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TAPA

El clima en el Antropoceno

El nuevo informe del IPCC demuestra que el hombre impulsa el calentamiento global y esto deja al planeta más sujeto a padecer eventos extremos, tales como olas de calor y episodios de sequía y lluvias intensas

Nicolas Economou / Nurphoto vía Getty Images

En 2007, en su cuarto informe, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) expresaba que “el calentamiento del sistema climático es innegable”. Ese documento, en su quinta versión, en 2013, dio un paso más al afirmar que “la injerencia humana en el sistema climático es evidente. La primera parte del sexto informe de evaluación del panel (WG1-AR6), divulgada el 9 de agosto de 2021, resume el estado del arte sobre el conocimiento científico al respecto de los cambios climáticos y ya no deja dudas en cuanto al papel de la civilización contemporánea en este fenómeno: “Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la superficie terrestre”. El documento también asegura que “los aumentos que se han registrado en las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) a partir de 1750, aproximadamente, han sido causados indiscutiblemente por las actividades humanas”. El calentamiento global es provocado por el aumento progresivo de los índices de los GEI en la atmósfera, la firma más evidente que está dejando en el clima el Antropoceno, la era de los seres humanos.

Ningún sitio del planeta se encuentra a salvo de las consecuencias del aumento de la temperatura media de la atmósfera y de las alteraciones derivadas o asociadas a este proceso. “Los cambios climáticos ya afectan a todas las regiones de la Tierra de múltiples maneras. Las alteraciones que venimos experimentando van a intensificarse con el aumento adicional de la temperatura”, comentó Panmao Zhai, de la Academia China de Ciencias Meteorológicas y copresidente del grupo 1 de trabajo del AR6, durante la presentación del informe. Este grupo estuvo a cargo de la producción de la primera parte del informe de evaluación del IPCC, dedicado a actualizar el conocimiento científico sobre los cambios climáticos. En el primer trimestre de 2022, el grupo de expertos divulgará las dos partes siguientes del AR6. El segundo documento versará sobre los impactos y vulnerabilidades causados por los cambios climáticos y sobre lo que puede hacerse para adaptarse a ellos. El tercero abordará las formas de mitigar el cambio climático.

El IPCC, un panel coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), no realiza ni patrocina investigaciones científicas. Tampoco sugiere políticas ambientales. Sin embargo, publica un resumen de sus informes en un lenguaje sencillo, llamado Sumario para los Tomadores de Decisiones, que proporciona las bases científicas sobre el clima para ayudar a los países a definir sus acciones. El IPCC reúne a expertos de múltiples campos para recopilar y evaluar la producción científica con el propósito de elaborar informes de evaluación periódicos sobre la situación actual y pronósticos sobre el futuro del clima. La primera parte del AR6 fue redactada a lo largo de tres años por un conjunto de 234 autores de 66 países y también participaron en la elaboración del documento otros 567 colaboradores. Inicialmente, su publicación estaba prevista para el mes de abril de este año, pero fue aplazada debido a la pandemia de covid-19. El texto del informe, aprobado por los 195 países que forman parte del grupo, hace referencia a más de 14.000 estudios científicos que respaldan sus conclusiones.

Según el WG1-AR6, “es muy probable” que la temperatura media de la atmósfera aumente 1,5 grados Celsius (ºC) en comparación con los valores registrados entre 1850 y 1900 hacia comienzos de la próxima década. Ese período del siglo XIX se considera representativo de la etapa preindustrial del planeta, cuando la atmósfera no acusaba efectos significativos de la actividad humana, particularmente, la quema de combustibles fósiles que liberan gases de efecto invernadero. El nuevo plazo estimado para llegar a ese aumento de 1,5 ºC está fijado en unos 10 años antes de lo que preveían los informes anteriores. De acuerdo con las definiciones adoptadas por el IPCC, un evento climático o el resultado de un proceso se considera como “muy probable” cuando la probabilidad de que se produzca se ubica entre el 90 % y el 100 % (véase el apartado sobre el lenguaje adoptado por el panel en la versión online de este artículo). Los cinco escenarios futuros proyectados por los modelos climáticos adoptados por el IPCC, desde el más optimista hasta el más pesimista, convergen en ese nivel de aumento de la temperatura global para la década de 2030.

