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Género

Covid-19: una batalla femenina

Una red de investigadoras procura hallar soluciones ante las dificultades que afrontan las mujeres en la pandemia e influir en políticas públicas

Nochevieja en un hospital de campaña para pacientes con covid-19 en Santo André (São Paulo): las mujeres son mayoría entre los profesionales de enfermería

Amanda Perobelli / Reuters / Fotoarena

La primera línea al frente de la lucha contra la pandemia es mayoritariamente femenina. El personal de enfermería y en las cajas de los supermercados está constituido predominantemente por mujeres. Fundamentalmente entre las clases sociales menos favorecidas económicamente, son casi siempre ellas las que lidian con la falta de escuelas para sus hijos, cuidan a sus familiares enfermos, pierden sus puestos de trabajo y sufren el aumento de la violencia doméstica. Este es el panorama que perciben las investigadoras que, a finales del mes de abril, conformaron la Red Brasileña de Mujeres Científicas, con la intención de observar qué sucede fuera de la academia. El equipo de científicas ha comenzado a elaborar notas técnicas, disponibles en su página web, que informan e interpelan al poder público.

Las politólogas Vanessa Elias de Oliveira, de la Universidad Federal del ABC (UFABC), y Luciana Tatagiba, de la Universidad de Campinas (Unicamp), figuran entre las mentoras de la red. “Todo comenzó con una charla entre colegas, a raíz de la incomodidad que sentimos ante la falta de acción actual”, relata Elias de Oliveira. Ella es experta en judicialización de políticas públicas, y Tatagiba en participación popular y movimientos sociales. Por lo tanto, no poseen un enfoque particular en cuanto a las cuestiones femeninas, pese a haber editado, junto a otras tres colegas, el libro intitulado Mulheres, poder e ciência política: Debates e trajetórias, publicado en 2020 por la editorial Unicamp. Pero cuando se reunieron vía teleconferencia con otras 10 investigadoras, en la noche de un viernes de mediados de abril, para debatir cómo movilizar el conocimiento académico para informar acerca de las políticas públicas en defensa de las más vulnerables, quedó en evidencia lo que caracterizaba al grupo: todas eran mujeres científicas.

Tras la primera reunión, el grupo pasó ese fin de semana trabajando en la carta orgánica que definiría al movimiento que lanzaron el lunes 19 de abril. El mismo arrancó mayo con más de 3.800 signatarias y congrega a investigadoras de una diversidad de campos del conocimiento y de distintos lugares, todas dispuestas a contribuir de alguna manera. Por propia iniciativa, la diseñadora gráfica Rafaella Peres, docente en la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul, creó un logotipo para la red, para realzar la unión, la diversidad y la integración de las grandes áreas del conocimiento. “Fue como si la red ya estuviera preparada y solo le faltara materializarse”, dice Tatagiba, en refirencia al entusiasmo de las participantes y al volumen de contribuciones propuestas.

“Es una idea brillante para esta coyuntura, dado su carácter multidisciplinario”, analiza la filósofa Yara Frateschi, de la Unicamp, signataria de la red. Ella tiene experiencia, desde 2019, con la Red Brasileña de Mujeres Filósofas, que pugna por hacer frente al desequilibrio de género en esa disciplina. “Somos tan solo el 24 % de la comunidad filosófica”. Para Frateschi, las redes cumplen la función de poner en interlocución proyectos y dotarlos de visibilidad. Esta práctica aporta beneficios desde el punto de vista científico, pues permite un amplio intercambio de los resultados de investigaciones, y desde un punto de vista político e institucional, “ya que podemos hallar mejores soluciones para los problemas de género cuando se tienen en cuenta perspectivas diferentes”.

Un desafío al que se enfrenta el comité ejecutivo de la nueva red reside en encontrar la manera de gestionar el efervescente conjunto de científicas que abarrota de ideas el grupo de WhatsApp. “Trataremos las propuestas en forma semanal, creando subgrupos de trabajo en torno a los seis ejes que hemos delineado en la carta: salud, violencia, educación, asistencia social y seguridad alimentaria, trabajo y empleo, y vivienda y movilidad”, comenta Elias de Oliveira. “Las integrantes de la red ya están generando conocimiento, el reto es articular lo que existe”. Uno de los objetivos actuales consiste en reunir el conocimiento producido hasta ahora por la red para elaborar un informe que sirva para nutrir los debates de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) del covid-19, en curso en el Congreso Nacional. Para ello, el sitio web puso a disposición un formulario que pueden completar quienes puedan brindar aportes como resultado de sus trabajos.

