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Entrevista

Anna Curtenius Roosevelt: La arqueóloga de las selvas

Excavaciones en América del Sur le ayudaron a la investigadora estadounidense a reinterpretar la ocupación previa de la Amazonia, antes del arribo de los colonizadores europeos

A arqueóloga norte-americana, em visita ao sítio de Pedra Pintada em 2016

Ya desde temprana edad, Anna Curtenius Roosevelt sabía que quería ser arqueóloga. Su madre, la pintora Frances Blanche Webb Roosevelt (1917-1995), ejerció una influencia decisiva. Ella vivió parte de su infancia entre arqueólogos, en los estados de Arizona y Nuevo México, en el sudoeste de Estados Unidos, y más adelante comenzó a llevar a sus hijas –Alexandra, Susan y Anna– para que conocieran los yacimientos arqueológicos de la región. “Así fue que surgió mi interés por esa área”, relata Anna Roosevelt, docente de antropología en la Universidad de Illinois, en Chicago, y reconocida como una de las especialistas más destacadas en arqueología de la Amazonia. Sin embargo, ciertos grupos de arqueólogos muestran reparos acerca de su labor en Brasil. Una de las quejas que plantean es que ella no formó a discípulos brasileños. Y otra alude al hecho de que se llevó parte del material extraído de excavaciones a Estados Unidos.

La arqueóloga pensó inicialmente en dedicarse a la antropología clásica y estudiar las culturas antiguas de Medio Oriente. Empero, en el transcurso de su carrera universitaria en Stanford, realizó una pasantía en el Museo de Historia Natural de Nueva York que despertó su interés por Sudamérica. En su doctorado, que realizó en la Universidad Columbia, estudió a las comunidades que habitaron en los humedales del río Orinoco, en territorio actual de Venezuela, previamente a la llegada de los colonizadores europeos a América. Su trabajo allí y en otros yacimientos arqueológicos en la isla de Marajó y en Santarém, ambos en el estado brasileño de Pará, ayudaron a reinterpretar la ocupación ancestral de la Amazonia y del propio continente americano.

Junto a otros investigadores del Museo Paraense Emílio Goeldi, Roosevelt identificó en sitios arqueológicos del municipio de Monte Alegre, cerca de Santarém, en el oeste de Pará, pinturas rupestres con una antigüedad de casi 13 mil años, a una de las cuales se la considera el observatorio solar más antiguo del mundo.

Bisnieta del presidente estadounidense Theodore Roosevelt (1858-1919), quien realizó dos expediciones a la Amazonia a comienzos del siglo pasado, Anna Roosevelt nunca dejó de regresar a Brasil, donde contempla realizar nuevas excavaciones en los próximos años. A continuación, lea los tramos principales de la entrevista telefónica que le concedió a Pesquisa FAPESP el pasado 11 de octubre.

Edad 73 años
Especialidad
Arqueología
Institución
Universidad de Illinois, en Chicago
Estudios
Graduada en arte, historia, letras clásicas y antropología en la Universidad Stanford (1968) y doctorado en antropología otorgado por la Universidad Columbia (1977)
Producción
Alrededor de una centena de artículos científicos, además de libros y capítulos de libros

Su trabajo ayudó a modificar la comprensión al respecto de cómo se organizaban los asentamientos humanos prehistóricos en América del Sur. ¿Cómo arribó a conclusiones distintas a las de los arqueólogos que la precedieron?
Alrededor de la década de 1950, los científicos que elaboraron hipótesis sobre la arqueología de la Amazonia modificaron la teoría vigente hasta entonces. A finales del siglo XIX, algunos naturalistas, tales como Domingos Soares Pereira Penna [1818-1888] y Emílio Goeldi [1859-1917], comprendían la complejidad de las sociedades amazónicas. Los arqueólogos que trabajaron posteriormente en esa región, como Betty Meggers [1921-2012] y su marido, Clifford Evans [1920-1981], ambos estadounidenses de la Smithsonian Institution, pensaban que solamente las regiones desérticas con grandes ríos, tales como el Nilo o los ríos de los valles mexicanos, albergarían civilizaciones con culturas complejas. Lo interesante del caso es que se sabe que los seres humanos prehistóricos surgieron en África, en las zonas cubiertas por selvas tropicales y no en la sabana. Si bien en un comienzo fuimos animales de selvas tropicales, Meggers y Clifford arribaron a la conclusión de que los seres humanos no podrían haber sobrevivido en selvas tropicales a causa de las enfermedades y de la dificultad para cultivar alimentos. Para ellos, las únicas civilizaciones que habrían existido en la Amazonia serían originarias de otra región, y habrían desaparecido rápidamente.