La meta principal del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, suscrito en diciembre de 2015 en la ONU por 195 países, es limitar el calentamiento global en los próximos años a un incremento de 2 ºC, preferentemente 1,5 ºC. Este nivel de aumento de la temperatura se considera elevado, pero con impactos socioeconómicos potenciales aún manejables. “El informe del IPCC deja en claro que será muy difícil lograr esa meta si no reducimos drástica e inmediatamente las emisiones de gases de efecto invernadero”, dice el físico Paulo Artaxo, de la Universidad de São Paulo (USP), uno de los siete científicos brasileños que participaron en la elaboración del WG1-AR6 y uno de los coordinadores del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG). El informe del IPCC también se divulgó en Brasil el 9 de agosto, en el marco de un seminario web organizado por la FAPESP.

El planeta ya se encuentra muy cerca de traspasar el límite de 1,5 ºC de calentamiento global. Desde el período preindustrial, la temperatura promedio en toda la superficie del planeta ha aumentado alrededor de 1,1 ºC. Se trata de un nivel de calentamiento sin precedentes en el curso de los últimos dos milenios, según expresa el informe. El aumento promedio ha sido mayor en las zonas continentales (1,6 ºC), donde vive la población humana, que en los océanos (0,9 ºC). Las regiones polares frías, especialmente el Ártico, fueron las que más se han calentado desde el período preindustrial (unos 3 ºC).

El documento también apunta que si en un corto tiempo no se invierte la tendencia de aumento de la temperatura global del planeta, los glaciares seguirán fundiéndose, el nivel del mar continuará elevándose, los océanos se volverán más ácidos y los denominados fenómenos climáticos extremos, tales como las fuertes olas de calor, lluvias torrenciales y sequías severas, serán todavía más frecuentes e intensos en el curso de este siglo. En realidad, según los estudios citados por el IPCC, estos fenómenos con gran potencial de causar muertes y daños socioeconómicos ya se han hecho más habituales y exacerbados en las últimas décadas y solo tienden a aumentar a medida que el planeta se calienta.

Las olas de calor extremadamente fuertes que se producían una vez cada 100 años antes del siglo XX, cuando la influencia humana sobre el clima era poco significativa, actualmente se han tornado 4,8 veces más frecuentes y 1,2 ºC más cálidas, según los datos del IPCC. Si la temperatura global aumenta 1,5 ºC, estos eventos extremos serán 8,6 veces más comunes y 2 ºC más cálidos que hace 150 años, según los pronósticos del panel. Otro incremento de medio grado en la temperatura media del planeta, que supondría un aumento de 2 ºC, probablemente hará que estas olas de calor se vuelvan 13,9 veces más frecuentes y 2,7 ºC más tórridas. Si la atmósfera terrestre llegara a calentarse 4 ºC, una hipótesis desoladora, estos episodios de canícula exacerbada tenderán a ser 39,2 veces más recurrentes y 5,2 veces más cálidos que en el siglo pasado. El informe describe tendencias similares en lo que atañe a los fenómenos extremos con lluvias y sequías severas.

La manifestación cada vez más habitual de estos eventos climáticos superlativos –tales como las marcas récord de temperatura, del orden de los 50 ºC, en el último verano norteamericano y europeo y la mayor creciente en casi 120 años del río Negro, en la Amazonia, como resultado de las copiosas lluvias que se produjeron a mediados de este año– ha dado origen a un nuevo campo de investigación: estudios específicos sobre un evento extremo con el propósito de determinar si su ocurrencia ha sido causada, siquiera en parte, por alteraciones inducidas por el hombre o se deben a un vaivén natural del clima. “Aún son pocos los estudios de este tipo en América del Sur, pero se trata de un área de investigación científica en crecimiento”, comenta el climatólogo José Marengo, coordinador de investigación y desarrollo del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (Cemaden), quien se ha desempeñado como revisor-editor en el último informe del IPCC (lea el artículo sobre este campo de investigaciones en la página 38).

De bruces con la realidad
“Este informe es un shock de realidad”, comentó la paleoclimatóloga francesa Valérie Masson-Delmotte, de la Universidad París-Saclay, también copresidenta del grupo 1 de trabajo del IPCC, en el material de divulgación del documento. “Ahora disponemos de una imagen mucho más clara del clima en el pasado, en el presente y en el futuro. Esto es esencial para entender hacia dónde estamos yendo, qué puede hacerse y cómo debemos prepararnos”. Los avances en cuanto a la determinación de la injerencia de las actividades humanas como motor del cambio climático son el resultado de una serie de mejoras en los estudios sobre el clima instauradas en los últimos siete años.

