de su muerte.

La falta de capacitación en antropología perjudicó los análisis de los objetos que recolectó. De todos modos, según D’Angelis, el material que reunió, que en la actualidad se encuentra en museos, constituye una fuente poco explorada en etnología indígena que paulatinamente empieza a redescubrirse.

Republicar