Una nueva propuesta de reforestación con árboles nativos concebida por investigadores del Departamento de Ingeniería Forestal de la Universidade Federal de Viçosa (UFV), en el estado brasileño de Minas Gerais, está poniéndose a prueba en la zona afectada por el desastre socioambiental causado en 2019 por la ruptura de la represa de relaves de la compañía minera Vale en la localidad de Brumadinho, en el Área Metropolitana de Belo Horizonte, la capital de dicho estado. Otras tres áreas cercanas a embalses mineros en la región están siendo evaluadas para la implementación de esta técnica de manera experimental. Y lo propio sucede en los alrededores de la Central Hidroeléctrica de Belo Monte, en Altamira, estado de Pará.
La referida técnica, que ha sido llamada “Rescate del ADN e inducción de la floración precoz en especies forestales nativas”, utiliza hormonas e injertos preparados específicamente para cada especie de árbol. Hace tres años se presentó por la misma una solicitud de patente que quedó registrada en el Instituto Nacional de la Propiedad Intelectual (INPI), y a su vez generó un artículo que salió publicado en la revista científica Annals of Forest Research, en marzo de 2020. “Árboles tales como el lapacho amarillo [Handroanthus albus] o el jequitibá rosa [Cariniana legalis], que demorarían de ocho a diez años en convertirse en adultos, con esta técnica, les toma un año florecer”, informa el ingeniero forestal Gleison dos Santos, docente de la UFV y responsable de la investigación. Un árbol se considera adulto cuando alcanza su edad reproductiva, es decir, cuando florece, generando flores, frutos y semillas.
El trabajo comienza con una visita de los ingenieros forestales a la zona afectada para realizar un reconocimiento de las especies autóctonas e identificar a los ejemplares que no sobrevivirían a los daños, que en el caso de Brumadinho son producto del lodo con residuos de mineral de hierro. El paso siguiente consiste en recolectar ramas de la copa de los árboles y trasladarlas al vivero de la UFV, donde se las injerta en partes de la raíz o el tallo de otros árboles de su misma especie o de la misma familia, produciendo copias de los árboles injertados, es decir, clones.
En este proceso, se somete a la planta a la aplicación de un conjunto de hormonas reguladoras del crecimiento preparadas específicamente por la UFV para cada familia de árboles autóctonos y que aceleran la transición de la planta juvenil a su etapa adulta. “Esta es la fase más difícil del proceso, pues requiere un ajuste de las dosis y de las épocas de aplicación. Cada especie tiene su propia receta”, explica el ingeniero forestal Luis Eduardo Aranha Camargo, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP), quien no participó de la investigación.
Posteriormente se procede a la introducción de los clones en el sitio que se desea reforestar. La floración de los árboles atrae a insectos, abejas, colibríes, roedores y otros polinizadores y dispersores de semillas que, a su debido tiempo, darán sus frutos. “A partir de este momento, el ecosistema puede considerarse restaurado”, dice Dos Santos.
El injerto, una técnica que une una parte de una planta a otra para lograr un mejor desarrollo, es algo habitual en la agricultura, cuya aplicación está muy difundida en la horticultura, en la fruticultura y en la producción de árboles de gran interés comercial, como los eucaliptos y los pinos. En estos casos, por lo general, el objetivo es propagar ejemplares genéticamente superiores para que florezcan precozmente, acelerando los cruzamientos.
Sin embargo, el trabajo de la UFV es innovador porque aplica la técnica en especies arbóreas nativas en peligro de extinción, que requiere de estudios para entender la afinidad entre el “caballo” [pie, patrón o portainjerto] y la rama o gajo del árbol que se clonará, que se le denomina “jinete” [púa o injerto]. Esta es la forma en que los botánicos, agrónomos e ingenieros forestales denominan a las partes de los árboles que desean preservar. Los tejidos del pie y del injerto se unen y, así, la transmisión de agua, sales minerales, compuestos fotosintetizados y características fisiológicas se producirá con normalidad.
Tradicionalmente, los ingenieros forestales son proclives a plantar brotes de árboles autóctonos como una manera de recuperar ecosistemas afectados por la actividad humana, los incendios u otras catástrofes. A menudo, esos plantines provienen de viveros de otras regiones en las que la especie también es nativa. Con todo, estas plantas traídas de afuera necesitan adaptarse al nuevo ecosistema, algo que no está exento de riesgos, incluida su muerte prematura.
El ingeniero forestal Raul Firmino dos Reis, analista ambiental de Vale, destaca que, al introducir un clon generado a partir del material genético rescatado de los árboles que crecen en el área afectada, la técnica desarrollada en Viçosa tiene el potencial de reducir el riesgo de adaptación de la nueva planta. “El clon lleva el genoma del árbol matriz, que tiene un historial de adaptación a ese ecosistema específico. Es más apto para defenderse contra las plagas y parásitos de la microrregión y está adaptado al ciclo local de lluvias y sequía”, dice Firmino Dos Reis.