Mejores reconstrucciones paleoclimáticas, datos más fiables y minuciosos sobre la evolución de las temperaturas y de los regímenes pluviales actuales y modelos computacionales más aptos para elaborar reconstrucciones del clima del pasado y proyecciones sobre el clima de las próximas décadas son todos perfeccionamientos que posibilitaron que las conclusiones del último informe del panel sean más incisivas que sus versiones anteriores. “Hay mucho menos incertidumbre en este informe en cuanto a lo que tiene que ver con las actividades humanas y a aquello que depende de las fluctuaciones climáticas naturales”, explica la oceanógrafa Letícia Cotrim, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj), una de las autoras brasileñas del WG1-AR6.

El calentamiento global es causado por un aumento de la emisión de gases de efecto invernadero, entre ellos, el óxido nítrico (N2O), el metano (CH4) y, sobre todo, el dióxido de carbono (CO2). El nuevo informe hace hincapié en el hecho de que, desde mediados del siglo XVIII, el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera ha sido “inequívocamente” causado por las actividades humanas, especialmente aquellas asociadas a la quema de combustibles fósiles. Esta conclusión surge de estudios que simulan la evolución de la temperatura promedio de la atmósfera terrestre con y sin emisiones de GEI derivados de las actividades humanas. En los escenarios en los que hay emisión de gases de efecto invernadero solamente debido a procesos naturales, el planeta no se calienta, lo que indica un equilibrio en el sistema climático. Cuando a ese proceso se le suma la incidencia humana, la temperatura media del planeta acusa los niveles actuales. Hoy en día, la concentración de CO2, el principal GEI, es de casi 420 partes por millón (ppm), alrededor de un 50 % más que hace 170 años, en el período preindustrial.

Una vez emitidos, los gases de efecto invernadero tienen tres destinos posibles: la atmósfera, los océanos y la superficie terrestre. Si se acumulan en el aire, causan el calentamiento global. En los mares, provocan la acidificación de las aguas y amenazan el ciclo de vida de muchas especies. El camino más benigno es que lo absorban las plantas, vía fotosíntesis, y se transformen en biomasa, tal como, por ejemplo, el tronco de un árbol. Desde la revolución industrial hasta nuestros días, el 41 % de los GEI ha ido a parar a la atmósfera y el 59 % a la superficie terrestre y los océanos. “Pero la atmósfera muestra una tendencia a absorber más CO2 que los océanos y la superficie terrestre, tanto en términos proporcionales como absolutos, si las emisiones de este gas no decaen hacia finales de siglo”, explica el climatólogo Marcos Heil Costa, de la Universidad Federal de Viçosa (UFV), de Minas Gerais, quien estudia las interacciones del clima con la agricultura y es uno más de los autores del WG1-AR6. En un escenario pesimista proyectado por el IPCC, en el cual los niveles actuales de emisiones de dióxido de carbono se duplicarían hacia el final de este siglo, la atmósfera estaría almacenando el 54 % del CO2 liberado. En un panorama muy pesimista, en el que las emisiones se dupliquen para mediados de siglo, el porcentaje de CO2 atrapado en la atmósfera crecería hasta el 62 %.

Los cambios climáticos exacerban el ciclo del agua. Esto provoca tanto lluvias más intensas como períodos áridos y cálidos, generando desastres naturales, tales como inundaciones, deslizamientos de tierra y sequías más severas en muchas regiones. En las áreas costeras, por ejemplo, podrá observarse cómo continúa elevándose el nivel del mar durante todo el siglo XXI, un fenómeno que, combinado con tempestades más violentas, acentuará la erosión y propiciará inundaciones cada vez más frecuentes y voluminosas en el litoral y en vastas zonas bajas. Los eventos extremos asociados con el aumento del nivel del mar, que anteriormente ocurrían una vez cada 100 años, podrán convertirse en fenómenos anuales hacia finales de este siglo. Entre 1901 y 2018, el nivel medio de los océanos se elevó 20 centímetros. Pero en los años recientes este ritmo se ha acelerado. Fue de 1,3 milímetros (mm) al año entre 1901 y 1971, y pasó a ser de 3,7 mm al año entre 2006 y 2018. El calentamiento progresivo del clima global intensificará el deshielo de los glaciares estacionales, del hielo marino de verano en el océano Glacial Ártico, y del permafrost –la capa del suelo permanentemente congelada de la región ártica– que contiene mucho metano, un gas de efecto invernadero que, de liberarse hacia la atmósfera, acelerará todavía más el calentamiento global.