¿Qué fue lo que la indujo a pensar diferente?
En los comienzos de mi carrera no estaba interesada en la selva tropical sino en la agricultura. Sabía que los ríos Orinoco y Amazonas ocupaban llanuras inundables mayores que la del Nilo y poseían buenos suelos. Deduje que eso habría sido suficiente para el asentamiento de grupos humanos capaces de desarrollar una cultura compleja. En mi doctorado, demostré que en la región del Orinoco, gente habría practicado la agricultura en forma intensiva durante el crecimiento de la población anterior a la colonización europea. Me concentré en el estudio de las sociedades que poblaban los humedales, las vegas. A medida que fui aprendiendo más sobre las selvas tropicales y la geología de la Amazonia, noté que había diversos tipos de selvas, incluso en áreas de tierra firme, con suelos que se generaron por la erosión de los Andes, lo suficientemente buenos como para que se desarrollara de la agricultura. Esos tipos de suelos podrían cultivarse en forma intensiva, siempre que se construyeran terrazas para retenerlos o bien se utilizaran residuos orgánicos como fertilizantes, como en el caso de la terra preta [tierra negra, un  tipo de suelo oscuro y fértil de la cuenca del Amazonas, cuya expresión completa en portugués es terra preta de índio]. En el sudeste asiático, en muchas de las áreas donde surgieron culturas complejas, tal como es el caso de la etnia Jemer, hubo agricultura intensiva en la selva tropical. En la Amazonia podrían haber existido sociedades complejas en las áreas de tierra firme, dependiendo de la naturaleza del suelo y de las estrategias de siembra. Esos pueblos no talaban la selva ni la quemaban. Desarrollaron una forma de manejo agroforestal. En las llanuras inundables de los grandes ríos, tales como las de la región de Llanos de Moxos, en Bolivia, o las de los ríos Ucayali, en Perú, y Orinoco, en las Guayanas, removían y drenaban el suelo, aplanaban el terreno y hacían un uso intensivo de la tierra para la agricultura. En el interior de la selva cultivaban huertos frutales.

¿Dónde empezó a trabajar antes de venir a Brasil?
Elaboré mi tesis a partir del trabajo de campo en la región del río Orinoco, en Venezuela. Después de eso le solicité financiación al gobierno de Estados Unidos para analizar colecciones de materiales de la Amazonia conservadas en museos de América del Norte, América del Sur y Europa. Esa fue una gran oportunidad para viajar por Perú y Colombia. En mi primer viaje a Brasil, en 1980 ó 1981, tuve la oportunidad de ver en Santarém la tierra negra india y noté que ese tipo de suelo se había formado a partir de los residuos de grandes asentamientos humanos. En el Museo Americano del Indio, en Estados Unidos, en el Museo Paraense Emílio Goeldi y en el Museo Nacional, en Brasil, me topé con puntas de piedra tallada de yacimientos arqueológicos de una cultura paleoindígena [que ocupó la región entre 13 mil y 10 años atrás], algunas de ellas desenterradas por el arqueólogo Mário Simões (1914-1985). Noté que esas culturas habían perdurado en la Amazonia un tiempo mayor que el que se consignaba en los manuales.

