léo ramosDurante los últimos 20 años, el bioquímico Bruce Alberts ha ocupado destacados cargos en instituciones académicas de Estados Unidos que lo apartaron un tanto de su rutina de investigador acostumbrado a estudiar proteínas y genes y lo llevaron a canalizar sus esfuerzos hacia otra de sus pasiones: la enseñanza y la divulgación de las ciencias. El comienzo de este giro profesional ocurrió en 1993, cuando aceptó la invitación para asumir la presidencia de la Academia Nacional de Ciencias (NAS, según su sigla en inglés) en Washington. El nuevo empleo lo obligó a cerrar su laboratorio de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), donde trabajaba desde 1976. En principio, la estadía en la capital estadounidense duraría seis años. Pero el entusiasmo por el trabajo al frente de la NAS lo motivó a permanecer en el cargo durante 12 años. Alberts fue uno de los responsables de la creación e implementación en 1996 de los National Science Education Standars, un conjunto de directrices para la enseñanza de las ciencias adoptado por las escuelas primarias y secundarias de Estados Unidos. “Enseñamos ciencia en las escuelas como si fuera un dogma. No explicamos de dónde provienen los hechos o las ideas. El alumno es impelido tan sólo a memorizar términos”, afirma el bioquímico.
En 2005 Alberts dejó la jefatura de la NAS y retornó a la UCSF como profesor emérito. Tres años después, otra invitación lo condujo nuevamente a Washington, donde asumió el cargo de editor en jefe de una de las más respetadas revistas de divulgación científica, el semanario Science. Esta vez no cambió definitivamente la costa oeste por las vecindades de la Casa Blanca. Desde 2008 pasa generalmente una semana por mes en la oficina central de la revista Science en la capital estadounidense y realiza el resto del trabajo en San Francisco, vía e-mail.
Edad |
74 años |
Especialidad |
Bioquímica y política para la enseñanza de la ciencia |
Formación |
Universidad Harvard (título de grado y doctorado) |
Institución |
Profesor emérito de la Universidad de California en San Francisco y editor en jefe de la revista Science |
El bioquímico, quien también ejerce el cargo de enviado para asuntos de ciencia del presidente Barack Obama, estuvo en Brasil entre el final de julio y el comienzo de agosto. Participó en un congreso en Río de Janeiro, visitó universidades y brindó charlas públicas. En São Paulo realizó una concurrida presentación en la sede de la FAPESP. En la presente entrevista, Alberts se refiere al trabajo en la revista Science, a la enseñanza de ciencias y a los desafíos de la excelencia en la investigación científica.
¿Qué es lo vuelve a un artículo científico interesante para su publicación en la revista Science?
Existen clases extremadamente diferentes de buenos papers [artículos científicos]. En lo que a mí respecta, publiqué la mayor parte de mis trabajos en bioquímica en el Journal of Biological Chemistry, porque se trataba de artículos que mostraban, paso a paso, la purificación de proteínas. Hay mucha ciencia relevante que no es apropiada para las revistas Science o Nature. Los artículos para esas grandes revistas son raros, deben constituir el resultado final de una sumatoria de pasos y concitar el interés de un gran número de científicos. Debo haber publicado unos 200 papers y quizá unos tres o cuatro en Nature o en Science. Considero que los otros papers eran buenos, pero constituían sólo un paso rumbo al conocimiento. La biología es algo complejo. Uno progresa caracterizando una proteína por vez. Cuando uno lo publica, no conoce cómo se integrará con otros conocimientos para resultar en algo mayor. Los papers de Science y de Nature deben ser de utilidad para mucha gente y tratar sobre algún concepto fundamental, y no tan sólo del descubrimiento de una nueva proteína. En Science aceptamos un 5% de los papers que nos remiten. Hay mucha gente que nos envía papers totalmente inapropiados. Existe mucha presión por publicar en revistas de alto impacto.
¿La publicación de papers en revistas de alto impacto puede ser una buena manera de evaluar la excelencia de una investigación?