Cada incremento de 0,5 ºC en la temperatura promedio del planeta repercute en forma no lineal en la frecuencia y la intensidad de las olas de calor y los fenómenos de sequía o lluvias exacerbadas. “Un aumento de la temperatura de ese calibre duplica o triplica algunos fenómenos climáticos extremos”, ponderó el climatólogo Lincoln Muniz Alves, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) de Brasil, otro de los miembros del grupo 1 de trabajo del IPCC. Muniz Alves formó parte del equipo que elaboró un atlas interactivo, una novedad del WG1-AR6, al que se puede acceder en internet.

Ulrik Pedersen / Nurphoto vía Getty Images Los glaciares polares, como los del Ártico, se están derritiendo debido al calentamientoUlrik Pedersen / Nurphoto vía Getty Images

Las consecuencias en Brasil
El informe del IPCC no incluye previsiones sobre el clima específico de un país, solamente para el planeta en su conjunto, o bien por regiones. No obstante, con base en esas proyecciones regionales, es posible tener una noción de lo que la literatura científica apunta como las tendencias climáticas actuales y futuras para América del Sur y para el territorio brasileño. A grandes rasgos, la tendencia marca que la temperatura promedio en el continente seguirá creciendo a un ritmo más acelerado que la media global. El nivel del mar en el Atlántico Sur (no así en el Pacífico) creció de manera más acentuada que el promedio global en las últimas décadas, una tendencia que se mantendría a lo largo de este siglo y que propiciaría las inundaciones costeras. Si el calentamiento global aumenta al menos 2 ºC, las perspectivas para la vasta región que abarca Brasil indican una combinación de mayor volumen de lluvias y más episodios de sequía, un virtual vaivén climático exacerbado cuyos efectos serían potencialmente desastrosos.

Las proyecciones indican que, en la Amazonia, con un índice alto de certeza, sobrevendrán más días sin precipitaciones y etapas de sequía y, con un menor grado de fiabilidad, más episodios de lluvias torrenciales e inundaciones. En el escenario más pesimista, en el cual las emisiones globales de CO2 se duplicarían en 2050, habría más de 150 días al año con temperaturas superiores a 35 ºC hacia finales de siglo. Para el nordeste brasileño, una región naturalmente mucho menos húmeda, el escenario pronosticado es similar, con un marcado aumento de la duración de la estación seca.

Para el centro-oeste, no hay datos confiables que apunten una disminución en la cantidad de precipitaciones atmosféricas, pero se retrasaría el comienzo de la estación lluviosa. Eventualmente, se esperan más fenómenos de lluvias extremas y también de sequías, además de una mayor posibilidad de incendios forestales, que afectarán a la agricultura y a biomas tales como el Pantanal y el Cerrado, la sabana brasileña. En el sudeste y en el sur, donde vive el 60 % de la población del país, ha habido un aumento evidente del nivel medio de precipitaciones y de episodios de lluvias extremas desde la década de 1960, tendencias que se acentuarán durante las próximas décadas en caso de que en el planeta aumente la temperatura media en 2 ºC. “Las previsiones de aumento de la temperatura siempre son más confiables que las de lluvias”, compara Muniz Alves. Esto se debe a que el calentamiento del clima es un proceso más directo, que depende de una cantidad menor de variables que la formación de nubes y lluvias. “El modelado de la formación de nubes y lluvias en la atmósfera y sus interacciones con el resto de los parámetros del clima todavía reviste un desafío”, comenta Marengo.

No es casual que haya más y mejor información acerca del aumento de la temperatura que de las precipitaciones en prácticamente todas las regiones del globo. En el atlas del IPCC, que divide a los sectores habitados de los continentes en 45 zonas, figuran 41 regiones que han experimentado un aumento de las olas de calor desde 1950 en adelante. Para la mayoría de esas áreas existe un grado de certeza alto o mediano de que las actividades humanas han contribuido a la aparición de este fenómeno. En cuanto a los episodios de lluvias fuertes, tan solo en 19 regiones se ha comprobado un incremento de fenómenos extremos en ese período, casi siempre con un grado bajo de certeza de que el hombre haya desempeñado algún papel determinante para esa tendencia. Para las 26 regiones restantes, no se disponía de datos en cantidad o calidad suficientes como para determinar una tendencia. “El atlas deja en claro que la mayor parte de estos datos y estudios sobre el clima se circunscriben a los países del hemisferio norte. Necesitamos desarrollar más investigaciones sobre los cambios climáticos en América del Sur y en Brasil en particular, comenta Muniz Alves.

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