¿Cómo llegó a realizar sus primeras excavaciones?
Eso fue posible gracias al geólogo José Seixas Lourenço, que en esa época era el director del Goeldi y estaba trabajando en Marajó. Yo le entregué una copia de mi tesis doctoral y él supuso que mi trabajo podía validar el de él, cosa que efectivamente ocurrió. Aunque Simões y yo éramos amigos, él no me habría dado permiso para excavar. Simões no clasificó a las puntas líticas como artefactos pertenecientes a paleoaborígenes: dijo que eran de una cultura arcaica, que surgió hace alrededor de 10 mil años, con posterioridad a la cultura paleoindia. En aquella época, los arqueólogos estadounidenses ejercían una cierta influencia sobre la opinión de los demás y ellos afirmaban que la única cultura paleoindígena era la de Clovis, que habitaba en la zona del estado de Nuevo México, en Estados Unidos. Sin embargo, las puntas líticas halladas en la Amazonia eran diferentes a las de Clovis. Tenían pedúnculo [un asta pequeña] y eran triangulares. Otros investigadores que estudiaron las culturas paleoindígenas en la Amazonia, en California y en Perú arribaron a las mismas conclusiones que yo. La supuesta transición desde la cultura de Clovis, cuando los humanos cazaban animales de gran porte, a la del período arcaico, cuando los individuos se alimentaban de plantas y peces, nunca sucedió. Constatamos que en las áreas ribereñas y costeras los humanos nunca cazaron grandes animales, sino que cultivaban un amplio espectro de especies forrajeras. Arqueólogos tales como el brasileño Oldemar Blasi [1920-2013] y el estadounidense Wesley Hurt [1917-1997], que habían trabajado en Lagoa Santa, estado de Minas Gerais, ya lo sabían. Lo que nosotros detectamos no era muy diferente a lo que otros habían hallado. Una mirada a la serie completa de las culturas de la Amazonia nos permitió obtener un mejor encuadre del modo en que se produjo la ocupación de la región y comprender cómo vivían los paleoaborígenes en otras regiones del continente.

¿Había diferencias entre el modo de vida de los paleoindígenas de la Amazonia y los de otras zonas de lo que actualmente es Brasil?
No. Se alimentaban de peces pequeños, frutos y aceites de palmeras como el murici, o de chauchas de leguminosas como el guapinol. También consumían animales pequeños. Les encantaban las tortugas.

Las sociedades complejas de la isla de Marajó serían comparables a las del comienzo de la cultura egipcia

¿Fue importante comenzar los estudios por las colecciones de los museos?
A partir de esas colecciones aprendí mucho. En la de Harvard había conchas y cerámica recolectadas en Brasil en la década de 1870 por el geólogo canadiense Charles Hartt [1840-1878]. Él y Pereira Penna habían descrito sambaquíes o concheros amazónicos del período arcaico. Recurrí a esas conchas para datar el sambaquí de Taperinha, en las cercanías de Santarém, antes de viajar allá. El cálculo arrojó una edad de 6 mil años. Cuando excavamos el sector más profundo de Taperinha, que tiene más de 6 metros de espesor, hallamos cerámicas más antiguas. La cerámica que se encontró en Pedra Pintada, en el municipio de Monte Alegre (Pará), tenía alrededor de 7.500 años de antigüedad, casi 500 años más que la más antigua de Taperinha. Mi objetivo inicial era excavar en esa región, que albergaba otras culturas. Ahí había material de paleoindígenas y cerámicas del período arcaico. Estas cerámicas, por cierto, representan una forma de adaptación completamente nueva y aportaron datos para la comprensión de la ocupación primitiva de América. E indican que los asentamientos humanos asumieron muy pronto labores sedentarias, al tornarse dependientes de una alimentación basada en peces y moluscos.

Ese fue el lugar más importante en el que trabajó en la Amazonia, ¿cierto?
Allá fue donde detectamos la presencia de paleoaborígenes en la Amazonia. El material arqueológico hallado también retrata una secuencia completa de las culturas que en el pasado habitaron la región.