En mi opinión, utilizar el factor de impacto de las revistas como un criterio de medida resulta ridículo. Mide el impacto de la revista. Necesitamos algo que brinde una idea del impacto de los papers. Siempre es factible que se publique un artículo que nunca será citado por nadie en una revista con alto factor de impacto. Me gustaría que la gente tuviera más en cuenta el número de descargas de un artículo. Eso brinda una noción mucho más rápida del interés que concita un trabajo. Es algo muy simple de medir hoy en día. Además, los índices de citas de artículos en algunos campos del conocimiento, tales como el cáncer y la inmunología, pueden ser altos, unos citan a otros, pero la mayoría de los trabajos publicados es basura. Todo paper cuenta con un sitio adecuado donde publicárselo, dependiendo de su contenido. En Inglaterra tenemos actualmente profesores de biología que leen las revistas científicas y separan lo que creen que es valioso. Apoyo este tipo de iniciativa. No debemos preocuparnos demasiado con la revista en que publicamos. Necesitamos formas más eficientes para el reconocimiento de los buenos artículos. Yo apoyo el sistema adoptado en Estados Unidos. Cuando un investigador puede ser ascendido o en camino a ser evaluado, le solicitan separar los cinco trabajos más importantes que realizó. Ésa es su contribución a la ciencia. De esa manera, estamos en condiciones de leer los cinco trabajos y evaluar al postulante. Pero no es posible hacerlo si me entregan 80 artículo. En ese caso, todo lo que puedo hacer es ver dónde fueron publicados los artículos. Harold Varmus [Premio Nobel de Medicina en 1989] está intentando cambiar esa mentalidad en los National Institutes of Health (NIH). El Instituto Howard Hughes y varios más ya utilizan esta otra forma de evaluar. Creo que es muy importante pensar en cómo evaluamos la ciencia. Tengo un amigo físico en la Academia Francesa de Ciencias que está en China haciendo docencia y se sorprendió al notar que la gente allí está publicando muchos papers, pero los trabajos son de escaso valor. Ellos hacen eso porque existe una presión por publicar muchos trabajos. No están interesados en hacer buena ciencia, sino en contar con la mayor cantidad posible de papers publicados. Quieren publicar mucho. Hacen siempre lo mismo, modifican un detalle del trabajo, mencionan cosas sin importancia. Sería bueno que Brasil cuente con un sistema más sofisticado para medir la producción científica, algo que tenga sentido. No hagan lo que hace China.
¿Cuál es su impresión al respecto de la ciencia brasileña?
Ya visité varias veces Río de Janeiro. Aunque, antes de esta visita, solamente había estado en São Paulo hace 40 años. Estuve ahora en Río en un congreso de biología celular durante alrededor de una semana y visité la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y la Universidad de São Paulo (USP). También conozco la producción científica brasileña por artículos en Science y en otras revistas. La ciencia brasileña realmente está creciendo desde hace un tiempo. Embrapa, por ejemplo, tiene fama mundial por los desarrollos en el área de la agricultura. En el sector energético, Brasil es el mejor en la producción de etanol de caña de azúcar. En muchos aspectos, el país está evolucionando muy bien. La producción de vacunas en la Fiocruz, en Río de Janeiro, donde están construyendo una nueva fábrica, es realmente impresionante. Por suerte, ustedes cuentan con buenos líderes científicos que ocupan posiciones destacadas. Me topé con rectores de universidades que me impresionaron. Ustedes cuentan con un buen sistema de investigación. Estuve en la India, por ejemplo, donde los rectores de las universidades estaduales son designados por el gobernador, que cambia cada cinco años. No se los elige en forma correcta. Claro que también hay problemas en Brasil. Los investigadores logran un empleo y se quedan en la misma universidad para siempre, a veces sin un sistema de evaluación. Supe que la Unicamp halló una manera para subsanar ese inconveniente. Se trata de una universidad nueva, que puede contratar personal durante cargas horarias cortas, tales como 12 horas semanales. De cualquier modo, Brasil cuenta con una gran capacidad, las instalaciones están siendo mejoradas y están sucediendo muchas cosas. Hay gran cooperación entre los laboratorios y los jóvenes estudiantes están entusiasmados con la ciencia.
Luego de un debate de meses sobre el riesgo de fomentar el bioterrorismo, Nature y Science publicaron recientemente los artículos de dos grupos de investigadores que habían creado versiones modificadas del virus de la denominada gripe aviar (H5N1) que podrían transmitirse por el aire de un mamífero a otro. ¿Usted cree que la publicación de los papers fue una buena solución para descomprimir la situación?
