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ENTREVISTA

Yvonne Primerano Mascarenhas: Pensar nunca le ha hecho mal a ninguna sociedad

A los 91 años, la investigadora habla de su trayectoria académica y de su labor en defensa de la ciencia y la educación

Yvonne Mascarenhas: homenajeada por colegas y discípulos

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

En un evento que duró tres horas en el salón auditorio del Instituto de Física de São Carlos de la Universidad de São Paulo (IFSC-USP), más de 20 científicos, estudiantes y no docentes se turnaron en el estrado para recordar hechos y episodios que ponen de relieve la importancia y la contribución a la ciencia brindada por la física Yvonne Primerano Mascarenhas. El homenaje debería haberse realizado en 2021, cuando ella cumplió 90 años, pero la ceremonia se pospuso debido a la pandemia y finalmente se llevó a cabo la tarde del 16 de septiembre. Los testimonios fueron coincidentes en destacar el papel desempeñado por la investigadora en la vida y en la carrera de sus pares y discípulos, en el desarrollo de la cristalografía en Brasil y en la consolidación del IFSC-USP, del que fue su primera directora, entre 1994 y 1998, poco después del desmembramiento del antiguo Instituto de Física y Química de São Carlos de la USP, en cuyo campus trabaja desde mediados de la década de 1950. En la siguiente entrevista, ella habla de esta trayectoria.

En el homenaje que le ofrecieron, uno de los puntos destacados fue el papel que usted desempeñó en la consolidación de la estructura científica y académica de la USP en São Carlos. ¿Cómo evalúa su contribución?
Cuando en 1959 comencé a trabajar en Estados Unidos en el Departamento de Cristalografía al mando del inglés G. A. Jeffrey, tuve la extraordinaria oportunidad de desempeñarme en un grupo donde ya se utilizaba la computadora para efectuar los extensos cálculos necesarios para develar la estructura molecular y cristalina de las sustancias en estudio utilizando las intensidades de los haces difractados. La Universidad de Pittsburgh disponía de un ordenador IBM 650 que esta empresa había sacado al mercado un año antes. Cuando me aprestaba a regresar a Brasil, Jeffrey me dio un consejo: “Yvonne, trata de entablar contacto con grupos de investigación, principalmente del área de la química, porque ellos necesitan conocer las estructuras moleculares de los materiales que estudian. Eso te dará la posibilidad de difundir el uso de la cristalografía por difracción de rayos X, en lugar de quedarte trabajando aislada, encerrada en tu laboratorio”. Y eso fue lo que hice. Tras impartir un seminario en el Instituto de Química de la USP, concreté las primeras estructuras en colaboración con Otto Gotlieb [1920-2011] y Ernesto Giesbrecht [1921-1996]. Sin embargo, cuando arribé a São Carlos, el campus no tenía una computadora. La única existente en la USP estaba en la Escuela Politécnica. Era una IBM 1620 y empecé a viajar asiduamente a São Paulo para utilizarla por espacio de unas dos horas. Insistí mucho para que alguno de los fondos que nuestro Departamento de Física de la Escuela de Ingeniería de São Carlos [Eesc] recibía de los organismos financieros se destinara a la adquisición de una computadora. Esto se hizo con aportes del BID [Banco Interamericano de Desarrollo].

La primera computadora fue compartida y ayudó a impulsar la investigación en computación en diversos grupos de la USP de São Carlos. ¿Cómo se hizo?
La primera computadora del campus de la USP en São Carlos fue una IBM 1130 que sustituyó a la IBM 1620. Se creó el Centro de Procesamiento de Datos (CPD), lo que habilitó una modernización, tanto de las investigaciones como de la enseñanza en todos los departamentos de la Eesc, que por la época era la única unidad del campus. La destreza en el uso de las computadoras se fue extendiendo entre el cuerpo docente de la escuela. Más adelante, el profesor Odelar Leite Linhares [1924-2004] hizo una gran contribución a la enseñanza de los métodos computacionales cuando comenzó a concretar la introducción a la enseñanza de la computación. Esta área se desarrolló rápida y brillantemente en el antiguo Departamento de Matemática de la Eesc, llevando incluso a la estructuración del Instituto de Ciencias Matemáticas y de la Computación (ICMC).