¿Qué es lo que revela esa secuencia de culturas?
Es demostrativa de un dinamismo y creatividad colosales. Hay ejemplos de arte monumental desde los primeros momentos. La mayoría de las pinturas son de un tamaño de más de un metro y varios murales tienen muchos metros de extensión. En Serra da Lua son 500 metros de pinturas. En la caverna de Pedra Pintada y en Painel do Pilão, en Monte Alegre, junto a mi alumno Chris Davis hallamos pigmentos de pintura en las capas más antiguas. Las pinturas constituyen el primer registro que dejaron esos pueblos. De acuerdo con la tesis doctoral de Davis, una de ellas configura un observatorio solar, de importancia para saber en qué período del año estaban. Ese mural es el observatorio solar más antiguo que se conoce en todo el planeta, y se dató en 13 mil años de antigüedad, al comienzo del período paleoindígena, un grupo que permaneció en la región entre mil y 2 mil años. En Marajó, la tradición de pintar cerámicas comenzó al inicio de la era cristiana y, en el pueblo Shipibo, en Perú, perdura hasta nuestros días. Ellos eran curiosos e inteligentes. Desde los primeros paleoindígenas hasta las culturas actuales, los peces pequeños siempre fueron una parte importante de su alimentación, aparte de los frutos de diversas palmeras y de otros tipos de árboles. Ellos hacían un uso inteligente de la selva y aún siguen haciéndolo. En algunos sitios cultivaban los humedales de manera intensiva, producían maíz y otros cultivos. Simultáneamente, plantaban árboles que producen frutos más nutritivos, tales como los de las palmeras, el pequi o nuez souari (Caryocar brasiliensis) y el castañero de monte (Bertholletia excelsa), y producían mucha comida. De esa forma se puede producir mucho más alimento y por más tiempo que cultivando soja o criando ganado.

¿Cómo fue su trabajo en Marajó?
Analizamos varias terrazas. Algunas habían sido asentamientos familiares y no solo centros ceremoniales. Había fogones y desperdicios. Al final del siglo XIX, los alumnos de Hartt ya estaban al tanto de eso. Con todo, los arqueólogos del comienzo del siglo XX no utilizaron esa información. Las excavaciones revelaron que un gran asentamiento humano habría vivido durante casi un milenio en Marajó.

En su libro Moundbuilders of the Amazon, usted describe a ese pueblo como parte de una civilización en cierta forma similar a otras civilizaciones occidentales como la egipcia. ¿Cuáles son sus semejanzas?
Las sociedades complejas de Marajó serían comparables a las del inicio de la cultura egipcia o a las primeras sociedades complejas de Medio Oriente, como la de Çatalhöyük, en Turquía. Lo que actualmente denominamos cultura egipcia resulta de una combinación de milenios de desarrollo. Las sociedades complejas iniciales existieron mucho antes que las primeras dinastías de faraones, que construyeron las pirámides. Sus similitudes con la cultura marayó van en ese sentido. También serían similares a las culturas primordiales de México, de Perú o de Asia. Ellas pasaron por etapas análogas de adaptación y desarrollo. Construían monumentos ceremoniales, aunque variaba la forma en que organizaban los asentamientos. En Marajó, por ejemplo, hay más sitios –y mayores– que en los de la cultura Çatalhöyük.

Archivo personal de Nelsí Sadeck Anna Roosevelt en compañía de alumnos de arqueología en SantarémArchivo personal de Nelsí Sadeck

¿Qué fue lo que la impulsó a viajar al sur de Pará luego de haber trabajado en Marajó y en Santarém?
Fui allá para investigar lo que habría ocurrido con la cultura de los paleoindígenas en áreas interfluviales [zonas de tierra firme entre los ríos]. Un piloto de avión interesado en la arqueología llevó la foto de una punta lítica al Museo Goeldi y uno de mis colaboradores allá, el arqueólogo Mauro Vianna Barreto, actualmente investigador de la Universidad Federal de Pará [UFPA] me la envió. Se trataba del mismo tipo de punta lítica que yo había hallado en Pedra Pintada. Hice averiguaciones y descubrí que estaba en poder del dueño de un hotel en Castelo dos Sonhos (Pará), en la región del Xingú. Él me dio el nombre de un antiguo minero llamado Waldemar, que era quien la había encontrado.