En ese caso creo que lo fue. No considero que el virus sea tan peligroso. Hubo mucha confusión cuando comenzó todo. Constituyó un test de estrés para el sistema de publicaciones y observamos que éste no funcionó. Ahora debemos hallar un sistema mejor. Por lo demás, no sería realmente posible evitar que la información tome estado público. El virus era originario de Indonesia y había científicos de ese país que contaban con la información sobre la mutación descrita en los papers. Debemos pensar en un sistema internacional que prevenga este tipo de coyuntura. Espero que alguien se esté ocupando de ello. Tengo la certeza de que en el futuro, en un lapso de cinco años, aparecerá algún caso serio de ese tipo. Necesitamos estar preparados para eso. Los empleados del NIH, de la Academia Nacional de Ciencias, los que lidian con el terrorismo, todos creen que eso va a suceder algún día.
¿Qué opina sobre las publicaciones que adoptan el sistema de acceso abierto y gratuito para todos los artículos científicos?
Existen varios modelos de publicación. Está el denominado gold open access. En ese sistema el investigador paga por el costo de publicación del artículo en una revista y el acceso al trabajo es inmediato y gratuito para todos. El problema reside en que los científicos de algunos países, como por ejemplo los de Sudáfrica, no pueden pagar para la publicación de sus artículos. Entonces ese modelo no siempre será bueno para todos los casos. Este sistema tampoco funciona para Nature, Science y otras revistas muy selectivas. Si adoptáramos ese modelo, el costo para publicar un artículo en la Science sería de un valor cercano a los 20 mil dólares. En la revista debemos evaluar 20 artículos para elegir solamente uno. Eso tiene un costo. Contamos con 23 científicos de alto nivel, que son editores en Science y trabajan analizando artículos. Alguien debe pagarles el sueldo. No obstante, existe otro modelo que, creo, Science podrá fomentar. Se trata del green open access. Mediante este sistema, todos los artículos resultan gratuitos y abiertos luego de los seis meses posteriores a su publicación. El Wellcome Trust de Inglaterra apoya este modelo, que nos permite comercializar suscripciones para las bibliotecas y no tener que cobrarles a los autores para publicar. Además, siempre habría maneras de hacer un acceso inmediato y gratuito para los países en desarrollo. Cuando era presidente de la Academia Nacional de Ciencias, eso fue lo que hicimos.
¿Qué pensó usted del boicot que algunos científicos realizaron contra la editora científica Elsevier?
El problema de Elsevier reside en que uno cuenta con dos alternativas: compra el acceso a todas las revistas o a ninguna. Para contar con las revistas que uno quiere, debe adquirir también las que no necesite, y entonces es caro. Eso no es razonable. El dilema es el siguiente: si instituimos modelos tales como el gold o el green open access, muchas revistas desaparecerán. Son tan pobres que nadie se tomará la molestia de aguardar seis meses para leerlas en el caso del green access. Serán sustituidas por revistas tales como PLoS One. Creo que Elsevier posee muchas revistas en esa situación.
¿Por qué se retirará de Science en marzo del año que viene?
Tenía un acuerdo para trabajar durante un período de cinco años. Cesaré en marzo o abril, así que tendremos un reemplazante. Estoy envejeciendo. No quiero quedarme otros cinco años en Science. Vivo en San Francisco y tengo que viajar una semana por mes a Washington [para editar la revista]. Aparte, tengo mucho trabajo vía e-mail.
Cambiando de tema, ¿usted cree que los científicos son buenos comunicadores de la ciencia?