¿Cuál fue la importancia de la informatización para el desarrollo de la cristalografía?
En 1968, había entrado en contacto con la informatización en la recolección de las mediciones experimentales de la difracción de los rayos X durante una breve visita a Pittsburgh, en Estados Unidos. Había una diferencia abismal entre esta nueva metodología y los métodos antiguos, que utilizaban técnicas de fotografía para el registro de los datos de la difracción. Cuando me convencí de la importancia de esos instrumentos, unos años después, presenté un proyecto a la FAPESP, el cual fue aprobado y en 1975 llegó a nuestro laboratorio el primer difractómetro de rayos X. Un detalle importante era el hecho de que ese difractómetro era operado automáticamente por una computadora digital 1620, que permitía ejecutar cálculos. Inmediatamente comenzaron a utilizarlo los demás miembros de nuestro departamento. A partir de la década de 1970, mi preocupación fue difundir la importancia de los métodos teóricos modernos de determinación de estructuras, incluso entre la comunidad latinoamericana. En 1976 organizamos un hermoso curso latinoamericano sobre determinación de estructuras por métodos directos, que fue un éxito. Varios investigadores de Argentina, Uruguay y Chile comenzaron a trabajar con nosotros a partir de ese año, para utilizar el difractómetro automático.

Usted ha mencionado los contactos con investigadores de América Latina. Algunos se radicaron en São Carlos, como Aldo Craievich y Eduardo Castellano. ¿En qué consistió esa tarea de atraer a científicos extranjeros y cuál fue el papel que ellos desempeñaron?
En diciembre de 1971 recibí una invitación para participar en un congreso del grupo iberoamericano de cristalografía, que se celebraría en la ciudad de Concepción (Chile). Allí conocí a varios iberoamericanos, entre ellos a Eduardo Ernesto Castellano y a Aldo Craievich. La formación de este último es en cristalografía, pero en un área diferente, la difracción de rayos X de bajo ángulo. Supuse que sería fantástico si él pudiera venir a Brasil. Por su parte, Castellano recién vino en 1976, cuando hicimos el curso latinoamericano de métodos directos y su interés fue, de hecho, la existencia del difractómetro automático. Craievich aceptó venir a pasar un tiempo aquí en São Carlos, con una beca del CNPq [el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico], y luego fue contratado como docente del instituto, el IFSC. Castellano vino desde Argentina junto con otras personas y estuvo encantado de poder utilizar el difractómetro. También recibió una beca del CNPq y, un año después, se incorporó como docente, pero mantuvo el contacto con su institución de procedencia, la Universidad de La Plata. Una de las razones para participar en congresos científicos internacionales es, como yo lo veo, una forma de conocer gente nueva y entablar colaboraciones, incluso a distancia. En mi caso, esto ha dado muy buenos resultados con la venida de científicos de alto nivel por períodos largos o cortos e incluso radicándose en Brasil.

Es probable que los alumnos a los que les gustó el proyecto conserven la revista y esto será un hito en su trayectoria educativa

En 1994 se convirtió en la primera directora del Instituto de Física tras la escisión de este del Instituto de Química. ¿Cómo le fue? ¿Qué pudo organizar?
Algunos profesores me pidieron que presentara mi candidatura y acabé aceptando. No me resultó difícil ser directora. Una de las ventajas del instituto es que contamos con un muy buen plantel de personal. Un director asume, otro se va, pero se mantienen los empleados clave en sus diferentes áreas. Todo se resuelve de manera orgánica, sin grandes disputas. Cuando se constituyó el Instituto de Física y Química [en 1971], se gestó el espíritu de que, en aquella etapa de nuestra institución, la enseñanza y la investigación eran más importantes que la administración, que siempre debería ejercerse por consenso. Por eso inicialmente tuvimos direcciones consecutivas de docentes de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la USP: Eneas Salati y Euripedes Malavolta, que nos ayudaron sobremanera.

¿Cómo se forjó este espíritu a favor de la enseñanza y la investigación?
El instituto está constituido por grupos de investigación sumamente activos, muchos de ellos interesados en la educación y la difusión. Mi participación en este ámbito es modesta si se la compara con la que desarrolla el profesor Vanderlei Bagnato a través del Grupo de Óptica. El profesor Dietrich Schiel [1940-2012] consiguió crear el CDCC [Centro de Divulgación Científica y Cultural de la USP], un centro de difusión importantísimo de São Carlos, muy bien ubicado y utilizado. Para el buen desarrollo de las investigaciones siempre fue muy importante convocar a docentes idóneos, estudiantes de posgrado y posdoctores, así como la obtención de recursos financieros producto de buenos proyectos presentados ante las agencias de financiación. Esto pudo llevarse a cabo con gran éxito, como lo demuestra la concesión del nivel 7 a nuestros programas de posgrado.