Más adelante, la confluencia de las ciencias humanas, naturales y exactas podría dar origen a nuevas ideas de investigación. “La confluencia de las tres grandes áreas del conocimiento es histórica”, dice Tatagiba. “La realidad es interdisciplinaria”, añade Elias de Oliveira. “Creamos disciplinas para posibilitar la investigación, pero ellas no constituyen un reflejo del mundo”. La investigadora de la UFABC, una universidad que desde un principio se erigió como interdisciplinaria, ya posee esa experiencia: “He publicado un artículo sobre políticas públicas junto a colegas del área de la geología”.

La unión de fuerzas es necesaria para el ambicioso objetivo. “Aquí y ahora, y con los recursos públicos existentes, es posible implementar políticas públicas que garanticen condiciones de vida, trabajo y seguridad para las brasileñas”, consigna el manifiesto fundador de la red. Elias de Oliveira comenta que algunos políticos ya han percibido el potencial de este conocimiento científico para dotar de base a políticas públicas y las han convocado para conversar. La página web de la Gobernación del Estado de São Paulo también anunció la formación de la red. Aún no hay nada concreto, pero son señales prometedoras.

A medida que la iniciativa se vaya organizando y crezca, Elias de Oliveira espera que haya más investigadoras que se sensibilicen con los problemas que enfrentan las mujeres e incluyan la perspectiva de género en sus áreas de investigación, generando más diálogo. Ellas también buscan la manera de inspirar a las estudiantes y a las jóvenes científicas para que se comprometan con estas temáticas.

La representatividad femenina aún es insatisfactoria en el ámbito académico, en la mayoría de las áreas del conocimiento: algunas están dominados por los varones y, por lo general, las mujeres son escasas en los escalones más altos de las carreras. Asimismo, resulta evidente que las científicas están padeciendo más que sus colegas masculinos en el marco de la pandemia, con una merma significativa de la productividad en función del cuidado de los hijos, de los padres ancianos y la realización de tareas domésticas, responsabilidades no siempre compartidas de manera equitativa con sus compañeros. Según Frateschi, algunos campos del saber son considerados más adecuados para las mujeres. “En la Unicamp, las áreas referentes a números, cálculos y estrategia están dominadas por los varones”. Las mujeres, por otra parte, son mayoría en áreas tales como enfermería y educación, asociadas al cuidado. “El movimiento tendiente a demostrarle a la sociedad que las mujeres son capaces de producir ciencia de calidad en todas las áreas y que el conocimiento no tiene género es muy importante: la Red Brasileña de Mujeres Científicas tiene potencial para ello”, dice la filósofa.

Frateschi también hace hincapié en la importancia del equilibrio de género para la evolución de las propias áreas del conocimiento. “Cuando las mujeres entran en la ciencia, se enfocan en las mujeres”. Un buen ejemplo de ello, según la filósofa, es el que indica que fue necesario que se formara un cuerpo significativo de historiadoras para que saliera a la luz “la cuestión escondida de que las mujeres son sujetos de la historia”. En su investigación, ella se ha abocado a rescatar a las filósofas que, si bien han producido un volumen importante de pensamiento desde la Antigüedad, no formaron parte del canon –el conjunto de los autores reconocidos como clásicos–, es decir, como los principales responsables, en el pasado, de la producción del corpus del conocimiento en el área. “El canon sigue siendo casi exclusivamente masculino hasta que las mujeres decidan reescribirlo”, dice. En su opinión, el protagonismo femenino en la ciencia es de especial importancia en este momento, en el que tanto las mujeres como la propia ciencia se encuentran en situación de vulnerabilidad en función del desmantelamiento de toda una serie de políticas públicas, del negacionismo y de la misoginia. “Las científicas están diciendo: aquí estuvimos y aquí seguiremos”.

“Existe la posibilidad de crear una organización transversal, que será más creativa cuanto más plural sea”, estima Tatagiba. Una de las preocupaciones reside en que el grupo sea representativo desde el punto de vista de la diversidad étnica, socioeconómica, de opción sexual y geográfica; ya hay integrantes de los 26 estados brasileños más el Distrito Federal. Algo más que un mero simbolismo, la idea es hacer frente a la concentración histórica de carreras universitarias en las regiones sur y sudeste, y promover la producción y el aporte de las otras regiones de Brasil.

No está claro si hay una forma femenina de producir ciencia, pero el modelo colaborativo acaso ayude a descubrirlo. “Nuestra historia académica sigue una lógica productivista: no sabemos cómo hacerlo de otro modo”, reflexiona Tatagiba. Hay un interés por practicar el cuidado mutuo entre las integrantes de la red. “Tratamos de respetar los horarios de descanso y no programar reuniones a altas horas de la noche, y evitamos trabajar los fines de semana, aunque eso siempre termina sucediendo”, dice Frateschi (la entrevista para este reportaje se realizó el 1º de mayo, un sábado y feriado). “Son cuidados que deberían replicarse en el ámbito académico, para transformarlo en un entorno más amable y de cooperación”.

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