Algunos sí. Aunque muchos les reclamamos porque redactan resúmenes de sus trabajos que nadie comprende. Soy biólogo y leo resúmenes de artículos de biología que no entiendo, donde encuentro palabras de tres letras que ellos no explican de qué se trata. Eso es desalentador. Los científicos son tan ceñidos que no perciben que nadie entiende todas las palabras. Debemos hacer un mejor trabajo y perfeccionar la educación científica. La idea no es mía, pero apoyo la propuesta de que todo alumno de doctorado tenga que redactar un resumen de dos páginas de su tesis que hasta su abuela pueda comprender antes de lograr la aprobación. Esa idea es magnífica. Los científicos necesitan salir de su mundo. Estoy instaurando eso en algunas universidades, tales como la de Manchester, en el Reino Unido. Harvard no lo hace… No creo que el emprendimiento científico pueda sobrevivir si la comunicación no resulta buena. El público tiene que entender qué es la ciencia para poder apoyarla. Enseñamos ciencia en la escuela como si fuera un dogma. No les explicamos de dónde provienen los hechos y las ideas. El alumno tan sólo es impelido a memorizar palabras. En la revista Science he intentado modificar el modo de percibir la educación científica, redefinirla. Nuestro primer objetivo es lograr que la gente comprenda la ciencia, mostrar de dónde procede el conocimiento, hacerle pensar como piensa un científico y aprender a buscar una evidencia científica. Eso resulta importante para todos. Es, por ejemplo, importante para que la gente entienda lo que los científicos dicen sobre el calentamiento global. ¿De dónde proviene ese conocimiento? En la Academia Nacional de Ciencias publicamos cada 10 años un libro sobre la evolución de la ciencia y el creacionismo. Nos quedamos asombrados al descubrir adultos con formación universitaria que no notaban ninguna diferencia entre los dogmas de la ciencia, entre lo que creen los científicos, y los dogmas de los pastores, de los que creen en el creacionismo. La gente cree que puede escoger cualquiera de los dos tipos de dogma, el de la ciencia o el del creacionismo. No entendían cómo se producía la ciencia, cómo se probaba el conocimiento. Ellos nunca aprenderán eso. Cambiarlo implicará un trabajo enorme.
¿Cuál es el grado de amenaza del creacionismo en Estados Unidos?
Es un problema que nunca desaparece. Estados Unidos es un país sorprendentemente religioso en comparación con otras naciones. La gente va a la iglesia cada domingo y oye a los predicadores hablar sobre cómo se creó el mundo en unos días y cosas por el estilo. El problema real es que ellos intentan impedir la enseñanza de ciencias en las escuelas. Incluso en los lugares donde los creacionistas no pueden impedir legalmente la enseñanza de ciencias, los docentes se sienten intimidados, a veces, por los padres de los alumnos. Debemos seguir ocupándonos de eso. Los cambios climáticos han sido tratados como si fueran parte del creacionismo. Eso es ridículo. No lo comprendo. El creacionismo afecta la percepción personal, es muy emocional. Los cambios climáticos no generan esos mismos sentimientos.
¿Quiénes son los responsables de esa situación?
En Estados Unidos, todo aquél que estudia en la facultad asiste a una o dos materias científicas. Ésa es la última posibilidad para que la gente aprenda sobre el tema. Pero a la ciencia no se la enseña de la forma que sostengo. En última instancia, no se enseña la naturaleza de la ciencia. Por eso en la revista Science creamos un concurso para estimular la innovación y la excelencia en la enseñanza de ciencias en la universidad. Cada mes publicamos el artículo de un grupo ganador en la sección IBI (Inquiry-Based Instruction). Espero que este tipo de iniciativa se difunda en otras instituciones y se la imite.
¿Por qué el estadounidense promedio no cree que los cambios climáticos sean el resultado de las actividades humanas?
El lector estadounidense se encuentra sujeto a todo tipo de propaganda de las grandes compañías petroleras y de otros sectores. Está realmente confundido. Me sorprendió que no quedara nada en claro luego de aquel escándalo que involucró el robo de los e-mails de científicos ingleses, denominado climagate. Hay mucho dinero puesto en juego por gente rica de Estados Unidos que intenta convencer al público que los cambios climáticos son una invención de los científicos. Eso no tiene nada que ver con el tema. Es como la propaganda que a uno le impulsa a comprar una sopa o una ropa que no desea. Ellos son muy inteligentes. En el caso de los cambios climáticos, lograron vender esa idea de que no afecta a los estadounidenses. Pero creo que eso está cambiando. Este caso revela la vulnerabilidad de la sociedad cuando la gente no comprende cómo se construye la ciencia. Por eso es que estoy a favor de la educación científica. Los niños crecen en un mundo complejo. Todos quieren granjearse su confianza o hacerlos comprar algo. Veo a la educación en ciencias como el centro del progreso de la civilización en todo el mundo.
Algunos estudiosos de los cambios climáticos mencionaron que era difícil comunicarle al público los resultados de las investigaciones científicas. Para usted, ¿no hubo también una falla por parte de los propios científicos?