¿El minero la ayudó?
Fuimos a visitarlo con la arqueóloga Maura Imazio da Silveira, una antigua amiga mía que trabajaba en el Museo Goeldi. Le pregunté si él había encontrado algún objeto de madera o de paja que pudiera haberse preservado en el agua. Él me dijo: “Espere un minuto. Quiero mostrarle algo”. Regresó con una pieza de madera que parece haber sido parte de un arpón y se había conservado en el agua. Ese fue uno de los momentos más emocionantes de mi trayectoria. Enseguida supuse que aquella punta lítica formaría parte de un arpón. La misma data de una época en que el enclave arqueológico Curupité estaba constituido por los rápidos de un río y probablemente la usaban para atrapar peces durante la piracema (la migración río arriba que algunos peces realizan para desovar).  En la actualidad, esa área se encuentra sumergida a 12 metros de profundidad. Waldemar abordó un pequeño avión conmigo y con Da Silveira y sobrevolamos la región en donde la había hallado, en el río Curuá. Marcamos las coordenadas del sitio en el GPS y luego regresamos a ese lugar en barco. La segunda vez que fuimos allá, Ney, el yerno de Waldemar, buceó con nosotros y nos mostró dónde habían hallado la punta lítica.

¿Volvieron a ir a Curupité? ¿Hallaron algo más?
En efecto, fuimos otras veces y debemos ir nuevamente. Trazamos un buen mapa de ese yacimiento arqueológico subacuático, pero necesitamos excavar para entender mejor a la cultura que vivió ahí. Curupité es importante porque revela que existen yacimientos sumergidos en la Amazonia, significativos porque los materiales se han preservado en buen estado. También podrían existir sitios arqueológicos de paleoaborígenes en la región del río Negro, en el estado de Amazonas. Tiempo atrás, integrantes de etnias actuales le entregaron puntas líticas halladas en esa región a la geóloga Elena Franzinelli, de la Universidad Federal de Amazonas. Son puntas similares a las de Curupité. Necesito contar con la colaboración de oceanógrafos para poder estudiar la región. Una de las cosas interesantes acerca de la historia cultural amazónica es que en ciertos lugares, las mujeres parecían ser más importantes que los varones como gobernantes, tal como relató el misionero español Gaspar de Carvajal (1500-1584). Por ejemplo, en el arte monumental de Marajó hallé solo una imagen masculina representada. La mayoría de las figuras son femeninas.

¿Existen indicios de que las mujeres tenían un rol importante en esas culturas?
En las primeras sociedades complejas era común que las mujeres tuvieran preeminencia. En Egipto, algunas de las primeras dinastías eran matrilineales y el gobierno a menudo lo ejercían dos personas: un hombre y su madre, la reina madre. A eso lo denomino gobierno dual, que también existió en muchos reinos africanos de las regiones tropicales durante el período colonial. Una sociedad amazónica actual, los shipibos, de Perú, representa en sus cerámicas a las mujeres con vestimenta y pinturas ornamentales propias de los chamanes. Se trata de una cultura matrilineal con la mujer como jefa de la casa de la familia, según describe Ronald Weber. En tanto, en el río Negro, la mayor parte de las sociedades es patrilineal. No obstante, en entrevistas con antropólogos, varios de los pueblos actuales del río Negro refieren ser descendientes originales de una sociedad comandada por mujeres que habría habitado en una gran isla en el delta del Amazonas. Para mí, esa isla es Marajó.