¿Cómo comenzó su trabajo en el área de la educación?
En 2001 me acogí a la jubilación forzosa y dejé de tener compromisos administrativos o didácticos. Decidí continuar en la línea de difusión del conocimiento, ahora centrada en la escuela pública. He desarrollado varios proyectos con el respaldo de la FAPESP y del CNPq. Siempre he considerado que podía prestar ayuda personalmente y por eso he buscado escuelas con docentes interesados en recibir esta ayuda. Este tipo de actividad me hace muy feliz porque trabajamos directamente con los alumnos y los docentes de la red de educación pública. Todavía tengo tres escuelas que llevan adelante los proyectos tal y como los hemos imaginado. Al principio, pensaba que podría hacer una especie de educación complementaria para los alumnos de la enseñanza media. Tuve un proyecto muy exitoso, financiado por la FAPESP, en el que pusimos casi a tiempo completo a los alumnos de una escuela seleccionada con ayuda de la Directora Regional de Educación, la profesora Débora Blanco, que es la Escuela Estadual Professor Sebastião de Oliveira Rocha [Eesor]. Los estudiantes almorzaban en el comedor universitario de la USP y regresaban por la tarde para asistir a clases complementarias. Hicimos un refuerzo de las asignaturas –física, química, matemática y portugués– y fue un éxito. El proyecto se llevó a cabo en primer lugar con los alumnos del primer año de la enseñanza media. Estos alumnos pasaron al segundo año, luego al tercero y entonces hicieron el examen de ingreso a la universidad. Les fue muy bien. Luego decidí cambiar un poco el enfoque e introduje una metodología de proyectos que incluía el uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TDIC) con alumnos de la etapa de enseñanza fundamental II. Esta metodología funcionó mejor con las divisiones de la enseñanza fundamental que con las de la enseñanza media.

¿Por qué?
Los estudiantes de la enseñanza media están muy centrados en el examen de ingreso a la universidad. El interés por participar en proyectos multidisciplinarios, que son largos –un proyecto dura un semestre completo–, no es tan amplio. Por fortuna, las escuelas ya tenían acceso a la computación y los alumnos podían realizar búsquedas utilizando computadoras y libros didácticos. Tenían que leer sobre el tema del proyecto y finalmente elaborar un trabajo colectivo en el que participaban docentes de varias asignaturas. La parte de la redacción y la lectura estaba a cargo del profesor de portugués. Y la parte de física, química y matemática, de un profesor de física o química. Esto dio lugar a la producción de una revista que relataba todo lo que los alumnos habían hecho.

¿Qué ocurre con estos estudiantes? En el homenaje que le dispensaron hubo una profesora que habló de alumnos que fueron a una olimpíada en Europa. ¿Cuáles son los frutos a largo plazo?
Eso tuvo que ver con nuestro primer proyecto con la enseñanza media. Los alumnos participaron en una competencia nacional e internacional denominada International Young Physicist Tournament (IYPT). Uno de los equipos estuvo integrado por alumnos de tercer año [de la enseñanza media] de la Eesor, que fue la vencedora de la etapa nacional y posteriormente fueron parte del equipo nacional que obtuvo el primer puesto en el certamen internacional que se celebró en Praga, en la República Checa. Esos alumnos obtuvieron muy buenos resultados en los exámenes de ingreso a la universidad, algunos aprobaron en ingeniería, otros en matemática, computación y ciencias humanas. Ahora estamos trabajando con la enseñanza fundamental. Por eso es más difícil saber lo que ocurre con cada uno de ellos. Lo que los propios docentes manifiestan es que los alumnos se comprometen con más iniciativas, desarrollan espíritu de protagonismo y colaboración a la hora de decidir lo que quieren hacer, se han vuelto más maduros. El trabajo con proyectos es muy positivo. Al finalizar organizamos una reunión de festejo. Este contacto humano es muy importante. Cada uno se lleva su revista a casa. Puede que para algunos alumnos no tenga mucha importancia, pero a quienes les gustó el proyecto probablemente conserven esa revista durante un tiempo y será un hito en su trayectoria estudiantil.