Los cambios climáticos constituyen un problema a largo plazo. La gente debe pensar en lo que hará el año próximo, no dentro de 50 años. Los políticos también piensan en cuestiones de corto plazo, siempre con la mira en las próximas elecciones. Debemos aprender a ser más efectivos en la comunicación para que se comprenda la verdad. No todo científico es capaz de comunicar los resultados de las investigaciones. Pero necesitamos de hecho a los que saben hacerlo. Necesitamos que se involucre a la prensa. El problema radica en que ella debe escuchar ambos lados. Entonces aparece un experto que cree en los cambios climáticos y otro que no cree. Pero el peso de esas posturas es engañoso, ya que casi todos los científicos están convencidos de que los cambios climáticos son reales. La prensa podría atender ambas posiciones para debatir qué hacer para evitar los cambios climáticos, pero no para discutir si ellos existen.
Más allá de publicar artículos de investigadores, Science y Nature también producen reportajes sobre ciencia. ¿Cuál es la importancia de las secciones periodísticas en esas revistas?
Las considero la mejor parte de las revistas. El periodismo desempeña un rol crítico. Contamos con 100 mil suscriptores en Science, y muchos de ellos son científicos. Ese público no llega a leer la parte final de la revista [donde se encuentran los artículos más técnicos de los científicos], pero si lee la parte inicial [donde están las secciones periodísticas]. La mayoría de los científicos tampoco llega a leer los papers que no son de su área de interés. Por eso publicamos noticias, problemas científicos, lo que ocurre en términos de política científica. Esas cuestiones son relevantes para una comunidad científica. Creo que necesitamos que haya mucha más gente que lea esa parte de la revista. Mediante los iPhones, tablets y el contexto de la publicación electrónica, podemos lograr ese objetivo. Contamos con aplicaciones de lectura para esos dispositivos. Podríamos contar con un sistema de suscripciones baratas de las páginas iniciales de Science para los individuos de los países en desarrollo que cuenten con esos equipos. Necesitamos promover esas iniciativas en todo el mundo.
Desde 2009 usted es un enviado especial del presidente Obama para asuntos científicos. ¿Qué es lo que hace en esa función?
Nadie sabía lo que significaba el cargo. Se trata de un puesto sin remuneración. Ellos me pagan el transporte. Inicialmente me enviaron a Indonesia. Estuve allá en cuatro oportunidades. Básicamente, lo que hago es contactar a los científicos de esos países e indicarles algunas buenas prácticas científicas. Indonesia provee escasas becas de investigación y la competencia interna es nula para el financiamiento de la ciencia. En conjunto con el Banco Mundial y la Academia de Ciencias de Indonesia, estamos promoviendo la creación de una agencia nacional destinada a financiar la investigación científica. Actualmente, el dinero disponible para la ciencia va directamente hacia los institutos de investigación, y los jóvenes investigadores, con ideas novedosas, no cuentan con la posibilidad de competir por esas asignaciones. También promovemos workshops donde confluyen jóvenes científicos estadounidenses y los futuros líderes científicos de Indonesia.
¿Por qué lo enviaron específicamente a Indonesia?
El programa se creó para países con mayoría musulmana, con los cuales queremos construir un nuevo tipo de relación.
A usted le agrada ofrecer una conferencia titulada “Aprendiendo del fracaso”. ¿Cree que los científicos se encuentran preparados para aprender con los errores?
Todos fracasamos. La mayoría de los experimentos científicos fracasa. Ese tema nuevamente tiene relación con la comprensión que tiene la gente acerca de cómo se hace la ciencia. El eje principal de mi enfoque consiste en que, en la vida, todos nos equivocamos. La gente exitosa aprende de sus fracasos, no comete el mismo error dos veces e intenta hacer las cosas de una mejor manera. Cuando envejecemos, somos más sabios porque ya erramos demasiado y aprendemos con nuestros errores. Creo que ésa es una buena manera de pensar. En Estados Unidos, la gente comienza con tres o cuatro negocios que fracasan hasta que triunfan en el quinto emprendimiento. Fracasar no es vergonzoso. Un buen fracaso puede ser útil, puede que no sea algo malo. En otros países, al fracaso no siempre se lo toma en esa forma.
¿Por qué siempre dice que aprendió mucho al escribir su manual The molecular biology of the cell?
Al escribir un libro, sucede lo mismo que cuando se enseña. Uno tiene que leer mucho, pensar y salirse de lo cotidiano. Esa experiencia fue muy importante para mis investigaciones. A veces, los científicos tienen un enfoque muy restringido y no aprovechan todas las oportunidades de su carrera. Pero es necesario que haya un equilibrio entre enseñar y realizar investigación. Creo que cuatro horas de cátedra por semana es algo razonable. Así uno cuenta con tiempo para investigar.