¿Por qué Marajó?
Esas culturas representan en sus cerámicas y pinturas a la anaconda, el espíritu animal de la “chamana”. Hay una hipótesis que sostiene que los pueblos de las zonas de la Amazonia con suelos pobres, tales como los de las cercanías del río Negro, formaron, por razones desconocidas, sociedades patriarcales. Sin embargo, a lo largo de la vega del Amazonas las culturas son matriarcales, tales como las de los antiguos pueblos que habitaron Marajó y los shipibos, que aún hoy viven en las llanuras de inundación del río Ucayali, en Perú, un afluente del Amazonas. Las mujeres cumplieron un papel más importante en las regiones de humedales que en otras áreas. En el siglo XVII, el misionero jesuita Samuel Fritz (1654-1728) reportó la existencia de un pueblo con tradición policroma [que pinta sus cerámicas de rojo, blanco y negro] en Amazonas, en el cual las mujeres fabricaban esas cerámicas. Fritz indagó acerca del significado del patrón de pintura, el mismo que se observa en Marajó, y le dijeron que era la anaconda. Las mujeres de la etnia Shipibo dicen que los patrones que figuran en los grandes jarrones representan a la mujer chamana. Ellas la denominan la gran anaconda. En la cultura marayó, las imágenes muestran a mujeres con vestimentas y pertrechos de chamán. Además, las casas se construyen alrededor de fogones, lo que sugiere que serían sociedades matriarcales. En esas comunidades, las familias estaban formadas por la madre, nacida en el lugar, y por su marido proveniente de afuera. Las hijas crecían cocinando junto a su madre, por eso los fogones están juntos. En las sociedades patrilineales, como es el caso de las del río Negro, los fogones se encuentran separados, porque las mujeres no están emparentadas.

No encuentro evidencias de ocupación humana anterior a 13 mil años de antigüedad en América del Sur

¿Las mujeres también eran influyentes entre las comunidades ancestrales de otros lugares del mundo?
No. En las sociedades primitivas de Grecia, las sepulturas de las mujeres eran más ricas que las de los varones. Eso es un signo de que eran más pudientes. Es común que en ciertas fases del desarrollo de las distintas culturas las mujeres fueran más preeminentes. Pero cuando surgieron los imperios y el militarismo se torna importante, los varones asumieron un rol predominante.

Su educación recibió el influjo de las mujeres de la familia. ¿Qué aprendió con ellas?
Yo aprendí con las mujeres de la familia y con las sociedades regidas por mujeres o por dúos de hombres y mujeres que estudié. Me criaron en un matriarcado. Mi abuela paterna, Eleanor Butler Roosevelt [1888-1960], era la jefa de la familia. Ella y mi madre quedaron viudas muy pronto y entonces vivieron juntas. También estaban mis dos hermanas y yo. Mi abuela era muy inteligente y moderada, dirigía todo en silencio. Mi tío y el hombre que cuidaba la propiedad en donde vivíamos eran receptivos al liderazgo femenino. Más tarde, cuando leí sobre la cultura ashanti, de Ghana, supe que los hombres respetaban mucho a la reina madre. Pero el matriarcado puede llegar a ser severo. Hice una revisión de la literatura al respecto del pueblo Warao, de Venezuela, las Guayanas y Surinam, que viven sobre palafitos y tienen descendencia matrilineal. En esa sociedad, los varones vienen de otros grupos a casarse con las hijas, y pueden llevar una vida difícil. Se dan casos de abusos de parte de las esposas hacia los varones jóvenes. Es frecuente que los lleven a consultas médicas en centros sanitarios porque golpeados duramente. No todo lo que hacen las mujeres es maravilloso. No obstante, ellas presentan una menor tendencia al abuso de sustancias, lo que les permitiría tomar decisiones mejores. Según ciertos estudios, ellas también suelen ser menos violentas, si bien son combativas.