Seguimos educando a nuestras niñas como si ellas fueran a ser madres y cuidadoras, con aversión a las ciencias exactas

Usted ayudó a consolidar el polo de São Carlos del Instituto de Estudios Avanzados de la USP. ¿Cómo fue esa tarea?
Aproximadamente para la época en que me jubilé, mi exmarido, Sérgio Mascarenhas, ya fallecido, había ido a pasar un año en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. La USP ya tenía su Instituto de Estudios Avanzados [IEA]. Cuando regresó, pensó que sería muy interesante crear un polo del IEA en São Carlos. Me pidieron si podía colaborar y les dije: “Uno de nuestros problemas fundamentales es la educación, a todos los niveles, así que me gustaría participar en un grupo dedicado a la educación básica”. El grupo se formó a principios de 2001 y se fueron desarrollando una serie de actividades. Cuando el Profesor Paulo Saldiva fue director del IEA, vino a verme y me dijo que iba a crear varios grupos de investigación, uno de ellos sobre educación. Y me preguntó si aceptaría que ese grupo fuera en São Carlos. Naturalmente acepté. Cuando su mandato finalizó, en vista de los buenos resultados obtenidos, realizó una propuesta a la fundación Itaú para que apoyara al grupo. Se creó una cátedra de educación, dirigida por un exrector de la Universidad Federal del Sur de Bahía, Naomar de Almeida, quien está dedicado por completo a modernizar la educación. En el área de la educación hay muchas ideas. No sé hasta qué punto haya medios para llevarlas a la práctica. Pero pensar nunca le ha hecho mal a ninguna sociedad. Cuantas más personas mantengan un pensamiento activo, sobre todo si no son muy conservadoras, tanto mejor, porque aportarán ideas nuevas.

¿Cómo ve la participación femenina en su área de investigación?
Tanto a nivel nacional como internacional, la cantidad de mujeres en mi área es bastante razonable, incluso hay ganadoras del Premio Nobel. En una línea de tiempo que elaboré sobre la formación de recursos humanos en cristalografía en Brasil, en la que incluimos solamente a los cristalógrafos que han dirigido al menos un doctorado, había 32 varones y solamente 14 mujeres.

¿Cómo ha evolucionado eso? ¿Cómo era en su época de estudiante?
La mayoría de las mujeres cursaban profesorados y seguían trayectorias de tipo pedagógico. Peyorativamente, se decía que estudiaban esas carreras “esperamarido”. Esto me exasperaba, porque si una mujer va a la universidad, sea en el área que sea, va a aprender y a perfeccionarse. Cuando yo era niña, la enseñanza media tenía dos opciones: clásica o científica. La primera era para aquellos más inclinados a la comunicación, a las letras. Yo elegí la clásica porque me gustaba mucho leer. Asistí al Colegio Mello e Souza, una escuela privada de Río de Janeiro. Teníamos un profesor de química muy bueno, llamado Albert Ebert, que nos enseñó a todos cómo funcionaba la ciencia. Yo decidí estudiar química y una amiga de mi misma edad, física. Su nombre es Anna Maria Endler. Actualmente es profesora emérita del CBPF, el Centro Brasileño de Investigaciones Físicas. Seguimos educando a nuestras niñas como si ellas fueran a ser madres y cuidadoras, con aversión a las ciencias exactas. Esto debe cambiar. Hasta ahora el cambio ha sido lento, pero la tendencia es positiva, lo que me da esperanza de que habrá progresos y que la igualdad de género será una realidad en un futuro no tan lejano.

Recientemente usted organizó una movilización en São Carlos cuando se reunió la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) de las universidades en la Legislatura de São Paulo, que criticaba la autonomía de las universidades del estado. ¿Qué ha conseguido hacer?
Me reuní con un concejal de São Carlos que ha tenido un muy buen desempeño en el área de la educación, el profesor Azuaite Martins, y le sugerí: “¿Por qué no movilizas al Concejo Deliberante para que se manifieste en contra de esta CPI?”. Aceptó de inmediato. Pero lo que hice fue algo muy pequeño. Naturalmente, me sentí muy gratificada porque él hizo lo que tenía que hacer y consiguió que el Concejo Deliberante de manifestase unánimemente en contra de la CPI.

Profesora, ¿cuáles son sus planes actuales? Durante el homenaje que recibió, el director del IFSC dijo que tenía en sus planes que usted fuera una especie de embajadora del instituto.
Todavía tengo alumnos de maestría y doctorado y no he dejado la investigación. Estoy muy vinculada a un grupo del instituto que desarrolla un proyecto sobre polímeros conductores. Pero estoy jubilada. Nuestro director, el profesor Osvaldo de Oliveira, lo dijo en sentido figurado. Siempre estoy dispuesta a defender la ciencia y la educación, que toda mi vida han sido mi motivación. Apoyé a un candidato a diputado federal y a una candidata a diputada estadual que defienden la ciencia, pero no resultaron electos. Siempre que me lo piden siento una enorme satisfacción de poder brindar mi apoyo. Mientras se tenga lucidez, existe la obligación de pensar y puedes y debes influir en las personas que sean sensibles a tus argumentos.

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