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Carta de la editora | 308

Diversidades

La propuesta de adoptar otros criterios más allá del rendimiento en la selección de los ingresantes a la educación superior puede parecer incompatible con la actividad científica. Conceptualmente, la ciencia no tiene color, género, edad ni ninguna otra categorización, pero es una actividad social y la sociedad en que vivimos es desigual. Por eso, una de las funciones que debe ejercer la sociedad para corregir sus fallas y ser menos injusta es pensar en las formas de asegurar el acceso a los mismos derechos.

En su intento por abordar esta problemática, uno de los caminos que Brasil comenzó a transitar desde hace casi veinte años es la adopción de políticas afirmativas para alumnos egresados de las escuelas públicas, personas negras, pardas e indígenas en la educación pública de nivel superior. Estas políticas ha ganado espacio sacando a relucir tensiones y desencadenando debates, se ha consolidado y actualmente es una realidad. El retrato es mucho más diverso que hace dos décadas, y esta diversidad también se refleja en los temas que son objeto de las investigaciones científicas.

El artículo estampado en la portada de esta edición pretende hacer un balance sobre este tema y expone cómo ha cambiado la discusión (página 32). Los estudios han revelado que el argumento de una supuesta diferencia en el rendimiento académico entre los beneficiarios de los cupos y el resto de los alumnos resultó estar equivocado. Por otra parte, la diversidad en las aulas de las carreras más disputadas en la educación superior no ha tenido la correspondencia esperable en el mercado laboral.

Reciente llegó a sus 20 años el programa Biota, de la FAPESP, cuyo objetivo es conocer, mapear y analizar la diversidad de la fauna, la flora y los microorganismos presentes en la naturaleza del estado de São Paulo. El botánico Carlos Alfredo Joly, uno de sus articuladores y pieza clave de este esfuerzo académico sostenido que ha tenido impacto en las políticas ambientales del estado y ha formado a cientos de investigadores, no se muestra optimista. En la entrevista, Joly pone de relieve que el programa ha tenido su impacto –“ahora sabemos con qué diversidad contamos y dónde se encuentra, pero el avance principal en el conocimiento ha sido en lo que atañe al funcionamiento de los ecosistemas”– y pondera que la situación sería peor sin el Biota, pero le preocupa la falta de percepción de que el reto de hacer frente a los cambios climáticos está íntimamente ligado a la preservación de esa biodiversidad.

Los mecanismos inherentes al cambio climático revisten una complejidad enorme, y las piezas de ese rompecabezas no siempre parecen ensamblarse. Y surgió un elemento contraintuitivo bajo la forma de los aerosoles, pequeñas partículas en suspensión en gran medida derivadas de las actividades humanas que generan contaminación atmosférica, a su vez asociada a toda una serie de enfermedades. Según el último informe del IPCC, que fue objeto del artículo de portada del número anterior, sorprendentemente estas partículas también han disminuido el calentamiento del planeta provocado por los gases de efecto invernadero, tema que vuelve a retomarse en el reportaje de la página 54.

La pandemia de covid-19 ha amainado en Brasil, pero el país se acerca a una cifra de 600.000 muertos. Resulta alentador que estemos llegando a un 70 % de la población vacunada al menos con una primera dosis. Con la perspectiva de la aplicación de dosis de refuerzo y de la inmunización de adolescentes y niños, la primera vacuna de ADN contra el nuevo coronavirus, desarrollada en la India, constituye una novedad que contribuirá a la diversidad de opciones disponibles para el control efectivo de la enfermedad en el mundo.

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