¿Tiene planes de regresar a Brasil?
Pretendo realizar excavaciones en el yacimiento paleoindio subacuático de Curupité y en el sitio arqueológico de Guajará, en la isla de Marajó. En este último, hay cementerios bien preservados. No obstante, quiero ir primero a Curupité. La minería podría estar alterando demasiado el ambiente y poniendo en riesgo ese sitio. También me gustaría trabajar en el río Negro, pero eso requeriría de la colaboración de un oceanógrafo con un barco y, tal vez, un submarino. Ahí una no puede bucear porque es un sitio muy profundo. Además, el arqueólogo Alexandre Guida Navarro, de la Universidad Federal de Maranhão, me invitó a explorar las aldeas de palafitos que existieron en Maranhão. Empero, antes de eso tengo que viajar a África para realizar entrevistas e iniciar excavaciones en el Congo. Allí existió una cultura denominada sangoense que, en mi opinión, fue la primera cultura del hombre moderno, el Homo sapiens sapiens [ese pueblo elaboró herramientas de piedra y vivió aproximadamente entre 130 mil y 50 mil años atrás, diseminándose por toda el área tropical de África en aquella época]. Se trata de una cultura asociada a la selva tropical. Las teorías que afirman que en aquella región las selvas se habrían transformado en sabanas no están correctas. No hay evidencias de que hayan existido sabanas en la cuenca del río Congo en el Pleistoceno, el período geológico comprendido entre 2,58 millones y 11.700 años atrás. Las herramientas líticas fabricadas por esa cultura fueron halladas sumergidas y los materiales orgánicos estaban bien conservados. Me propongo excavar en un sitio cercano a la frontera con Angola. Si encuentro objetos de madera o restos de plantas bien conservados podría tener una idea acerca de cómo era el ambiente en que vivieron y las herramientas que utilizaban.

¿Cuánto tiempo hace que trabaja allá?
Desde 1997. Lo que deduje de las excavaciones en Pedra Pintada me llevó a poner en duda la hipótesis del surgimiento de los seres humanos primitivos en las sabanas del Pleistoceno. Me interesa la arqueología ambiental y noté que la mayoría de las conclusiones al respecto del ambiente durante el surgimiento humano en África eran erróneas. Por eso decidí trabajar allá para revisar esa teoría. En el continente africano puse en práctica una lección que aprendí en la Amazonia: se necesita reparar en las sociedades actuales para poder entender a las antiguas, y viceversa. Se afirmaba que los pueblos indígenas de las selvas tropicales eran primitivos, vivían gracias a una agricultura de supervivencia y que no habían desarrollado una civilización. Atisbé en la prehistoria y eso es diferente. En la Amazonia aprendí que la conquista de la región por los europeos y el establecimiento de gobiernos basados en la cultura europea alteraron la forma de vida de los nativos. Allí, la gente no solo tuvo que adaptarse al ambiente. También tuvieron que adaptarse a los eventos y a los procesos históricos y políticos.

A propósito, ¿en cuáles museos o instituciones se conservan los artefactos que halló enterrados en la Amazonia? ¿Otros científicos tienen acceso a ellos?
La mayor parte de lo que recolectamos en las excavaciones son restos biológicos pequeños, carbonizados y rotos. Los museos brasileños no deseaban adquirirlos. Resultan de utilidad principalmente para la identificación de especies y para dataciones. La mayoría del material cultural de nuestras excavaciones en Santarém fue a parar a un museo local. Algunos elementos se los quedó la arqueóloga Denise Schaan (1962-2018), de la UFPA. Eran pequeños trozos de cerámica y fragmentos líticos producidos cuando los humanos fabricaban herramientas de piedra. Excavamos fundamentalmente donde depositaban desperdicios. Escuché decir que las termitas arrasaron las etiquetas y las cajas con ese material en el museo de Santarém. En Chicago conservo carbones, huesos de animales y astillas de los trozos de cerámica que fueron a parar a la UFPA. Las puntas líticas de Pedra Pintada se encuentran en el Museo Goeldi, al igual que los escasos trozos de cerámica con decorados ornamentales hallados en Taperinha. Inicialmente, el material de la cultura marayó quedó guardado en una sala del Museo Goeldi en la Rocinha [donde se encuentra la sede administrativa del museo]. Las piezas enteras aún están allí. Un director del museo me pidió que sacara las piezas pequeñas y rotas porque no tenían lugar para guardarlas en sus instalaciones. En el museo, ese material terminó por ser depositado en un anexo externo, al cual los visitantes solo ingresaban en algunas ocasiones. Luego los trasladamos a un depósito que alquilé en Santarém, junto a la familia de Wilton Hagman, el propietario del lugar donde se encuentra el yacimiento arqueológico de Taperinha, y más tarde los llevamos a la Universidad de Illinois, en Chicago. Los científicos tienen libertad para ir a estudiar ese material, aunque solamente Alexandre Guida Navarro y José Oliver hayan venido a ver esas piezas. Sé que algunos investigadores visitaron las colecciones en Belém.

