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Ambiente

Una selva de perlas

En el Bosque Atlántico, el 59% de los árboles corresponde a especies raras que pueden desaparecer

EDUARDO CESAREn riesgo: los montes del sur y el sudeste albergan árboles poco comunesEDUARDO CESAR

Durante tres años, la bióloga Alessandra Nasser Caiafa atravesó el país en varias oportunidades para relevar la diversidad de árboles del Bosque Atlántico, la vegetación densa y vigorosa que otrora ocupó casi toda la costa brasileña, y que alberga a diversas especies de plantas y animales que solamente allí viven, varias de ellas amenazadas de extinción. Durante su periplo, la investigadora no usó botas ni machete: analizó 225 documentos científicos (libros, tesis y artículos) guardados en las 28 instituciones de investigación que visitó entre 2004 y 2007. Caminando por el monte, Alessandra solamente lograría cubrir en ese tiempo una pequeña parte de la vasta área que ya recorrieron otros investigadores.

En esa lectura, la bióloga de Minas Gerais, en la actualidad profesora de la Universidad Federal de Recôncavo da Bahia (UFRB), confirmó las razones que indican por qué el Bosque Atlántico es considerado uno de los ecosistemas más ricos del mundo en diversidad de especies. En el tramo que va de Espírito Santo a Río Grande do Sul existen 846 especies de árboles, del delgado yvaporoití (Plinia rivularis), que no supera los cuatro metros de altura y produce frutos rojizos similares al guapurú, al portentoso yesquero negro (Cariniana estrellensis), o ‘jequitibá’, el gigante de la selva en tupí-guaraní, que puede llegar a los60 metros de altura.

Sin embargo, la sorpresa mayor llegó cuando Alessandra analizó de qué manera esas especies se distribuyen en esa franja que se extiende por casi 2.900 kilómetros en sentido norte-sur y alrededor de 100 kilómetros continente adentro. Pese a la variedad, la mayor parte de las especies (el 59%) corresponde a árboles raros, hallados en áreas restringidas o en ambientes específicos de la selva. Una  proporción considerable, el 11% de las especies, o casi una de cada 10, corresponde a especies rarísimas: existen poquísimos ejemplares, concentrados en algún punto del litoral, y por eso corren mayor riesgo de desaparecer.

“Esas informaciones estimulan esfuerzos de investigación similares, ya que en el nordeste, por ejemplo, es grande la carencia de datos sobre la diversidad de árboles del Bosque Atlántico”, afirma Alessandra. “El trabajo aplicó un sistema de evaluación reconocido internacionalmente”, explica el botánico Fernando Roberto Martins, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), quien dirigió a Alessandra durante su doctorado y es coautor del artículo publicado este año en Biodiversity and Conservation. “Cuantificamos y cualificamos el grado de raridad de los árboles de Bosque Atlántico. Tenemos ahora  una fotografía más fiel de cómo se distribuyen esas especies”, añade.

Raras y rarísimas
En el trabajo Alessandra y Martins emplearon una escala de clasificación que determina el grado de rareza de una especie con base en tres criterios: afinidad por un ambiente específico, abundancia local y distribución del área estudiada.

Combinados, estos tres factores definen una escala de ocho niveles: uno de especies comunes y otros siete de grados crecientes de rareza. En el primer nivel de raridad se encuentran los árboles encontrados a diferentes alturas y con niveles variados de humedad, una gran distribución geográfica y una pequeña abundancia local en ciertos tramos (el 4,5% de las 846 especies). En tanto, la categoría 7, la de las rarísimas, incluyó al 11% de los árboles: todos de una escasísima capacidad de adaptarse a otros ambientes, hallados en poblaciones pequeñas y distribuidas en un área bastante restringida.

Los investigadores encontraron especies raras a lo largo de toda el área estudiada. Según Martins, factores históricos, geográficos y biológicos explican este patrón. En el clima seco que caracteriza a los períodos de glaciación – el más reciente fue hace entre 18 mil y 14 mil años – solamente sobrevivieron grandes árboles en áreas más húmedas, como los valles y las laderas cercanas al mar, como sugiere la teoría de los refugios, postulada en los años 1960 por el alemán Jürgen Haffer, adaptada a la realidad brasileña por el geógrafo Aziz Ab’Saber y cuestionada recientemente.

“Fueron varios eventos sucesivos de restricción y propagación los que moldearon el patrón de distribución de las especies en el Bosque Atlántico del litoral sur y sudeste”, explica Martins. Actualmente, dice, este patrón sufre la influencia directa de la acción humana y la destrucción de la selva.

No por casualidad, muchos de los árboles rarísimos se encuentran en la lista de especies amenazadas de extinción elaborada por la Fundación Biodiversitas en 2005. Lo que preocupa a los investigadores es que la desaparición de las más raras puede generar un efecto dominó y afectar la disponibilidad de alimento de varios grupos de animales. “La extinción de tan sólo una especie rompe el nudo de una red de interacciones, y lleva a la desaparición de varias otras”, explica Martins. Otras posibles consecuencias son el empobrecimiento del suelo y el aumento de los niveles de gas carbónico en el aire.

Alessandra considera problemático el avance de las fronteras agrícolas y el crecimiento de las ciudades en áreas de Bosque Atlántico, y subraya: “Hay que sensibilizar a las autoridades públicas y a los propietarios de tierras con relación a la importancia de esas especies raras”. Un modo de protección posible, sugiere, consiste en crear unidades de conservación menores en áreas con más especies muy raras.

Artículo científico
CAIAFA, A.N.; MARTINS, F.R. Forms of rarity of tree species in the southern Brazilian Atlantic rainforest. Biodiversity and Conservation. v. 19, p. 2.597-618. 19 may. 2010.

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