Hay indicios de ocupación humana hace 25 mil años en lo que hoy es Mato Grosso y hace 15 mil años en Serra da Capivara, en el estado de Piauí. ¿Qué piensa de esas dataciones? ¿Qué podrían revelar acerca de la ocupación del continente?
Las fechas más antiguas no son de materiales que provengan con seguridad de una cultura material [objetos hechos o modificados por seres humanos]. Para mí, el material lítico no constituye herramientas. No veo evidencias de ocupación humana en América del Sur anterior a 13 mil años atrás.

Las nuevas tecnologías, tal como es el caso de la genómica, ¿son útiles para la arqueología amazónica?
Hace más de 10 años se hizo el análisis de ADN de una muestra de mil años proveniente del bajo Amazonas. Ese fue uno de los hallazgos en América que revelaron una gran diversidad genética en el período prehistórico. Los datos previos indicaban que la genética de los grupos actuales de la Amazonia y de otros lugares de América era uniforme y que habría escasa diversidad. En aquella época, se planteó la hipótesis de un cuello de botella poblacional en el estrecho de Bering. Habrían sido pocos los individuos que habrían logrado atravesarlo arribando a América. Sus descendientes se habrían diseminado posteriormente por el continente, dejando una huella genética de baja diversidad. Cuando surgió esa hipótesis, aún no se había extraído material genético de osamentas antiguas. Ahora sabemos que esa teoría no es correcta. El material genético de los pueblos paleoamericanos que vivieron hace unos 12 mil años y el de los pueblos del yacimiento arqueológico de Windover, en el estado norteamericano de Florida, datado en alrededor de 6 mil años, muestran que la diversidad es similar a la que se observa en el nordeste de Asia, de donde provienen los primeros seres humanos que llegaron a América. Esa diversidad ya no se detecta en los grupos de aborígenes actuales. El verdadero gollete poblacional se produjo en 1492, con la llegada a América de los europeos. Es común que los científicos atribuyan el desarrollo de comportamientos y características culturales indígenas a la influencia de la naturaleza, pero ello puede ser un resultado de la interacción humana.

Usted es bisnieta del presidente estadounidense Theodore Roosevelt (1858-1919), quien participó en dos expediciones a la Amazonia. ¿Visitó los lugares en los que él estuvo?
No. La primera expedición suya se dirigió más hacia el sur y la segunda, más hacia el sudoeste de donde yo estuve. Cuando leí sobre su segundo periplo, me juré a mí misma que mis excavaciones jamás terminarían con alguien muerto [en la expedición al río Dúvida, en 1914, una persona murió ahogada y otra asesinada; y una tercera se perdió]. Su expedición no estuvo muy bien organizada. Él cayó enfermo y se puso sentimental; y llegó un punto en el que le dijo al grupo que continuara sin él. Eso me parece narcisista. Es bueno tener personalidad, pero no se puede ser narcisista en el contexto de una excavación.

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